AMAR ENTRE REINOS [02]

Por ValuAbigail

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BILOGÍA AMAR: Libro 2. Hace siglos, dos reinos se aliaron para encerrar a los demonios en el inframundo, del... Más

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62: Deuda ancestral
63: Destrucción y redención

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Por ValuAbigail


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Narrador omnisciente.

Sophia movió su cabeza en busca de alguna respuesta de parte del temeroso y nervioso Eru que intentaba sacar la ropa con el aroma del jerarca. Su cabello estaba alborotado y algo húmedo, sus ojos denotaban el miedo que sentía, mientras que su boca intentaba articular una respuesta coherente para la princesa.

— ¡Por Dios, Eru! — rio, Sophia — Parece que hubieras visto un fantasma.

Se burló la sirena, fingiendo que nada estaba pasando. Ella necesitaba hacerlo sentir seguro y sobre todo aparentar que es una ignorante de la realidad y hacerles creer que su estúpido plan estaba funcionando y así ganar tiempo.

El elfo rio nervioso, respiró profundo cuando ambas mujeres entraron al departamento entre carcajadas.

— ¿A dónde ibas? — preguntó Maia.

Él miró su bolsa y luego a la pequeña licántropa.

— Estaba haciendo limpieza. El departamento estaba un desastre — respondió, a las finales no era del todo mentira. El departamento si era un desastre debido a su cuartada.

Ian salió de la ducha con una toalla envuelta en sus caderas, exhibiendo su trabajado y marcado cuerpo, dejando a la vista su "v" abdominal. Incluso las gotas de agua aún descendían desde su cabello por su torso desnudo.

Era un deleite visual para cualquier ser viviente, excepto para dos que lo tenían entre ceja y ceja por su posible traición.

— ¡Oye impúdico, cúbrete! No estés dando pena ajena — soltó Maia. Este se rio y recibió la toalla que le tiró Eru.

— Iré a cambiarme — informó con una sonrisa en su rostro, antes de ir a su habitación.

Sophia y Maia intercambiaron un par de miradas cómplices, la segunda al entender el asunto se fue a la cocina a confirmar si aún seguían las patatas que anteriormente observaron. No estaban por ningún lado. El departamento estaba totalmente diferente a como ellas lo habían dejado hace menos de una hora, ahora todo lucía como un espacio de trabajo de personas descuidadas o muy ocupadas, vasos de cafés instantáneos, muebles desordenados, envolturas de comida chatarra, etc.

— ¿Cómo va todo con los brujos de Seúl? — cuestionó Ian desde su habitación.

— No he avanzado mucho que digamos, ahora están centrados en encontrar a su jerarca. Y no los culpo, la verdad. Porque yo haría exactamente lo mismo si mi rey hubiera sido raptado por alimañas.

Eru se removió en su sitio, aún con la bolsa en manos. Miró a Sophia asintiendo en su dirección como si comprendiera su punto y le diera toda la razón.

— Mmm... ¿Es decir, si no hay jerarca no hay alianza? — preguntó, saliendo de su habitación. Sophia le dio la razón con un gesto.

Ian frunció el entrecejo, aparentando que le molestaba que los planes de Sophia no seguían el curso planificado.

— Ayudemos a buscarlo — sugirió con cinismo —. Con una buena estrategia lo encontraremos en un periquete.

Sophia miró al hombre que consideraba tanto, al que siempre estuvo ahí para apoyarla, él que la ayudó a sanar sus heridas, quién la ayudó a superar la traición de su exesposo, quién le arrimo el hombro cada que extrañaba a sus hijas...

Soph eres como la luna, ¿sabes? — comentó Ian, ella lo miró extrañada.

Ambos estábamos frente a una fogata mirando al cielo. Todos se habían ido a dormir y Sophia no podía conciliar el sueño por sus múltiples preocupaciones, así que Ian se había ofrecido a acompañarla hasta que se quedara dormida o quiera irse a dormir.

— ¿La luna? — cuestionó ella.

— ¿No la ves? — señaló Ian. Sophia miró en dirección al cielo —. La luna sale cada noche, a pesar de tener un sinfín de cicatrices, ella no teme darle la cara al mundo, como tú. Porque aquellas bregaduras nunca les impedirá seguir brillando.

— La luna también es solitaria, Ian. Creo que en eso nos parecemos más— replico con cierta melancolía. Ian la observó con añoranza.

— Sophia Scarlett por más que quieras tú nunca estarás sola. Así el mundo te dé la espalda, me tienes a mí — confesó Ian. La castaña le sonrió desde el corazón, articulando un "gracias" en silencio.

Sophia miró hacia otro lado al recordar aquel momento junto a Ian. No podía creerlo ni terminar de asimilar sus sospechas, ella quería convencerse de que nada era cierto y que su buen amigo es realmente un melusino común y corriente, pero las pruebas que le había mostrado Theo complicaban su etapa de negación.


