El capricho de amarte

By nacaridportal

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Ella está completamente rota. Yo tengo la manía de querer repararlo todo. Ella es un perfecto desastre. Yo... More

Sophia Pierce.
Ser rara está bien
Una dosis de vida
¿Has sentido el dolor?
Al carajo el futuro
Las personas no queman
Te necesito a ti
Tú también eres una princesa
Detrás de las estrellas
Fabricantes de esperanza
Ojalá nunca te vayas
Concéntrate en mí 😏
Gracias por sostenerme Julie.
A veces necesitas irte
Conociendo Christopher
Del cielo al piso
Mi innegable verdad.
Mucho más que el dinero
Para: Julie
Sonrisas y dolor
Mi sueño es ella
Mi solución en su sonrisa
Adiós a las reglas
Universo para dos
11:11 mi deseo eres tú
Nunca vas a ser tú
Érase una vez
Ebriedad
Somos más que el dolor
Solo de ti
¡Tuya!
"No voy a abandonarlo".
En busca de un sueño
Destruyó a la princesa
El mundo perdido
La leyenda de las estrellas
Duerme conmigo
El hilo rojo
Asco de mí
"El paso de las lágrimas"
Nunca más voy a sentirme sola
Tú nunca vas a terminar
Epílogo
Fin
Escalera al cielo
¿FIN?
El Capricho de Amarte - SEGUNDO LIBRO - La sombras de Sophia Pierce
Y conocí a una princesa
El presente - Sophia Pierce
Tres meses antes - Sophia Pierce
No todo tiene un precio - Sophia Pierce
Hay tristezas que no se van
EL ABIERTO DE AUSTRALIA
MÁS QUE UN SIMPLE JUEGO
Se acabó el juego
La Diosa del caos
Caos en mi interior
Julie Dash - Pasado
Julie Dash - Pasado
Heridas que vuelven
Un nuevo comienzo
JULIE DASH - CÍRCULO VICIOSO
Cantándole a las estrellas
La fiesta del descontrol
Enfrentar los miedos
La maga
11:11 mi deseo sigues siendo tú.
Heridas que se vuelven a abrir
JULIE DASH - TORPEZA
Sophia Pierce - Querer en libertad
Julie Dash - Montaña rusa de emociones
No supe desear
JULIE DASH - Encontrando mi voz
Sophia Pierce - Mi vida sin ella
JULIE DASH - Después del placer
Sophia Pierce / Celebrando a Paula
Sophia Pierce - Almas que te salvan
JULIE DASH - Pequeña eternidad
TE QUIERO DE VERDAD
TE ESCOGERÍA A TI
TE QUIERO LIBRE
SUEÑOS QUE SE CUMPLEN
EN OTRA VIDA SERÁ
LA MAESTRA DEL SEXO
"SOY TU PREMIO"
JULIE DASH - NO SOY TU CHICA
JULIE DASH - DE NADA
JULIE DASH - NOCHE DE EBRIEDAD
JULIE DASH - VERDADES
LAS REGLAS SON LAS REGLAS
Julie Dash -NO PUEDO VIVIR SIN TI
SOPHIA PIERCE - MILLONES DE EMOCIONES
SOPHIA PIERCE - PREMIO DE CONSOLACIÓN
LA ECUACIÓN DE DIRAC
JULIE DASH - DESPEDIDA
¿PODEMOS HACERLO DISTINTO?
SOPHIA PIERCE - INSTANTES PERDURABLES
QUIERO ESTAR CONTIGO MIENTRAS SANAS
Julie Dash - Antes del final
SOPHIA PIERCE - EL INICIO DE MIS PESADILLAS
SOPHIA PIERCE - NO SOY UNA ASESINA
SEAMOS SINCERAS
PENICILINA - SOPHIA PIERCE
5 MESES DESPUÉS
SOPHIA PIERCE - DEBO SOLTARLA, AUNQUE ME DUELA.
CONTINUACIÓN
¿GANARÍAS POR MÍ?
JULIE DASH - ANDREA VS SOPHIA
LA FINAL
KSENYA KHOKRYAEVA - LA ÚLTIMA VEZ
KSENYA KHOKRYAEVA - TU VIDA ES LA MÁS VALIOSA
JULIE DASH - LA ELIGIÓ A ELLA
KSENYA KHOKRYAEVA - MIS MURALLAS
JULIE DASH - "El Final".
SOPHIA NO TIENE FINAL
Para: los bebés del futuro De: Sophia Pierce
LIBRO 2 - JULIE DASH
Besar los Sueños
Cuando los conocí. Julie Dash.
Rotas en la irrealidad - Julie Dash
Para: Ksenya
Ksenya K. La vida sin ti.
Ksenya K - Cuando te conocí
Julie Dash - Realidad irreal
Julie Dash - Realidad Irreal
Julie Dash - Punto de inflexión
Julie Dash - Presente
Julie Dash - Ella está viva.
Julie Dash - Final "feliz".
Julie Dash - Después de todo, tú.
El sacrificio del peón - Julie Dash.
Sophia Pierce - Una mente sin recuerdos
Sophia Pierce - Capítulo final (libro 2).

SOPHIA PIERCE - DOS MESES DESPUÉS

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By nacaridportal


Cuando lo necesitas no sucede, pasa cuando la vida quiere mostrarte que la cagaste tanto que ahora que alguien más es feliz con la persona que amas, solo debes respetarlo y liberar. ¿Pero cómo dejas ir lo que más has amado en tu vida sin que sientas que un rayo rompe en mil pedazos tu corazón?


