Star Kids - Jojo's Bizarre Ad...

By ItoFuyo

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Mientras Giorno Joestar debe aprender a hacer amigos a preocupación de sus padres, Josuke Joestar se divierte... More

Prólogo.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.

Capítulo 6.

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By ItoFuyo

Una nueva semana iniciaba y con ella nuevos días para pasarla en la estancia infantil. Esa mañana Giorno se despertó con más entusiasmo del habitual o al menos así lo percibieron sus padres. Mientras que la semana anterior fue necesario que alguno de los padres fuese a levantar al niño de la cama, este lunes el niño bajó por cuenta propia al comedor con su ropa ya puesta correctamente, dándoles los buenos días con una sonrisa mientras se sentada en su lugar en el comedor. Sus padres le dieron una mirada sorprendida y luego compartieron una entre ellos, asombrados por ver a su hijo ya preparado aunque en realidad su cabello seguía suelto y sin peinar adecuadamente.

Después de un desayuno en familia, de lavarse los dientes y de que Dio peinara el cabello de su hijo como siempre, fue hora de que todos partieran a sus respectivas actividades. Giorno se despidió de Danny, quien le respondió con un ladrido moviendo la cola alegremente, luego ya fuera de la casa el niño se despidió de su papi pues era turno de papá de llevarle a la estancia. El camino en auto fue tranquilo, no hubo mucha conversación salvo por Dio recordándole al niño que si algo ocurría o si sus compañeros le hacían algo desagradable, debía defenderse en el momento y más tarde contarselos a ellos a lo que el niño asintió y se dio por enterado. Una vez en la estancia el ritual fue el mismo de los días anteriores, su padre tocó el timbre y el señor Bucciarati salió para recibirle, se despidieron y su padre se marchó en su auto. Ya una vez dentro de la estancia dejó su mochila donde siempre y se adentró a la sala, donde Narancia le recibió con una sonrisa.

¿Va a leeme oto cueto hoy? – Preguntó el niño con aquellos ojos llenos de brillo y emoción.

– Sí – Giorno asintió sonriendo. La verdad era que disfrutaba mucho de leer para Narancia, pues desde que su tutora de lengua le enseñó a leer solo había leído para ella y un poco para sus padres, pero ninguno se emocionaba tanto como Narancia.

– ¡Chí! – Celebró estirando los brazos al aire. – ¡Voy a ecogelo! –.

Mientras Narancia elegía de entre todos los libros del lugar, Giorno le esperaba sentado en la esquina donde siempre se acomodaban para leer. Por su parte los cuidadores solo les miraban. Abbacchio no tardó en retirarse a la cocina para empezar con los preparativos para el almuerzo, Bruno se quedó en la sala un poco más y luego le siguió, por supuesto dejaron la puerta abierta para poder vigilar a los niños.

Cuando Narancia finalmente eligió el cuento del día, lo llevó con Giorno y se sentó a su lado para escucharle bien. Giorno comenzó a leer y después de eso se siguió la misma rutina que los días anteriores ya que al terminar la historia Bruno llamó a Narancia para comenzar con sus lecciones, continuando con el abecedario. Narancia estuvo renuente, protestó un poco para no seguir con la lección, pero Bruno se las arregló para mantenerlo quieto y lograr que estudiaran las tarjetas con las letras teniendo problemas con las letras R, N y S de nuevo. Durante la lección, Giorno se sentó a dibujar, pero no podía evitar prestar atención y notó con mucha curiosidad que por más que tratara, Narancia no podía pronunciar bien esas tres letras. Después de una hora de estudios, Bruno liberó a Narancia y así los dos niños volvieron a sus juegos.

Todo apuntaba a que sería un día igual a los anteriores, Fugo y Mista llegaron y todos comieron el almuerzo, luego los niños mayores hicieron su tarea y fue al terminarla que Bruno llamó la atención de todos.

– Bien, escuchenme todos, por favor – Como de costumbre llamó su atención aplaudiendo. – Preparense todos, iremos a dar un pequeño paseo –.

Los niños, quienes se encontraban jugando, reaccionaron con emoción exceptuando a Giorno quien no entendía bien lo que ocurría.

– ¿A dónde iremos? – Preguntó Fugo.

– Daremos un pequeño paseo por la calle hasta llegar a un lugar sorpresa – Respondió sonriendo.

