YUANFEN, MI SALVACIÓN

By Jenn_mor__

1.8K 124 41

Jhonas y Vaiolet se conocen en un centro psiquiátrico. Ella padece depresión y ha tenido varios intentos de s... More

Capítulo 1: La marcha de Lauren
Capítulo 2: Un sueño
Capítulo 3: El escondite
Capítulo 4: Acercamiento
Capítulo 5: La fiesta
Capítulo 6: Deseo
Capítulo 7: Nueva oportunidad
Capítulo 10: Regreso
Capítulo 11: Diagnóstico
Capítulo 12: Alas de ángel
Capítulo 14: La chica de pelo rosa
Capítulo 15: Fugitivos
Capítulo 16: Nuevo hogar
Capítulo 17: El tejo
Capítulo 18: El Vacío
Capítulo 19: Propósito
Capítulo 21: Tormenta perfecta
Capítulo 22: La gran noticia
Capítulo 23: La nota
Capítulo 24: No es un simulacro
Capítulo 25: El último adiós
Capítulo Final: Maktub
Capítulo 8: Almas oscuras
Capítulo 13: No existe lugar seguro
Capítulo 20: Estrellas binarias.

Capítulo 9: La Canción

41 6 0
By Jenn_mor__

VAIOLET

Cuando empieza a importarte alguien, no ves solo a la persona, también lo que le rodea. Entre esos individuos los más destacables se encuentra el género femenino. Tengo mil y una voces en mi cabeza, la que más resuena es ¿por qué no quiere más conmigo?, ¿lo hará con otra? El resto de gritos que taladran mi mente diciéndome no te encariñes, se cansará de esto y volverá a ignorarte. Ante todas ellas, ¿Qué puedo hacer? Nada.

Me columpio hacia delante y atrás, observando el sol. Pequeños flashes se amontonan obligándome a fruncir el entrecejo. Cambio la dirección de la vista al escuchar un sonido que proviene de la puerta principal, es Bruce.

—¡Comienza la hora feliz! —sonríe de esa forma genuina que envidio, al preguntarme si alguna vez seré capaz de hacerlo igual.

Mis labios pueden simular una sonrisa, es bastante parecida a la de una persona normal, incluso puedo confirmar que otros podrían creer que hay felicidad en ella, gran error.

—¿Vas a la charla de la doctora Sandisk? —. Por primera vez debo cumplir mis obligaciones como convicta si quiero que mi tía me tome en serio.

Aunque a decir verdad, me apetece lo mismo que una manada de pájaros vomite encima de mi cuerpo.

—Si, lo que no entiendo es por qué es justo antes de almorzar, ¿es que a nadie se le cierra el estómago? —se queja, sentándose a mi lado.

—A ti, no —reímos de forma escandalosa.

—¿Te apuntas? —pregunta refiriéndose a la charla.

—No por voluntad propia —bajo del columpio y este suelta un quejido chirriante.

—Te gustará. Ella logra que entendamos palabras muy complicadas y al final quieres hasta pensar en ellas.

—Eso me suena a lavado de cerebro. ¿Cuál es la última palabra que te ha hecho reflexionar? —pregunto sin interesarme demasiado.

—La muerte —un escalofrío cruza mi columna vertebral, creando un nudo en la boca del estómago.

Al menos no quiero llorar, hoy no.

—Las personas que desprenden esa alegría exagerada no me convencen
—explico refiriéndome a la doctora Sandisk  —. Me hace replantear si realmente son de esa forma, o si por el contrario, quieren convencerte para que consigas algo que ni ellos conocen.

—Vaiolet, puedo con el sarcasmo, pero no con el boicot al mundo. ¿Eres consciente que todos aquí dentro quieren encajar, verdad?

—Déjalo Bruce —camino por el sendero que termina en el patio trasero del centro.

—Oye —corre detrás mía —¿Qué ponía en la carta que me diste el otro día?

—Es privado, pero gracias por cumplir tu parte del trato —tengo la sensación de echar de menos algo.

Sé lo que mis conductos auditivos buscan, el sonido de la grava esparcida por el pavimento al deslizarse el skate de Nhas.

—No hay de qué —camina a mi lado hasta que llegamos a una casita de madera situada lejos del resto.

—¿Conoces la casa del guarda? —ambos nos detenemos admirando lo tenebroso del lugar.

Los matorrales se han adherido a la fachada y las ventanas no dejan entrar la luz del sol. Una puerta, con un pomo descomunalmente grande respecto al resto, llama mi atención. Sería un buen lugar para "nuestro escondite", ahí podríamos hacer muchas más cosas que...

—¡Vaiolet! —Bruce alza la voz, sacándome de mis cavilaciones turbias.

—¿Qué?

—Cuando te metes ahí dentro desconectas del todo —señala mi cabeza.

—Si... —seguimos avanzando hacia un invernadero construido por los internos.

—Como te decía, hay un bar cerca...

—No quiero más fiestas, Bruce
— interrumpo su ofrecimiento.

—No me has dejado explicarte. Es un lugar donde ensayan unos grupos de Rock y al finalizar empieza el karaoke —salta como una quinceañera.

—No me va —miro el reloj.

Solo han pasado veinte minutos. Este día va a ser interminable y más sabiendo que no veré a Jhonas hasta la noche.

—La Vaiolet que conocí en el desayuno no tiene que ver con esta, ¿te has tomado un bote de betabloqueantes? —todo sea dicho, gracioso es un rato.

—Tienes razón, no estoy en mí mejor momento, lo siento Bruce —. Inclino la mirada al suelo y noto como el sol me calienta por completo, haciéndome notar pesada y vacía.

—Nos llevaremos hasta el agua, así no hay riesgo de que se nos vaya la pinza
—. Sonrío por su ocurrencia.

De pronto, una sombra se abalanza sobre Bruce, dejándome bloqueada al ver que se trata de Jhonas. Le empuja haciendo chocar la espalda contra el invernadero.

—Te dije que no te acercaras a ella
—grita con odio.

¿Qué le pasa?

—Nhas, ¡Para! —intento sujetarlo, pero es muy fuerte y me esquiva a propósito.

—Pueden verte, ¿sabes lo que pasaría?
—sujeto su cara entre mis manos y dirijo la atención hacia mí.

—Tío, estas mal de la cabeza. Solo somos amigos. ¿A este trastornado quieres en tu vida? —Ambos me observan esperando una respuesta.

—¿Eres amiga de este? —suelta Nhas casi sin aliento, negándome la posibilidad de contestar a Bruce.

—Quizás —mis manos hacen un sonoro golpe contra las caderas.

Posteriormente, sujeto el brazo de Jhonas, nos oculto detrás del invernadero e imploro a Bruce que vigile unos minutos.

—¿Qué es lo que pasa? —balbuceo mientras él me observa de forma recriminatoria.

—No quiero que estés con ese tío, es un imbécil. Lo único que pretende es meterse bajo tus bragas —la rabia que desprenden sus palabras hacen que algo dentro de mí le tenga compasión.

—Vale, supongamos que tienes razón. Según tú ¿Con qué chico puedo hablar?

—Con ninguno, bueno sí... conmigo —eso me hace reír.

—Supongamos que por un retraso madurativo en mi mente, te hago caso, quiero saber el por qué.

—No te hagas la tonta, sabes el motivo de sobra.

—Nhas, no eres claro. Me pides cosas que no tienen sentido y aún así pretendes que las cumpla.

—Te dije que no esperaras nada de mí
—se muerde el labio inferior, provocando un temblor en mis piernas.

—Solo te pido que si vas a decidir sobre mi persona, me cuentes el por qué
—. Asomo la cabeza para comprobar que estamos solos y que Bruce continua en el mismo lugar.

En ese instante, noto como su mirada recorre mi cuerpo y sin miramientos me besa, como si necesitara mi sabor. Sus manos se aferran con fuerza a mi cintura y los dientes muerden donde tocan. Es extraño que un beso pueda decir lo que las palabras ocultan.

Se aparta y unos ojos suplicantes me observan intensamente.

—Por eso —vuelve a tomarme los labios brevemente.

—Me parece un buen motivo, aunque prefiero hacer un trato que nos agrade a los dos —sus manos tocan las yemas de mis dedos.

—Si incluye a Bruce, olvídalo —Su cara me recuerda a un niño pequeño asustado y mis brazos solo quieren abrazarlo.

—Vuelve dentro, hablamos esta noche.  Hay cámaras por todos lados —reflexiona sobre lo que acabo de proponer y se vuelve frío como un témpano, como si desapareciera el chico que me ha besado con temblor en las manos y vulnerabilidad en los ojos.

Se transformó en otro ser.

—No puedo, esta noche no estaré —mi cuerpo queda petrificado.

—¿Cómo que no estarás? ¿Qué quieres decir?

¿Se marcha? ¿No me avisa previamente y encima me habla de este modo?