—¿Puedes dejar el puto móvil en el bolso? ¡Te necesito en la cancha! —me gritó Ksenya que ya llevaba al menos unos cinco minutos esperándome y le iba a dar un colapso.

Entré a jugar y lejos de concentrarme estaba siendo un desastre. No coordinaba ni corría con rapidez y ella estaba bombardeándome.

—¡Qué asco de juego! ¡Pierce! —gritó de nuevo, mateándome y pude recibir su saque devolviéndole la pelota—. ¡Tus piernas! ¡Usa las malditas piernas, Sophia!

Seguí jugando tratando de que la ira que solía impulsarme apareciera, pero no había rastro de ella. No me concentraba en la rabia porque no era lo que sentía. Una tristeza infinita se fue instalando en mi cuerpo, recorriéndome sin la intención de dejarme libre. La nostalgia se adueñaba de mí y aunque no dejaba de correr, de devolverle las pelotas, contra Ksenya no podías jugar con debilidad. Ella se encargaba de matar tus puntos ciegos, de aniquilarte en tu talón de Aquiles y eso estaba haciendo. Cuando perdí el segundo set ella no paraba de reclamarme y no entendía qué estaba sucediendo conmigo.
Había ganado cinco torneos, y de seguir así tenía oportunidad para competir por el Grand Slam, pero esa tarde no salía mi mejor versión. Era como si un cúmulo de inseguridades se fuera acumulando dentro de mí, y entendía que era lo mejor, que pasó lo que iba a suceder. Que mi objetivo era que estuviera con alguien que no le restara y eso estaba pasando. Pero si eso era lo mejor, ¿por qué se sentía el nudo en el pecho? ¿Por qué el aire no era suficiente para que pudiera respirar? Jugaba por inercia como un robot que cumple lo que le han exigido, pero no está allí. Mi mente estaba con Julie, con la única diferencia de que por primera vez no estaba manejando la nostalgia de extrañarla. No estaba consiguiendo que dejara de afectarme.

Lo que más me dolía no era que tuviera una relación, sino la vergüenza que iba incrementando al darme cuenta de que estando solas durante dos días, Belén iba a contarle mi verdad. Ya Julie no me recordaría con amor, sino con pena. El secreto que jamás pude decirle ahora lo sabría por parte de alguien que no me tenía aprecio. Al final, Jul iba a entender lo que nunca fui, que desde siempre trató de mostrarme que yo también era una princesa y solo era esa chica, que le falló, que iba a suicidarse y a bajar el telón. La vergüenza estaba lastimándome. Si nunca se lo dije es porque no quería que me viera distinto y si ya me veía como una loca... definitivamente ese sería nuestro final. Y no hablo de que volviera a quererme, sino de que dejaría de mirarme como antes para solo ver mi peor versión.

Ya nunca más sería su mejor recuerdo.
Ahora me reduciría a la nada, a eso de lo que te arrepientes, a lo que hubieses preferido jamás conocer.

—Sal de la cancha -me ordenó Ksenya—. Nos vamos y no preguntes para dónde, solo muévete.

Obedecí agradeciendo salir de esa cancha.

—¿Qué? ¿La musa te dijo que debías pintar algo y la jefa va corriendo a buscar tu lienzo? —preguntó Mateo y Ulises lo reprendió de inmediato.
No tenía idea de qué carajos le pasaba conmigo, tampoco estaba de ánimos para eso, así que lo ignoré como casi todas las veces.

—Quedan dos horas de práctica —lanzó la nueva entrenadora, aunque Ksenya la usaba solo una o dos veces a la semana.

No respondí y esperé a que ella lo resolviera. Ni siquiera nos cambiamos de ropa. Hizo una llamada a la señora que atendía su casa y se alejó de mí, así que no supe lo que le dijo.

—¿Adónde vamos? No quiero ni tengo ánimos para...

—No nos vamos a ningún viaje-me interrumpió—. Tienes torneo el jueves y yo el miércoles.

—¿Entonces...? —pregunté en tono de queja.

—Iremos por un café de mis favoritos y luego a la casa a hacer algo.

—¿A hacer qué?

—¡Tratar de salvar tu carrera!

Se tomaba tan literal cada detalle. Había ganado todos los torneos, la gente hablaba de mí, la prensa hablaba de mí, los tenistas hablaban de mí, pero solo un partido que no había jugado bien y ya era el fin del mundo.

Me abrumaba.

Hice silencio durante todo el trayecto en el carro, incluso cuando Mateo se paró en su sitio favorito de café. Enseguida abrió la puerta de mi lado, para darme de mala gana el moca que pedí, además no me trajo azúcar. Después se fue directo a la ventana de la rusa y le entregó su café hablándole con el tono de voz más cursi del mundo: «te traje el café como te gusta, y con extra de azúcar, mucha azúcar». Rodé los ojos porque no podía ser tan imbécil.

—No quiero que se suba en el carro -me escuché decir y no, no soy ese tipo de persona, pero llevaba mucho aguantándolo y mi paciencia estaba en el límite por todo su mal trato.

—Usted no da las órdenes, señorita —lo escuché dirigirse a mí.

¿Señorita?

Recordé cómo nos hicimos cercanos en mis primeros días viviendo con Ksenya y cómo me contaba su vida. Él tenía treinta y tres años, no era un señor y parecía de menos edad. Su cabello era castaño y con rulos, era como cualquier seguridad, bastante fuerte gracias a las horas de ejercicio y medía casi dos metros. Me preguntaba qué fue lo que le había hecho para que me tratara como la mierda.

