YUANFEN, MI SALVACIÓN

By Jenn_mor__

1.8K 127 47

Jhonas y Vaiolet se conocen en un centro psiquiátrico. Ella padece depresión y ha tenido varios intentos de s... More

Capítulo 1: La marcha de Lauren
Capítulo 2: Un sueño
Capítulo 4: Acercamiento
Capítulo 5: La fiesta
Capítulo 6: Deseo
Capítulo 7: Nueva oportunidad
Capítulo 9: La Canción
Capítulo 10: Regreso
Capítulo 11: Diagnóstico
Capítulo 12: Alas de ángel
Capítulo 14: La chica de pelo rosa
Capítulo 15: Fugitivos
Capítulo 16: Nuevo hogar
Capítulo 17: El tejo
Capítulo 18: El Vacío
Capítulo 19: Propósito
Capítulo 21: Tormenta perfecta
Capítulo 22: La gran noticia
Capítulo 23: La nota
Capítulo 24: No es un simulacro
Capítulo 25: El último adiós
Capítulo Final: Maktub
Capítulo 8: Almas oscuras
Capítulo 13: No existe lugar seguro
Capítulo 20: Estrellas binarias.

Capítulo 3: El escondite

81 10 13
By Jenn_mor__

VAIOLET

Que mi hermano quisiera verme el día de la reunión no cambiaba el hecho de que me había abandonado y continuado su curso. Intentó convencerme de que cuando saliera de allí, iríamos de vacaciones, que todo estaría mejor, y un sin fin de propuestas más, todas con el mismo propósito: el perdón. ¿Acaso creía que necesitaba estas minucias para tratar conmigo? Si es así, como ha demostrado, no merece mi perdón, aún no.

Hace varios días que intento esquivar a Jhonas, prácticamente salgo de mi cuarto para nutrirme, cosa que me imponen. Soy una persona muy precavida con mi círculo, y me resulta muy extraño que alguien se comunique conmigo sin darle pié a que puede hacerlo, por este motivo, cuando esté chico me pidió mi orina, no pude hacer otra cosa que reír.

—Veo que has seguido mi consejo por una vez y te has alejado de ese chico —me suelta mi tía, o como le gusta que la llame aquí, doctora Foster.

—Llevo años sin hacer amigos, no creerás que ese chalado iba a ser el primero —miento sin darle mayor importancia.

—Mejor, si supieras lo que yo sé, te mantendrías a varios metros de distancia, pero sabes que no podemos hablar de los pacientes y menos ahora, que ya eres adulta.

¿Acaso piensa que advertirme sobre algo hará que rehulla? Está claro que no presta atención a los adolescentes que intentan contar su historia, pero ella solo busca lo que está mal en ellos, como tuvieran una pieza de motor la cual puedes quitar, cambiar o arreglar.

—¿Te parece si le decimos a papá que venga y cenamos juntos? —es la tercera vez que propone lo mismo esta semana.

—Doctora Foster, haga lo que quiera
—diga lo que diga, pida lo que pida, finalmente no servirá de mucho.

O acaso hubiera funcionado decirle: Me apetece estar sola, en mi habitación, tegiendo mis sábanas para crear una cuerda resistente para aguantar el peso de mi cuerpo, solo el tiempo suficiente hasta dejar de respirar. Creo que sería demasiado para una mente sin corromper.

Nuestra relación es neutra, aunque en el pasado existió más complicidad. Como cuando me vino la regla por primera vez, me llevó a la ginecóloga y agarró mi mano fuertemente, hasta que comprendí que la sangre no es tan mala. También habló conmigo sobre sexo y anticonceptivos, conversación que duró poco y nada, ya que me moría de la vergüenza. Y, aunque es mi momento más doloroso, fue a quién llamé cuando encontré a mamá... quiero decir cuando la vi y estaba... Parecía dormida.

Es buena conmigo, eso no quita la realidad: vivo rodeada de personas. Grito, pero no me escuchan, ni siquiera ella.