—Hablamos mañana —me besa la mejilla y sale de allí cruzando una mirada retadora con Bruce.

Este chico es todo un misterio. Quiere poseerme, elegir por mí, sacarme de quicio, que conteste a sus preguntas, pero él no a las mías. No sé si enfadarme, esperar o gritar hasta que vuelva.

—Bruce vamos dentro —sin preguntar nada más, nos dirigimos al interior del centro para comenzar la charla grupal de la doctora Sandick.

Esto no quedará así. Buscaré los interrogantes por mí misma si es necesario.

Sentada delante de un grupo de desconocidos, intento que nadie se fije en mí, no quiero llamar la atención. Es mi primera sesión grupal con la doctora Sandick y solo espero que no termine peor de lo que ha empezado mi día.

Al observar como Jhonas, ese que me mira cuando quiere y me quita el habla a su antojo, se sienta justo frente a mí, hace que esto se vuelva de lo más interesante a la par que tortuoso.

—Chicos hoy vamos a hablar sobre el sentimiento de comunidad, ¿Alguno sabe que significa? —.Tras esperar varios minutos en los que todos desvían la mirada esperando que no les toque hablar, alguien levanta la mano.

—¿Adler? —pregunta un chico con gafas y el pelo adornado con rastas.

—Muy bien Sebastián, Aldfred Adler. Este Psicoterapeuta hablaba de la sensación de pertenecer a una familia y luego a colaborar para el funcionamiento de esa comunidad. Si este proceso se obstaculiza, si esta necesidad de pertenencia no se satisface, si la persona no aprende a colaborar con los demás para conseguir el bien común, puede desarrollar un trastorno psicológico. El objetivo es que cada persona llegue a responsabilizarse de su vida. Él no trataba síntomas, sino personas. Ahora quiero que me cuenten que piensan al respecto.

—Yo me responsabilizo de mis actos, el problema es que lo que hago molesta a los demás y me obligan a ser como el resto —comenta Jhonas sorprendiendo al grupo.

—Si haces algo que afecta a otra persona y no miras tu parte en ese proceso, realmente no te responsabilizas de tus actos —responde la doctora con una sonrisa calmada.

—¿Dónde está ese límite? , ¿Quién dice hasta dónde es culpa mía o de otro?

—El fin es el bien común, si es bueno para ambos entonces hablamos de sentimiento de comunidad —rebate la doctora intentando que entre en razón.

Mientras el resto debate este fenómeno, yo me guardo mi opinión, ya que cerebro solo piensa el por qué Jhonas no estará en el centro esta noche.

¿Quieres salir Nhas? Perfecto, pero no voy a quedarme aquí esperándote. Lo haría si me lo pidieras: Vaiolet espérame, llegaré en unas horas y dormiremos juntos, hablaremos durante toda la noche y te desearé con locura. Lógicamente no vas a decir esto, tú no eres así, pero yo tampoco soy de las que se quedan quietas sin actuar, así que si tu sales, yo actúo.

—Bruce, ese sitio del que me hablaste, ¿está muy lejos de aquí? —le pregunto al final de la sesión, él me sonríe y niega con la cabeza.

Tengo la sensación de que un huracán va a llevárselo todo, como si conectar con algo o con alguien fuera más de lo que merezco. Algo extremadamente fuerte acabará con el poco sentido que le veo a esta vida sí Jhonas vuelve a desaparecer .

Stephen King decía que los monstruos y los fantasmas eran reales, aunque vivían dentro de nosotros. Mi monstruo es un gigante, tan grande que no me deja ver lo que tengo delante. Las lágrimas no ayudan y el sentimiento de culpa hace el resto.

A la mañana siguiente me levanto como siempre, comiendo el mismo desayuno calórico porque un médico ha decidido que estoy demasiado delgada, tomando las repetidas pastillas que, bajo mi punto de vista, empeoran mi estado. Escuchando las conversaciones que se reproducen una y otra vez, y sintiendo el mismo agujero en el estómago, ese que me acompaña sin tregua.

Algo hizo que hoy fuera diferente, un mensaje de mi hermano en el que me informaba que dentro de una semana volvería a casa y que papá me dejaría volver durante ese periodo. Esto hace que lo de Jhonas quede camuflado por completo.

—Creía que no iba a salir en dos meses —replico a mi padre, mientras él coloca un ramo de margaritas en el jarrón que accidentalmente se rompió, o eso dije yo.

—Y yo pensaba que no querías seguir aquí, ¿Qué es lo que pasa ahora?, parece que nunca hago las cosas bien —suspira descontento.