—Súbete en la otra camioneta y si ella te pide algo, hazlo. Sophia tiene la misma autoridad que yo para disponer de tus servicios y del de todos. —La rusa subió la ventanilla luego de quitarle el café de las manos y los sobres de azúcar.

Por el retrovisor vi a Ulises sonriendo, ¿qué le había causado risa?

Ni siquiera me sentí mal, habían sido muchos desplantes desde que llegamos de Disney y ya estaba exhausta.

Hay un tipo de personas con las que no basta ser amables, al parecer solo entienden cuando eres un mierda porque si no tratan de aplastarte. Mateo se estaba convirtiendo en eso y no iba a dejarme aplastar.

—No te vayas a dormir, hoy te daré tu regalo de cumpleaños atrasado, te espero en mi cuarto después de que te bañes. Pediré pizza.

Me sentí nerviosa y no supe la razón. Éramos amigas y comeríamos pizza en su habitación, ¿pero cuál regalo si ya había pasado mucho tiempo y por qué tenía que ir después de bañarme?
Eliminé esos pensamientos y me fui a duchar, pero terminé sobre pesando si debía ir o no a su habitación. Después de casi una hora, me empezó a sonar el estómago y ya la pizza había llegado. Así que me puse un short y una camisa de pijama y fui a su cuarto.
Cuando abrí la puerta estaba sobre la cama con una pijama de seda negra y el cabello recogido. En la mesa de noche había una botella de vino y dos copas. Me relajé cuando vi el juego de mesa sobre una tablita roja que tenía allí encima del edredón y me senté con ella.

—Tu regalo de cumpleaños fue este juego. Se llama SOMOS. Es mi juego favorito y con la única persona con la que lo he jugado es con mi hermana, la que falleció. Cuando discutíamos o estábamos mal interiormente, nos sentábamos a jugar y por eso nuestra relación fue tan importante, llegamos a conocernos sin secretos. Una vez al mes teníamos una cita de hermanas y ambas jugábamos por horas. Ahora ella está en el cielo, y de nuevo quiero jugarlo, pero contigo. Porque aunque no eres mi hermana y tampoco quiero que ocupes su lugar, por primera vez me nació mostrar uno de mis recuerdos más importantes y es este.

La escuché hablar y prosiguió explicándome el juego.

«Las tarjetas rojas te ayudan a reflexionar sobre las relaciones más cercanas a ti y el impacto que han tenido otras personas en tu vida. El color naranja tiene como objetivo ayudarte a conocer la persona que eres hoy; porque para llegar a dónde queremos llegar, primero tenemos que conocer y aceptar el presente. Las tarjetas amarillas te ayudarán a recordar lo que has vivido. Podrás identificar aquellos momentos y experiencias que te han formado y han marcado tu vida para siempre. El color verde habla de nuestros sueños y lo que nos queda por vivir, te ayudarán a imaginar la persona que quieres llegar a ser y la vida que quieres construir. En las tarjetas azules se presentan retos que te ayudarán a fortalecer tus relaciones de manera inmediata. El color morado tiene preguntas cerradas y frases incompletas, estas tarjetas te ayudarán a reconocer tus pensamientos e ideas automáticas».

—¿Y cuáles son las reglas? —le pregunté.

—Es fácil, las únicas reglas que debemos seguir son: 1. El dado determina el color de la tarjeta que debe elegir el jugador del turno. La persona debe leer la pregunta en voz alta y contestar. Lo que suceda después dependerá de nosotras, podemos elegir responder o pasar el turno del siguiente jugador. Sin embargo, la regla 2 es que cada jugador tiene solamente una oportunidad para no contestar la pregunta que le tocó, pero no pueden pasar al siguiente turno sin que esa pregunta sea contestada por alguien más. Y como solo estamos jugando las dos, lo que tú no respondas, obligatoriamente debo responderlo yo, o viceversa. 3. Nosotras decidiremos por cuánto tiempo queremos jugar y cuántos turnos habrá durante el juego. Ganará la persona que se atreva a responder, a conocerse y a compartir lo que es con los demás. Este juego es sobre las conexiones, y por supuesto, no se juega con cualquiera. Por eso elegí hacerlo contigo y te lo regalé de cumpleaños, porque  quiero mostrarte la importancia de la comunicación.

Asentí.

—El primer turno lo haré yo —dijo la rusa antes de lanzar el dado.

Salió el color amarillo y se dispuso a coger una tarjeta. La tarjeta decía:

¿Qué mentira me digo a mí misma?

—Que nunca me voy a enamorar —respondió sin titubear y luego me pasó el dado—. Tu turno.

Volteé mi tarjeta en la mesa para que ella también la leyera: 

¿De qué manera evito los sentimientos que no quiero sentir?

—La forma en la que evito mis sentimientos es ahogándolos en mi interior, como si por no hablar y guardármelo todo pudiera ser distinto y no fuera a dolerme.

—¿Y funciona?

—Por mucho tiempo me hundí tanto en mí que estaba tan encerrada que mi lazo con la realidad también se clausuró. Lo hacía desde niña y cuando me pasaba dejaba de hablar, no decía ni una sola palabra. Cuando me sumergía tanto en mi interior dejaba de sentir muchas cosas, pero al mismo tiempo, también dejaba de vivir, de ser partícipe de la existencia.

—No me imagino un mundo en el que no hables y me fastidies diciéndome que no le eche más azúcar al café, o que es un asco comer papas con helado, o gritarme que me ponga algo de ropa cuando salgo de la habitación por las mañanas, o que...

—¡Tu turno! —la callé porque su lista sería interminable.

