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Sophia.

Subí al auto junto a Maia, la recepcionista nos acompañó hasta el taxi con una sonrisa de oreja a oreja, alabando una y otra vez a la familia Kim.

Alguien quería un trabajo nuevo, aparentemente.

Intenté buscar a Ian y Eru con la mirada, pero no los encontré, y no podía dejarme en evidencia frente al taxista llamado por la recepcionista, ya que, también era brujo al igual que ella.

Un paso en falso y llamaría la atención de mis enemigos, y eso era lo que menos quería en estos momentos.

Ya en el auto, Maia no dejaba de resonar el tacón por los nervios e impaciencia, habíamos dejado a Ian y Eru cerca a la fortaleza. Y eso a ella le preocupaba.

— Sophia, ¿y los atuendos? — me preguntó mordiendo su pulgar. Estaba nerviosa.

Era cierto, la bruja nos había dicho que la temática sería de la época victoriana con antifaces y mi vestimenta era sport elegante al igual que la pequeña licántropa. Por ello, tomé mi bolso para sacar mi teléfono, abrí la aplicación de Pinterest y así buscar los vestidos que usaríamos. A pesar de estar concentrada en el celular, podía sentir la mirada de Maia sobre mí.

Vestidos rojos, azules, jades, morados, beige... Tantos por escoger y ... ¡Bingo! ¡Los tenía!

— Señor — llamé al brujo, con el celular en la mano. El taxista levantó la vista a su retrovisor, le sonreí como un angelito. Este frunció el ceño, confuso.

Las calles pasaban más rápido de lo que esperaba, no es porque estuviera nerviosa, nada que ver. Al contrario, estoy tranquila y centrada en lo que vine a hacer. Al llegar al local, puede confirmar una y otra vez que la sencillez no iba de la mano con familia Kim.

El local era ostentoso, elegante y gigante... Y los invitados, ¡ni que decir con sus carros del año e inmaculados! Los empleados también estaban bien vestidos y completamente pulcros, casi parecían invitados de la fiesta — lo único que los diferenciaba es que ellos no llevaban antifaces —. La música se podía oír desde la puerta, al igual que las carcajadas de los niños emocionados por sus disfraces.

Por lo que veo alguien encontró a su media naranja presumida.

— ¡No puedo creer que lo convenciste! — exclamó en voz baja, Maia. Sonreí con suficiencia.

— El poder de convencimiento, cariño — le guiñé el ojo.

— ¿Cómo sabías que los brujos podían convertir vestidos? — preguntó, con genuina curiosidad.

— Vi a Baker cumpliéndole los caprichos a mi hermana. Nunca lo he intentado, pero ¡míranos, lucimos fabulosas!

Ella nos dio un vistazo fugaz.

— Pero siguen sin ser vestidos de la época victoriana, o bueno, según lo que tengo entendido, dudo que las mujeres de antaño usaran escotes en la espalda, pecho y pierna.

Me detuve solo para responderle con una sonrisa, tome dos mechones de su cabello con delicadeza, me acerqué a ella y le dije.

— Cariño, tienes un cuerpazo. ¿Qué caso tiene ocultarlo bajo miles de telas? Qué los estirados de ahí a dentro miren lo que no pueden tener — le dije con una sonrisa ladina.

Ella tenía un vestido blanco largo recto de satén con abertura larga sin tirantes. Yo había elegido uno negro con abertura larga, satén plisado y largo, que me hacía sentir como una diosa al tenerlo pegado a mis curvas, me sentía poderosa y dispuesta comerme al mundo entero con este vestido.

AMAR ENTRE REINOS [02]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora