Junto a ti

By MyPerfectGuys

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Segunda temporada de 'Te Necesito' More

Sinopsis
01.
02.
03.
04.
05.
06.
07.
08.
09.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16. «1ª parte»
16. «2ª parte»
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
26.
27. «1ª parte»
27. «2ª parte»
28.
29.
30.
31.
32.
33.
34.
*Explicaciones*
35.
36. «1ª parte»
36. «2ª parte»
37.
38. (último)
Epílogo
*Nota final*

25.

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By MyPerfectGuys

Él sacudió su mano una vez más en el aire, en señal de despedida, y acto seguido se marchó. De inmediato entregó su documentación a una azafata y desapareció entre las puertas que daban al avión. Antes incluso de que ese avión se pusiera en marcha yo ya sabía que algo malo iba a pasar.

Sabía que debía irme, que ya nada hacía allí, pero no podía. Algo detrás mía tiraba de mí insistentemente, queriendo alejarme de aquel sitio. Volví la cabeza, pero a nadie vi. Corrí hacia la cristalera que daba al exterior del aeropuerto y observé aquel enorme trasto, moviéndose en dirección a las pistas de despegue.

-No, no, no, no... -repetía constantemente, cada vez con más amargura, mientras el avión en el que la persona a la que más había querido en toda mi vida iba cogiendo más y más velocidad.

Y de pronto, bum. Éste estalló en el mismo instante en que dejó tierra. Observé atónita como una enorme bola de fuego cubría por entero todo mi campo visual. El estómago se me encogió abruptamente, y sentí como la capacidad de respirar me fallaba.

-Liam... -emití desolada, cayendo al suelo de rodillas- Liam no...

Parpadeé desorientada, y entonces todo a mi alrededor comenzó a girar sin control, devolviéndome justo al momento antes de que el avión explotara por los aires. Entonces, de nuevo se produjo ese estallido, pero ahora con muchísima más fuerza ¡Bum!

-Liam -susurré acelerada, incorporándome de golpe en la cama.

Con una mano en el pecho, a la altura de mi corazón desbocado, miré con los ojos muy abiertos las cuatro paredes de mi cuarto que me rodeaban, asegurándome de que todo había sido irreal, y tomé aire profundamente.

-_____, ¿qué te ocurre? ¿estás bien? -con una expresión de espanto, Karen apareció por la puerta y se acercó hasta la cama- Te he escuchado hablar...

-Tranquila, estoy bien, estoy bien -insistí, queriendo convencerme también a mí misma de ello. Cerré mis ojos vencida y luché por controlar mi pulso-. He tenido una pesadilla horrible, pero sólo eso, estoy bien.

Me sonrió más calmada y me besó la frente. Se echó el paño de limpiar el polvo que llevaba en la mano al hombro y se acercó hasta la ventana para abrir las cortinas de par en par. La claridad me cegó ligeramente unos segundos.

-Anda, baja a la cocina, en seguida empezaré a prepararte el desayuno.

-Antes me daré una ducha, ¿te parece? -me levanté de la cama y me estiré perezosamente- Necesito despejar la mente un poco... -susurré saliendo de la habitación seguida por ella.

-Cómo quieras.

Dejó un par de toallas limpias sobre el mármol del baño y, a continuación, cerró la puerta dejándome a solas.

Caí pesadamente sobre la tapa del inodoro al mismo tiempo que daba un gran suspiro y escondía mi cara entre mis manos. Aquel sueño me había sobrepasado. Jamás había vivido uno tan real como éste había parecido. El susto todavía me hacía temblar. Era realmente escalofriante pensar en que Liam podía irse así sin más un día cualquiera... Pero era una tontería que siguiera dándole vueltas a eso en mi cabeza. Era seguro que nuestro destino era incierto, pero a él todavía le quedaban muchas cosas por vivir.

Alcé la cabeza y observé mi reflejo un tanto desaliñado en el cristal. Ahora que era consciente del terrible aspecto que tenía por las mañanas, me sorprendía enormemente el hecho de no haber espantado ya a Liam de mi lado. Con ese pensamiento en mente, recogí mi pelo en un moño desordenado y me metí con rapidez en la ducha. El agua estaba congelada, pero justo eso era lo que necesitaba esa mañana, así conseguí olvidarme de todas mis preocupaciones.