El dado marcó el color verde así que la vi sacando la tarjeta con curiosidad de cuál sería la siguiente pregunta.

—Para mí el fracaso nunca fue una opción, nací para ganar y desde niña lo tuve claro y no hablo del tenis, hablo de la vida. La gente que piensa en el fracaso no lo intenta, yo no lo vi como una posibilidad.

—¿Y nunca fallaste en algo? —le pregunté con curiosidad.

—Claro, todos fallamos, pero una cosa es fallar y otra fracasar. En mi primer entrenamiento de tenis no hice ni un solo saque bueno, la profesora me dijo amablemente que me dedicara a otra cosa, a algo que fuera acorde a mi talento. Era una bebé y ya sabía que sería la campeona del mundo y que esa misma profesora me adularía. El fracaso es para quien convierte su error en derrota, y solo está derrotado quien no se levanta y va por más —me explicó encogiéndose de hombros y recostándose de la almohada con la cabeza hacia el tablero—. Te toca.

Le di al dado y salió el color azul.

Nombre cinco cosas que parecen insignificantes, pero te hacen feliz.

—El atardecer con café, ver el lienzo en blanco antes de empezar a pintar, observar personas desconocidas siendo felices en el parque, aprender a cocinar un plato nuevo para la persona que amo, y escucharte cantar todas las madrugadas antes de irnos al gimnasio. Es insignificante, pero me gusta la forma en la que empiezas los días con tu voz horrorosa y la mejor actitud.

La rusa comenzó a cantar una especie de ópera solo para terminar riéndose conmigo y prosiguió dándole al dado. Estaba loca.

Si conocieras a alguien como tú ¿cuál sería tu primera impresión de esa persona?

—Que es el amor de mi vida.

—Tu ego cada día te supera más, pero siendo tú es posible que te cases contigo misma —bromeé golpeándola con la almohada para luego lanzar el dado hasta que extendí la tarjeta que me salió.

Pensé unos segundos antes de responder. La rusa me miraba con interés, atenta a mi respuesta. Sus ojos se veían más oscuros y sopesé mis opciones antes de susurrar.

—Paso de pregunta, no quiero responder.

—Vale. —Le dio al dado con desinterés y cogió la tarjeta que le correspondía.

—Me diría que necesita dos orgasmos antes de irse a dormir, dos al despertar, y dos para el almuerzo. Que es de suma importancia que lo alimente no solo con comida sino también con sexo —respondió como si nada para acercarme el dado—. ¡Te toca, artista! Y ya no puedes dejar de responder más, desperdiciaste tu comodín por no pronunciar en voz alta que la extrañas a ella. Como si fuera un secreto para mí. —Puso los ojos en blanco.

Mierda.

Ni siquiera pensé en eso, se me olvidó por completo que solo tenía una oportunidad para dejar de responder.

—Pero hicimos algo mal, tú tenías que responder mi pregunta y pasamos a la otra, nos equivocamos, así que técnicamente es inválido, no cuenta.

—Sí, claro y yo soy idiota y me dejo hacer trampa, tramposa, pero aquí está tu respuesta —contestó ella antes de añadir—: La persona que más extraño es a mi hermana, era el ser que más entendía y la más dulce, la única con la que me gustaba pasar todos los días y la que hacía que mi vida fuera mejor, ella era... —La rusa giró la cabeza de medio lado y tuvo la intención de decir algo más pero se quedó callada mirando en dirección contraria a mí.

Lancé el dado tratando de no incomodarla, sabía que quería llorar, o algo me lo decía. No es fácil recordar lo que más amas y saber que nunca volverá.

Me tocó el color amarillo. Cuando abrí la carta tuve la intención de dejar de jugar, pero no lo haría y menos con Ksenya sintiéndose vulnerable por haberme respondido con sinceridad. Yo también sería sincera.

La carta decía: ¿Qué experiencia de mi vida no le desearía a nadie?

Tomé de golpe mi copa de vino, era la primera y hubiese querido que cada gota fuera una dosis de valentía para poder contar mi verdad.

—No le desearía a nadie ser manoseada por su padre en medio de sus borracheras.

—¡Hijo de la gran puta! —exclamó—. ¿El maldito está preso?

—No —respondí—. Lo último que supe es que vive en la calle como un indigente —dije y terminé confesándole lo que nunca pensé—: Cuando estaba sobrio era un buen padre, pero después de que mi mamá murió nunca volvió a estarlo. Un día fuimos una bonita familia, al otro, yo nos había destrozado.

—Tú no destrozaste a nadie, el hijo de puta intentó destrozarte, pero eres fuerte —musitó acariciando mi mejilla—. Eres linda y pura, incluso con quien más te lastimó y eso es lo que me sorprende de ti.

—Te toca. —Cambié el tema.

Me recargué la copa al tiempo que la rusa lanzaba el dado. Le tocó el color morado.

—¡Todo! —Se apresuró a responder—. No podría escoger una sola cosa, la persona que está sentada enfrente de mí tiene billones de cualidades que me gustan. Así que mi respuesta es: Todo. —La vi guiñarme el ojo, con esa actitud sobrada y al mismo tiempo tierna.

Ksenya no tenía problemas con decir lo que pensaba en el momento que lo pensaba, sin avergonzarse. Eso me gustaba de su personalidad. Y por alguna razón, nunca me hacía sentir incómoda. Le devolví el guiño de ojo y le apreté la mano como una forma de agradecerle, por el juego, por desconcentrarme de mis problemas, por hacerme hablar de ellos y desahogarme sin que eso significara un peso. Al contrario, me hacía sentir liviana.

