Narrador omnisciente.
El dios de los océanos estaba molesto con la primogénita de los Scarlett's por ser la creadora del nuevo ser que habitaba el cuerpo de Sophia Scarlett, un ser lleno de soberbia, frialdad, arrogancia y ganas infinitas de venganza. Poseidón estaba al tanto de todo, en especial lo que le había dicho Aitanay a Theo luego del ritual, y sabía que el pobre hombre terminó loco por la culpa que le consumía el alma de tener las manos manchadas de la sangre de sus "difuntas esposa e hijas". Mientras que Sophia almacenada un inmenso rencor así su aún esposo por la infidelidad y el abandono cuando más lo necesito.
- ¡Esto es tu culpa! - le reprendió Poseidón a Aitanay. Ella frunció el entrecejo.
- ¿No la quería invencible? - el dios le lanzó una mirada fulminante - Pues eso tienes. No hay mejor combinación que la sed de venganza + sangre Scarlett.
Poseidón la miró, estupefacto.
- ¿A caso lo olvidas? ¡Tiene sangre Darren! Esa sangre está maldita por el odio, y si esa sangre adquiere más odio, destruirá a Sophia.
- Sophia no se destruirá.
- ¡Está cegada por el odio! ¡No come, no duerme, no ríe como antes...! Ya no queda nada de la niña que conocí.
- ¿Niña? ¡Hazme el favor, Poseidón! La conociste cuando estuvo a punto de destruir a Adele por...
- Odio. ¿No viste lo que le pasó cuando su poder se consumió de odio?
- ¡Ah, eso...! ¡Cierto! Pues la verdad, no vi tanto. Estaba muy ocupada... ¡Muriendo!
Poseidón negó con la cabeza, decepcionado por Aitanay. Sin embargo, no podía negarlo, Sophia si distracciones y emociones era más efectiva y rápida para lograr sus objetivos. Y un claro ejemplo de ello es la nueva alianza con los jerarcas de los brujos, la sirena había logrado lo que muchos protectores habían fracasado.
- Tienes que decirle la verdad a tu hermana - soltó, el dios.
- Ni de coña- espetó.
- Tienes que hacerlo, porque tarde o temprano lo descubrirá. Por ti o por su cuenta, pero lo hará. Y te va a odiar ¿Lo sabes, verdad?
Aitanay lo miró con rencor que intentó disimular, sin mucho éxito.
- Ese bastardo le fue infiel - despotricó.
Poseidón arqueó la ceja, se levantó de su asiento y se acercó a ella con su porte intimidante.
- ¿Te consta qué es cierto?
Dejó la pregunta en el aire antes de desvanecerse. La pelinegra se quedó confusa en su sitio, sin poder quitar su ceño fruncido. Poseidón la había dejado pensando por un buen rato.
"¿Y qué si no lo hizo? De todos modos la daño, se aprovechó de ella y la abandonó", pensó Aitanay.
﹝ • • • ﹞
Sophia se pasaba de un lado a otro en su habitación sin saber que decidir, o bueno, en el fondo sabía lo que tenía que hacer, pero no quería aceptarlo, todavía no. Silas, jerarca de Antártida, le había dejado los puntos sobre las íes; los brujos apoyarían la causa rastreando a Declan, pero no pelearían hasta que el jerarca coreano se una.
No obstante, el jerarca coreano tenía cierto rechazo hacia las personas que no compartían rasgos como él, y Sophia era todo lo que él consideraba como feo e inmoral.
¿Feo? Porque no cumplía con los estándares de belleza que él consideraba sublime. Las mujeres delgadas, poco extravagantes, sumisas y ojos oscuros.
¿Inmoral? Creía que Sophia era una impúdica y desvergonzada por su forma de vestir.
- ¿Tienes que ir a buscarlo si o si? - preguntó Alexander, sentado en la orilla de la cama de Sophia.
Ella se detuvo para mirarlo, mientras resoplaba.
- No quiero volver a Corea - confesó, la castaña.
- Y yo no puedo volver - secundó su mejor amigo. Ella le dio una mirada con los ojos entrecerrados -. Tengo orden de captura en ese país - le recordó.
- Ah, cierto ... ¿Ves? Si tú no vas, yo no pondré un pie en ese territorio - intentó inventar una excusa.
Él bajo la mirada a sus pies que no dejaban de golpear el piso empedrado, lucía apenado y molesto por la situación, y no es para menos. El tema era difícil tanto para Sophia como para él, ambos habían dejado todo atrás e incluso cortamos lazos con personas que no tenían la culpa.