Me tumbo encima de la cama, mi cara cae justo al lado de mofletitos, estará asombrado con todo esto.

—Papá, es solo que me estoy acostumbrando a este lugar de locos, ya me consideran una más —río con ironía, pero al ver su cara de enfado reculo
—. Dile a Lauren que iré, pero no prometo ser simpática.

—¡Genial! —me besa la frente y acaricia mi cabello.

—Tu abuelo me ha dicho que vendrá a verte en estos días, así que intenta que vea recuperación por tu parte —me pide como siempre.

—Claro, como no... —lamento que todos estén tan defraudados conmigo.

—Bueno cielo, tengo que irme. Esta noche viajo a California y vendré en cuatro días, se buena ¿Sí?

"Se buena" "Espera a que vuelva si quieres hacer alguna locura" "Piensa en lo que le pasará a tu abuelo si no paras esto". ESTO, ¡ESTO! no es un dolor de muelas ¡Esto es querer morir! Quiero dejar de sentir, quiero que mi vida deje de ser una lucha constante con lo que debería ser y lo que soy.

¡QUIERO IMPLORAR AL DIOS QUE ME VIO MATAR A MI MADRE Y NO HIZO NADA, NADAAAA! POR FAVOR, por favor, te suplico que dejes de luchar por mí.

Rompo a llorar. Empiezo a darle golpes al colchón, no vaya a ser que me escuchen.

Tras varios minutos intentando convencerme de no hacerme daño, observo mi alrededor y cojo un bolígrafo con la punta seca. Con fuerza trazo líneas en mi cuerpo, por mis brazos, por mi cuello... lo tiro de cualquier manera y comienzo a darme golpes en el pecho, con toda la furia y rabia que llevo dentro y no me deja vivir.

Cuando pasa este tipo de situaciones, me quedo exhausta, y normalmente lo que le sigue son horas infinitas mirado a cualquier cosa.

Mientras me concentro en el blanco de la pared del techo y en los pequeños montículos que sobresalen, me siento igual de vacía que de costumbre. Busco entre mi música, algo que me llene de sentimiento, que me haga estremecer. Claro de luna, de Beethoven inunda la habitación. Casi puedo imaginarlo con las manos en el piano, rozando las teclas delicadamente pero con la presión necesaria. Mis ojos se llenan de lágrimas y la mente me lleva a un recuerdo que podría ser inventado.

He pensado en ese momento tantas veces que he llegado a la conclusión que es una fantasía. Mi madre me cepilla el pelo, mientras nos deleitamos con esta sinfonía. No sé por qué recurro siempre a esta imagen, pero me hace sentir que tuve madre, que llegó a cuidarme y que yo, en algún momento de mi vida, fui una niña inocente y feliz.

JHONAS

Susana cabalga encima de mí. Sus tetas me dan en la cara, mis manos se agarran a sus nalgas, mientras le azoto fuerte para que se mueva más rápido. Este soy yo, me es insignificante esta chica, me da igual el daño que pueda causarle y no me importa saltarme las normas. Cuando consigo correrme, dentro de un condón, no voy a arriesgarme de nuevo, ella gime y araña mis brazos.

Necesitaba esta liberación, las discusiones continuadas con Vaiolet y el momento celos locos de esta mañana, han hecho que tome esta decisión.

Sólo una vez... Entonces, ¿por qué me siento como un miserable?, ¿por qué no puedo quitármela de la cabeza?, ¿por qué creo que le debo algún tipo de explicación?. Me va a venir bien salir, aunque el grupo no es el adecuado, voy a conseguir controlar mis actos, aunque ahora, hasta yo mismo dudaría.

Tras calzarme unas botas militares y subirme la cremallera de una sudadera negra, salgo de mi habitación sigilosamente. Llego a los ascensores, subo a la última planta y con la ayuda de una soga, bajo por la ventana rota. Cuando alcanzo el suelo, avanzo rápido hacia la verja, la escalo y diviso a Walls esperándome dentro del coche.

—Corre, pisa el acelerador —exijo tras cerrar la puerta del copiloto.

—Te veo bien —suelta conduciendo a una velocidad superior a lo permitido.

—He descargado mi frustración —ambos reímos.

—¿La chica de los ojos violetas? —me da un toque en el hombro y mi cuerpo se tensa al pensar en ella.

Soy un capullo, lo sé.

—No, es otra persona —intento acabar con el tema desviando mi atención en la carretera.