Lancé el dado y el color fue el rojo. Mi pregunta:

¿A qué lugar escaparías si fuera el fin del mundo? Un sitio que siempre hayas querido conocer.

—Me gustaría visitar Svalbard en Noruega, es un archipiélago en donde durante cuatro meses del año no sale el sol. La tierra permanece en el estado natural del universo por 120 días. Debe ser alucinante y siempre he querido ir.

—Vitamina D salió del grupo —bromeó Ksenya.

—Si es el fin del mundo entonces no importa —debatí.

—¿De verdad podrías vivir allí? ¿Tu amor por las estrellas es tan grande? Vivir sin sol es lo peor.

—Sí, podría, lo que no sé es a qué se dedican las personas que viven allí, de qué trabajan.

—Venden lentes de sol, Sophi, ¿acaso no es obvio? —Comencé a reírme como siempre sucedía con sus chistes malos, así que ella añadió—: Me gusta, creo que podría mudarme contigo, no tendría que fingir ser amable y decir buenos días, o buenas tardes.
Volví a reírme terminándome la segunda copa, y me di cuenta de que ella ni siquiera había probado la primera. La tenía intacta, así que me la ofreció.

—También quisiera ir a ver la aurora boreal, pero es tu turno. ¡Juega!

Le salió el color morado de nuevo y cuando volteó la tarjeta pude leer:

Lo que más miedo me da perder es __________

Ella volvió a quitarme la copa que me había dado y se la tomó, al principio a su tiempo, y luego de un sorbo. Imaginé que tenía que ver con su madre o su hermanita, principalmente con la pequeña, ya que su hermana mayor había fallecido, debía causarle inseguridad que ella también se fuera.

—Lo que más miedo me da perder es a ti —se limitó a decir luego de respirar con pesadez—. Ahora juega, Sophia, que si no el juego se hará eterno y mi tiempo vale.

Lancé el dado y bebí un poco más. La observé tratando de encontrar algo, una pista, un indicio de lo que necesitaba saber, pero no hallé nada, así que me concentré en el juego porque tampoco podía preguntarle eso que deseaba. Y es que comencé a sentir miedo, terror de que sucediera igual que con Julie, que luego de conocerme a fondo prefirió alejarse por temor a lo que pudiese suceder.

¿Sería capaz de seguir siendo mi amiga si sabía de mis intentos de suicidio? Después de lo que sucedió con su hermana estoy segura de que no. Tampoco podía juzgarla, pero de algún modo sentí miedo de perderla, de que se fuera, de no verla más después de cerrarme todos los accesos a su vida.

Mi carta fue:

El vino, su cuarto, estar allí sobre su cama con ella siendo sincera, sin miedo a lo que yo pudiera pensar, todo eso me hizo saber que no podía ser una cobarde. No se lo merecía. Así que le hablé de mi madre, de la manifestación, de los malos hombres que lideraban el barrio, del sitio donde vivía, de mi situación económica, del país gobernado por personas que no avalaban la libertad. Le conté de mis miedos, de mi madre pidiéndome que no saliera, de cómo me escapé porque quería luchar por mi futuro y cómo ella pagó las consecuencias dejando a mis hermanos huérfanos por mi capricho. Y la rusa contestó que no fue un capricho y que ahora entendía por qué soñaba con sangre, me dijo que no fue justo, pero ninguna de las dos lloramos. Solo estábamos conociéndonos y mientras le contaba, sentí que poco a poco, una parte de mí comenzaba a sanar.

Le dio al dado y su carta fue azul, parecía planificado, pero cuando leímos la carta ambas sonreímos.


El abrazo fue consensuado. Casi al mismo tiempo nos arrojamos hacia la otra para quedarnos allí, juntas, sin decirnos más nada, sin llorar, sin vernos vulnerables y no quise que se separara, quería que permaneciera conmigo. Su abrazo era familiar, me hacía sentir cómoda, tranquila, protegida. Ella tampoco se despegó de mí sino que, al contrario, me arrimó más hacia su cuerpo y solo nos separamos levemente para continuar el juego... Porque aunque queríamos más de ese abrazo, también queríamos seguir conociéndonos.

La siguiente carta fue mía:

¿Qué es algo que siempre he querido hacer y por qué no lo he hecho?

—Siempre he querido nadar con tiburones, pero de noche —confesé y ella me miró horrorizada.

—Estás loca, me dan pánico.

—A mí también me asustan y si el espacio me parece interesante, supremo, enorme, imagínate sumergirte en el mar, pero de noche y con tiburones.

—Te aseguro que el regalo de Christopher es de día y lo más extremo que verás es a Nemo, aunque con lo cursi que es tu amigo, tal vez te consigas allí a una sirenita que quiera cortarse su cola y vender su voz solo por una vida lésbica a tu lado. —De nuevo con sus chistes—. Christopher no incluyó tiburones ni tampoco buceo nocturno y de haberlo hecho yo no iría contigo.

—Cuánto miedo puede caber en ti —la molesté—. ¡Cobarde!

—No es cobardía, es valorar mi vida.

—Bueno, yo no te dije que lo hiciéramos, solo te dije que lo quería hacer y no me dejaste terminar de responder la pregunta —dije exasperada—. No lo he hecho porque me dan igual de terror los tiburones como a ti y así como me fascina el espacio, me aterra el mar en la oscuridad. ¡Te toca!

La rusa lanzó el dado y salió la tarjeta morada.

Estoy aferrado a _____ y sé que lo debería soltar.

—Al sexo, es algo que no puedo evitar y sé que debería disminuirlo, he estado intentándolo desde que... —Se calló y yo tampoco traje el tema.