Después de haberlo meditado bajo el agua, en cuanto salí agarré mi móvil y le escribí un mensaje siguiendo los impulsos guiados por mi corazón. Quería que lo primero que viera al despertar, si es que no lo había hecho ya, fuera mi mensaje para que pensara en mí durante todo el día.

'Buenos días, pequeño ;) ¿Qué tal te fue el viaje? ¿Descansaste? No hace más de un día que no nos vemos y ya te hecho terriblemente de menos... Espero que lo paséis muy bien hoy, y suerte, mucha, mucha suerte. Te quiero xx. '

Envié el mensaje, después de leerlo y releerlo como unas cien veces. Me sentía tímida con él hasta para escribirle un simple mensaje. Ya no sólo me costaba decirle un 'te amo' a la cara, ahora también me costaba escribírselo en el móvil. A veces me sentía patética.

Tras vestirme con ropa cómoda, bajé las escaleras con aire resuelto y terminé de ayudar a Karen en la cocina. Desayunamos tranquilas y más tarde, mientras ella continuaba con las tareas de la casa, comencé a organizarme el día para aprovechar el tiempo que tenía.

Ese día, a pesar de ser lunes y de tener clase, mi padre me permitió quedarme en casa, consciente de que los día anteriores a exámenes importantes del conservatorio entraba en un estado de histeria difícil de sobrellevar y me costaba mucho prestar atención a otra cosa que no fueran mis partituras. Me quedaban dos días para la audición de piano, se podía decir que el acontecimiento más importante en los próximos cinco días, y sabía que no tenía que presionarme más de lo debido o sino sufriría las consecuencias. Me había pasado en más de una ocasión que de tanto ensayar, los dedos finalmente, como si tuvieran vida propia, optaban por desobedecerme e ir por su cuenta, a pesar de que trataba de volver a ejercer todo el control sobre ellos.

-Creo que ya fue suficiente por hoy -me interrumpió Karen como si palpara mi frustración contra un pasaje con el que luchaba desde hacía largos minutos.

Quité mis manos del piano como si las teclas ardieran y respiré hondo. Tenía que mantener la calma.

-Sabes muy bien que cuanto más te empeñes en hacerlo perfecto ahora no te va a salir, y menos con lo tensa que estás -me tomó de la mano y me llevó hasta uno de los sillones más cómodos del salón. Allí alcanzó un vaso con una infusión que había sobre la mesa y me lo tendió-. Tómate esto. Te hará bien para los nervios. Es una valeriana.

Haciéndole caso, le sonreí agradecida por cómo me estaba cuidando y acepté de buen agrado la bebida. Me fijé en que ya se había cambiado su ropa cómoda por la que solía traer a primera hora de las mañanas, al parecer ya había acabado su jornada en casa y poco tardaría en marcharse. Sin embargo, recostó la espalda sobre los cojines del sofá y se acomodó a mi lado, dispuesta a pasar así todo el tiempo del mundo.

-¿Podrías quedarte hoy a comer conmigo? Me parece que estar sola es lo único que no necesito ahora.

-¿Tu padre no vendrá?

-Creo que tenía una comida del trabajo, o algo así me dijo.

-Que raro. Geoff no me ha informado de nada de eso. Es más, acaba de llegar a casa -comentó mirando un mensaje en su móvil.

-Bueno, no me hagas mucho caso, cuando me lo dijo recién se acababa de marchar Liam y yo estaba algo afectada...

Ella giró la cabeza y me observó con gran diversión.

-Ay, lo que hace el amor -suspiró con gracia-. Si quieres voy a buscar a Katy al colegio y la traigo aquí para que comamos las tres juntas. O no, mejor, me acompañarás a buscarla e iremos a algún restaurante. Ya verás que a ella le encantará la idea.