– ¡Sí! ¡Paseo! – Narancia se puso de pie y comenzó a correr con emoción por todos lados. – Hey, tranquilizate, sabes que deben ir en orden – Le dijo Abbacchio con el mismo tono de regaño de siempre.

Narancia no le escuchó y siguió celebrando. Fugo trató de detenerle, pero no era escuchado. Giorno seguía sin entender del todo, sabía lo que era un paseo, pero estaba confundido ya que no sabía que eso se hacia en las estancias infantiles.

– Giorno, nosotros damos algunos paseos por el vecindario en ocasiones, también a veces salimos al parque, pero para hacerlo todos deben portarse bien e ir en orden ¿Entendido? – Bruno vio la confusión en el pequeño y se le acercó para explicarle.

El pequeño rubio asintió, ahora entendiendo mejor la situación.

– Bien, vamos a prepararnos, por favor formen una línea recta –.

– Ya escuchaste, Narancia – Abbacchio volvió a intentar tranquilizar al menor. Esta vez tuvo excito pues el niño se detuvo y se formó con sus amigos.

Los cuidadores se quitaron los delantales que siempre llevaban puestos para evitar que su ropa se manchara de pintura, plastilina o comida. Bruno dejó los delantales en una mesa mientras Abbacchio iba al baño y volvía con una mochila de color blanco en la espalda, la cual se trataba de un botiquín de primeros auxilios el cual siempre llevaban consigo cuando salían fuera en caso de que algún niño se cayera y lastimara.

– Bien, formaremos dos equipos ¿De acuerdo? Fugo y Narancia irán con Abbacchio, Mista y Giorno irán conmigo, los equipos deben tomar la mano de sus compañeros y no soltarlas en ninguno momento ¿Entendido? –.

– ¡Sí! – Corearon los 4 niños.

– Antes de salir todos deben tomar sus mochilas de los casilleros y llevárselas ¿Saben por qué? –.

– Por si necesitamos algo – Fugo respondió levantando la mano.

– Muy bien, correcto, podríamos necesitar algo que en sus casas les hayan empacado, bien, ahora vamos –.

Con Bruno al frente, los niños se apresuraron hacia la entrada, Abbacchio se quedó atrás para vigilarles. Los niños cargaron sus mochilas listos para salir y tomaron las manos de sus compañeros tal y como su cuidador se los dijo. Fugo tomó la mano de Narancia y Narancia tomó la mano de Abbacchio, Mista tomó la mano de Giorno y Giorno la de Bruno.

A decir verdad, el más ansioso por el paseo era Giorno. No sabía cómo se llamaba ese lugar, pero nunca antes había ido allí por lo que las calles eran desconocidas para él, cada mañana en su camino en auto veía muchos restaurantes y tiendas y quería verlas más de cerca. El lugar le parecía muy diferente a su vecindario.

– Listos todos, nos vamos – Bruno abrió la puerta y dio el primer paso. Salió por completo llevando consigo a los dos niños. – Seguiremos este camino, recuerden ir con orden –.

El paseo comenzó con los cuidadores sujetando con firmeza la mano de su respectivo niño además de acomodarse de modo que ellos fuesen del lado de la carretera y los niños del otro lado resguardados de cualquier peligro. A esa hora el sol seguía brillante, pero su fuerza era menor, el color del cielo aún era azul y despejado, había una mayor circulación de personas por las calles y de autos por la carretera a diferencia de las mañanas que suelen ser muy tranquilas, pero estaban lo suficientemente despejadas para que el pequeño grupo de la estancia pudiese caminar sin problema y sin estorbar a nadie.

Giorno miraba cada detalle con mucha atención, los edificios de colores rojos y ladrillo le recordaban mucho a su vecindario, sólo que estos eran locales y restaurantes y no viviendas. Sus ojos azules se admiraban ante las llamativas mesas con sombrillas afuera de algunos restaurantes y cafeterías, también se admirada de las pequeñas cortinas con volantes en la entrada de muchos negocios anunciando sus nombres.

– Abbacchio ¿Podemos come gelato? – Preguntó Narancia al pasar por un local de dicho postre.

– No – El hombre se limitó a ser directo con su respuesta.

