Cuando Venessa entró al cuarto donde estaba su hermana, comenzó a expulsar a toda la gente. Debido a que ya se habían deshecho de todos los empleados de la mansión, tuvo que recurrir a métodos más violentos.
Tornó su cuerpo a su edad original, tomó uno de los cuchillos y lo enterró en la mano de uno de los invitados que asistieron a la orgía de esa noche.
Solen la miró enfadada desde uno de los rincones de la habitación, después de escuchar los gritos desesperados de la mujer a la que habían herido y esperó a que todos salieran.
— ¡¿Qué se supone que estás haciendo?!
Venessa le gritó con fuerza empujando el cuerpo del conde con el pie.
— ¡¿C-cómo?!
Solen miró el cuerpo de Lynch tendido en el suelo.
— ¿Olvidaste darle la poción hoy?
— Estaba ocupada, pudiste dársela tú.
— Es TU marioneta... ¡No la mía!
— Agh... Tan molesta.
Solen se dio la media vuelta y fue por la droga.
— Bemus está muerto... Es otro grillete menos para el dios.
— ¡¿Qué?! ¡¿Cómo?!
Venessa hizo un gesto con la cabeza apuntando al hombre a sus pies.
Solen que había soltado el frasco donde guardaba la poción por la impresión, comenzó a insultarlo mientras daba duras patadas al conde que yacía indefenso en el suelo.
Sin esperar más, tomó otro de los viales, le abrió la boca y lo obligó a beber el líquido hasta que no quedo nada en el frasco. Sintió como inmediatamente se endureció el cuerpo del varón y lo dejo ahí, tirado en el suelo con los ojos bien abiertos.
— No puedo creer que esto nos esté pasando ahora.
Venessa vio como su hermana se sentaba en una silla desnuda mientras se tapaba la cara con las manos. Desde la distancia pudo notar la respiración agitada al mirar como sus hombros subían y bajan.
— Debemos seguir el plan.
— ¿Es en serio?
La mujer que se hacía pasar por la hija del conde preguntó con incredulidad a la vez que volvía a su forma de niña pequeña.
— ¿Conocías el plan de Bemus?
— Por supuesto. Llevaba muchos años a su lado. Él estaba planeando esto desde hace bastante. De hecho, una de las cajas se entregó hace .... Mmmmm... unos cinco años más o menos.
— La que queda entonces... Debemos entregarla... ¿No me dirás para quien es?
— No aún. Necesito que hagas una nueva. Así que practica tu habilidad para maldecir.
— ¿Por qué?
— ¿No es obvio? Con la muerte de Bemus, la última caja es inservible. Aun si el destinatario la abrió y se puso el objeto, en pocos meses se habrá acabado por completo el efecto de la maldición.
— Entonces... ¿También debemos rehacer la que ya se entregó?
— Yo me encargaré de esa... No es tan urgente.
"Si lleva puesto el objeto tantos años, la maldición debe estar ya en su cuerpo... a no ser que alguien con afinidad por la oscuridad la saque, se quedará ahí al menos otros cinco años."
**************
Venessa constantemente pensaba en lo que había pasado desde que su madre había muerto.
Desde entonces, había tenido que vivir con su hermana en la mansión Lynch.
Cuando llegaron, ella recordaba el lujo y la hermosura del lugar. Ahora se veía todo casi en ruinas. Las telas de araña y el polvo cubrían la mayor parte de los muebles. La peor parte fue tener que servir a Solen. Debido a que los trabajadores de la mansión fueron despedidos uno a uno, se quedaron sin empleados que las atendieran, así que no le quedo de otra más que tomar el puesto que una doncella tendría.
Cada vez que debía preparar la comida, reflexionaba sobre distintas formas de poner veneno en los alimentos o calmaba su mente mientras despedazaba los trozos de carne imaginando que desmembraba el cuerpo de su Solen.
Por otra parte, la mujer, que ahora tomaba el rol de hermana mayor, no hacía otra cosa más que castigar el cuerpo del conde y disfrutar del sexo.
"Es igual a nuestra madre."
Había pasado un año desde que el hombre mató a su hermano y Solen se había tomado la tarea de lastimar a Lynch de distintas maneras, permitiéndole recobrar su mente cada vez que lo torturaba. Venessa estaba segura de que para el momento en que el conde recobrara la consciencia, si algún día se liberaba de los efectos de la poción, ya no quedaría nada a lo que pudiera llamarse hombre.
Tuvieron suerte de que el Duque del Este, a quien debían rendir cuentas, fuera un hombre perezoso y ambicioso, a quien no le interesaban los terrenos que debía supervisar y que era fácilmente sobornable con algo de oro. De esa forma evitaron, durante todo ese tiempo, la intervención directa del imperio.
Esa noche su hermana la llamó a la habitación principal.
Venessa se aseguró de haber realizado la maldición correctamente y se la había entregado esa misma mañana.
— Si me vuelve a decir que no sirve y que debo hacerla nuevamente... Esta vez la mataré y me quedaré con todo.
Iba murmurando por los pasillos mientras caminaba con paso veloz.
'Toc,toc'
— ¡Pasa!
Su hermana estaba sentada sobre un escritorio de madera de cerezo con adornos de oro. Vestía una fina bata blanca mientras apoyaba los pies sobre la espalda del conde.
Venessa miró al hombre en el suelo y notó que no estaba bajo los efectos de la poción. La sangre se escurría por la ropa y las extremidades mientras unos ojos dorados que irradiaban locura le devolvían la vista. Una mordaza cubría su boca, lo que amortiguaba los gemidos cada vez que su hermana apoyaba los pies sobre su espalda.
— Al fin pudiste hacerlo bien.
— Ajá.
Venessa se sentó en un sofá y contempló la escena.
— Dentro de poco será la fiesta por la celebración del imperio. Sabemos que cada año, el príncipe heredero se escabulle y participa de la feria.
La chica miraba a Solen adivinando hacia donde se dirigía la plática.
— Ve, encuéntralo y dale la caja.
— ¿El príncipe Caster?
— Sí. La última vez lo hice yo... nos parecemos así que no debería haber problemas. Solo ten cuidado con ese bicho al que llama espíritu... es un poco agresivo con los de nuestra especie.