Quise negarme en cuanto reparé en el hecho de que iba a gastar el poco dinero que ganaba en una comida con su hija y conmigo, pero finalmente decidí mantener la boca cerrada y no arruinar su felicidad. A mí también me apetecía, así que acepté. De algún modo la convencería de dejarme invitarlas yo a ellas en un restaurante situado en una callejuela paralela al colegio, sitio el cual conocía gracias a Liam, que, como siempre, había descubierto única y exclusivamente para que fuéramos ambos a comer algunos días después de las clases.

* * *

Llegué a casa después de haber pasado absolutamente toda la tarde fuera. Eran las nueve y media de la noche. La comida del medio día se había terminado alargando hasta esa hora, pues seguidamente habíamos ido al cine a ver una película de dibujos que Katy pidió insistentemente y más tarde caminamos de vuelta a nuestras casas paseando por las calles de la ciudad. Me sorprendí a mí misma pensando en lo mucho que Liam habría disfrutado de este día con nosotras. Eso sí, se habría negado a la locura de volver caminando a esas horas por las calles oscuras y nos habría llevado en su coche. Me abracé a mí misma con los ojos cerrados imaginando su presencia allí a mi lado. Cuanto estaba notando su ausencia...

Salí del ascensor y entré a casa pretendiendo hacer el menor ruido posible, quizá papá ya dormía. Pero no. Avancé por la casa hasta que llegué al salón, donde lo encontré extrañamente sentado en la chaise-longue donde él solía tumbarse después de comer. Estaba echado hacia delante mientras con su mano derecha se sostenía el pecho. Asustada por lo que mis ojos veían, corrí hacia él y me arrodillé en el suelo.

-Papá -lo llamé buscando su mirada-, papá ¿estás bien?

Agaché la cabeza y vi su expresión dolorida, la cual trataba de esconder seguramente para no alarmarme.

-S-sí -balbuceó un par de veces-, estoy bien hija. Sólo fue un leve dolor en el pecho. Ya se me pasó.

Se incorporó y se levantó con mi ayuda.

-¿Seguro?

-Sí, sí -habló convencido- Me iba a acostar ya. Estoy cansado.

-Sí, yo creo que también me iré a dormir ya -respondí aún alerta a todos sus movimientos mientras se dirigía hacia las escaleras-. ¿Qué tal tu día?

Me quité los zapatos y con ellos en la mano lo seguí escaleras arriba.

-Agotador, como siempre -se dio la vuelta y me besó la frente-. Hablé con Pilar esta tarde y le informé de que te ausentarás unos días del colegio, ¿de acuerdo? Quiero que estés tranquila esta semana.

-Gracias, papá -él asintió con su cabeza y se metió en su habitación- ¿No necesitas nada? Te puedo preparar una infusión o algo...

-No, no, estoy bien. Buenas noches.

-Buenas noches -dije, y después él cerró su puerta.

Tendría que fiarme de sus palabras si él así lo decía, aunque por su aspecto supe que el dolor que había tenido no había sido tan leve como aseguraba.

Me encaminé hacia mi habitación y también cerré la puerta. Al mirar la cama de nuevo la imagen de Liam allí tumbado me vino a la cabeza de nuevo. Primero fue una sensación completamente nostálgica, pero más tarde la nostalgia fue sustituida por una vergüenza incomprensible. Recordé algunos besos bastante intensos y algunas actitudes cariñosas que habíamos mantenido entre aquellas cuatro paredes y mis mejillas ardieron. Rápidamente me puse el primer pijama que vi en mi armario y corrí a acurrucarme entre las sábanas, deseosa de cerrar los ojos y, aunque fuera, soñar despierta que allí estaba él, brindándome todo el cariño que añoraba por su parte. Sonreí contra la almohada en cuanto sentí su masculino olor impregnado en mi cama.

Pero tanto pensar en él me hizo darme cuenta de que yo aún esperaba una respuesta por su parte del mensaje de esa misma mañana. Alcancé mi móvil en la oscuridad de la habitación y comencé a comprobarlo todo, incluso las llamadas, pero nada, parecía haberse implicado por completo en el campeonato. Él era muy profesional la verdad, pero algo me daba mala espina. No había vuelto a escuchar su voz desde aquel "Te amo, preciosa" en el aeropuerto el día anterior.