Sabía que se refería a Zach y el sexo oral que me dio.
Ninguna de las dos había hablado de lo que nos obligaron a hacer. La vi tomar de la copa, ahora sí estaba por la segunda, casi terminándosela.

Arrojé el dado sobre la tabla y luego de dar varias vueltas mostró el color amarillo.

¿Qué cambiaría de mi pasado?

El vino me hacía sentir bien, teníamos la música desde hace rato, pero por primera vez nadie prestaba atención a las canciones, ni siquiera para tararearlas mientras jugábamos. La rusa había apagado las luces y solo teníamos la iluminación de su cama. El ambiente era tenue y me sentía valiente, cómoda con su presencia y de cierto modo, en paz. El vino había surtido su efecto. Mis dudas iban a perseguirme siempre y no quería volver a cometer el error que cometí con Julie, quería decirlo en voz alta, aunque eso significara que ella me alejara.

Era justo que supiera con quién estaba y que luego tomara su decisión.

—En este punto te tengo tanta confianza que no me asusta lo que voy a contarte, sino que te vayas después de que lo sepas —comencé a explicarle y aparté la copa de vino para levantarme de la cama.

—No me iría a ningún lado, además, si alguien tiene que irse eres tú, estás en mi cuarto. —Me sacó la lengua en su intento de disminuir mi tensión y la vi extenderme el brazo para que volviera a la cama.

No me senté, al contrario, me apoyé de la pared que estaba frente a ella, y traté de hablar, pero era difícil decirlo. Miles de veces intenté confesárselo a Julie y jamás tuve valor porque no quería perderla, no era lo suficientemente valiente para soportar el hecho de que no me quisiera después de escuchar la verdad.

—Hace unos años cuando estaba con Noah, me enamoré de Julie y no me siento orgullosa de haber sido infiel, pero estaba enamorada y no supe cómo ser sincera. Cuando por fin lo hice, él no supo manejarlo y le mintió a Julie. Estábamos en la cima de una montaña, yo le había preparado una sorpresa por su cumpleaños, era el mes de octubre y todavía recuerdo que lo que más soñaba era a ella. Esa noche abrí mi alma, me entregué sin ser comedida, como cuando sacas lo que tienes dentro, cuando entregas todo y no te quedas con nada para ti. No necesitaba nada, solo a ella y la tenía, así que le hice una ceremonia con los pemones, indígenas de esa zona. Fue mágico y cuando terminó, fui a darles una ofrenda a los chamanes por haberme ayudado. La perdí de vista para regalar mis zapatos, que era lo único valioso que tenía para dar, claro, no quería que Julie lo supiera y no podía darlos frente a ella. Así que desaparecí corriendo, tratando de que fuera rápido, pero tenía puesto el otro par de tenis que ya estaba desgastado y era incómodo, por eso no fui más rápido y todavía me arrepiento porque si yo hubiese llegado antes tal vez ... —Se me cortó la voz.

—Sophia... no tienes que contarlo si no quieres, no es necesa...

—Traté de apresurarme para volver con Julie —la interrumpí y seguí reviviendo ese día—: Quise que fuera cuestión de un instante porque quería regresar con ella. Me sentía feliz, como no me sentía desde que murió mi madre. Estaba danzando con las estrellas cerca, en la cima de una de las montañas más hermosas del mundo y mi felicidad era tan grande, que para mí era el día más feliz de toda mi vida. No sé cómo explicártelo, pero ya había hablado con Noah, lo abracé, fui honesta y ahora podíamos ser felices Julie y yo de verdad, sin mentiras. Entregué los zapatos a la hija del chamán, el líder indígena que me ayudó a organizar la ceremonia de las estrellas... El problema con el tiempo es que aunque intentas que rinda, a veces no es suficiente. Se agotó el reloj de arena cuando fui a buscar a Julie en la carpa donde se encontraba con la profesora. Escuché algo pero me cerré a mis pensamientos. Solo quería que saliera de la carpa. Quería que mi felicidad regresara, pero el día más feliz de mi vida se estaba volviendo uno de los más tristes.

—¿Qué sucedió?

Tuve que dejar de hablar para respirar profundo. Ksenya seguía en la cama y no me había interrumpido en ningún momento. Estaba apretando su almohada y podía sentir que compartíamos la opresión que yo tenía en el pecho.

—Estaba teniendo relaciones con otra persona, pero no con cualquiera. Era su profesora y era mucho mayor que ella.

—¿Y todavía es la persona que amas después de lo que sucedió? —preguntó, tomando partido en la conversación.

—No fue así —me apresuré a aclarar—. Julie no tuvo la culpa.

—Claro.

—Noah le mintió, le dijo que yo no le había terminado, que le pedí que mintiera para poder tenerlos a ambos. Al final ni siquiera Noah tiene la culpa, porque sí, él mintió, ¿pero por cuánto tiempo no fuimos nosotras las que lo engañamos? Y todos se meten con la amante, pero la responsabilidad fue mía, me enamoré y antes de besar a otra persona, antes de involucrarme tenía que ser sincera, pero cuando por fin quise hacerlo fue muy tarde y la mentira me explotó en la cara. Jul estaba destrozada, y Belén, la profesora, terminó follándosela en su estado más vulnerable.

—Otra hija de puta para tu colección de seres que no debieron nacer.

—No te expreses así.

—Ok, mamá. —Se tomó lo que quedaba en su copa y añadió—. Continúa.