Será que nadie me ve, no de verdad, no como se debería mirar a una persona. Escuchando los espacios, los silencios que dicen más que cualquier palabrería barata. Me considero un espectro que se relaciona con otros de mi igual, más que interactuar, coexisto con ellos, intentando pasar desapercibida.

Tras pasar toda la tarde encerrada en mi habitación, intentando crear letras que pudieran ser aceptables para culminar en una canción, de pronto, alguien aporrea la puerta.

La abrí con cuidado, sin saber muy bien qué encontraría tras ella, aunque a decir verdad, sabía perfectamente a quién quería ver. En el suelo de la entrada se encontraba la funda de lo que parecía una guitarra, pero allí solo estaba la enfermera de la planta, que me observaba como si pudiera descifrar lo que sentía con una simple mirada.

Sujeté la funda y volví a la tranquilidad de mi habitación. La puse encima de la cama y la observé durante unos minutos, preguntándome quién la habría traído. Solo se me ocurría un nombre. Mientras decidía sí, abrir la cremallera y descubrir qué había dentro, o dejarla en el mismo lugar donde la encontré, me vino a la mente Neil. Mi antigua guitarra que quedó destruida hace un año, tras un ataque de pánico que terminó en un ingreso de mi segundo intento de suicidio, y por consiguiente, acabé en psiquiatría, pero no era un lugar tan cuqui como este, allí solo habían paredes blancas, sábanas que raspaban la piel y muchas medicinas.

Hoy será una noche muy dura. Exactamente a las 23:57 horas se cumplirán seis años de mi traumático suceso. Las horas que recuerdas se quedan grabadas con fuego si van vinculadas a algo extremadamente impactante, eso me dijo mi anterior psicóloga. Impactante es que lleve todos estos años sin encontrar la forma de acabar con todo.

Mi tía ha dado orden a las enfermeras para tenerme vigilada, algo predecible.
Pero hoy me siento rebelde, y necesito un poco de adrenalina antes de pasar toda la noche llorando.

Decidida, salgo de mi habitación con sigilo, dejando pendiente lo que se encuentra encima de mi cama. Acecho los pasillos, en los que hay una mujer de la limpieza con un carrito bastante ruidoso, lo que me permite moverme sin que se note demasiado. Camino en dirección al ala oeste, donde siempre consigo escribir mis canciones. Aquellos versos que nadie leerá, ni escuchará.

Cuando llego a los ascensores, opto por no seguir arriesgándome y bajo una planta caminando, ya que dentro de estos, puedo encontrarme con algún doctor rezagado. Justo cuando giro a la izquierda, para terminar con mi trayecto, algo tropieza conmigo.

¡Ah! que daño —me toco el hombro.

—Vaiolet —dice el chico que he estado  evitando desde hace varios días.

—Hola —intento seguir mi camino.

—¿No puedes dormir? —me persigue.

—No es de tu incumbencia —asevero enfadada.

—Simplemente me interesa —agarra mi brazo y me detiene.

—Te he dicho que no me toques. ¡Espacio personal! ¿Recuerdas? —suelto en un tono más alto del que deberia, ya que podrían escucharme.

—¡Es verdad! —sube las manos
—Olvidaste comentar que no te tocara
—se ríe, ¿de qué coño se ríe?

—Olvídame —sigo mi trayectoria, deseando que me deje en paz o no.

—Ya, claro —susurra.

Decido parar, observarlo y retarlo. Nos quedamos en silencio, contemplando al otro y esperando algo, ¿el qué?

—¿Quieres jugar a un juego? —pregunta acercándose demasiado a mí oreja.

Mientras doy pasos hacia atrás, él los adelanta.

—¿Qué tipo de juego? —no sé porqué sigo hablando con él.

—A las escondidas —sonríe de forma traviesa.

—¿Te refieres a ese donde uno se esconde y el otro lo busca? —le miro confusa, sabiendo que el juego soy yo.

