El capricho de amarte

By nacaridportal

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Ella está completamente rota. Yo tengo la manía de querer repararlo todo. Ella es un perfecto desastre. Yo... More

Sophia Pierce.
Ser rara está bien
Una dosis de vida
¿Has sentido el dolor?
Al carajo el futuro
Las personas no queman
Te necesito a ti
Tú también eres una princesa
Detrás de las estrellas
Fabricantes de esperanza
Ojalá nunca te vayas
Concéntrate en mí 😏
Gracias por sostenerme Julie.
A veces necesitas irte
Conociendo Christopher
Del cielo al piso
Mi innegable verdad.
Mucho más que el dinero
Para: Julie
Sonrisas y dolor
Mi sueño es ella
Mi solución en su sonrisa
Adiós a las reglas
Universo para dos
11:11 mi deseo eres tú
Nunca vas a ser tú
Érase una vez
Ebriedad
Somos más que el dolor
Solo de ti
¡Tuya!
"No voy a abandonarlo".
En busca de un sueño
Destruyó a la princesa
El mundo perdido
La leyenda de las estrellas
Duerme conmigo
El hilo rojo
Asco de mí
"El paso de las lágrimas"
Nunca más voy a sentirme sola
Tú nunca vas a terminar
Epílogo
Fin
Escalera al cielo
¿FIN?
El Capricho de Amarte - SEGUNDO LIBRO - La sombras de Sophia Pierce
Y conocí a una princesa
El presente - Sophia Pierce
Tres meses antes - Sophia Pierce
No todo tiene un precio - Sophia Pierce
Hay tristezas que no se van
EL ABIERTO DE AUSTRALIA
MÁS QUE UN SIMPLE JUEGO
Se acabó el juego
La Diosa del caos
Julie Dash - Pasado
Julie Dash - Pasado
Heridas que vuelven
Un nuevo comienzo
JULIE DASH - CÍRCULO VICIOSO
Cantándole a las estrellas
La fiesta del descontrol
Enfrentar los miedos
La maga
11:11 mi deseo sigues siendo tú.
Heridas que se vuelven a abrir
JULIE DASH - TORPEZA
Sophia Pierce - Querer en libertad
Julie Dash - Montaña rusa de emociones
No supe desear
JULIE DASH - Encontrando mi voz
Sophia Pierce - Mi vida sin ella
JULIE DASH - Después del placer
SOPHIA PIERCE - DOS MESES DESPUÉS
Sophia Pierce / Celebrando a Paula
Sophia Pierce - Almas que te salvan
JULIE DASH - Pequeña eternidad
TE QUIERO DE VERDAD
TE ESCOGERÍA A TI
TE QUIERO LIBRE
SUEÑOS QUE SE CUMPLEN
EN OTRA VIDA SERÁ
LA MAESTRA DEL SEXO
"SOY TU PREMIO"
JULIE DASH - NO SOY TU CHICA
JULIE DASH - DE NADA
JULIE DASH - NOCHE DE EBRIEDAD
JULIE DASH - VERDADES
LAS REGLAS SON LAS REGLAS
Julie Dash -NO PUEDO VIVIR SIN TI
SOPHIA PIERCE - MILLONES DE EMOCIONES
SOPHIA PIERCE - PREMIO DE CONSOLACIÓN
LA ECUACIÓN DE DIRAC
JULIE DASH - DESPEDIDA
¿PODEMOS HACERLO DISTINTO?
SOPHIA PIERCE - INSTANTES PERDURABLES
QUIERO ESTAR CONTIGO MIENTRAS SANAS
Julie Dash - Antes del final
SOPHIA PIERCE - EL INICIO DE MIS PESADILLAS
SOPHIA PIERCE - NO SOY UNA ASESINA
SEAMOS SINCERAS
PENICILINA - SOPHIA PIERCE
5 MESES DESPUÉS
SOPHIA PIERCE - DEBO SOLTARLA, AUNQUE ME DUELA.
CONTINUACIÓN
¿GANARÍAS POR MÍ?
JULIE DASH - ANDREA VS SOPHIA
LA FINAL
KSENYA KHOKRYAEVA - LA ÚLTIMA VEZ
KSENYA KHOKRYAEVA - TU VIDA ES LA MÁS VALIOSA
JULIE DASH - LA ELIGIÓ A ELLA
KSENYA KHOKRYAEVA - MIS MURALLAS
JULIE DASH - "El Final".
SOPHIA NO TIENE FINAL
Para: los bebés del futuro De: Sophia Pierce
LIBRO 2 - JULIE DASH
Besar los Sueños
Cuando los conocí. Julie Dash.
Rotas en la irrealidad - Julie Dash
Para: Ksenya
Ksenya K. La vida sin ti.
Ksenya K - Cuando te conocí
Julie Dash - Realidad irreal
Julie Dash - Realidad Irreal
Julie Dash - Punto de inflexión
Julie Dash - Presente
Julie Dash - Ella está viva.
Julie Dash - Final "feliz".
Julie Dash - Después de todo, tú.
El sacrificio del peón - Julie Dash.
Sophia Pierce - Una mente sin recuerdos
Sophia Pierce - Capítulo final (libro 2).