—No le dije a Jul que era mentira, la vi con las mejillas rojas sabiendo que otra persona estaba tocándola y por primera vez sentí celos, pero me los tragué. La miraba sudando todavía y no pude odiarla, tampoco era nadie para juzgarla, ella nunca me hizo daño sino como un mecanismo de defensa cuando supo que la herí.

—¿Puedes llamarla Julie? Los apodos me dan ganas de vomitar.

—De acuerdo, Key.

Me sacó el dedo y volvió a tenderme la mano para que me acostara con ella. Esta vez la tomé y me recosté a su lado viendo cómo con su móvil apagaba las luces de la cama.

—Esa noche sentí que lo había perdido todo y no supe cómo manejarlo, fue como si reviviera un infierno. No solo volvieron las tristezas que con ella habían desparecido, fue como si nunca se hubiesen ido y solo estuvieran creciendo en mi interior. Veía las estrellas y quería irme, necesitaba escapar, dejar de ser lo que sobra, lo que hace que lo hermoso se dañe. «Si no hubieses nacido tu madre seguiría existiendo. La rompiste con cada disparate hasta que su cuerpo estaba en tantos pedazos que se pudrió», eso me repitió mi padre una noche después de que lo empujara cuando intentó tocarme. Así que corrí hasta mi cuarto escuchando sus palabras, pero ese día en el Roraima volvieron a aparecer. Yo también había roto a Julie que tuvo que acostarse con su maestra por culpa de mi dolor. La había hecho perder su inocencia, igual que la vida de mi mejor amigo Erick que murió mientras manifestábamos contra el gobierno de mi país. Yo tenía un patrón, pero al desaparecer, nadie más tendría que sufrir.

Me volteé porque no quería verla, y aunque la oscuridad lo habría impedido, la vergüenza comenzó a invadirme. La rusa me arropó con el edredón y después de unos minutos la sentí abrazarme desde atrás como si me arrullara contra su cuerpo.

—No necesitas seguir contándomelo —susurró en mi oído.

—Sí lo necesito porque no quiero que me pase lo mismo, no quiero que te enteres por otra persona, tú te mereces alejarte de mí.

—Nunca me alejaría.

—Lo harás.

—Nunca.

—Lo harás cuando sepas que esa noche intenté suicidarme y lo habría hecho, me habría lanzado desde la orilla de la montaña si no me hubiesen sujetado y hoy no estaría contigo, estaría en mi planeta, pero tenía que ser ella... —Comencé a liberar las lágrimas que hacían fila para retirarse de mí—. La misma persona que me quitó el amor más lindo que tuve, también me quitó el derecho a morir.

—¿La profesora?

Asentí y la rusa apretó mis manos tratando de darme apoyo y volvió a repetirme que podía parar, que no era necesario seguir. Intentaba interpretar si ya había sido suficiente, si ya podía irme de su habitación y de su vida.

—Me puso una condición y me prometió que no le diría a Julie si me iba para siempre para que Julie pudiera cumplir sus sueños. Me dijo que no la amaba, que mi amor era solo un capricho.

—Oscar Wilde siempre dijo que la diferencia entre un capricho y una pasión eterna, es que el capricho es más duradero, así que no importan las palabras de esa tipa.

—Sí, sí importan, porque me dijo que no era buena para ella, que debía irme lejos, pensar por encima de mí, que dejara de dar lástima, que Julie sí tenía motivos aunque yo no, y que debía concentrarme en que no los perdiera. Me pidió hacerle una carta, me dijo que no la amaba porque de hacerlo nunca me habría intentado quitar la vida sabiendo que eso la destrozaría, pero yo volví con Julie y rompí el trato.

—Un trato con ella no tiene valor, además no fue tu culpa sentirte así y esa profesora seguro compró su título.

—El punto es que no pude decírselo a Julie y rompí el trato. Por eso no podía concentrarme en la cancha, porque me pesa la vergüenza al saber que ambas se irán de retiro en unas semanas y Belén le dirá que intenté suicidarme. Nunca pude decírselo y ahora se enterará por ella, lo que me hace sentir más miserable.

Ksenya me volteó para que pudiera observarla, sus ojos azules grisáceos resaltaban incluso en la oscuridad. El cabello descuidado le caía en la cara.
Su mirada me mostraba tanto, que no sabía qué encontrar.

—Yo no voy a irme.

—No fue la primera vez que intenté hacerlo —volví a confesar.

—No me importa si hoy intentas suicidarte, si sobrevives, estaría contigo al día siguiente, y al siguiente y los días que tú me permitas porque importa más el tiempo vivido que el final.

—Pero tu hermana...

—Mi hermana es lo más hermoso que tengo —me interrumpió—. Ella no está en forma humana, pero tú me has enseñado que esta forma es momentánea y que está conmigo, observándome desde alguna galaxia y no me atrevería a juzgarla, sino a respetar su decisión amándola para siempre y es eso lo que más me costó y con lo que tú me has ayudado, Sophia. Ella siempre adoró los planetas, igual que tú, decía que venía de Saturno y a través de tus cuadros pude volver a encontrarla.

Las lágrimas de la rusa comenzaron a caer y se acercó mucho más a mí. Ella media 1,82 y yo 1,77, pero allí, acostadas sobre la cama, encajábamos a la perfección.
Nos dejamos llevar por la música y no hicieron falta más palabras al menos por algunos minutos.

Still Something - Suriel Hess  fue la siguiente en la lista de reproducción y con los ojos cerrados, sentí cómo su cara se acercaba a la mía hasta paralizarnos a pocos centímetros una de la otra. Puse mi mano en su cintura, abrazándola y respiré profundo tratando de recuperar el control de mis emociones sabiendo que seguía cerca, que por fin le había dicho la verdad y estaba a menos de un centímetro de mí, rozándome en vez de huir.