—Me refiero a un juego en donde ambos nos escondemos del resto, ellos piensan que nos tienen controlados y nosotros hacemos lo que nos plazca —. Estas últimas palabras las recalca, mirándome los labios.

Mi corazón se descontrola irremediablemente, al igual que mi cuerpo. Sé que tengo prohibido acercarme a él, pero el día que continúa siendo hoy, hace que quiera desaparecer del mundo y estoy segura que Jhonas sabrá como hacerlo. ¿Habrá traído drogas? Desde que me explicó lo que se siente, he deseado probarlas.

—Enséñame a jugar —pide una voz parecida a la mía, sin ser consciente de qué estoy haciendo.

Coge mi mano, observa los pasillos y camina con rumbo fijo. Pasamos varios despachos médicos, el gimnasio y llegamos a los ascensores laterales. Al lado de las puertas, hay una especie de trampilla. La sensación de que alguien nos pueda pillar hace que la combinación de adrenalina-Jhonas, se vuelva excitante.

Abre un trozo de pared, al menos lo que parecía a primera vista, agarra de nuevo mi brazo y entramos en un espacio cerrado.

—¿Qué es este sitio? —pregunto recelosa

Se escucha el sonido de un mechero al encenderse y la pequeña llama arroja luz a nuestras caras. Eleva una pequeña vela blanca con pinta de usarse a menudo y, en ese momento, logro descubrir donde nos ha encerrado. Es una especie de armario, bastante pequeño y no podríamos ponernos de pie aunque quisiéramos. Huele a humedad y está sucio.

—¿Aquí es donde traes a tus ligues?
—observo el alrededor con repulsión.

—No, solo a las que quiero matar
—afirma con tono cambiante.

Le miro a los ojos, no hay ningún atisbo de arrepentimiento, ni ironía. Nuestros cuerpos están totalmente pegados, sus labios tan cerca de los míos que su aliento entra en contacto con mis fosas nasales y tiemblo.

—¿Sabes lo que más me sorprende, ojazos? —pregunta sin apartarse y niego con la cabeza.

—De todos los miedos que deberías tener ahora mismo, solo tiemblas ante la posibilidad de que pueda besarte —la piel se erizó sin permiso y mis pupilas se dilataron ante su atrevimiento.

Quedo retenida en sus labios carnosos. Me percato de lo atractivo que es: con ojos color azabache, de los que saben apostar bien sus cartas, el pelo se descoloca constantemente, como si de un tic nervioso se tratara. Me roza la frente, y sonríe ladeando los labios, con un brillante que se ilumina en su lengua...
Lo hace más apetecible si cabe.

Sujeta mi muñeca, levanta el suéter y la observa detenidamente. Desconozco que busca, pero le dejo hacer porque estoy totalmente paralizada ante sus atributos sexualmente atrayentes.

—¿Cuándo fue la primera vez que lo hiciste? —dirijo la mirada hacía el lugar que está examinando en mi muñeca y me siento descolocada por la pregunta.

¿Por qué lo haces? hubiera sido la normal y habitual.

—Dos meses después de morir una persona muy importante —otra vez alguien contesta por mí, de verdad que si llevará la voz cantante de esta conversación, ya hubiese salido corriendo.

—¿Qué sentiste? —sus dedos rugosos acarician las cicatrices de forma dulce. Las últimas aún están sensibles y rosadas.

—Sentí tanto dolor físico que se me olvidó el emocional, pasé por alto el porqué lo hacía, solo necesitaba pensar en otra cosa que no fuera esa persona muerta —asiente como si de verdad me entendiera.

Por primera vez, no reflexiono sobre lo que pasó, cómo me sentí, o lo que vino después, solo siento interés y ganas de conocerlo más y esto sí que da miedo.  

—Me toca —quito sus manos de mis muñecas y me coloco derecha. 

—¿Por qué estás aquí?

—Ya lo sabes, por las malditas drogas.

—No creo que estés aquí solo por ese motivo —ladeo la cabeza buscando en sus facciones algún tipo de respuesta.

¿Será el típico mentiroso? Ya mi tía me advirtió, pero ella no capta bien a las personas, así que decido darle una oportunidad.

—Bueno... mi enganche va más allá, aún no soy fuerte y tengo que serlo si pretendo llegar al mundo del Skateboard profesional.

¿Puedo confiar? Las personas me han demostrado que son capaces de mentir y omitir la verdad, con tal de no mostrarse al mundo, yo misma lo hago continuamente.

—¿Por qué es tan importante el Skateboard?

—Quiero conseguir algo por mí mismo, por mi esfuerzo y ese algo no tendrá nada que ver con los donantes de sistemas —cierra los puños y las cejas se tensan.

—¿Donante de sistemas? —arrugo el ceño.

—Si, "mi familia". Esa que debía protegerme de todo lo malo. En cambio, me tiraron a un puto descampado —los ojos se entrecierran pausadamente, sin seguir un ritmo —como si yo fuera eso, mierda. Me encontraron doce horas después, desnutrido, con hipotermia y un mono descomunal.

—Y yo quejándome de mi vida —suspiro intentando buscar palabras de consuelo.

—Ya está superado —sorbe por la nariz y hace un gesto con la mano que me despista de la conversación, como si fuera algún tipo de TOC.

—Que suerte superar algo así —cada uno lleva las desgracias de la forma que mejor puede.

—¿Quién murió, Vaiolet? —interrumpe mis palabras, sorprendiéndome nuevamente, pero está vez no está la persona atrevida de hace unos minutos.

Noto como mis ojos se humedecen y decido terminar con la conversación.
No puede verme así, no me conoce, no sabe hasta dónde puedo llegar para no sufrir, aunque el dolor sea una definición exacta de mi estado constante.

Desconozco porque me he abierto, y he dado datos personales que nadie conoce, al menos no por iniciativa propia, ya que mi tía es experta en sacar lo que quiero guardar y en hacerme ver que era yo la que realmente necesitaba soltarlo, cosa que es errónea.

—Se acabó el juego —intento encontrar la apertura de la pared para irme lo más rápido posible.

Quiero recluirme en mi habitación y  llorar sin tener a alguien observando cómo si nunca hubiera visto a un ser humano tan vulnerable.

—¿Tan rápido te rindes, Valet? —cambia el tono de voz, y de pronto, vuelve a retomar un juego que ya había acabado, al menos por mi parte.

—Mi nombre es Vaiolet y quiero que sepas que no me interesas.

Intento ser fría como mi piel, no recordar este día y controlar mis emociones.

—Entonces, eres de esas. Perfecto, valet. —Me cabrea ese uso de palabras, no soy de nada.

Resopla y apaga la vela. Todo se vuelve oscuro. Muy a mi pesar, estoy demasiada acostumbrada a la penumbra.

De pronto, cuando pensaba que todo había acabado, noto su nariz fría rozando la mía, con movimientos circulares. Mi mano, como un acto reflejo, agarra su camisa con intención de apartarlo, pero descubro que mi cerebro y las órdenes hacia mi cuerpo quedan desconectadas y en vez de alejarlo, lo retengo. Unos dedos se cuelan por mi camisa, presionando con la intención de que nuestros cuerpos queden unidos, los labios deben estar a milímetros de distancia, no lo veo, pero sí lo siento.

Contra todo pronóstico, abre la abertura por la que hemos entrado y la luz del pasillo me ciega los ojos, dejándome traspuesta.

—Vamos mariposilla, no quiero corromperte —ese comentario me enfurece más si cabe.

Empujo su cuerpo hacía dentro y salgo de allí lo más rápido que puedo. Corro en dirección a mi habitación, dónde estaré a salvo de él, de sus ojos, de sus palabras tan acertadas para conquistarme...

Dos enfermeras se asombran al ver mi estado, pero no hacen nada, saben que si entro en pánico será peor. Al menos, ninguna es mi tía.