Giorno no pidió gelato, pero se admiró al ver los diferente locales donde los vendían. Todos eran muy coloridos y en algunos se podían ver muchos y distintos sabores de aspecto delicioso en los refrigeradores. De no ser porque sus padres le enseñaron a no pedirles cosas a las personas que no fuesen de su familia, habría hecho un intento de conseguir gelato igual que Narancia.

– Abbacchio ¿Podemo come cannoli? – Narancia hizo un nuevo intento.

– No – Y nuevamente Abbacchio lo negó.

Otro detalle que también sorprendía mucho a Giorno era el sonido pues por cada local que pasaban se podía escuchar música muy alegre y se percibía un ambiente muy cálido y vivo, tan cálido y vivo como el color amarillo de las hojas de los enormes árboles que encontraron luego de caminar unos minutos y dirigirse a una zona donde los grandes restaurantes iban desapareciendo y los negocios se volvían más modestos, pero igual de llamativos.

– ¿Estás bien, Giorno? – Mista preguntó tras notarle en silencio mirando todo.

– Sí – Asintió un poco distraído.

– ¿Qué es lo que miras tan feliz? – Cuestionó ladeando la cabeza.

– Mista, Giorno no vive aquí como nosotros, él vive en otro lugar así que este es su primer paseo, es un lugar nuevo para él – Explicó Bruno.

– Ohhh, es eso ¿En dónde vives, Giorno? –.

– En Beacon Hill – Respondió tranquilo.

Para Bruno no fue una sorpresa que el pequeño pudiese responder con el nombre de su barrio. Giorno era muy inteligente y maduro para su edad, estaba seguro de que sabía su dirección completa e incluso el número de celular de sus padres para contactarlos en caso de una emergencia.

– Wow, genial ¿Tú casa es muy grande? – Mista se veía muy interesado.

– Bueno, creo que sí, no lo sé – Giorno no sabía cómo responder a eso pues para él su casa era solo su casa, nunca se había puesto a pensar si era grande o pequeña.

– ¡Debe ser grande! Tiene que serlo si te dejan tener a Danny – Exclamó muy seguro. – Yo también quiero tener un perro, pero mi mamá dice que no podemos porque en nuestra casa no hay espacio –.

– ¿De verdad? –.

– Sí – Mista frució los labios en queja.

Giorno quiso preguntar más, pero calló al escuchar algo.

– Ah, Bruno, ciao – Una joven mujer que cruzó camino con el grupo saludó a Bucciarati.

– Ciao, Rosetta – Bruno correspondió levantando la mano.

El suceso no habría llamado la atención del pequeño Joestar de no ser porque se repitió al poco tiempo.

– ¡Ciao, Bruno! –.

– Ciao, Graziella –.

– ¡Bucciarati! Ciao, come va? – Esta vez fue un hombre en la acera contraria quien saludó.

– Tutto vene, signore Conte –.

No era la primera vez que Giorno veía que alguien era saludado por muchas personas, sus padres también lo eran en sus respectivos trabajos, pero le tomó un poco por sorpresa y eso lo notó Mista.

– Bruno es una celebridad por aquí – Se acercó a murmurarle.

– Ohhh – Giorno no pudo evitar soltar una exclamación de sorpresa.

– No es nada de eso, Mista, solo conozco a muchas personas y si alguien te saluda lo correcto es devolverle el saludo – Dijo Bruno.

Mista sonrió y le guiñó un ojo al rubio en un gesto de travesura.

– Abbacchio ¿Podemo---? –.

– No, no podemos – Abbacchio ya estaba un poco harto de la insistencia del niño con comprar comida en cada local por el que pasaban. – Se paciente, comeremos en el lugar al que vamos –.

– ¿Y qué lugar es ese? – Preguntó Fugo, notando que nunca les dijeron que irían a un lugar en especifico.

– Ya casi llegamos –.

Mientras seguían caminando a Mista le pareció reconocer la ruta.

– Oye Bruno ¿Por aquí no es... ? –.

Bruno sonrió y asintió, sabía que el pequeño se emocionaría mucho y no se equivocó. Los ojos oscuros de Mista se iluminaron de emoción y trató de apresurar el paso. Caminaron un par de pasos más hasta doblar en una esquina y finalmente llegar a su destino.

– Hemos llegado, niños –.

Giorno y sus compañaros Fugo y Narancia miraron con asombro el letrero con el nombre del lugar, aunque en realidad los dos últimos ya lo conocían. El rubio pudo leer claramente "Panetteria Menini" en grandes letras de color blanco con un delineado y fondo azul.

– La señora Menini me llamó esta mañana para decirme que comenzarán a vender un nuevo bizcocho y quisiera que nosotros le ayudemos a saber si es delicioso o no – Les explicó sin borrar su sonrisa en ningún momento.

– ¡Chí! – Narancia celebró dando pequeños saltos en su lugar.

Fugo también se veía emocionado al igual que Giorno cuyos ojos brillaban de curiosidad, pero sin duda el más emocionado de todos era Mista.

– Muy bien, entraremos en orden –.

Pese a la orden de Bucciarati, Mista cruzó la puerta corriendo. El niño entró y fue directamente hacia la caja registradora.

– ¡Mamá! – Exclamó con fuerza.

La voz del niño llamó la atención de los clientes que había en el lugar, pero en especial la de la cajera. En un intento por detener al niño antes de que provocara un accidente, Bruno se apresuró a entrar llevando a Giorno consigo, así el niño pudo ver que la mujer tras la caja era la misma que noches anteriores fue a recoger a Mista a la estancia.

– ¡Guido! – La joven mujer de cabellos oscuros reaccionó e intentó moverse de su puesto, pero para cuando recién iba saliendo de detrás del mostrador, el niño ya había llegado a su lado y le abrazaba con fuerza por la cintura.

– ¡Mista! – Le riñó Abbacchio ingresando con Fugo y Narancia, pero al niño no le importaba en ese momento.

Guido Mista estaba demasiado ocupado abrazando a su madre y no prestaba atención a lo que su cuidador pudiera decirle. La mujer por su parte correspondió el abrazo de su hijo para luego poner sus manos sobre los delgados hombros de niño.

– Guido, mon garçon, yo también estoy feliz de verte, pero recuerda que no debes separarte del señor Bruno y del señor Abbacchio – Le dijo como un pequeño regaño, pero su voz era tan suave y estaba tan cargada de cariño que no lo parecía.

– Sí lo sé, lo siento – La sonrisa en el rostro de Guido no lo hacía verse muy sincero, pero se giró hacia sus cuidadores para disculparse. – Lo siento, Bruno, lo siento, Abbacchio –.

– Sabemos que estás emocionado, pero no vuelvas a separarte así – Le dijo Abbacchio, quien de ambos cuidadores era el que la mayoría de las veces se encargaba de los regaños.

Mista asintió y volvió a separarse de su madre. La mujer les dio una mirada de disculpa a los clientes presentes por el alboroto, pero ellos parecían no haberse molestado en lo absoluto o incluso parecían ya estar acostumbrados.

– Disculpe, signorina Sherry, venimos a llamado de la signora Menini – Bruno trató de tomar las rindas del asunto.

– Oh, sí, en un momento le llamo – La mujer le dio un par de palmadas a su hijo en la espalda para indicarle que la soltara y que le esperara con sus compañeros y se dispuso a ir en busca de su jefa en la parte trasera.

Mientras esperaban, Giorno admiró cada rincón del lugar. Por supuesto él sabía lo que era una panadería, en muchas ocasiones visitó alguna con sus padres y con la tía Erina, pero era la primera vez que se encontraba en una como esa. Las paredes eran de un azul claro, había estantes de madera oscura rodeando el lugar y encima había bandejas con diferentes tipos de pan, todos de muy buen aspecto, pero por más que intentara reconocerlos no pudo hacerlo, de todo el gran repertorio solo lograba reconocer el baguette. Le sorprendía enormemente ver cuántos panes desconocía.

– ¿La mamá de Mista no va a da pa? – Preguntó Narancia jalando la mano de Abbacchio.

– Sí, solo sé paciente –.

Al instante en el que Abbacchio respondió, la madre de Mista reapareció en escena acompañada de una mujer mayor de baja estatura, llevaba un adelantar blanco y un pañuelo cubriendo su cabello además de una charola con bizcochos.

– Bruno, que alegría que ya estén aquí – Saludó la mujer con un gesto amable.

– Buon pomeriggio, signora Menini, muchas gracias por invitarnos – Bruno usó sus mejores modales y su sonrisa más gentil – Niños, la señora Menini nos invitó ¿Qué debemos decirle? –.

– ¡Muchas gracias! – Corearon los cuatro infantes.

– ¡Pero que pequeños bambini tan lindos! – Exclamó la mujer.

– ¿No va a da pa? –.

– Narancia... – La paciencia de Abbacchio estaba siendo puesta a prueba ese día.

– Por supuesto, pequeños, aquí tienen, pueden tomar uno cada quien – Gracias a que su estatura era baja no fue necesario que se agachara mucho para acercar la bandeja a los niños. Narancia fue el primero en tomar uno de los panes, le siguió Mista, luego Fugo y Giorno y por último los adultos. Como pasaba con cada cosa nueva que descubría, Giorno admiró el bizcocho en sus manos con sus ojos brillando de curiosidad.

– ¿Pasa algo, Giorno? – Preguntó Bucciarati al notar que no probaba bocado alguno.

– ¿Cómo se llama esto? –.

– Oh, este pan se llama Pandoro, tiene harina, huevo, mantequilla y otros ingredientes más, el polvo que le cubre es azúcar glas seguro te gustará –.

Giorno observó a sus compañeros, todos comían felices, Narancia tenía el rostro lleno de migajas en señal de lo mucho que estaba disfrutando del bizcocho. Incluso Abbacchio comía en silencio. No es que dudara del sabor, pero como todo niño ante algo desconocido, sentía cierta aprensión, sin embargo al notar que la anciana mujer le miraba con cierta ilusión, se atrevió a dar el primer mordisco descubriendo que en efecto, el pan estaba delicioso.

– Delicioso... – Murmuró sin apartar la mirada del bizcocho.

– ¡El pan de la señora Menini es el mejor! ¡El de mamá también! – Proclamó Mista al escucharle, dándole una sonrisa a su madre quien se distrajo un momento de atender a un clienta para sonreírle.

– Me alegra tanto que les guste, no estaba segura de si era buena idea comenzar a hacerlo – Comentó la mujer.

– Su sabor es excelente como todo en su tiendas, signora, estoy seguro que será todo un éxito – Le comentó Bruno. – Nuevamente le agradezco por compartirnos su receta y darnos la oportunidad de salir de paseo –.

– Pueden venir cuando gusten, el lugar se llena de vida cada vez que Guido está aquí –.

El niño en cuestión le sonrió a la mujer. Su mamá trabajaba allí desde que era pequeño y muchas veces le llevaba con ella por lo que conocía a la mujer desde que tenía memoria, ella siempre había sido muy buena con él y él la consideraba una abuela.

– Aun así, muchas gracias –.

Mientras los niños seguían degustando de su bocadillo, los adultos entablaron una pequeña conversación acerca de postres y de más recetas por parte de la dueña del lugar con algunos comentarios sobre temas más triviales como el clima de la estación o el ambiente vivido en el barrio. La madre de Mista continuaba con su trabajo atendiendo clientes, pero también se unía a la conversación de vez en cuando, tiempo que también aprovechaba para vigilar a su hijo pues ella mejor que nadie sabía lo inquieto e hiperactivo que podía ser.

Aquel día sin duda fue de muchos describimientos para Giorno. El pequeño sin saberlo había tenido un acercamiento a la cultura y gastronomía italiana, pero aún sin saberlo le encantó.








★☆★☆★☆★☆★☆★☆★

Buenas, dejo aquí el sexto capítulo junto con algunas aclaraciones nwn

El vecindario: El barrio de North End está poblado de restaurantes italianos y de más locales para atraer al turismo, su arquitectura en general en cuanto a casas y edificios no difiere mucho del resto de Boston, pero los locales y tiendas sobresalen por sus colores rojo y verde.

— Come va?: En italiano significa "¿Cómo te va?" o "¿Cómo va todo?". En italiano solo existe 1 signo de interrogación y es el final, al igual que en el inglés.

— Tutto vene: En italiano significa "Todo va bien" o "Todo bien".

— Mon garçon: En francés significa "mi niño" de forma cariñosa. La madre de Mista es Sherry, la hermana de Polnareff y al ser francesa en ocasiones dice algunas palabras en francés.

Bambimi: En italiano significa "niños" o "pequeños" está en plural, en singular es "Bambino" y se refiere únicamente a los varones.

— Pandoro: Es un pan italiano originario de Verona, como se menciona contiene harina, huevo y mantequilla, además de espolvorarse con azúcar glas, es un bizcocho alto en forma de estrella o de pequeña montaña. Es un postre tradicionalmente navideño.

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