Pensé en dejarle otro mensaje, pero no quería presionarle, a lo mejor lo que pretendía era desconectar del mundo entero en aquella semana, incluso de mí, así que, aunque me doliera un poco la idea, dejé las cosas como estaban.

Minutos más tarde, vencida por un inexplicable cansancio, caí rendida en los brazos de Morfeo.

El miércoles pasó como otro día cualquiera, a excepción de que de nuevo volví a faltar al colegio. Por la mañana repasé unos cuantos apuntes de armonía, los cuales incluían análisis y composición, y a primera hora de la tarde me presenté en el aula correspondiente del conservatorio para hacer uno de los dos exámenes escritos que tenía programados. Respiré aliviada cuando lo acabé, convencida de que me había salido muchísimo mejor de lo que esperaba.

Le eché de nuevo un vistazo al móvil, pero ni una señal tenía de que Liam se hubiera percatado de mis intentos por contactar con él. La cosa ya comenzaba a preocuparme seriamente. Por lo menos un "Hola, he llegado bien, no te preocupes" por su parte, no echaría por tierra sus buenos y educados modales que tanto admiraba.

Mis labios emitieron un suspiro pesado al tiempo que recostaba la cabeza contra un poste que presidía la parada de autobuses. Me distraje unos segundos pensando en las posibilidades de que algo malo hubiera podido ocurrir, pero entonces un silbido de lo más atrevido salió desde el interior de un coche alertándome al máximo.

-¿A dónde te llevo, muñeca?

Niall bajó la ventanilla del coche hasta bajo mostrando su sonrisa fanfarrona y me hizo un guiño exagerado, logrando sacarme unas carcajadas.

-Me mandaron a estar encima tuya durante estos días, y yo cumplo ordenes -dijo en actitud chulesca, aunque más tarde reparó en el doble sentido de sus palabras y rectificó- O sea, estar encima tuya no literalmente... me refería a cuidarte, a pasar tiempo contigo... -balbuceó moviendo sus manos nervioso sobre el volante-. Anda sube antes de que la fastidie más todavía.

Divertida a más no poder, agarré el bolso dónde había guardado todos mis apuntes del examen y corrí a subirme a su lado.

-Ahora comienzo a dudar si eres tú el que pervierte a Alba o es ella la que te pervierte a ti...

Él se incorporó al tráfico nuevamente sin problemas y me miró encantado, otra vez ese matiz engreído había aparecido en sus ojos.

-Es un toma y daca entre ambos, te lo aseguro -zanjó con una risa áspera-. ¿Qué tal te fue hoy?

-Bueno, bien creo. Fue poco tiempo el que estuve examinándome pero a la vez muy intenso. Los ejercicios de armonía requieren mucha concentración y eso desgasta -desvié la vista hacia él, que afirmaba pendiente de la carretera-. No sé porqué te hablo de esto, perdona, tú no entiendes de música.

Él se encogió de hombros entretenido, como si realmente no le importara no entender las cosas de las que le hablaba.

-Bueno, si te sientes mejor pensando que soy Liam... Aunque mi ser se siente dolido a pesar de todo -sopesó. Yo negué con la cabeza divertida y golpeé con suavidad su brazo- Era broma, tonta -rió-. Sé de sobra que no lograría suplantar a tu novio ni aunque me dieran cientas y cientas de clases de cómo ser una excelente alma caritativa y bondadosa. Además, es obvio que no aguantaría sin sexo tanto tiempo...

-Oh, por Dios. ¿Es que contigo no salen otros temas que no sean los referentes al sexo? -quise saber exageradamente.

-De acuerdo, bromas aparte -se puso relativamente serio y continuó hablándome-, no soy Liam, a la vista está, pero te propongo, como él hubiera hecho, pasar una tarde inolvidable conmigo. Sin sexo -aclaró, aguantando las ganas de reír.

-A ver, ¿qué propones, mono de feria?

Niall frenó al llegar a un semáforo en rojo y me observó con el ceño fruncido.

-En realidad no tengo ningún plan -susurró mientras se rascaba la nuca- Alba siempre dice que soy un desastre preparando citas y cosas de esas, así que no tengo experiencia pensando en planes para pasar el rato...

-Si no te importa, me gustaría quedarme en mi casa esta tarde. Mi padre no está, por lo que podremos ver películas tranquilamente.