Quedándose en vez de hacerme partir.

—Perdóname por haberte mentido.

—Yo también te mentí porque Julie fue a verte en el hospital y decidí por ti, le dije que se fuera cuando no era lo correcto y durante todo este tiempo quise decírtelo, pero pensé que no me lo perdonarías. —Y la escuché hablar, aun con los ojos cerrados.

—Ya no tenemos secretos —intenté hacerla sentir mejor.

—Te equivocas, queen —me contradijo—. Todavía tienes secretos, aunque no sean conmigo. Vamos a ir a ese retiro para que cuentes tu verdad, porque aunque no es nadar con los tiburones de noche, es uno de tus más grandes temores y estoy segura de que no podrás vivir en paz sabiendo que se enteró y no fue por ti.

¿Qué te impide ser valiente?

—No creo que sea sano que vuelva a su vida.

—No vuelves a pedirle matrimonio —respondió, pegando su frente contra la mía—. Vuelves a ser sincera con ella porque es el final que se merece. Vuelves para que una malintencionada entienda que nadie puede juzgar el camino del otro, ni creerse superior al otro, a menos de que sea campeona del mundo, como yo, si no que se joda. Y si quiere meterse con alguien de su edad con gusto puedo hacerme cargo, soy una buena peleadora.

—Sí, claro.

—¿Dudas de mis capacidades? Igual fue con el baile, voy a pensar que me subestimas.

—Jamás lo haría.

—Más te vale si no quieres perder otra apuesta.

Y comenzó a hacerme cosquillas para terminar en una guerra súbita entre ambas. La canción cambió y con ella la energía entre nosotras. Como si el destino lo tuviera previsto comenzó a sonar Inside Out - Grouplove, la misma canción de la torre de Australia, cuando ebrias bailamos burlándonos de las tristezas, de lo que no podíamos controlar, de todo aquello que no fuera presente.

De pronto, mis pulmones habían recuperado su normalidad, ya el aire no era tóxico ni tampoco estaba cargada. Fui desligándome del peso de llevar durante tanto tiempo el pasado amarrado en los tobillos. La guerra de almohadas fue eminente y solo tendría una ganadora. Por supuesto que había una de nosotras que vivía en una competencia inagotable y esa no era yo. Pero la vi saltar dándome golpes al tiempo que me defendía y la ataqué por los pies para tumbarla, pero me empujó y terminé cayendo al suelo.

—Mi nariz, estoy sangrando —grité desde el piso, tapándome la cara—. Me rompiste la nariz, ayuda, no puedo respirar.

Pegó un salto abismal y en un segundo estuvo a mi lado.

—Déjame verte, Sophia, lo lamento. Lo siento, lo siento, de verdad, no quería lastimarte. —Y cuando me volteó con delicadeza, la empujé y me lancé sobre ella para hacerle cosquillas.

—¡Perdiste! —le dije sin dejar de hacerle cosquillas, pero ella era más fuerte, así que me dio la vuelta y quedó sobre mí, con su cara a centímetros de la mía. Podía sentir su respiración y el olor de su loción de baño mezclado con el olor de su piel.

—Yo nunca pierdo, Artista, no lo olvides —susurró, con sus ojos azules clavados en los míos.

Estaba demasiado cerca y yo había tomado demasiado vino. Su rostro era perfecto, al igual que sus labios y el color de sus ojos estaba haciendo que me costara respirar. Necesitaba alejarme antes de arruinarlo todo.

—Pero al menos ahora sé que te importa más mi vida que ganar. —Le di con la almohada de forma juguetona con la intención de quitarla de encima y alejar el peligro que estaba representando tenerla tan cerca.

Así fue terminándose una noche de descubrimientos, de dejarnos ver el alma por la otra, de conocernos a profundidad. De revelar nuestro lado más oscuro y aun, después de conocerlo, seguir ahí, sin juicios y sin intenciones de huir, sin querer cambiarnos. Abrazando nuestras heridas hasta poder curarlas, o por lo menos, hasta hacer que dolieran menos.

Yo volví a mi habitación a pesar de que me dijo que podía quedarme. «No muerdo, ¿sí lo sabes? Deberías mudarte a esta habitación», me preguntó con su afán de intimidarme, pero de nuevo, volvería a ganar en nuestra última conversación: «Ya, el problema es que yo sí muerdo», hice como si fuera a morderla a pesar de que ya estaba en la puerta y antes de que pudiera poner su poker face le saqué el dedo del medio para luego, escucharme decirle:

«Perdiste de nuevo, campeona, aunque muerdo, no te mordería a ti».

Nota de autor: He pasado un día en casa con mucha gripe, la buena noticia es que se lo he dedicado al capricho y ya tenemos muchos capítulos escritos. Cuando subo post en Instagram y ese post tiene mucho apoyo de su parte, esa noche les subo capítulo o al menos trato de hacerlo al día siguiente. Es importante que me sigan @nacaridportal en insta porque allí y en mi canal de telegram Nacaridportal mandaré las canciones que se están haciendo del libro. Ustedes tendrán la primicia. Estamos sacando diez temas musicales y los subiré en telegram y a mis historias.

Además por telegram voy a responder preguntar el día de mañana.

1. Personaje favorito del capítulo.

2. ¿Cuál pareja les gusta más hasta ahora, Sophia y Ksenya, o Julie y Chiara? JAJA. Sé que no es la pareja que esperan, pero si tuvieran que botar. ¿Cuál shippean más?

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