Cuando cierro la puerta con un sonoro golpe y pienso que estoy sola, al milisegundo se abre de nuevo, con el mismo ímpetu. Quedo asombrada, por la desfachatez de irrumpir aquí de este modo.

—Pero ¿qué te crees? —grito, aún a sabiendas que puede venir alguien.

—Lo de antes era una broma, deja que seamos amigos —se acerca y mis pies huyen de él.

—¿Piensas que vas a salvarme o algo parecido? —alzo la voz.

—¿De qué quieres que te salve, Vaiolet? —se aproxima con cuidado, delibera qué hacer desde su posición, esperando alguna respuesta por mí parte.

—¡De nada! —vuelvo a gritar, pero está vez con lágrimas. Esas que hace pocos minutos quería esconder a toda costa.

—Nadie puede hacerlo, estoy cansada de que lo intenten.

—No soy como el resto, solo quiero entender tu mundo, no me asustaré —se sitúa al borde del colchón de mi cama.

—No te conozco, no me conoces y ¿qué pasa con el tuyo?, hablamos de mí, pero no me cuentas nada sobre el por qué estás aquí.

—Ya lo sabes —se levanta exaltado.

—Sí... las drogas, creerás que soy estúpida.

—No tengo que convencerte, ni justificarme si quiera —abre las manos hacia los lados y se gira en dirección a la puerta.

—Aléjate de mí, no vuelvas, ni me hables y menos te atrevas a tocarme —me levanto de un salto y me pongo detrás suya.

—¡Bien!, me largo, loca esquizofrénica
—sonríe con malicia.

—¡Bien! —vuelvo a alzar la voz y se marcha por donde ha venido.

Las enfermeras alzan el teléfono mientras ven a Jhonas salir y a mí al borde de un ataque de nervios.

¿Cómo una persona que apenas conozco me puede alterar de este modo?

No volveré a verle, ni a cruzarme con él, tampoco quiero que me observe y menos de la forma en que lo hace, todo el día acechando.

A la mañana siguiente, decido que es mejor dejar el desayuno para quién tenga estómago, prefiero estar tumbada escuchando a The Fray. La canción You found me, deja que mis emociones se dispersen. El ritmo de la batería intensifica el sonido de mi corazón, el piano sigue la velocidad de mis lloros y la voz rasgada de Isaac Slade consigue que me sienta comprendida.

Como es lógico, la calma no duró, ya que mi tía se enteró del escándalo y me pidió reunirse conmigo a primera hora. Me inventé un virus estomacal y esto me dio unas horas para trazar un plan. Cuando lo tuve todo controlado, decidí que llegó el momento de abrir la funda que me dejaron como obsequio el día anterior.

Desde que descubrí qué era, hasta que reaccioné, pasaron varios minutos. Es una GIBSON J15 negra, es decir, una súper guitarra.

Mi mano se situó en mi pecho por el asombro, notando como el corazón se aceleraba y mis labios dibujaban una de las pocas sonrisas de ese mes. Sé quién ha sido, mi hermano Lauren, ya que debajo de la guitarra había una nota:

Neil quedó desfasada, a decir verdad, nunca me gustó como sonaba. Gibs te ayudará con nuevas letras y le dará luz a tu nuevo hogar.

Te quiere, Lauren.

Como una niña pequeña, comienzo a afinar mi nueva compañera. Cierro las ventanas, enciendo unas velas y me tumbo en la cama. Ubico la guitarra encima de mi cuerpo, cierro los ojos y comienzo a cantar Older de Sasha Sloan.

ESCUCHAR AQUÍ; https://soundcloud.com/jenn-mor-326267250/older-por-carla-dominguez-1

Lágrimas recorrieron mis mejillas, haciéndome parar y dejando de lado la canción. Sintiendo que no merecía esta pequeña dosis de felicidad o alegría...

Al mediodía, me enteré que mi padre mantuvo una conversación en el despacho de mi tía.

Mierda, a él no lo había incluido en mi plan.

Ambos entraron en mi habitación sin previo aviso y tuve que improvisar.