Seok, Raysa, So Ji, Haneul y Janice, por ejemplo.
Así que, Sophia decidió cambiar de tema, al menor por ahora.
- ¿Y cómo vas con Elem? - preguntó interesada. Él sonrió sin alzar la mirada.
- Bien, todo bien... creo - contestó. La castaña hizo un gesto de confusión al no entender muy bien su respuesta.
- ¿Qué pasó?
Alex se rascó la nuca.
- Quiere casarse - quedó muda.
Alexander Collins no es un hombre de compromisos, por muy enamorado que este, no le gusta la idea de sentirse atado a nada ni a nadie, lo aterra la idea. En sus treinta años, era la primera vez que estaba siéndole fiel a una fémina, fue algo tan raro, que ni siquiera lo había notado.
Una cosa era estar en una relación y otra muy distinta es tener que hacerse a la idea que nada volverá a ser como antes, que deberá estar con una sola persona por el resto de su vida.
"¿Y si en algún momento la dejo de querer o deja de gustarme tanto? No habrá vuelta atrás si me he unido con ella en matrimonio", pensaba el rubio.
- Eres mi mejor amigo y te amo. Pero como hombre eres una mierda - reconoció, Sophia.
Alexander soltó una carcajada, le había causado diversión las palabras de su mejor amiga.
- ¿Gracias, Soph? - fingió un agradecimiento con indignación -. Menos mal que eres mi amiga y no mi enemiga - soltó con risas.
- Es que es cierto, Alex. Llevas 4 años tonteando con esa chica. Y tú sabes lo importante que es ella para mis planes, así que ni sé te ocurra cagarla, recuerda porque estas con ella - respondió seria.
- Lo sé, Soph. Primero nosotros y luego la mierda de los sentimentalismos - contesto, asintiendo.
Sophia sonrió orgullosa de su mejor amigo.
- Me alegra que lo tengas presente, Alex. Y no tienes por qué ocultarlo, si bien es cierto, te acercaste a ella porque yo te lo pedí, pero tampoco niegues que la aprecias.
Alexander no podía negarlo, la quería. A pesar de que, solo la engatusó para fortalecer la lealtad de Elem hacia su mejor amiga, pero el tiempo es traicionero igual que el corazón. Y resultó queriéndola de una u otra forma, pero no estaba seguro si es que era amor lo que sentía.
- No lo niego. Ella es un sol, cuando le cumples sus caprichos y haces lo que ella quiere. Empero... No sé si pueda sacrificar mi estado civil por la causa.
Sophia asintió. Lo comprendía de cierto modo, ella era consciente de que era todo un logro que Alex hasta ahora no lo haya estropeado con Elem, pero pedirle que se case con ella, ya era pedir demasiado.
- Aguanta un poco más - le pidió -. Estoy cerca de Declan, y cuando lo tenga lo entregaré a Poseidón. Luego, podremos irnos a Londres o a donde quieras, pero de mí no te salvas, Alexander Collins. Hay dos pequeñas que necesitarán a su tío como padre protector - sonrió de tan solo imaginárselo.
Alexander estaba muy emocionado con la idea de vivir con las pequeñas mini Sophias. Él se idealizaba viendo una maratón de películas de Disney y de Barbie de la vieja escuela con sus sobrinas.
- ¡Les enseñaré a boxear! ¡Wuju! A penas terminé esto, mandaré a hacerles pequeños guantes de boxeo.
Sophia se le iluminó la mirada al ver a su mejor amigo tan emocionado con las gemelas.
Declan.
Utilizar a Eru como marioneta era divertido y mi momento favorito del día, podía pasar tiempo con Sophia sin que sepa sobre mí o darme al descubierto. Y puedo asegurar que estoy en buen camino, estaba más cerca de Sophia que nunca y ella confiaba en mí. Eru tenía un aspecto tierno y varonil a la vez, una combinación extraordinaria para llegar al corazón de Sophia.
Mi padre no ha dejado de joderme todas las noches por medio de mis sueños quejándose de mi lentitud en obtener las llaves del tártaro, creo que incluso ya no me creía que las tenía muy cerca de mí.
- Declan estás dejando que vayan muy lejos - reclamó mi padre. Viré los ojos -. Tienes a todos los brujos intentando rastrearte.
- Ni siquiera Poseidón y Zeus me han encontrado, ¿qué te hace pensar que me encontrarán? No seas ridículo - alegué convencido e incluso algo molesto por la subestimación.