• • •


Poseidón intentaba controlar a sus hermanos, Zeus y Hades, luego de un intento de acuerdo entre los dioses para erradicar a la especie de los demonios. El dios de mar estaba moviendo todas fichas con tal de salvar a su pueblo de la catástrofe que se aproximaba para el mundo si los demonios llegaban a salir de su encierro. Por otro lado, Zeus también tenía incluso más especies que proteger, y comenzaba a perder la paciencia y fe en el plan de su hermano mayor.

— ¡Hades! — vociferó Zeus, al ver como su hermano mayor se levantaba furibundo de la mesa. El aludido se volteó ligeramente — Si no haces tú, yo mismo desapareceré el tártaro y el maldito inframundo si es necesario.

Hades sonrió de costado, algo herido.

— Me desterraste al inframundo como premio consuelo, cuando acabamos con nuestro padre. ¿Y ahora planeas quitarme hasta eso? — rio con amargura—. Toda la vida me pintaste como el villano, tu gente lo predica al igual que la de Poseidón. ¿Y ahora quieres que haga algo por su mundo? — volvió a reír.

— ¡Reivindícate entonces! — espetó Poseidón.

El dios del inframundo estaba muy dolido.

— ¡¿De qué tendría que reivindicarme?! ¡Si nunca hice nada para que condenen de tal modo! Lo único que hice fue intentar ayudarlos, todo el maldito tiempo. Pero ustedes son demasiado egoístas como para pensar en los demás — manifestó Hades antes de salir del Olimpo.

Ambos dioses se quedaron mirando por varios minutos antes de decir algo. La mirada de Zeus estaba fija en un punto del mundo con el entrecejo hundido, observaba como una niña gritaba desconsoladamente en los brazos de su madre que no entendía la situación. Era la pequeña Soo Ah enceguecida a causa de lo que había visto.

— ¿Qué pasa? — preguntó Poseidón al contemplar el rostro descolocado y furioso de su hermano menor.

Poseidón se giró hacia el punto que observaba su hermano para comprender mejor lo que sucedía.

— Soo Ah hizo contacto con su padre, el jerarca de los brujos de Asia — informó, Zeus. El dios de los mares observó como la niña soltaba gritos desgarradores en los brazos de su madre —. El mestizo inmortal sintió la esencia y el hechizo de la pequeña bruja, y sin dudar asesinó al jerarca ante la mirada de la hija, luego la condenó quemándole la vista.

El rostro de Poseidón se oscureció por la ira al igual que su hermano, pues algo que tenían en común ambos dioses era su sobre protección con los niños. No toleraban que ningún ser toque a los que consideraban acendrados.

El dios caminó dispuesto a ir él mismo por el mestizo inmortal y hacerlo retorcerse de tanto dolor que este suplicará que el dios encuentre una manera de acabar con su inmortalidad demoniaca. Sin embargo, su hermano lo detuvo tomándolo del brazo, se viró con impaciencia para encarar a Zeus.

— No podemos meternos en los asuntos de los mortales. Dimos nuestra palabra ante todo el Olimpo — recordó Zeus cansado. Incluso él odiaba el maldito acuerdo.

El dios de ojos verdes, tensó su rostro al oírlo. Su cuerpo desbordaba ira e impotencia por la detención de su hermano.

— ¡¿Qué no ves lo que están haciéndole a tu pueblo?! ¿Cómo puedes permitirlo? Eres su dios, maldita sea. ¡HAZ ALGO POR ELLOS! — gruñó Poseidón.

— Confió en Sophia, Poseidón — soltó el dios de ojos azules, dejando helado a su hermano — ¿Qué pensabas? ¿Qué no sabía absolutamente nada sobre tus conversaciones con la señorita Scarlett?

El mayor resopló con molestia. Su hermano menor, el dios supremo del olimpo, había descubierto sus movimientos bajo la mesa a favor de su pueblo.

— ¡Yo no pienso dejarlos solos! Los cree y de mí depende su protección. Sinceramente, hermano, si vas a castigarme por mis actos me da igual. Siempre me importo una mierda ese maldito juramento — Zeus suspiró pesadamente.

— Hermano, no eres el único que mueve a su protector. El joven Kim también está moviendo sus fichas para ayudar a tu protectora. Es un hombre brillante, confió en que será de mucha ayuda para la señorita Scarlett.

— Tan brillante como para no reconocer a su propia esposa — opinó, Poseidón.

— Es humano, ¿qué esperabas? ¿Qué no tenga errores?



• • •


Theo fue llamando a las 3 de la mañana desde la fortaleza del jerarca Yoo, los acontecimientos eran catastróficos para los brujos del continente. El jerarca había sido ejecutado bajo la mirada de su pequeña hija Soo Ah y como si no fuera suficiente, la niña sufrió la consecuencias de lo último que vio en su corta vida. Había quedado ciega a causa del mestizo inmortal. Sophia estaba en camino a la fortaleza con su fiel compañera Maia, sobrepasando los límites de ira.