—Ahora si veo a mi amigo —choca mi muslo y sonrío sin ganas.

—Eso parece. ¿Tienes un cigarro? —abro la guantera, siempre los esconde aquí.

—Están debajo del sillón. En la guantera los puede encontrar Elisabeth y sabes que delante de ella no fumo —alcanza la mochila en la que se encuentra la caja de cigarros, conduciendo con una mano.

Me pongo tenso al escuchar su nombre. Unos rizos dorados vienen a mí mente y esa sonrisa contagiosa hace que se me erice la piel.

—¿Todo bien? —pregunto refiriéndome a ella.

Tenemos un trato, no podemos hablar de ella, eso nunca. Pero al menos, quiero saber qué está bien.

—Perfecto, cómo siempre —sentencia, dándome la mochila.

Abro la cremallera y una luz brillante llama mi atención.

—¿Qué coño es esto? —saco una pequeña pistola, la cual está cargada.

Lo sé por el tamaño y el peso.

—Es por precaución. No me gustó saber que tenemos cerca al capitán —sujeta con fuerza el volante.

—Ya no somos vigilantes, sino dos chicos normales intentando salir adelante —intento darle confianza, aunque entiendo su inseguridad.

—Prefiero guardar nuestras espaldas —concluye.

Y me hace sentir culpable. Culpable por no cuidar de Elisabeth, y por dar esa responsabilidad a otra persona. Culpable por estar obsesionado con una chica que su padre es el Capitán y volver a tener una vida inestable. Nunca podré devolver a Wallis todo lo que hace por mí.

Al cabo de unos minutos llegamos a un bar, la música hace que se me erice el vello de los brazos y que me apetezca escuchar la guitarra eléctrica más de cerca.

Me acerco a la mesa donde veo a mi grupo. Mush, está haciendo un pulso con Sev. Barbie, con ropa erótica festiva sonriéndole a Bard y luego está Pitt, por los movimientos deduzco que ya está en otra galaxia.

Al verme llegar, gritan mi nombre y a Barbie se le iluminan los ojos. Está se acerca y pasa la lengua por mis labios, como de costumbre.

—¿Quieres? —abre la boca y veo una pastillita redonda de color rosado.

Sé de que se trata, es Venus, una variedad más fuerte que el éxtasis.

—En otro momento —no vas a caer Nhas, esto es una prueba, me engaño a mí mismo.

Después de dos horas metido en conversaciones que aburren, escuchando lo que hacen en libertad y  viéndolos disfrutar del alcohol y las drogas, llego a un punto donde la razón se esta alejando de las intenciones con las que vine.

Rozo las piernas kilométricas de Barbie, meto un dedo dentro de su boca y sonríe a sabiendas que ha ganado.

¿Estaré destinado a esto? ¿Por qué luchar si mi instinto va en este camino?

De pronto, una voz celestial sale de los altavoces. Me aparto de la Barbie y mis ojos se detienen en el lugar donde proviene mi llamada.

Localizo la propietaria de la voz que me llama. ¡Es Vaiolet!

https://soundcloud.app.goo.gl/zTjj6 (Escucha aquí)

¿Cómo es posible que dos veces nos encontremos en el mismo lugar fuera del centro?

¿Con quién coño ha venido?

Joder, ¿no se puede estar quieta ni una noche?

Y mucho más importante, ¿Todos pueden escucharla cantar y yo he tenido que esperar a ser amigos?

—¿En serio nos ponen este muermo ahora? —comenta Mush, tomando un trago de la copa.

—¿Nos vamos? —susurra Barbie en mí oído.

—¡Cállate! —la aparto con mi mano, intentando examinar la cara de Vaiolet, los gestos de las manos, la voz entrecortada, los mejillas rosadas por el esfuerzo.

La rabia y el enfado se esfuman para apropiarme de un nuevo sentimiento.
¿Es esto lo que se siente? Tengo ganas de llorar al verla en ese estado, creo que la última vez que lo hice era un niño en los brazos de alguien que no quería mi bien, ni mi protección.

Hasta el acto de tragar saliva me cuesta. La elección de la canción es del todo dudosa, su voz es lo más bello que he escuchado jamás y la forma de coger el micro mientras cierra los ojos sintiendo cada palabra, eso sí que me ha matado.

¿Y ahora qué hago?

Nhas, no eres su dueño. No tienes derecho a pedirle explicaciones.

Pero aunque intente convencerme, mi mente es más fuerte que yo.

