Después de despachar a los sirvientes que había convocado el príncipe, Thomas se quitó su ropa para dormir y se metió en la bañera de agua tibia que habían preparado para él. Pasó cuidadosamente el jabón por todo su cuerpo y untó un poco de aceites aromáticos en su cabello. Odiaba esta rutina más que nada. No solo lo obligaron a llevar el cabello largo, sino que tuvo que usar los mismos aromas que su pequeña hermana escogía, todo para que el príncipe siguiera viviendo su pequeño delirio.
— Mmhh...
El chico dentro de la bañera suspiró pesadamente mientras observaba su reflejo en el agua tibia.
"Esto no tiene ningún sentido... ¿Cuánto tiempo se supone que seguiré así?..."
Thomas conocía perfectamente su lugar. Sabía que en esos momentos se llevaba a cabo la celebración del cumpleaños del Gran Duque Green, el señor que controlaba su territorio y que era una grosería enorme, no presentarse y temía que esto pudiera afectar las relaciones futuras de su familia con otros nobles.
Para poder complacer los caprichos del emperador, el Marqués Raphelle, había tenido que suspender el nombramiento de su sucesor, esto aumentó el sentimiento de inseguridad de su hijo, quien añoraba, desde pequeño, ocupar el puesto de su padre.
— ¡No puedo creer que me esté perdiendo el cumpleaños del mocoso!
'Splash'
El sonido de las manos del joven golpeando el agua se entremezcló con su voz haciendo eco por la habitación vacía.
— Debería estar ahí... Se supone que soy el heredero del Marqués, no el juguete del príncipe.
A pesar de lo ansioso que se sentía por ocupar el puesto que le correspondía al lado de su familia, una parte de su corazón no dejaba de preocuparse por la condición de Caster que parecía ser cada vez más severa.
Thomas recordó cuando eran pequeños y comenzó a notar el cambio en la actitud del chico. Como al comienzo su personalidad tenía pequeños fallos en donde parecía no recordar algunas conversaciones o sucesos de poca importancia, pero con el paso del tiempo, estos lapsos en que su memoria fallaba se habían vuelto cada vez más frecuentes y tras la desaparición de Num, su personalidad tomó un giro drástico, y desde ese momento, se volvió casi imposible reconocerlo.
Él sabía que si no fuera por Raven, jamás habrían descubierto que los desterrados, a quienes creían extintos, aún seguían entre ellos y por supuesto, si no fuera por lo que sabían gracias a la sustancia extraída del cuerpo de su propia hermana, no tendría en ese momento, la sospecha de que Caster estuviera siendo utilizado de la misma manera.
El corazón de Thomas se sentía pesado. No dejaba de culparse a sí mismo por ser incapaz de notar lo que pasaba con su hermana y con su amigo de la infancia.
— Si no hubiera sido por él, Lottie habría...
Él lo comprendió una vez que leyó los informes que el maestro de Raven preparó cuidadosamente preparó. Su hermanita, la persona a quien más adoraba en el mundo, habría muerto intoxicada por el maná oscuro que ese objeto constantemente vertía en su cuerpo.
La manera en la que esa cosa funcionaba seguía siendo un misterio para él.
Youm le había dado una breve explicación, pero no fue capaz de entender cómo un objeto podía ser capaz de introducir magia negra dentro de un ser vivo, como esta presencia extraña lograba cortar los lazos sagrados de los contratos espirituales y mucho menos, como podía manipular a las personas sin la necesidad de estar cerca.
Una vez que terminó de leer los informes, comenzó a alimentar la esperanza de que Caster estuviera siendo manipulado de la misma manera, pero ni siquiera Raven había logrado encontrar algo extraño en el cuerpo del muchacho. Aun así, tenía la corazonada de que el príncipe estaba sufriendo la misma maldición que su hermana y quería liberarlo.
No le importaba si después de eso Caster terminaba casándose con la verdadera Charlotte, al menos, sabría que sería el verdadero príncipe quien tomase la decisión y no una voz en su cabeza.
Thomas notó como el agua en la bañera se enfrió, así que terminó de quitar los restos de jabón de su cuerpo musculoso y se puso de pie. Agarró una de las toallas que los sirvientes habían dejado sobre uno de los muebles junto a una muda de ropa y comenzó a secar su cuerpo.
Mientras se ponía la ropa que habían preparado para él, escuchó un leve murmullo que parecía provenir desde la habitación del príncipe.
El chico peli rosa miró su apariencia a medio vestir en el reflejo del espejo y torciendo la boca, se dispuso a salir del vestidor en el baño.
Sus pies descalzos amortiguaban el sonido de sus pisadas, pero aun así, avanzo con sigilo hacia las puertas que separaban la habitación del baño y el cuarto principal del príncipe. Con cada paso que daba, las palabras murmuradas se volvían más entendibles y para cuando estiró su mano intentando alcanzar la manilla de la puerta la voz era completamente reconocible.
Se detuvo en su lugar mientras escuchaba. Sabía lo que estaba ocurriendo, pues Thomas lo había escuchado un montón de veces durante el tiempo en que se quedó en los aposentos del príncipe.
Caster estaba hablando con su espejo de nuevo.
La primera vez que lo vio quedo petrificado.
Una voz extraña y mecánica salía de la boca del chico rubio que permanecía de pie frente a un gran espejo que alcanzaba a reflejar su cuerpo por completo. Ahí, quieto, como inmerso en un estado de trance, comenzó a tener una plática consigo mismo, murmurando palabras al azar y asintiendo de vez en cuando.
Esto se había repetido muchas veces durante su estancia junto al chico y esta vez no era distinto.
A pesar de que aún no abría la puerta, podía ver la figura de Caster perfectamente. No era difícil imaginarlo de pie, con los ojos abiertos inyectados en sangre por el tiempo que llevaría sin pestañear, balbuceando palabras como si alguien a quien solo él podía ver, contestara sus divagaciones.
— ¿¡CÓMO TE ATREVES A HACERME ESTO!?
El grito que rompió el silencio amortiguado lo sorprendió mientras intentaba girar de la manilla de la puerta.
'Crash'
Cuando escuchó el sonido del cristal estrellándose contra el suelo, su cuerpo entrenado se movió por si solo.
Ingresó silenciosamente a la alcoba del príncipe, donde este permanecía de pie en el lugar donde hace unos pocos minutos seguía alzándose el magnífico espejo de cuerpo completo.
Las manos de Caster temblaban pintadas de rojo.
Thomas, aun con la distancia que los separaba, podía escuchar claramente su respiración agitada. El chico no se movía, seguía parado en medio de los trozos del espejo esparcidos a su alrededor sin quitar su vista del suelo.
— ¿Caster...?
Su voz rompió la tensión del ambiente y llamó la atención del príncipe, quien se giró de golpe en su dirección, revelando dos orbes oscuros en sus cuencas oculares.
El chico, cuyo cabello seguía húmedo, dudo un momento y retrocedió observando los ojos negros que lo miraban fijamente de forma amenazante.
Caster dio un paso hacia él y parpadeo confundido.
— Tú no eres Charlotte Raphelle...
Thomas sintió la urgencia de invocar a su espíritu para protegerse.
— ¿¡DONDE ESTÁ CHARLOTTE!?
La boca del príncipe se desfiguró mientras gritaba con todas sus fuerzas, usando aún esa voz mecánica que parecía no pertenecerle y se abalanzó contra él en el mismo instante en que Argen entraba tumbando la puerta de la alcoba real.