—¡Hola!, ¿Cómo te encuentras hoy?
—pregunta demasiado animado y más aún sabiendo que es consciente del suceso de anoche.

—Que original, si lo que quieres saber es si sigo viva, lo estoy —le enseño mis muñecas.

—No hay nada en esta vida que me complazca más que tú estés viva, pero sabes que no me refería a eso —se acerca y pone un brazo sobre mi nuca.

—Ese chico no es mi amigo, ni siquiera lo conozco. La verdad es que últimamente me interesa la escritura y pensé que sería interesante ver la perspectiva de diferentes internos, para mí estudio claro, pero al final no sé lo tomó muy bien —mi padre pasa por todos los estados mientras voy relatando la historia que me acabo de inventar —. Sé que me sugeriste que no me acercará a él —me dirijo esta vez a mí tía —pero sentía interés por su historia.

—¿Y cuál es su historia, Vaiolet? —pregunta mi tía muy enfadada.

—Es secreto, sino nadie confiará en mí.

Cuando ella iba a replicar, mi padre se interpuso.

—Tu hermano me dijo que vino a verte el otro día —da vueltas sobre la habitación, como si la viera por primera vez, cambiando de tema bruscamente.

—¿Te contó que no quería verle?

—Sí, también —sigue dando vueltas alrededor como si quisiera contarme algo.

—Papá, suéltalo ya.

—Tengo que viajar a México por unos contratistas, solo serán unos días y...

—Vale, de todos modos estoy aquí sola, no entiendo qué problema ves a eso —le interrumpo.

—Quiero pedirte algo —carraspea la garganta —Necesito estar completamente seguro de que aquí todo va a estar bien, ¿sabes a qué me refiero?

—No, explícate —asevero enfadada.

—No quiero que te hagas daño, no podría perdonarme no haber estado y...

—No has estado en mucho tiempo —interfiero de nuevo muy enfadada —por unos días más, no lo notaré —sonrío de forma mezquina.

—Nos vemos en unos días, Val.

Me da un beso en la frente y antes de cerrar la puerta, sujeta fuertemente mi mano.

—No vuelvas a hablar con ese chico — finaliza su acto con un beso en mi muñeca y una sonrisa igual de mezquina que la mía.

Cojo a mofletitos y lo abrazo fuerte, desde que se va.

—Papá volverá, no llores —acaricio a mofletitos que está preocupado por mí.

A los pocos minutos, salgo de mi cueva para pedir a las enfermeras un calmante y lo que me encuentro no encaja en mi cabeza.

Mi padre está hablando con Jhonas. Ambos se percatan de mi presencia y me observan, Jhonas sorprendido, agacha la cabeza y mi padre precavido, se marcha antes de que pueda preguntarle.

—¡Eh! espera —grito detrás de Jhonas.

—¿Ahora me hablas? —sonríe con ironía.

—Me parece increíble que seas tú quién diga esto. ¿De qué conoces a mi padre?

—No sabía que era tu padre —se muerde los labios bruscamente —Solo me choque con él, vuelve a tu madriguera —escupe las palabras desconociendo lo que me  provocan.

—¡Que te den! —clamo, y con toda la ira que intento contener levanto un dedo.

—Más te gustaría.

Y con ese comentario engreído, se aleja, dejándome con muchas cuestiones sin resolver.

Continue Reading

You'll Also Like

Criba By Lex

Teen Fiction

351 79 3
La historia continúa.
1.7M 17.3K 3
*Wattys 2018 Winner / Hidden Gems* CREATE YOUR OWN MR. RIGHT Weeks before Valentine's, seventeen-year-old Kate Lapuz goes through her first ever br...
1.1K 767 24
Bianca es una joven bruja que por cosas del destino nació con el cabello negro el cual es simbolo de las brujas de la oscuridad esto hizo su vida un...
43.7M 1.3M 37
"You are mine," He murmured across my skin. He inhaled my scent deeply and kissed the mark he gave me. I shuddered as he lightly nipped it. "Danny, y...