Caos en mi interior

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By nacaridportal


Cruzamos el pasillo para tomar el elevador y bajar hacia las camionetas. Sus guardaespaldas intentaban ayudarla, pero ella negó con la cabeza insinuando que podía. Aun así, me mantuve a su lado. La rusa había tomado más que yo y al parecer no solía hacerlo. Ella se encontró de frente con el DJ, que al verla se puso rojo y agachó la mirada caminando hacia el mirador para recoger sus equipos. Se había quedado afuera todo ese tiempo esperando a que nosotras termináramos.

—Quiero ver mi cuadro —ordenó, intentando quitarme el lienzo.

—No lo vas a ver hasta que termine —respondí, entregándole el cuadro a Mateo, su escolta de treinta y tres años y con el que mejor me llevaba de su equipo de seguridad.

—El trato era que lo hicieras hoy.

—Si no me hubieses hecho una escena porno tal vez hubiese podido terminarlo.

—¿Tanto te desconcentró lo que viste? Fue una escena sencilla, casi insípida, al parecer tienes mucho que aprender.

—Soy humana y estabas follando frente a mí —le dije, entrando después de ella en el elevador.

—Para mí no fue nada —soltó y tuve que agarrarme de la baranda del ascensor.

Llevaba un año y medio sin probar alcohol y tomarlo de golpe me había descompensado. Aun así mantuve la compostura y cerré los ojos durante todo el trayecto hasta que el ascensor llegó al sótano.

—Quiero tequila, necesito tequila —le exigió al señor Ulises, el jefe de seguridad y el mayor de todos. Tendría unos sesenta y cinco años.

—No es prudente, ya debería dormir —sentenció el señor.

—Dos tequilas y me dormiré más feliz.

—No deberías.

—Por favor —le suplicó haciéndole pucheros.

Estaba un poco impertinente, pero no pesada, más bien desinhibida, graciosa, tierna. Normalmente era distante, objetiva, todo bajo su control, pero sin acercamientos. Después de tres botellas de vino, hasta estaba siendo amable con el señor que más se preocupaba por ella, con su jefe de seguridad. Aquel que la cuidaba de todas las groserías que le hacía la prensa, el que la defendía y lograba con sus estrategias que ningún fanático o periodista lograra acceder a ella.

—Quiero mi botella, ¿cuál es el problema? —se quejó por enésima vez, cuando ya estábamos en el carro.

Ulises estaba de copiloto. El chofer manejaba concentrado. Atrás nos escoltaban dos camionetas más y la rusa estaba sentada hacia el medio del piloto y copiloto, como una niña pequeña que necesita la complazcan en lo que quiere. Se veía feliz. Sin una gota de vergüenza por lo que acabábamos de vivir. Se veía reluciente, con su cabello sedoso y los ojos más azules que nunca. Su mirada se tornaba distinta a todas las veces anteriores. Sus pómulos estaban rojos y la boca la tenía hinchada por el mordisco. Todavía sangraba.

—Que ya tomamos demasiado, ven para curarte la boca.

—Tú no decides cuándo es demasiado —contraatacó—. Además mi cuerpo me lo pide, no soy yo, y deja de intentar curarme que la doctora es tu ex.

—Yo también me burlaré cuando te salgan chancros en la boca.

—¡Mi cuerpo quiere tequila! ¡Tequila! Y es de vida o muerte.

—Dramática.