Ella aún mantenía su farsa frente a Ian y Eru, era consciente de que debía esperar a Baker y su hermana junto a los aquelarres, al igual que a Alexander y Elem, que no tardaban en llegar. De hecho, el autocontrol que tuvo con los sospechosos fue casi imposible, especialmente cuando se levantó después de la llamada de Theo. Ella fue directo a la habitación de Ian y como era de esperarse, no lo encontró.

— ¿Ahora me dirás quiénes son? — gritó Theoa Sophia. Ella le sostuvo la mirada, pese a la diferencia de altura.

— En su momento, Theo— replicó, la ojiverde.

— ¿En su momento? ¡Dejó ciega a Soo Ah! ¡Tiene solo 10 años! — respondió molesto en la puerta de la fortaleza.

— ¡Lo sé, Theo! Lo sabrás, ¿okey? Dame tiempo.

Theo caminó lejos de ella para dar un respiro. Estaba harto de todo y le hastiaba más el misterio que llevaba consigo "Sasha Scarlett", él había descartado por completo la teoría de que la ojiverde sea su difunta esposa.

— Sophia ... — se corrigió rápidamente — Sasha — cerró los ojos fuertemente —, necesito saber si los que tienes en tu casa son o no los culpables.

A la princesa casi se le paraliza el corazón por el error de Theo; él estaba vestido completamente de negro por el luto de su viejo amigo, al igual que ella por respeto a la memoria del jerarca.

— Ellos son los de las grabaciones.

— Entonces, ¿qué esperamos? ¡Ataquémoslos! — exclamó como si fuera lo más obvio del mundo.

Sophia negó con su cabeza. Ella tenía que sacar a Ian y Eru de la ciudad para poderlos enfrentar con todos los aquelarres y el ejército de elfos, los cuales ya están viajando al destino con cautela.

— ¿Qué? ¿Cómo qué no?

— Mira Theo, te juro que te consideraba más inteligente. De hecho, desde el primer día que te conocí sentí una gran admiración por ti y tu cerebro. No me decepciones, por favor.

— ¿Disculpa? — inquirió indignado.

— Si uno de ellos resulta ser el mestizo inmortal. No podemos enfrentarlo aquí ¡Espabila, por Dios! Destruiría la ciudad en un abrir y cerrar de ojos.

Theo se alejó de la ojiverde, ya no podía aguantar el llanto. Su llanto era de dolor, impotencia y culpa, por no haber podido proteger a Soo Ah ni a sus gemelas, se sentía inútil. En esos momentos, cuando falta le hacía su Nini para consolar su adolorido corazón. Soph se acercó a él con cautela, lo tomó del hombro para girarlo, él quiso apartar la mirada y limpiar sus lágrimas.

Por más odio y rencor que pueda tener la castaña por el hombre que tenía al frente, verlo llorar bajaba todos sus muros de defensa. Era su talón de Aquiles.

Ella con su pulgar le limpió las lágrimas, mientras que con la otra mano sostenía su rostro adolorido. El joven Kim estaba luchando por detener sus lágrimas, odiaba llorar frente a la gente, pero no podía contenerse por más que lo intentase.

— Hey... Tranquilo, estoy aquí, ¿si? — dijo en su susurro, antes de acercar su cuerpo para abrazarlo.

— No la pude proteger — hipó Theo, refiriéndose a So Ahh — No las pude proteger — soltó un gruñido de dolor —. Mis gemelas también murieron por culpa del maldito mestizo — la confesión tomó desprevenida a Sophia.

— ¿Tus gemelas? — preguntó sin soltarlo. Él gemiqueó al escuchar la pregunta.

— Mis hijas — contestó — Ellas ni su madre pudieron sobrevivir.

La respuesta dejó estupefacta a Sophia, nunca había tocado el tema con Theo sobre ese día. Ella pensaba que Theo siguió la mentira de su supuesta muerte, pero ¿Por qué parecía que él realmente la creía muerta?

— ¿Cómo sabes que su madre murió? — cuestionó Sophia, confundida. Mientras se separaba y cortaba el abrazo.

Theo se limpió las lágrimas y la nariz, antes de contestar.

— La hermana de mi esposa me lo dijo — contó sincero —. Cuando llegué... A mi casa... — su voz era entrecortada —. Todo estaba cubierto de su sangre, mi esposa debía completar un ritual para enfrentar al mestizo inmortal con todo su potencial, pero no sobrevivió — contaba con su voz apenas audible.

— ¿Fuiste a la casa ese día?

Theo asintió cabizbajo.

— ¿Ahora entiendes por qué me duele tanto que otro niño salga lastimado por culpa de ese ser despreciable?




¡Hola copitos!

Perdón por la tardanza, pero últimamente he estado ajetreada y poco inspirada, pero por fin puede completar el capítulo de hoy <3. Espero les guste y lo disfruten.


Los amo. Muchas gracias por su paciencia y el amor que le dan a la historia. 


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