Charlotte se despertó a medio día después de que el bello sonido de un piano llegara a su habitación. Su padre la había dejado dormir un poco más gracias a los consejos del Duque Green.
La bella melodía del piano pareció atravesar las paredes, llamándola. Tiró de la cuerda en su habitación y tres sirvientas aparecieron para asistirla.
Tomó un baño caliente y se puso un hermoso vestido blanco con mangas abultadas y adornos de rosas.
Se sentó en el tocador mientras sus sirvientas trenzaban su largo cabello rosado claro y se tocaba otra melodía en la sala.
No quiso desayunar, prefirió esperar al almuerzo para comer con su padre y los demás invitados.
Las sirvientas la escoltaron hasta el salón de donde provenía la música.
Lottie se paró frente a la gran puerta de roble y cerró los ojos suavemente.
Mientras se abría la puerta, podía ver la escena aun con sus ojos cerrados. Ella conocía bien la música que llegaba a sus oídos. Raven solía tocarla cuando estaba de buen humor.
El hermoso sonido se detuvo cuando las puertas terminaron de abrirse.
Cuando sus parpados se separaron, notó la mirada penetrante del niño de ojos rojos sentado al piano, viendo directamente en su dirección.
Raven tenía las cejas fruncidas, como si su presencia en la habitación no fuera bienvenida.
— ¡Hermana!
Lottie escuchó un par de pies corriendo por el salón.
Liam se apresuró a envolver sus brazos en su cintura mientras frotaba su pequeño rostro en su vestido blanco.
Charlotte se sorprendió un poco por el gesto amoroso del niño. Interrumpió la silenciosa guerra de miradas que sostenía con Raven para mirar al niño que seguía aferrado a ella.
"Parece un gatito lindo."
El niño la miro con sus enormes ojos violeta y su cabello desordenado mientras una enorme sonrisa se dibujaba en su rostro. Podía sentir que el cariño que este niño sentía por ella era verdadero. Por otro lado, el chico de ojos rojos, se había levantado del banco del piano y caminaba hacia ella con una cara llena de disgusto.
Solo unos segundos bastaron para que ambos quedaran frente a frente.
El chico de ojos rojos, que era un poco más bajo que ella, metió una mano en su bolsillo, sacó una pequeña piedra morada y se la ofreció.
— La encontré esta mañana... Yo... De verdad lamento lo que ocurrió.
El rubor de Raven llegaba hasta su cuello mientras la miraba con ojos llorosos.
Liam miraba de un lado a otro, observando sus rostros con una sonrisa traviesa dibujada en la cara.
En un rincón de la sala, estaban sentados sus padres, quienes murmuraban emocionados mientras observaban la escena.
— Gracias...
Lottie recibió la piedra sintiéndose extraña. Era un pequeño trozo de cuarzo amatista el que rodaba por sus dedos. Era de un suave color morado con pigmentos blancos y transparentes. Un regalo un poco vulgar y barato para un noble pero cargado de los deseos del chico.
Cuando su mano y la de Raven se rozaron por un momento, notó un desagradable sentimiento subiendo por su estómago y no pudo evitar que su cara se arrugara un poco tras el contacto, pero trató de suprimirlo con todas sus fuerzas.
Charlotte intentó sonreír mientras apartaba la mirada del cristal y volvía a mirar al chico. Raven había notado el gesto fugaz de su rostro y ya había bajado la vista luciendo totalmente deprimido. Todo rastro de rubor había desaparecido de su cara.
— La próxima vez, te daré algo que sea más de tu agrado. Lamento no haber encontrado la roca que querías...
Raven lo dijo casi en un murmullo mientras volvía a su puesto delante del piano.
Lottie apretó el cristal con sus dedos.
Liam soltó su cintura y envolvió con fuerza sus manos. A Lottie le hizo gracia como los dedos cortos y pequeños del niño de cinco años no alcanzaban a cubrirla por completo y a la vez, le sorprendió un poco ver el rostro del niño tan serio.
— Mi hermano estuvo buscándola toda la mañana. Por supuesto, no estás obligada a que te guste pero... Definitivamente, no necesitas poner esa cara si no es de tu agrado.
El niño parecía a punto de echarse a llorar, pero solo dio la media vuelta y corrió a los brazos de su padre.
El Duque Green y su padre fingieron no ver la escena, aun así, mantenían una sonrisa cómplice, mientras los miraban de reojo.
Lottie respiró hondo y caminó lentamente hacia el piano. Raven se había quedado absorto mirando las teclas del instrumento mientras susurraba palabras incomprensibles.
— ¿Puedo tocar contigo?
— ¿Eh?
Ella no esperó su respuesta. Puso el trozo de cristal sobre el atril y se sentó a su lado. De pronto, notó que Raven se veía tan tenso que pensó que podría vomitar.
— La roca que me diste, es realmente muy bonita.
La cabeza de Raven se giró en su dirección apenas oyó las palabras.
— Pero, ¿sabes?... Realmente no estaba buscando ninguna roca.
— ¡Lo sabía! ¡Solo estabas molestándome!