—Dramático es que tenga veintidós años, sea la campeona del mundo y esta sea la primera vez que me embriago, la primera vez que bebo vino, maldita sea. ¡No es posible que todavía no sepa a qué sabe el puto tequila. —Negó con la cabeza y se cruzó de brazos—. Además, están abusando de mí. ¡Soy su jefa! —exclamó como si acabara de hacer un gran descubrimiento.

Lo siguiente que recuerdo es pedirle al señor Ulises que se parara en un automercado de 24 horas, y salir corriendo hacia la parte de licores para comprar una botella. Caminé por cada estante a ver si conseguía vasos de tequila, y logré la misión. Luego, fui por la sal y el limón.

Siempre me han gustado las primeras veces, como si la vida se resumiera en eso. La primera vez que besas, o que tienes sexo, la primera vez que te enamoras, o la primera vez que alguien te rompe el corazón... es algo único, algo que no se repite aunque ni siquiera hubieses querido.

No solo se trata de vivir esas experiencias, a mí me gusta más acompañar a otros por ocasiones especiales que se convertirán en memorables para su existencia, incluso cuando yo no esté. Tal vez en unos años ella no recordará a Sophia, pero recordará que una noche, una chica demente corrió por un supermercado y la acompañó en su primera vez. Eso es bonito, aunque no recuerde mi nombre. Me basta ser la compañera de esos instantes que se vuelven inolvidables. Bueno, inolvidable fue para mí cuando llegué con las manos vacías porque había olvidado que tengo diecinueve y no veintiuno, y por ende... no puedo comprar alcohol. Me sentí avergonzada.

Yo también había tomado mucho, así que llamé a Ulises y en secreto, bajito, le dije lo que había ocurrido.

Muy bien.

Él se encargó de completar la compra y entregárnosla. Mientras la rusa me preguntaba una y otra vez qué le había dicho a Ulises.

—No tiene la edad —respondió él para que Ksenya se callara, aunque ella solo se acercó muchísimo a mí. Más de lo que debería ser permitido por las leyes de las heterosexuales.

—Un recordatorio de que eres una bebecita.

—Eso no lo decías mientras te tocabas frente a mí —respondí bajito para que no nos escucharan.

—A que te he marcado, ¿eh? —me fastidió de nuevo, mientras servía el tequila exigiéndole al chofer que disminuyera la velocidad—: Tú primero.

—Yo no puedo beber más, estoy que vomito.

—¡Deténgase! —les gritó—. ¡Este momento es épico! Quiero recordarlo, ¡hoy gané! Soy la mejor... pero ella si se concentra... puede ganarme —aseguró, seria—. Será un problema para después.

Detuvieron la camioneta, tal y como lo pidió. Luego, la vi comiendo el limón, después la sal y de último el tequila.

—Lo hiciste mal. —De pronto estaba enseñándole—. Primero lames la sal, luego, te tomas el trago de tequila y de último... —Me tomé el tequila de un golpe y lo sentí quemándome la garganta antes de morder el pedazo de limón que tenía en la mano—. ¡De último el limón!

El chofer volvió a manejar hasta que llegamos al hotel. Subimos solas a la habitación y el señor Ulises me pidió que la controlara, lo que no sabía es que sería yo quien perdería el control.

Entramos y lo primero que hice fue poner música. Puse Completamente – Thegiornalisti, y como si estuviera en automático recordé a Julie. Intenté sacarla de mi mente, pero como un acto inconsciente me metí en su Instagram. Quería saber si había llegado bien y sí, ya estaba en casa. Vi una fotografía de ella con Benjamín en la sala del comedor.

Me puse a stalkearla y vi algo que llamó mi atención. Algo que tal vez no me esperaba y que tampoco debía importarme porque no éramos nada. Pero su última foto de hacía tres días, en el campus de su universidad, tenía un like y no, no es buena idea revisar los likes de tu ex, ni molestarte por ello. Pero allí estaba: @BelenSk25. Me metí de inmediato porque no salía el apellido y porque Julie no había hablado con ella desde la graduación. Cuando entré me di cuenta de que su cuenta era pública.

En su biografía tenía:

«Enamorada de la educación, maestra y aprendiz de la vida. Lo que sucede hoy es lo mejor. Siempre lo es»

Además tenía el signo rojo y su ubicación decía Estados Unidos.