A él se le iluminó la cara.

-¿No te aburrirás? -le pregunté, siendo consciente de que a los hombres esas cosas no les agradaban mucho.

-Ver películas es sinónimo de comer porquerías, ¿cómo me voy a aburrir? ¿estás loca?

Y sin más dilación, se puso rumbo hacia mi edificio, no sin antes pararse en un quiosco a comprar todo tipo de chucherías y bolsas de patatas fritas pringadas de aceite. Aquel chico no tenía remedio.

Estuvimos durante horas tirados en el sofá más amplio de mi casa. Debatimos acerca de qué podíamos ver, pero al no ponernos de acuerdo, ambos coincidimos en que si queríamos distraernos por más de dos horas seguidas, lo único que podíamos hacer era engancharnos a alguna serie. Anatomía de Grey fue nuestra elección. Sólo esperaba esa noche no soñar con Liam y, asociados a su vez, con conceptos relacionados a muertes cerebrales, atropellos o cirugías del corazón. Me daban escalofríos con solo pensarlo.

Cerca de las diez de la noche, cuando mi padre apareció por casa, de nuevo con aspecto demasiado deteriorado, despedí a Niall agradeciéndole por todo y corrí a la cocina para servir los platos de la cena antes de que papá bajara a cenar. Apareció en la habitación a los pocos minutos, y a pesar de que se había aseado y daba menos reparo mirarlo, aún continuaba caminando como un alma en pena.

-¿Te encuentras bien, papá?

-No, la verdad es que no -contestó, sentándose con lentitud en su silla habitual, frente a mí. Miró fijo el plato verde que tenía frente a él e hizo una mueca- ¿Por qué últimamente sólo cocinas verduras?

Sonreí instantáneamente, revolviendo el brócoli de mi plato de un lado a otro.

-Es lo más sano que hay -me encogí de hombros-, y lo más rápido. Pero no cambies de tema, ¿qué te pasa? ¿te duele algo?

-Me duele mucho el pecho, desde hace varios días. A veces es como si respirar me costara horrores.

-¿Quieres que te acompañe a urgencias? -pregunté, predispuesta ya a salir corriendo de casa. Dejé el tenedor sobre la mesa e hice el ademán de levantarme, pero él me paró agarrándome la muñeca- Papá... -protesté.

-Ya está, ya se me pasó. Tranquila que no es nada.

Fruncí los labios indignada al presenciar su dura mirada, esa que decía "haremos lo que yo diga, y punto", pero esta vez suavizada debido a las profundas bolsas y arrugas de sus ojos. Asentí, a pesar de estar en completo desacuerdo, y me resigné a acomodarme de nuevo e ingerir la verdura. A mi abuelo tampoco le pasaba nada y de un día para otro, acabó muerto por un ataque al corazón.

-¿Has decidido ya algo sobre los conservatorios? -quiso saber, rompiendo el tenso silencio que nos rodeaba.

-No -dije-, esperaré a que vuelva Liam para comentarlo con él. No quiero decidir nada todavía sin haberle consultado antes.

-Bueno, me parece bien -continuó hablando, levantándose de la mesa y haciendo un gran esfuerzo por retirar los platos sin que pareciera que le costaba casi la vida-, pero recuerda que esto es acerca de ti, de tu futuro. No quiero que dependas de nadie, y no sólo me refiero a Liam, también a tus amigos. Por mucho cariño que les hayas cogido tienes que tener claro que si la ocasión así lo precisa, vuestros caminos han de separarse.

-Sí, lo sé, sé lo que tengo que hacer. No te preocupes -me acerqué a él y le quité todo lo que tenía en las manos-. Y ahora vete a dormir, se nota que estás muy cansado.

-De acuerdo -obedeció sin rechistar.

Al terminar de meter todos los platos y los cubiertos en el lavavajillas, decidí recuperar del olvido aquel trasto-cacharro del que todo el mundo dependía hoy en día. Tenía un par de mensajes, uno de Alba diciéndome que todo iba muy bien pero sin concretar mucho más, y otro de Ruth, en el que junto a Carla me enviaba una nota voz informándome acerca de la cantidad de tíos buenorros que había en el hotel, todos ellos participantes del campeonato tanto de las modalidades de baloncesto como de fútbol. Sabía que más de una de las de tercero y mis dos amigas iban a perder la cabeza presenciando aquellos gloriosos partidos, babeando por las camisetas sudadas de esos pobres chicos. Arrugué la nariz asqueada. El único sudor que me agradaba percibir era el de mi hombrecito, y tenía claro que siempre lo sería.

Justamente de él seguía sin tener respuesta del mensaje. Me estaba comenzando a mosquear, pues me parecía todo muy extraño. Dos días enteros habían pasado ya.

Sabiendo que posiblemente las niñas se estuvieran preparando para ir a la discoteca en esos momentos, no me corté en absoluto de marcar el número de Alba. Ella por lo menos me diría que estaba pasando con Liam, el porqué de tanto misterio.

-¡_____! -atendió con alegría- ¿Qué tal? ¿Todo bien por ahí?

-Sí, sí, muy bien. Los exámenes que me quedan los tengo bastante bien preparados así que estoy medianamente tranquila. ¿Y vosotras? ¿Habéis jugado ya algún partido?

Me paseé por el salón ordenando un par de cosas que Niall me había dejado fuera de lugar y seguidamente me eché con pesadez sobre un sofá, alzando las piernas y recostando la cabeza en un cojín.

-Sí, dos -contestó emocionada- y ambos los ganamos como si nada, fue pan comido. Y mañana dos más, pero a primera hora -lloriqueó. Yo sonreí- Te echo mucho de menos en la cancha, dándolo todo junto a nosotras. Me hubiera gustado mucho que compartiéramos este viaje... pero bueno -resopló.

Miré el teléfono nostálgica con una mano en el pecho, como si con solo un parpadeo ella hubiera aparecido allí a mi lado y me hubiera dicho todo eso en persona.

-Oye, ¿sabes algo de Liam? -pregunté sin aguantar mucho más, intentando ocultar mis nervios y la sensación de culpabilidad que me invadía. La única razón por la que había decidido llamarla había sido porque era sólo ella la que me podía mantener relacionada directamente con él-. No me contesta ni a las llamadas ni a los mensajes desde que se fue, y estoy comenzando a preocuparme.

-Uh, lamento decirte que ha conocido a otra -dijo desinteresadamente.

Aferré el teléfono con mi mano y tragué saliva incrédula.

-¿Qué? -emití con la voz rota.

Ella rió con fuerza.

-Era broma, era broma -repitió exaltada sin contener su risa-. Ay, perdóname, por favor, es que estoy tan emocionada... y ya sabes que cuando me emociono me da por el cachondeo y... bueno. No te lo creíste, ¿no? -inquirió después de presenciar un silencio sepulcral por mi parte.

-Oh, no, no -fingí, con una carcajada de lo más falsa.

-Ya, ya -balbuceó irónica, riendo- Me encantaría explicarte lo que le ha ocurrido pero tengo que preparar las cosas de mañana, ponerme el pijama y muchas más cosas antes de dormir, así que...

-¿Os vais a acostar ya? ¿No vais a la discoteca? -pregunté realmente sorprendida. En los viajes pasados al Campeonato de España, ir a la discoteca del hotel era siempre algo sagrado por las noches después de cenar, era como un ritual, o por lo menos hasta la última vez que yo fui.

-Liam, tu adorado novio -aclaró con recelo-, nos lo ha prohibido hoy. Dice que debemos estar descansadas.

-¿A qué hora es el primer partido?

-A las ocho -respondió en un murmuro.

Abrí mis ojos de par en par.

-¿Y todavía te quejas? ¡Os está haciendo un favor! -lo defendí. Realmente estaba completamente de acuerdo con la prohibición de Liam- Ya verás mañana, cuando os despierte para desayunar a las siete, como se lo vas a agradecer.