- Están cazando a todos los demonios y a los que tengan lazos conmigo, los drenan. Es un ritual muy poderoso de sacrificio demoniaco.
El hijo de Mammón se detuvo, extrañamente interesado en el sacrificio ¿Tan poderoso era que tenía algo asustado a su padre?
- Padre, ¿tan peligroso es? - inquirió. Su padre le sostuvo la mirada penetrante que lo caracterizaba.
El demonio alzó sus barreras otra vez, no quería que nadie sintiera su miedo de perder a su hijo, ni siquiera Declan. Había perdido a su amada por culpa de los Melusinos y humanos, no iba a tolerar perder lo único que le quedaba de ella.
- Declan, ¿hasta cuándo seguirás con el papel de duque? Deja de jugar como crío y hazte cargo de una vez por todas - reprochó, Mammón.
- Solo necesito que Sophia confíe en mí como lo hacía con ese bastardo - se refirió a Theo.
Mammón estaba comenzando a hartarse de Sophia, porque estaba nublando el juicio de su hijo y eso podría poner en riesgo su escape del tártaro. Y Mammón no se quedaría sin su venganza, y esta no era simplemente por haberlo encerrado sino por el asesinato de su única amada, y entre ambas razones la última tenía más peso.
- Dejas que te trate como un súbdito más, como su monigote.
- Ella no es la misma de antes, padre - aseguró.
- ¡Claro que lo sé! Tengo ojos por todas partes - se defendió, el ser demoniaco.
Declan se rio, mostrando una actitud de orgullo y autosuficiencia. Porque él sabía perfectamente que el cambio se Sophia no era solamente por el odio, era por su influencia y cercanía.
Según Poseidón la sangre Darren estaba maldita, pero ¿Por qué? ¿Poseidón castigó a los antepasados de Sophia solo porque quiso cobrar una deuda? ¿Y por qué el Dios tuvo que tomar a una de las gemelas Darren?
- Fuiste tú- lo acusó, Mammón. Este mostró una sonrisa de oreja a oreja - ¡Maldito hijo de tu padre! - exclamó con orgullo.
Declan asintió, sin quitar su puta sonrisa del rostro.
- Te diste tu sangre para que pudieran concebir - manifestó su padre, un poco sorprendido por lo que hizo su hijo.
- Y ellos me adoraron por meses, hasta que Poseidón se enteró - bufó al recordar aquellos años -. No entiendo cómo se pudo enojar tanto, a las finales él mismo lo provocó, no escuchó las plegarias de sus "hijos" y ellos buscaron otras alternativas.
A Mammón se le inflaba el pecho de orgullo, mientras que exclamaba a sus hermanos "¡Mi hijo nos sacará de aquí, malditos hijos de puta!".
- La sangre de Sophia está unida a la mía, incluso antes de su unión con Theo.
- Y que la tengas cerca, saca lo peor de ella - continuó Mammón.
Declan hizo una mueca como si le restara importancia a sus logros. La conversación con su padre estaba en el punto más interesante, pero por desgracia tuvo que detenerla a penas escuchó los pasos de Sophia entrando a la fortaleza. Limpió los restos del animal que sacrificó lo más rápido que pudo, sacó perfume y lo tiró en la mitad de su habitación para que camufle el hedor.
- ¿Qué pasó? - preguntó, Sophia asustada.
Declan fingió una mueca pena por su fragancia.
- Se me cayó mi perfume - se quejó, haciendo puchero. Sophia se rio -. No te rías, Soph. Me costó caro en el pueblo - se quejó -. Los elfos son más careros que los melusinos.
- Ian en Melusina no comprabas perfume - le respondió ella divertida -. De hecho, es imposible que se pueda.
- Los duques tienen esos privilegios, ¿okey? - bromeó.
- Sí, claro, poderoso Duque Deveraux - hizo una leve reverencia con burla.
Hola, copito.
¿Cómo han estado? Espero que bien.
Últimamente los votos han descendido, y eso me preocupa. Por ello me gustaría saber si les está gustando la historia o no les llegan las notificaciones :(
¿Les está gustando "AMAR ENTRE REINOS"?
Sé que no estoy actualizando muy seguido, pero tengo obligaciones en la universidad y en mi vida personal. Sin embargo, siempre me doy el tiempo para poder escribir y subirles mínimo un capítulo por semana.
Los amo con todo mi corazón, y quisiera que me comprendan y me den amor :c
Con amor, Valu.