No debí molestarme, no me debió importar. No era nada, no sucedía nada, pero mi cabeza pensó muchas cosas. Recordé ese día, ese momento, los ojos de Julie, su olor a sexo. Recordé que luego del momento más íntimo entre nosotras, se entregó a alguien más. Recordé que su mirada era de deseo, que el coqueteo era mutuo. Y bajé por su feed foto por foto, era preciosa, más que yo. Se veía mejor que en el instituto, incluso, más joven. No llevaba los lentes y salía viajando, en diferentes sitios icónicos. Su último post era en las Cataratas del Niágara. Salía con un grupo de estudiantes y en el pie de foto escribió: «Con mis alumnos de español, disfrutando el momento».

El like de Julie estaba allí, no solo en esa foto, sino en las últimas tres publicaciones.

La rusa me sacó de mis pensamientos:

—Acabo de pedir cuatro vasos extra y ya llegaron —me dijo y cuando volteé a la mesa había servido seis vasos de tequila—. Ya se está llenando el jacuzzi, quiero lavarme el sabor del mal polvo ese. —Volteó los ojos hacia atrás y enseguida me arrancó el teléfono, se quedó mirando unos segundos, hasta que preguntó—: ¿Estás bien?

Asentí.

—No es más bonita que tú, si me gustaran las mujeres no me la follaría, mírala, es aburrida, parece que en su puta vida ha roto las reglas.

—Lo dice la que acaba de probar el tequila por primera vez —la molesté.

—Golpe bajo, pero a mi favor puedo decir que nunca he necesitado de alcohol para hacer lo que quiero, y casi siempre los que se embriagan lo hacen porque necesitan perder el miedo para actuar como de verdad quisieran.

No le contesté. Por un segundo me perdí de la conversación. Mi mente le daba vueltas a ese día, a Belén, a mis inseguridades. Yo había terminado la relación y ella era libre, pero... ¿por qué me dolía tanto?

—Te reto —soltó decidida, antes de añadir—: ¡si me tomo estos tres tequilas antes que tú, puedo pedirte lo que quiera! Y si pierdo...

—Si pierdes quiero mi cuadro de regreso, el de las sombras —contesté con confianza, era mi oportunidad de recuperarlo y en realidad lo necesitaba—. ¿Aceptas?

—Si yo gano jugarás tenis profesional sin renunciar, durante toda una temporada. —Se cruzó de brazos—. Es justo, porque estás pidiéndome un cuadro por el que pagué mucho dinero.

—Vas a perder y será por nada, porque ya tenía pensado competir profesionalmente por la satisfacción de patearte el culo y quitarte el puesto de campeona, Diosa —me burlé y la vi volteándome los ojos como siempre.

Parecía que su don oculto era ese, echar los ojos hacia atrás.

Empezó el juego. Ella contó hasta tres y nos bebimos los tequilas. En el segundo tuve que esperar unos segundos para no vomitar, me sostuve de la mesa, con el asqueroso sabor en mi garganta. Ella se los terminó rápido para hacerme el mismo baile que hace cuando gana los partidos. Esta vez se subió encima de la cama y comenzó a bailar: No bystanders – Travis Scott. Se reía en mi cara gritándome que el cuadro seguía siendo suyo. En seguida cayó boca arriba y la vi inmóvil observando el techo.

No me terminé el tercer tequila, no pude. Tragué agua y busqué en la nevera otro botellón. La cabeza me daba vueltas. La rusa se había lanzado en mi cama y decidí ver si estaba bien. Le ofrecí agua y ella seguía con los brazos extendidos y los ojos muy abiertos viendo el techo.

—Cierra el agua del jacuzzi —fue lo que me dijo y vi que se le entrecerraban los ojos.

—Hasta ebria eres una mandona —respondí lanzándome a su lado—. Y estás en mi cama.

—No me puedo mover, tengo ganas de vomitar y dormiré sucia, qué puto asco. —Sus palabras sonaban suaves, lentas, todo iba como en cámara lenta.

Pero era cierto, se había acostado con ese tipo y tenía que bañarla. Mi mente solo daba vueltas a eso, o tal vez me concentré en eso para no pensar en Belén y en Julie acostándose, una y otra vez.

Desvestirla fue rápido, llevarla a rastras al jacuzzi no tanto. Me costó un poco.

—Tenemos que quitarte los restos de semen —bromeé con ella y logré el objetivo.

