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Narrador omnisciente

Sophia yacía en el pecho de Theo, luego de una larga faena de placer mutuo. Los latidos de su amado estaban más pausados que hace unos minutos, incluso parecía que había caído en el reino de los sueños. Ella levantó ligeramente la cabeza sobre su pecho para observarlo mejor, y comprobando su teoría, Theo estaba placidamente dormido con su brazo cubriendo su frente.

"¿Cómo podía verse tan lindo?", se preguntó sin mover un solo músculo. No quería levantarlo, al contrario, quería apreciarlo por un buen rato.

Lamentablemente, no todos tenían la misma intención de no hacer ruido o escándalo. Como por ejemplo, Elem que venía como alma que lleva el diablo a los aposentos de la princesa Scarlett, con tal de enfrentarla cuanto antes y exponer sus términos de tregua.

— ¡Sophia, necesito hablar contigo ya! — reventó la puerta a golpes. La aludida se giró hacia la puerta molesta al sentir a su esposo moverse mientras despertaba de su bello sueño.

— Ya ni en su propia casa uno puede tener privacidad — bufó Soph, levantándose a abrir la puerta, aunque eso no fue necesario.

— Tendrás todo el tiempo del mundo cuando no estemos en guerra — replicó Elem, entrando abruptamente a la pieza.

Theo jaló las sabanas para cubrir su desnudez, estaba agotado y lo que menos quería era oír gritos de quién consideraba una desquiciada. La elfa ni se inmutó al ver el torso expuesto del esposo de la princesa, solo se centró en el rostro de la susodicha.

— ¡Santo cielo! ¿No pudiste esperar a que me vista? — se quejó, molesta.

Elem la examinó rápidamente con la mirada poco disimulada y espetó.

— No hay nada que no haya visto en las tierras élficas — se hundió de hombros.

— Sophia, saca a esa loca de mi cuarto. Gracias — soltó Theo girándose para cubrirse con una almohada.

— Ahora entiendo a Aitanay — espetó de vuelta y volvió a conectar la mirada con Sophia —. Necesito hablar contigo.

— ¿Paso algo malo? — cuestionó preocupada por un supuesto ataque o mala noticia.

— En definitiva, si consideramos que eres una amiga desleal.

Sophia frunció el ceño en cuanto oyó su respuesta.

— ¿Perdona?

— Lo que oíste, Sophia. ¿O cómo explicas qué desde que encerraron a Maia no has ido a verla? — el fastidió fue dejándola poco, dándole paso a la vergüenza y cierta culpabilidad.

Ella se removió inquieta en su lugar, desviando la mirada a su esposo.

— Espérame en el estudio, Elemmírë. Iré en unos minutos.

La elfa volcó los ojos y luego se giró para retirarse de la pieza, Sophia se quedó confusa e insegura por no saber qué respuesta darle a la pregunta de Elem. Ni siquiera ella entendía por qué lo hizo, ¿posponerlo quizás?

Maia y Sophia durante los últimos años habían sido inseparables, cómplices, confidentes, compañeras de aventuras, peleas y diversión. Desde que ella la rescató, nunca la había apartado de su vista, siempre la cuidaba desde lejos o cerca, según sea el caso. Y ahora ni siquiera podía verla a los ojos por el temor de encontrar algo que ignoró o no vio antes.

AMAR ENTRE REINOS [02]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora