Al principio todo fue de acuerdo al plan.
Una vez que el conde abrió la caja, una voz le rogó que se pusiera el anillo. Él dudó, el objeto era una simple cuerda de cuerdo con el cráneo de una rata como adorno. Lo considero de mal gusto, pero al mismo tiempo no pudo evitar tomarlo y en el momento en que sus dedos tocaron el adorno de hueso, él ya no recordó que lo tenía puesto ni pudo notarlo entre sus dedos.
Una vez que el anillo estuvo en posición, Bemus lo supo y el plan comenzó a moverse.
Solen llegó un día después con los niños detrás de ella. Pidió una audiencia con el conde Lynch donde le contó sobre la existencia de los niños. Una pequeña que parecía de diez y un muchacho que se veía de cinco años dieron un paso al frente y lo saludaron respetuosamente.
El hombre de veinticinco años no pudo creer lo que veían sus ojos. Intentó con todas sus fuerzas negar la existencia de los pequeños, pero las palabras no salieron de su boca.
"¿Qué está pasando conmigo?"
Cada vez que sus ojos dorados miraban los rostros de los niños, su corazón latía fuerte y un sentimiento cariñoso se liberaba por su cuerpo. Tenía ganas de correr y llenar de besos las caras de los pequeños.
No pudo hacer nada más que reconocerlos.
Los recibió a los tres y les asignó habitaciones en el anexo de la mansión.
La segunda noche, Solen se presentó para solicitar una cena con el hombre, él se negó, pero, en cambio, le ofreció té para charlar.
La mujer era astuta y no desperdició la oportunidad. Se ofreció a servir el té cuando las sirvientas llegaron y solicitó que los dejaran solos. El conde aceptó, ya que no deseaba que nadie se enterara de la existencia de los niños aun.
Los empleados abandonaron la sala y los dejaron solos.
— "Mira por la ventana."
El hombre obedeció instantáneamente. Ella se apresuró a servir el té y a poner la poción de Luminius en la taza del hombre.
Lynch parpadeo como despertando de un sueño unos segundos después.
"¿Por qué estoy mirando por la ventana?"
Extrañado se dio vuelta y vio a la mujer que lo miraba fijamente haciendo un gesto para que bebiera el té.
Él se sentó y tomó un sorbo antes de comenzar a hablar.
— Señorita Solen... no...
Su voz sonaba entrecortada.
— "Termina de beberlo".
El conde obedeció.
Incluso con que el líquido tocara sus labios era suficiente para paralizarlo, pero siempre era mejor prevenir.
No basto mucho tiempo para que el cuerpo del hombre se endureciera como una estatua. Sus ojos parecían lejanos y borrosos. Con voz dulce, la mujer susurró en sus oídos.
— Eres una linda marioneta. Ahora escucharás todo lo que diga.
Lynch asintió lentamente.
— Reúne a tu gente y nómbrame tu prometida, me darás el poder absoluto del condado, además presentarás a los niños como tus hijos y si alguien se opone, aunque sea un poco, lo expulsaras de tus tierras.
Sin esperar más palabras el hombre se levantó mecánicamente y se dirigió a la entrada de la mansión, ella lo siguió con una gran sonrisa en el rostro.
Una vez en la recepción, el hombre esperó a que los empleados se reunieran y sentenció.
— Solen es mi prometida. Cualquiera que desobedezca sus órdenes será expulsado, su palabra es absoluta.
Los trabajadores los miraron boquiabiertos.
— Ella será ubicada en la habitación principal y nuestros dos hijos serán asignados a los mejores cuartos. ¡Muévanse!
Los murmullos fluyeron como el agua de un grifo. Al poco tiempo, toda la socialité se enteró sobre la historia de los hijos bastardos del conde y su amante.
Un mes después, vino la boda.
El lujo y la extravagancia fueron desbordantes. El conde gastó mucho dinero en la celebración.