La metí en el agua y la vi echando un frasco entero de jabón para hacer espuma. Después, estaba poniéndose espuma en la barba y diciendo que era un hombre muy sexy con barba, y no sé cómo me convenció de la forma más estúpida de que tenía un bicho en el cuello. Intentaba quitármelo y me decía que todavía seguía allí el bicho. Me estaba estresando así que me acerqué implorándole que me lo quitara, hasta que me tiró al jacuzzi, sin siquiera quitarme la ropa.

Ya la había visto desnuda, pero no tan cerca, ni mucho menos con tres tequilas encima y tres botellas de vino. Me quedé mirando sus senos. Eran grandes, pero no exagerados. Tenía los pezones rosados y estaban firmes.

—¿Quieres tocarlos? —me preguntó y se acercó aun más.

—¿Sí estás consciente de que me gustan las mujeres?

—Sí —agregó con diversión—. Cuando tenía veinte tuve una amiga lesbiana.

—Pensé que no tenías amigas.

—Bueno, es que nadie la considera mi amiga, ambas teníamos relaciones con chicos. Yo no sabía que ella lo hacía para grabarme. Luego, vendió uno de mis videos. Tenía una emergencia familiar. Y eso fue un escándalo, pagué mucho para sacarlo de internet.

—Qué perra —solté quitándome la camisa. De nuevo su labio estaba sangrando.

Entré en un debate mental entre si debía limpiarle la sangre o no. La última vez que lo hice me mordió y si lo hacía ahora, iba a ser más complicado. Me quité la camisa quedando en sujetador y usé la tela para limpiarla, pero antes de que pudiera hacerlo me detuvo el brazo.

—Sí, pero siempre pensé que ella lo hizo porque jamás quise besarla, ni siquiera cuando teníamos sexo con chicos me interesaba en tocar su cuerpo. Ella una vez trató de hacerlo —me explicó y aproveché para quitarme el pantalón mientras la escuchaba, soltándome de su agarre—: Estábamos teniendo sexo con un alemán, y de pronto, ella comenzó a tocarme los senos, algo así. —Sentí su mano desabrochando mi sostén y acto seguido pasó sus dedos por mis pezones.

Cogí la camisa que me había arrebatado y me enfoqué en su sangre. No podía darle el gusto de verme nerviosa, eso sería peor. En el juego su reto era excitarme y me negué a complacerla. Con la camisa intenté quitarle la sangre, como si no sintiera nada mientras jugaba con mis pezones.

Ella volvió a retener mi brazo.

—Hazlo con tu boca —me ordenó lanzando la camisa al agua y con ella mi fuerza de voluntad.

—No es una buena idea.

—¿No es una buena idea hacer lo que deseas en el momento que deseas?

—Estoy enamorada.

—Y yo amo el tenis, ¿acaso viene al caso? —Se acercó a mí y sentí sus dedos recorrer mi abdomen hasta llegar a mis bragas, y comenzó a jugar con su tela.

—¿Qué se supone que haces?

—Solo juego —fue su respuesta y sus dedos hacían exactamente eso, jugaban con la tela para rozarme, para que una parte de mí quisiera que me las arrancara.

Y no sé si fue la forma en la que me estaba mirando, o cómo su boca entre abierta y su voz ronca completaban la ecuación, pero la sangre iba cayendo por su barbilla hasta su cuello.

—Yo también sé jugar.

Dejé de obedecer a mis sentidos, rompí las reglas que mi cabeza me imponía. Mi lengua fue hasta su cuello, limpiando la sangre con suavidad hasta subir por su barbilla y llegar a su labio inferior, donde chupé lentamente la herida y no supe si su gemido fue de dolor o de placer; o un poco de ambas. Me quedé pegada a su labio con miedo de besarla, con temor de continuar y ella lo sintió.

Con su mano izquierda en mi pecho me recostó al espaldar del jacuzzi y allí empezó su juego.

—Yo pregunto y tú respondes.

Asentí y ella continuó:

—Hoy mientras pintabas, ¿te calentaste?

La miré sopesando entre mentir y ser sincera. La verdad al principio no, pero luego... cuando la vi desesperada por acabar, yo también quise masturbarme.

Tragué hondo y asentí.

—¿Y tú? ¿Te calentaba que estuviera allí?

—No me excito contigo, Sophi —musitó acercándose a mis labios—: Y las preguntas las hago yo. —Sentí la yema de sus dedos rozando mis pezones, de nuevo.

Comenzó a dar círculos sobre ellos de una forma tan delicada y sensual, tan lenta y rítmica, que sus caricias danzaban al compás de los latidos de mi corazón. Hasta que dejó de tocarme y se acercó más a mí para que fueran sus pezones los que, pegados a los míos, iniciaran el roce.

—¿Por qué quieres el cuadro? —preguntó sin dejar de rozarse en mí—. ¿Qué tiene de especial?

Podía sentir sus labios rozando los míos con su pregunta, pero no me besó.

—Tiene demasiado de mí —fui sincera—. Que alguien más lo tenga es exponerme, es que un pedazo de mi alma esté en otro. Lo curioso con ese cuadro es que nunca se termina, siempre vuelvo a él, dejando un pedazo de mis emociones, o de mis pesadillas, y por eso la sombra no desaparece.

—¿Quieres vivir perseguida por tus demonios?

—Nadie dijo que son los demonios lo que me quitan el sueño, muchas veces la oscuridad es la que te salva, y la luz... la parte buena de ti es la que te hace vulnerable. En cualquier caso... a veces solo necesitas dejar de escapar. —Mis palabras iban rápido, por más que hablaba tratando de que mi excitación se fuera... sentía que iba a estallar.

Me estaba asfixiando y no sé si fue por exponerme, por hablarle de lo que soy, o tal vez el problema fue esa sonrisa, o el hecho de que su mano acariciara mi muslo. Que sus labios mordieran el lóbulo de mi oreja, para luego susurrar:

—«Nada, excepto los sentidos, puede curar el alma, como tampoco nada, excepto el alma puede curar los sentidos» —citó a Oscar Wilde, y a pesar de que era su escritor favorito, esta vez sentí sus palabras—. ¿Esto te gusta? —Sentí sus dedos rozar mi entrepierna, no profundizó, ni tampoco fue necesario que lo hiciera para necesitar más—. De este modo es como me gusta tocarme a mí.

Comenzó a tocarme de arriba hacia abajo, sentía sus dedos jugando conmigo hasta llegar a mi clítoris. Su mirada estaba puesta en mí. Me observaba así como miraba mis cuadros. Se montó sobre mi muslo, mientras sus dedos hacían caricias superficiales, ni siquiera me estaba tocando, iba por encima, no estaba siendo invasiva, ni siquiera había rozado mi clítoris. Aun así, una desesperación algo profunda me hizo respirar con dificultad. El corazón me estaba latiendo con fuerza y las imágenes de ella sobre el DJ, de ella tocándose con desenfreno, allí, frente a mí, viéndome fijamente, todo eso fue sumando a que me excitara. A que estuviera jodidamente excitada frente a alguien que además de ser heterosexual, era mi jefa.

No podía hacerlo por estar ebria, o molesta, o peor aún, celosa. No se merecía que estuviera con ella solo por despecho, aunque para la rusa solo fuera sexo y ya.

—No arruinemos esto.

—El sexo, así como la vida, se presenta breve, regalándote segundos de gloria para abofetearte de nuevo con la realidad. —Sus dedos curiosos avanzaron más, mientras añadió—: Oscar Wilde decía que un corazón roto da para muchas ediciones.

Sonrió mirándome con supremacía. Irradiaba poder, incluso en el sexo, o más que nunca en el sexo, se podría decir. Su perfume personal era el control, y con esa sonrisa me hizo saber que estaba consiguiendo lo que quería. Sé que estaba sintiendo lo mojada que estaba, y aunque mi autocontrol me decía que no, la otra parte de mí, rebelde, me imploraba que lo hiciera. Que me dejara llevar.

Quería más de ella.

—Para.

—¿Me estás gritando que entre en ti? —Su sonrisa de suficiencia fue lo único que vi antes de cerrar los ojos.

Ella me estaba torturando, jugaba con mi clítoris, usaba sus dedos para explorar, tocaba cada parte, haciendo movimientos que no conocía, que me gustaban, que me exigían más. Ella también estaba desnuda y podía sentir sus movimientos corporales sobre mi pierna.

Podía sentir el calor de su vagina sobre mí.

—¿Estás segura de que no te gustan las mujeres?

—Soy fiel a mi cuerpo, a la vida, a lo que me pide y tal vez, solo tal vez... esta noche te esté pidiendo a ti.

Intenté besarla, pero antes de hacerlo me aparté como quien se acuerda de que está a punto de pecar y no quiere.

—Todos los impulsos que estrangulas te pasarán factura, porque es mejor tener remordimiento después de hacerlo, a vivir con la idea de lo que quisiste y no hiciste por temor. —Sentí sus dedos entrar en mí y contuve un gemido, al tiempo en que ella intensificaba sus movimientos—: Miénteme y dime que no lo estás disfrutando. —La escuché hablar y me sostuve de su hombro, sin poder responderle—. Dime que pare, vuelve a decirme que me detenga... y lo haré.

El movimiento de sus dedos disminuyó. Seguía dentro de mí, pero ya no hacía ningún tipo de presión. Aún así, con su pulgar comenzó a hacer círculos sobre mi clítoris.

Me apreté a ella, pegando su frente a la mía y dejé escapar un gemido sobre su boca.

No dije nada más. No podía.

—No quiero que mañana le eches la culpa al alcohol, o a tus tristezas —susurró en mi boca y su pulgar seguía haciendo movimientos en mi clítoris, y yo comencé a moverme rítmicamente sobre sus otros dedos, que habían dejado de moverse, pero seguían dentro de mí.

Empecé a gemir sintiendo el contacto y ella, con su otra mano me manoseó los senos. Primero uno, y luego el otro.

—¿Te gusta? —Su voz grave se sintió como la música que te acaricia, que te despierta, que hace que exijas más, para apartarse de mi cara y meterse en la boca mi pezón.

Ahogué otro gemido mientras ella me chupaba y apretaba los senos, no quería que parara, pero lo hizo. Apartó su boca, y paró todos los movimientos, antes de añadir—: quiero que me exijas que te folle como nunca te lo han hecho; o me iré. Tú decides.

No podía más.

Hice silencio.

Y ella cumplió su palabra, no me tocó. No se movió ni un centímetro, y la necesitaba, necesitaba apagar el fuego que estaba creciendo en mi interior.

—Quiero que me folles.

—¿Exactamente cómo? Dilo, y lo haré. —Sus dedos salieron y entraron de mí con fuerza, y gemí esta vez sin que me importara nada, sin contenerme. La sentí embistiéndome, varias veces mientras le apretaba los hombros, abriéndome más, hasta que se detuvo.

Ella necesitaba la frase completa. Necesitaba saber que me tenía, y aunque no quería complacerla, ella me estaba complaciendo a mí.

—Quiero que me folles como nunca me han follado en la vida, quiero que lo hagas de una maldita vez.

—Muy bien, queen. Pero recuerda no maldecir —ironizó y lo siguiente que sentí fue a ella, entrando y saliendo mientras su lengua jugaba con mis pezones, y con su otra mano me excitaba volviendo hacia mi clítoris, para añadir—: te tengo, hoy eres mi zorra, y te enseñaré que el sexo sin amor también vale la pena.

Dejé de pensar para vivir. Dejé de reprimirme para sentirla. Y ella se aferró a mi cuello para besarme, mientras con la otra mano entraba y salía, metiéndome dos dedos, para luego... ingresar uno en mi trasero. Gemí esta vez sin contenerme. Le pedí que se detuviera, cuando quería decirle que quería más. Su imagen masturbándose en mi pierna mientras me follaba, sus labios entre abiertos, sus ojos mirándome fijamente... ella casi ni pestañeaba. Sus ojos eran profundos e intensos y solo me observaban a mí.

Me tocaba agresiva, con la furia de alguien que vive por y para el sexo. Y yo, que casi siempre disfrutaba más siendo activa, estaba volviéndome loca del placer.

La vi moverse más en mi pierna, sus gemidos iban en aumento, decidí involucrarme. Con mi mano fui tocándola, la levanté un poco de mi muslo para tocarla, para terminar pegándola de espalda contra las paredes del jacuzzi.

Sin reprimirme le toqué los senos, la cogí del cabello para morderle el cuello.

—Fóllame... todo lo que he querido esta maldita noche, es que me folles tú.

No tuvo que pedírmelo dos veces. Eso hice. Entré en ella llegando al éxtasis, teniendo que controlarme para no acabar. Estaba superando mi control mental. Tenerla gimiendo mientras le metía los dedos, diciéndome que quería que la ahorcara, que quería que se lo hiciera duro, violento, sin delicadeza, y sin amor. La vi estremecerse entre mis brazos, mientras la halaba por el cabello moviéndola a mi ritmo hasta que en un último gemido sentí cómo se corría.

