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Aitanay Scarlett.

Sophia no ha dejado de mirar la puerta una y otra vez con lágrimas en los ojos, con la esperanza de ver al hijo de puta entrar por esa puerta. No le ha bastado ni el tiempo ni las palabras hirientes que le dijo, para seguir adelante. Y yo ya no sé qué más decirle para animarla o siquiera sacarle una sonrisa.

Hace unos días vi a Poseidón en un café cercano a la casa de Soph, él me citó para aclarar y definir unos puntos con respecto al día señalado para quitarle las almas a mis sobrinos.

— Necesito que la lleves al océano, mejor aún si la llevas a la isla del tratado. Estará cerca del palacio y su gente.

— Poseidón, conoce como es Sophia. Está demasiado arraigada a este lugar por Theo.

— ¿No lo entiendes? ¿O acaso la resurrección te dejó corta de entendimiento? — respiré hondo, para no mandarlo directo al Olimpo —. Necesito que Sophia esté en su estado natural cuando venga por las almas. Es un procedimiento muy peligroso para su frágil existencia.

— Pero, joder... Si ella muere por mis sobrinos, haga con ella lo mismo que me hizo a mí. Es un Dios después de todo, ¿no? — sus ojos verdes se quedaron prendidos de los míos.

— Sophia no puede morir de ninguna manera. Ella no puede perder sus dones, aún no.

— ¡Claro! Ella no puede perder sus dones, pero yo sí. ¡Menuda justicia la del Olimpo!

— Cuida tus modales, que no se te olvide con quién hablas, mortal. Que con un simple chasquido te doy el último respiro en este mundo — sellé mis labios. Después de morir, ¿quién no queda con fobia a la muerte? Exacto. Nadie.

El encuentro con el Dios no fue tan agradable, al contrario, me recordó mi mortalidad y lo poco importante que era mi vida para él. En definitiva, la compañía de Hades era más agradable que la de su hermano menor.

Salí a la cochera de la casa de mi hermana con las maletas que llevaríamos al viaje para acomodarlas en el auto de Alexander, mientras que Maia cuidaba a Sophia en la sala de la casa. El viaje será largo según Baker, llevará horas en el avión hasta llegar a un punto neutro de la selva del Amazonas, luego caminaremos sin descanso hasta encontrar la ciudad escondida de elfos. Por ello, alisté ropa adecuada para la misión y armas para protegernos en caso sea necesario.

— ¡Qué bonita vista, niña caprichosa! — Me erguí de inmediato cuando escuché la irritante voz de Baker. Volteé a verlo «Me veía el trasero». Estaba fumando un puro de lo más tranquilo y relajado, apoyado en una columna.

— ¡Qué monada! Mi hermana allá dentro muriéndose de miedo y tristeza, y tú acá fumando de lo más relajado — me quejé. Él alejó un poco su puro y meneó la cabeza.

— Para ser exacto, es un habano cubano. Deberías probarlo, eh. Es buenísimo para los nervios y ataques maniacos.

Me reí sin ganas. No volverá a agotar mi paciencia, o bueno, no notará el efecto que tiene en mí. Y sin decir nada, comencé a andar directo a la entrada de la sala.

— Me ayuda a concentrarme — declaró. Me detuve a escucharlo—. No me gustan los hechizos de transportación, demandan mucho esfuerzo mental y poder — me explicó.

— Lo sé. Por eso te encomendé a mi hermana — respondí seria.

Lo sabía, sabía el gran desgaste de poder que depende este hechizo, solo un brujo de linaje de Mammón puede hacerlo, y ese brujo era él. Es pariente del mestizo inmortal y probablemente ni siquiera él lo sabe, aunque el parentesco que comparten aún es un misterio para Poseidón y para mí.

AMAR ENTRE REINOS [02]Where stories live. Discover now