-Lo sé, lo sé -me dio la razón con la boca chica. Negué entretenida moviéndome de lado en el sofá y suspiré-. Se me acaba de ocurrir una cosa -murmuró. A través del teléfono escuché movimiento y entonces volvió a hablar, pero no dirigiéndose a mí, sino a alguna de las que estaban con ella- Ruth... despierta... Voy a salir un momento, ¿vale? Enseguida vuelvo... -tras estos susurros y un suave portazo, me habló de nuevo-. _____, me voy a dormir, pero antes te voy a dejar que hables con alguien. Buenas noches, amiga.

Le respondí queriendo saber qué era lo que estaba haciendo, pero parecía haberse quitado el teléfono de la oreja. No había cortado la llamada, puesto que escuchaba ruidos como pasos, susurros o golpes, pero ella no me escuchaba a mí. A partir de ese momento distinguí todos los sonidos de forma muy aislada.

Entonces escuché esa voz tan grave e imponente a lo lejos.

-¿Quién es?

-Soy yo, Alba, ábreme -unos segundos después, ella se pronunció nuevamente y denoté un asombro infinito en sus palabras-. Santo Dios... ¿por qué no nos entrenas sin camiseta cada día?

-¡Alba! -protesté inútilmente algo molesta, imaginándome ya la situación que se estaba viviendo a más de mil quinientos kilómetros de donde yo estaba, en ese hotel de Madrid.

-¿Qué haces aquí? Tenías que estar ya en la cama -escuché a Liam con un tono bastante severo.

-Tengo una sorpresita para ti -canturreó mi amiga, lo más seguro que alzando el teléfono pícara en el aire.

-¿Es _____? -preguntó él de inmediato, y, tras colocarse el móvil a la altura de la oreja, exclamó moderando su entusiasmo- ¡_____, mi vida! ¿Estás bien?

La risa cómplice y amortiguada de Alba traspasó la línea.

-Tú, a callar ya, y a dormir -le ordenó Liam con un matiz cómico.

-Pero ese es mi móvil... -él silencio su protesta.

-Te lo confisco, te confisco el móvil hasta mañana.

-Bueno, todo sea por vuestro amor incondicional... -dijo ella entre dientes.

Liam y yo reímos a la vez al escucharla, pero cuando las carcajadas cesaron, quedó entre nosotros ese tipo de silencio al que llaman incómodo. Ninguno sabía qué decir.

-Alba ya se fue -dijo él.

-¿Dónde estás?

-Ahora mismo en el pasillo del hotel, pero debería meterme en la habitación ya que acabo de salir de la ducha y sólo llevo una toalla...

-Sí, mejor será -coincidí, pensando en la imagen que me vino a la cabeza y sonriendo como una tonta- ¿Me dirás qué le ocurre a tu teléfono? Porque estoy segura de que el problema tiene que ver con eso, no creo que hayas decidido evitarme a la fuerza estos días pasados... ¿o sí? -quise saber con timidez. Si me decía que sí me iba a morir.

-No... no, no -insistió- No lo he hecho a propósito pequeña -disminuyó el volumen de voz-. Oye, espera un minuto, tengo que salir al balcón.

-¿Qué ocurre?

Escuché de nuevo movimiento, como cuando Alba se quitó el móvil de la oreja y me dejó hablando sola. Al instante me respondió, volviendo a proyectar toda su voz. Esta vez distinguí por el auricular del teléfono nuevos sonidos, coches pasando por una calle, éstos a su vez haciendo sonar sus bocinas, mucho barullo de gente reunida...

-En unos minutos te explico que ahora hay alguien más en la habitación y no es conveniente que me escuchen hablar contigo.

-Oh, de acuerdo. ¿Cuelgo y luego llamó otra vez?

-No, no -se detuvo-. Disimulemos.

Liam comenzó a hablarme del voleibol, de cosas que ya sabía, de jugadas personalizadas que él solía utilizar con nosotras para poner en práctica, de pequeños truquitos para controlar mejor el juego. Finalizaba todas las frases con un "¿entiendes mamá?" o un "es por eso que lo hacemos así, mamá", que me causaban mucha risa.

-Liam -oí que lo llamaban-, me voy. En una hora estaré de vuelta. Si tengo algún problema con los chicos enviaré a alguien para que te avise, y tú igual.

-Sin problema -respondió él, y un momento después la puerta de la habitación se cerró-. Listo, ya está todo despejado.

El ruido de la calle se silenció abruptamente, y en cambio pasé a percibir con gran exactitud el sonido de su respiración pausada.

-¿Quién era ese? -pregunté. A parte de Gerard, sabía que estaban allí también los otros dos entrenadores de fútbol, pero no supe distinguir cual de los dos era.

-Era Jeray -ese nombre tan canarión en labios de un inglés sonaba de lo más gracioso-. Comparto habitación con él. Los chicos de fútbol del colegio han ido a la discoteca y él tiene que ir a echarles un ojo.

-Oh, entiendo. ¿Has ido tú ya?

-¿A la discoteca? Claro que sí. La primera noche por poco me comen vivo cuando les dije que nada de bailes hasta que no ganaran al menos tres partidos. Se me echaron todas al cuello como fieras -rió- ¿Sabes? Me sentí tan viejo estando allí...

-¿Viejo? ¿Por qué? Tienes veintitrés años todavía, eres súper joven Liam -no podía olvidarme de que él cumplió años mientras estaba en Londres, cuando no nos dirigimos la palabras por meses.

-Ya pero, al estar rodeado de tantos adolescentes, me di cuenta de que mis intereses y metas en la vida ya no son para nada los que ellos tienen. Quizá antes sí, hace un año o así, pero ya no. Es como si hubiera crecido demasiado pronto.

-Te entiendo perfectamente, y eso que yo tengo diecisiete...

Los dos suspiramos sincronizadamente.

-¿Qué fue lo que pasó con tu móvil? -le recordé.

-Oh, sí. Tuve un descuido en el aeropuerto según llegamos, ya que resbaló de mis manos y fue directo al suelo. La pantalla se rompió en muchos pedacitos y no se ilumina. Tendría que llevarlo a alguna tienda pero ahora estamos hasta arriba con los partidos.

-Me preocupé mucho al ver que tras dos días y medio ni si quiera me habías saludado...

-Debí haberte llamado desde otro móvil, pero te aseguro que es ahora el único momento que he tenido para sentarme y relajarme un poco desde que llegamos.

-Tranquilo, no importa.

Conociéndole, supe que iba a estar disculpándose por bastante tiempo y exactamente no me equivoqué. De pronto pareció acordarse de la razón por la cual no estaba allí acompañándolo y me preguntó de inmediato por mis exámenes. A la misma hora de mi audición, él tenía partido, pero prometió hacer hasta lo imposible por estar en contacto conmigo hasta el momento en el que saliera al escenario del auditorio del conservatorio a dar el concierto más importante de toda mi trayectoria al siguiente día.

-Pediré hasta un tiempo muerto en el partido si es necesario -bromeó, pues ambos sabíamos que sólo duraban dos minutos y mis partituras tenían mil y una repeticiones larguísimas. Era quizá el repertorio más largo que había interpretado en toda mi vida.

-Liam, me caigo de sueño... -susurré frotándome los ojos. No me apetecía nada cortarle, dejar de escucharle hablar tan sosegada y dulcemente. Miré la hora en mi reloj y me sorprendí al ver las agujas marcando la una de la madrugada. Allí en la capital ya eran las dos de la mañana.

-Sí, lo suyo es que nos dejemos ya de tanto palique...

-A veces cierro los ojos e imagino que estás en la cama conmigo -confesé, muerta de vergüenza, dispuesta a alargar la conversación unas cuantas frases más, por muy reveladoras que fueran.

-Te mentiría si te dijera que yo no hago eso -dijo profundamente, dándome escalofríos y dejándome toda la piel erizada-. Recuerdo la última noche que pasamos juntos y me estremezco _____...

Me abracé en el sillón con mis brazos, me hice una bolita y sonreí como si estuviera flotando en las nubes. Lo echaba mucho de menos.

-Ya sí, princesita, a dormir, y como me decía mi abuela, a soñar con los angelitos.

-Oh, que egocéntrico eres -exageré-, ¡me estás pidiendo que sueñe contigo!

Él rió.

-Adiós, precioso.

-Hasta mañana, preciosa.

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Una sola noche. Dos mujeres lesbianas. ¿Un embarazo? ¡Imposible!