Ella se volteó de inmediato y con mis ojos ardiendo en deseo, la vi como una Diosa. Ella me cogió de la cintura con facilidad, las ventajas de fortificar los brazos. Me sentó en el borde del jacuzzi abrió mis piernas.

Estaba despeinada, había miedo en sus ojos, como sucede cuando alguien se despierta de repente. Era fascinante. Sus manos suaves abrieron aun más mis piernas y sentí su lengua recorrerme desde la pantorrilla hasta mi rodilla, que terminó chupando y traté de no gritar. Intenté esconder los gemidos mientras me retorcía de placer, pero estaba siendo difícil.

—Te quiero escuchar —fue lo que salió de su boca.

Su lengua avanzó comiéndome los muslos, chupándome las piernas como si quisiera tatuarme con ella. Gemí esta vez sin contenerme y no porque me lo hubiese pedido sino porque sencillamente no podía. No pude cuando esa lengua que jugaba con mi cuerpo fue al punto más sensible de mi cuerpo, cuando sentí cómo iba lamiéndome de arriba abajo, metiéndose mi vagina en su boca, casi por completo para soltarla y lamerme dejándome sin compostura, sin parámetros, sin cooperación. Porque mi cuerpo dejó de obedecer a mi parte racional y se entregó al sentimiento. Mis sentidos obedecían a su alma, o a su lengua, la verdad en ese momento me dio igual. La sentí acariciarme lento y luego rápido, para chupar mi clítoris haciéndome gritar. No podía más, me corrí la primera vez, pero lejos de bajar mi calentura, aumentó cuando ella usó esa misma lengua que exploraba a su antojo, para meterla dentro de mí.

Me fue penetrando con su lengua mientras me cargaba. Ella se agachó en el agua, sin hundirse y me sostuvo arriba para moverme arriba y abajo sobre su lengua que puso dura. Me penetró casi sin piedad y era yo la que le gritaba que iba a correrme, que se apartara.

Y sí, se apartó para decirme rápido: «quiero que me acabes en la boca».

Fueron sus palabras antes de volver a penetrarme y usar sus dedos para follarme simultáneamente por detrás. Eso hice. Me corrí después de un minuto más de disfrute.

Le acabé en la boca para sentir el placer más grande...

Antes de despertar.

Abrí los ojos sobresaltada... miré a mi alrededor y encontré a la rusa todavía con su ropa, durmiendo en mi cama. Tenía los brazos extendidos y dormía plácidamente. Yo también estaba vestida. El tequila que no me tomé seguía en la mesa. Estábamos en la parte pequeña de la habitación presidencial, en mi lado. Recordé todo.

Recordé a la rusa bailando gritándome que ganó la apuesta. Me recordé a mí acostándome con ella y charlando de su amiga, esa que la había traicionado. Era su única amiga después de su media hermana y vendió su video porno. Recordé a la rusa preguntándome por el cuadro y por qué lo quería devuelta, también la oí citando a Oscar Wilde, hasta que se quedó dormida, o creo que fui yo la que se durmió antes, mientras ella seguía hablando de algo que ya no recuerdo.

La cabeza comenzó a darme vueltas, corrí al baño y me sentí profundamente mojada. El jacuzzi se estaba desbordando y había un montón de agua en el baño, aunque gracias a Dios no había dormido demasiado, sino habría amanecido con el cuarto totalmente inundado.

Apagué la llave del jacuzzi y sin pensarlo me metí en él. El agua estaba caliente y no logró el efecto que buscaba. Necesitaba liberarme. Necesitaba tocarme para quitarme las ganas que estaban colapsando mis sentidos. Respiré profundo repitiéndome que solo había sido un sueño, que es algo que no podemos controlar. Pero... eso no hacía que me sintiera menos avergonzada.

No pude.

Intenté aguantar.

Pero al final terminé tocándome, era la única forma de que pudiera dormirme de nuevo.

Nota de autor: capítulo dedicado a Yoha y Romi.

Recuerden que hay algo que no controlamos, y es lo que sucede cuando cerramos los ojos. Sophia venía de ver sexo en vivo, algo que jamás había visto de otra chica y mucho menos con un desconocido. Por supuesto que es humana, y no la estoy justificando. Creo que todos hemos tenido sueños de los que nos sentimos avergonzados, pero son solo eso, sueños.

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