Los nobles que acudieron se deshicieron en chismes durante toda la ceremonia y cuando esta estaba finalizando, Lynch interrumpió al sacerdote y los enfrentó.
— ¡¿Cómo se atreven a hablar así de mi esposa y mis hijos?!
El hombre gritó enfurecido.
— ¡Son basura! ¡GUARDIAS! ¡Llévenselos!
Los expulsó mientras reía enloquecido.
Los rumores sobre la familia Lynch explotaron como dinamita después del evento.
A pesar de que el condado se encontraba en una de las zonas rurales del imperio, los chismes se expandieron rápidamente. Esto, sumado al rumor sobre las fiestas nocturnas que la condesa ofrecía donde prostitutos y prostitutas eran el platillo principal, hicieron a la familia del conde Lynch, una vergüenza para la sociedad.
Fue en una de estas fiestas cuando su plan comenzó a tener tropiezos.
Sucedió dos años después de que se casaran.
La situación que veían sus ojos era normal para Solen. Era de noche y como se había vuelto costumbre, los hombres y mujeres ya estaban en la habitación del conde.
La música, la comida y los gemidos llenaban el ambiente.
En un rincón, permanecía un hombre sentado en una silla de madera que parecía bastante incómoda. Su expresión parecía totalmente ida. Su boca semi abierta dejaba que la baba se escapara por los costados. Miraba hipnotizado el punto en la habitación donde la condesa estaba siendo penetrada por un hombre mientras una mujer lamia sus senos.
Su vista ausente permanecía sin pestañear, en tanto la mujer se inclinaba hacia adelante quedando sobre la otra dama desnuda. Solen que era empujada una y otra vez por detrás, aprovechó de besar a la chica apasionadamente. Los gemidos se intensificaron cuando sus pechos comenzaron a ser manoseados mientras el hombre por detrás tironeaba fuertemente su cabello. El quejido se enmudeció en el momento en que otro semental se acercó e introdujo su miembro duro en su boca abierta. A su alrededor, varios cuerpos se mezclaban al mismo tiempo que observaban fijamente el acto sexual de la condesa.
Solen estaba tan extasiada por la lujuria y el efecto de las drogas combinadas con el alcohol que no se dio cuenta del tiempo que había pasado.
Poco a poco, el hombre en la silla, comenzó a recuperar la consciencia. Lo primero que llegó a él fueron los sonidos. Gemidos lascivos inundaron el ambiente a su alrededor. Era como una pesadilla. No podía ver ni sentir absolutamente nada. Estaba atrapado en una carcasa de la que no poseía control.
Usualmente, dentro de su mente, se encontraba en un estado en que constantemente se tiraba los cabellos de la cabeza mientras lloraba y gritaba por ayuda. Todo lo que llegaba a él, eran esas órdenes murmuradas, después su cuerpo comenzaría a moverse por si solo y las obedecería sin dudar.
Lynch pestañeo y su mirada se aclaró.
No pudo comprender totalmente lo que veía. Se dio cuenta de que la habitación en donde estaban era el cuarto donde él y su esposa habían pasado sus noches.
"Esta mujer... ¿Cómo pudo hacer algo tan obsceno en este lugar?"
El conde sacudió su cabeza con fuerza para despejar sus ideas. Tomó un cuchillo de una de las mesas repletas de comida y salió sin que nadie se percatara.
Rápidamente atravesó el castillo. Su mente únicamente le decía que debía salir de ahí para pedir la ayuda de la familia real. Entonces se encontró con Bemus. El niño lo miró entusiasmado.
— ¿Mi hermana te en... ? Puaj...
La sangre cortó sus palabras cuando el conde enterró su cuchillo en la garganta del niño.
El cuerpo del bebé se retorció por unos segundos y comenzó a volverse negro y pestilente en el mismo instante en que dejó de respirar, para rehacerse en cenizas rápidamente.
"Devora dioses..."
— "¡Duerme!"
El hombre no alcanzó a levantar la mirada antes de desmayarse.
— Estúpida Solen.