Lottie le dedicó una sonrisa y comenzó a tocar la misma melodía de antes. Raven se rio de ella cuando cometió un error y volvió a tocarlo a la perfección, como demostrando lo superior que era su dominio del instrumento.
*********
Tres días pasaron rápidamente y la familia Green volvió al ducado.
— Hermana... ¡Debes escribirme y contarme quien es tu espíritu!
— Bien, lo haré pero Liam... Tú no sabes leer aun.
El niño enmudeció y giró hacia su hermano y cuando parecía listo para volver a llorar, Raven intervino mientras acariciaba los cabellos negros del pequeño.
— Las leeré para ti, no llores.
Después de un rato de despedidas, la familia Green se había subido al carruaje y había abandonado la mansión Raphelle.
Esa misma noche, su padre la llevó a la entrada del santuario de su familia.
En el imperio Lantis, existían varias casas de nobles, todas ellas guardaban distintos espíritus. Algunos, solo eran compatibles con la línea de sangre de la familia a la que pertenecían, otros, yacían esperando el encuentro con quien pudiera ser un mago contenedor.
Es por esta razón, que un mago, podía nacer de cualquier tipo de linaje en el imperio o fuera de este.
Una vez al año, todos los representantes de las casas nobles, hacían una ceremonia de reconocimiento y buscaban chicos de diez años que tuvieran afinidad con la magia; Los llevaban a la celebración del templo, donde estos niños podían ser reconocidos por cualquier espíritu de cualquier casa para posteriormente firmar un contrato de por vida con los seres espirituales.
Posteriormente, eran enviados a la Academia Real de magia, en Lantis, donde aprenderían a canalizar el poder de sus espíritus y podrían seguir una carrera dependiendo de sus habilidades.
Cada casa noble del imperio, poseía una entrada directa al templo. Esta era usada cada vez que un miembro directo despertaba su potencial mágico. Por supuesto, había algunos casos donde los integrantes de las familias no poseían mana, pero al ser descendientes directos, fueron casos extremadamente raros.
Generalmente, el mana en los infantes, despertaba cerca de los diez años o incluso antes, pero existían casos extraños, donde un espíritu, generaba un lazo inquebrantable desde vidas pasadas y permanecía atado al alma del contenedor durante las vidas estipuladas en el contrato inicial. Debido a que su hija era incapaz de hacer algún tipo de magia, el Marqués Raphelle temía que este fuera el caso de la niña y le preocupaba saber qué tipo de contrato había hecho la pequeña y con qué espíritu.
Fueron recibidos por un sacerdote en la entrada del santuario. Ethan le comentó lo que había sucedido al hombre y este revisó el flujo de magia en el pequeño cuerpo de la niña y al notar el poder fluyendo inmediatamente abrió la entrada al santuario.
Las grandes puertas de mármol blanco frente a Lottie se abrieron lentamente dejando ver un portal que brillaba más que la luna misma.
El Marqués Ethan Raphelle, dio un pequeño empujón a su hija y ambos atravesaron la puerta.
Lottie quedo aturdida por un momento por el cambio brusco de luz pues dentro del portal era casi tan oscuro como la noche.
Ella observó todo a su alrededor. Las columnas blancas de mármol, el suelo cubierto de hierbas, la cúpula que se alzaba alta en el cielo donde se dibujaban las crestas familiares. Pudo reconocer el patrón del ave azul entrelazado con espinas de su casa junto a la cresta de la familia Green.
Era la primera vez que pisaba ese lugar. En su vida anterior, no importó cuantas veces le rogó al sacerdote guardián, él jamás le permitió el paso así que no tuvo más remedio que dibujar círculos mágicos en el suelo mientras suplicaba que algún espíritu acudiera a ayudarla.
En medio del patio, donde crecía el pasto, una luz tenue comenzó a brillar.
— Cariño, debes ir por tus propios pies. Solo toca la luz y los sacerdotes nos dirán que ocurre.
— ¿Sacerdotes? ¿Dónde?
Lottie no lo había notado, pero entre las sombras oscuras varios pares de ojos la observaban con curiosidad.
Con pasos temblorosos se acercó al pequeño rastro luminoso y con cuidado extendió su mano. Cerró los ojos con fuerza cuando sus dedos tocaron la luz así que no pudo notar como el aura azul envolvía su cuerpo y el patrón mágico aparecía en su espalda.
— Mi señor, el espíritu es Llyr. No debe preocuparse, es un espíritu inútil.
— ¿Qué quieres decir?
— Probablemente, la señorita firmó un contrato con él en alguna de sus vidas pasadas, pero Llyr es más un espíritu que no interviene. Él únicamente cumple deseos y conecta su conciencia al contenedor para vivir los placeres de una vida mundana a cambio.
El patrón en la espalda de nuestra señorita, indica que los deseos ya fueron cumplidos en su mayoría. Solo queda uno. Una vez el deseo se cumpla, el contrato no tendrá validez alguna y el espíritu abandonará el contenedor. En otras palabras, es un espíritu inútil.