Nuestras miradas se cruzan y se mantienen. No parece tímida ni sorprendida. Está claro que me ha seguido.

De pronto, todo se detiene, salvo ella y yo. Me acerco a su encuentro sin apartar mis ojos de los suyos, sin casi parpadear.

—Al final te he escuchado —consigo decir, intentando manejar mi mal humor.

—Te prometí que pasaría cuando fuéramos amigos —estamos tan pegados que podría besarla casi sin tener que moverme.

—¿Ya somos amigos? —cierra los ojos y los abre de forma pausada, o es mi cerebro que quiere guardar el momento a toda costa

—Puede —respira cerca de mi boca.

—Ey Nhas, presentamos a tu amiga
—grita Mush, poniendo las manos sobre mis hombros.

Me había olvidado del grupo que tenía detrás y eso me pone en alerta.

—Ya se iba —hago un gesto que le haga entender lo peligroso de la situación.

No quiero que conozcan de su existencia, demasiada tentación para drogadictos sin cordura.

—Quiero quedarme —se gira, rozándose con mi cuerpo y dirigiéndose al grupo.

El corazón se acelera buscando formas de sacarla de aquí.

—Hola, soy Vaiolet —saluda dejándome estupefacto.

¿Quién es esta persona? Llevamos semanas en el centro y solo habla con Bruce y conmigo. Su actitud me descoloca, dejándome sin opciones.

—¿De qué conoces a Nhas? —pregunta Barbie de malas formas.

—Ya sabemos de qué lo conoce —afirma Mush con una expresión que me confirma que debemos irnos.

—Es una amiga del centro —aclaro para que no sigan por ese camino.

—¿Y éste quién es? —pregunta Mush refiriéndose a un chico que se acerca.

Ya sabía yo que no había llegado sola. A este chico hay que tatuar las amenazas.

—Soy Bruce —sonríe hacia mis amigos.

Lo mato. De aquí no sale vivo.

—¿Es tu novio? —pregunta Barbie.

—No tengo novios —responde Valet a la defensiva.

—Las que me gustan —comenta Mush.

¡Oh vamos! no vayas por ahí. Mi pie se mueve nervioso queriendo agarrarla del brazo y correr.

—¿Fumas? —acerca un porro a su cara angelical.

Quiero romper todos los cristales del local, pero Valet me calma con una negativa.

—Nhas, estás muy tenso —Barbie se levanta y posa sus largas uñas sobre mi cuello —. Deja que te relaje —me besa, de forma asquerosa, tanto que la rechazo de un empujón.

—Nos vamos —le ofrezco la mano a Valet, deseando que la expresión de indignación no vaya contra mi persona.

—Nhas, no te la lleves. Puede ser nuestro juguete —choca la mano con Pitt, esté asiente y sonríe.

Está tan ido que no es consciente de las palabras de mi amigo.

—Jhonas, déjame en paz, no vuelvas a tocarme — suelta Valet enfadada y Bruce va tras ella.

Aunque me encantaría irme con ella, esto es lo mejor. Ya me encargaré de esto mañana.

—Ven gatita —Mush se interpone en su camino —sitúa las manos en la cara de Vaiolet y todo se vuelve negro.

Me lanzó hacía él, lo empujo contra la mesa y empiezo a propinarle golpes por todos lados.

—No la toques, nadie la toca, joder...

Todo se vuelve muy chungo. Varios tipos aprovechan para pelearse con el de al lado. Vaiolet se queda parada, mientras Bruce la sujeta intentando que salga de allí.

Para mí ya es tarde, la policía ha entrado y estaba tan concentrado en darle su merecido a mi amigo que no me di cuenta hasta que uno de ellos me esposó.

Mierda.

Continue Reading

You'll Also Like

28.8M 915K 49
[BOOK ONE] [Completed] [Voted #1 Best Action Story in the 2019 Fiction Awards] Liam Luciano is one of the most feared men in all the world. At the yo...
1.7M 17.3K 3
*Wattys 2018 Winner / Hidden Gems* CREATE YOUR OWN MR. RIGHT Weeks before Valentine's, seventeen-year-old Kate Lapuz goes through her first ever br...
638 103 32
Jannet Hall no suponía lidiar con inhumanos, pues ella no era creyente de lo irreal. Hasta que todo cambió cuando lo conoció a él, Lynn Hadyn: El dem...
191M 4.5M 100
[COMPLETE][EDITING] Ace Hernandez, the Mafia King, known as the Devil. Sofia Diaz, known as an angel. The two are arranged to be married, forced by...