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Sophia.

Él estaba sentado a mi lado izquierdo del sillón, mientras yo abrazaba a mis piernas y apoyaba mi mentón en mis rodillas. Ninguno de los dos decía nada luego de nuestro abrazo lleno de dolor, miedo y añoranza por sentirnos.

Una parte de mí decía que había sido injusta con él, pero otra parte no me dejaba perdonarlo por completo, y esa parte se afianzaba en la foto que guardaba en mi billetera, en aquella evidencia de su traición. Y yo estaba segura de que no era un montaje, reconocía su cuerpo por sus lunares y otros detalles que prefiero guardar para mí.

Era él, estaba segura, lo único que ponía en tela de juicio era el tiempo en que fue tomada. Lo miré de reojo, intentando armarme de valor para preguntarle, él tenía la mirada fija en sus pies, respiraba lento y pausado, sin emitir sonido alguno.

— Ese día Poseidón llegó enfurecido a ...

No supe cómo continuar, ¿qué diría? ¿Nuestra casa? ¿La casa?

Theo levantó la mirada, apenado.

— Al que sería nuestro hogar — completó en voz baja. Asentí.

— Estaba enfurecido por mi decisión de llevar a cabo el ritual en la superficie, y me advirtió de que si yo llegase a morir, el trato entre él y yo sería inválido — la voz quería volver a quebrarse en contra de mi voluntad. Tomé aire y continué—. Le expliqué que Baker transportaría mi cuerpo al océano, a penas termine el ritual, mediante un hechizo. Poseidón a duras penas accedió a mi pedido.

Theo cerraba los ojos y movía su cabeza lentamente de un lado a otro.

— No debiste esperarme — soltó en un susurro.

— Te necesitaba, Theo. Creía que no podría hacerlo sin ti— sonreí con la mirada perdida —, pero lo logré. Ellas fueron arrancadas de mis entrañas. No puedo negar el dolor físico que sentí, pero lo que realmente fue insoportable fue su ausencia.

— Llegué tarde... — secundó.

— Baker logró llevarme al océano, puede regenerarme y detener la hemorragia. No pude evitar odiarte por las promesas que no cumpliste y tu abandono ...— reí por lo bajo —. Mi odio se solidificó cuando vi las fotografías.

— Sophia, te juro que nunca te he sido infiel — aseguró viéndome a los ojos—. Debieron ser unas fotos montadas.

Saqué mi billetera, saqué la fotografía doblada en un rectángulo pequeño y se lo tendí, él me miró extrañado y me recibió el trozo de papel. Aparte la vista, no quería ver la foto, no ahora, porque si no fortalecería mi odio y no podría ni siquiera mirarlo.

— Es tu cuerpo, Theo. Lo conozco bien y sé que no son montadas — manifesté.

— No lo son — admitió.

No podía negarlo, muy en el fondo de mi ser, quería que lo negara. Que me dijera que era alguien que se parecía a él, que no era su cuerpo, que por mi ira no me percaté de los detalles, que era una broma de mal gusto y que nunca había pasado.

Me levanté. No podía seguir escuchando confesiones que sé que me lastimarían y destrozarían la poca alma que me quedaba. Sería como meterle el dedo a la herida que intentó cicatrizar por años.

AMAR ENTRE REINOS [02]Where stories live. Discover now