68, A TRAVÉS DEL VELO
Entre cuerpos tirados y chorros de luces de colores, Aries corrió hacia Harry y lo abrazó.
—¿Estás bien? —preguntó, y tiró de Harry para evitar que un hechizo le de.
—Sí —murmuró Harry, parecía a punto de llorar—, pero yo... es mi culpa... mi culpa...
Aries lo frenó antes de que comenzara a llorar y ambos se levantaron. Comenzaron a alejarse para ponerse a salvo, pero uno de los mortífagos se lanzó sobre ellos y los tres cayeron al suelo. El hombre aplastaba a Aries mientras tomaba a Harry del cuello. Aries comenzó a moverse con fuerza para, por lo menos, liberar su brazo y poder utilizar la varita, que se encontraba al lado de su hombro derecho, en el suelo. Cuando por fin pudo librarse el brazo, tomó la varita y apuntó al mortífago:
—¡DESMAIUS!
El mortífago se desplomó hacia atrás y la máscara le resbaló por la cara: era Macnair, el que había matado a Buckbeak.
—¡Gracias! —le dijo Harry a Aries, y enseguida tiró de ella hacia sí, pues Sirius y su mortífago pasaban a su lado dando bandazos y peleando tan encarnizadamente que sus varitas no eran más que una mancha borrosa.
Entonces Aries tocó con el pie algo redondo y duro y resbaló. Al principio creyó que a Harry se le había caído la profecía, pero entonces vio que el ojo mágico de Moody rodaba por el suelo. Su propietario estaba tumbado sobre un costado sangrando por la cabeza, y su agresor arremetía en ese momento contra Harry y Aries: era Dolohov, a quien el júbilo crispaba el alargado y pálido rostro.
—¡Tarantallegra! —gritó apuntando con la varita a Aries, cuyas piernas empezaron de pronto a bailar una especie de frenético claque que le hizo perder el equilibrio y caer de nuevo al suelo—. Bueno, Potter…
Entonces realizó con la varita el mismo movimiento cortante que había utilizado con Doe, pero Harry gritó:
—¡Protego!
De igual manera, Harry cayó encima de las piernas de Aries, que lanzó el contra hechizo y sus piernas dejaron de moverse, pero aún así se había lastimado el tobillo. Dolohov volvió a levantar la varita.
—¡Accio profe…! —exclamó, pero entonces Sirius surgió de improviso, empujando a Dolohov con el hombro y desplazándolo varios metros.
La esfera había vuelto a resbalar hasta las yemas de los dedos de Harry, pero él había conseguido sostenerla. En esos momentos, Sirius y Dolohov peleaban; sus varitas brillaban como espadas, y por sus extremos salían despedidas chispas.
Dolohov llevó la varita hacia atrás para repetir aquel movimiento cortante que había empleado contra Harry y Aries, pero entonces Harry se levantó de un brinco y gritó:
—¡Petrificus totalus!
Una vez más, las piernas y los brazos de Dolohov se juntaron y el mortífago cayó hacia atrás desplomándose en el suelo con un fuerte estruendo.
—¡Bien hecho! —gritó Sirius, y le hizo agachar la cabeza al ver que un par de hechizos aturdidores volaban hacia ellos—. Ahora quiero que salgan de…
Volvieron a agacharse, pues un haz de luz verde había pasado rozando a Sirius. Aries vio que Tonks se precipitaba desde la mitad de las gradas, y su cuerpo inerte golpeó los bancos de piedra mientras Bellatrix, triunfante, volvía al ataque. Su corazón se congeló y trató de pensar que ningún chorro verde había salido de la varita de Bellatrix.
—¡Harry, sujeta bien la profecía, toma a Aries y corre! —gritó Sirius, y fue al encuentro de Bellatrix. Aries no vio lo que pasó a continuación, pero ante su vista apareció James que, aunque se tambaleaba, estaba peleando con Rookwood, quien ya no llevaba la máscara y tenía el marcado rostro al descubierto.
Aries se levantó con ayuda de Harry y comenzaron a caminar, entonces un hombre se abalanzó sobre ellos y ambos cayeron hacia atrás. Aries sintió que se clavaba una punta de piedra en la espalda y soltó un quejido de dolor. Se incorporó y observó que Lucius Malfoy arrinconaba a Harry. Levantó su varita y gritó:
—¡Impedimenta!
Malfoy se separó inmediatamente de Harry y chocó contra la tarima sobre la que Sirius y Bellatrix se batían en duelo. Malfoy volvió a apuntar con la varita a Harry y Aries, pero antes de que pudiera tomar aliento para atacar, Lupin, de un salto, se había colocado entre Lucius y los dos chicos.
—¡Harry, recoge a los otros y salgan de aquí!
Harry agarró a Aries de la túnica por un hombro y la subió al primer banco de
piedra de las gradas; las piernas de Aries no tenían mucha fuerza; Harry tiró de nuevo de ella con todas sus fuerzas y subieron otro escalón…
Entonces un hechizo golpeó el banco de piedra donde Harry tenía apoyados los
pies; el banco se vino abajo y cayeron al escalón inferior. Aries, al caer encima de Harry, le golpeó la mano y la profecía salió volando e impactó contra el suelo, haciéndose añicos.
Harry y Aries se quedaron mirando el lugar donde se había roto, horrorizados por lo que acababa de pasar, y vieron que una figura de un blanco nacarado con ojos inmensos se elevaba flotando. Ellos dos eran los únicos que la veían. Aries observó que la figura movía la boca, pero con la cantidad de golpes, gritos y aullidos que se producían a su alrededor, no pudo oír ni una sola palabra de lo que decía. Finalmente, la figura dejó de hablar y se disolvió en el aire.
—¡Lo siento, Harry! —gritó Aries, muy angustiada—. Lo siento, Harry, no quería…
—¡No importa! —gritó él—. Intenta mantenerte en pie, hemos de salir de…
—¡Dumbledore! —exclamó entonces Aries, sudorosa, mirando embelesado por encima del hombro de Harry.
—¿Qué?
—¡DUMBLEDORE!
Justo encima de ellos, enmarcado por el umbral de la Estancia de los Cerebros, estaba Albus Dumbledore, con la varita en alto, pálido y encolerizado. Aries sintió una especie de descarga eléctrica que recorrió cada partícula de su cuerpo. ¡Estaban salvados!
Dumbledore bajó a toda prisa los escalones pasando junto a Aries y Harry, que ya no pensaban en salir de allí. Dumbledore había llegado al pie de las gradas cuando los mortífagos que estaban más cerca se percataron de su presencia y avisaron a gritos a los demás. Uno de ellos intentó huir trepando como un mono por los escalones del lado opuesto a donde se encontraban. Sin embargo, el hechizo de Dumbledore lo hizo retroceder con una facilidad asombrosa, como si lo hubiera pescado con una caña invisible.
Sólo había una pareja que seguía luchando; al parecer no se habían dado cuenta de que había llegado Dumbledore. Aries se levantó preocupada y comenzó a caminar como podía hacia ellos. No dejaría que su padre salga herido. Vio que Sirius esquivaba el haz de luz roja de Bellatrix y se reía de ella.
—¡Vamos, tú sabes hacerlo mejor! —le gritó Sirius, y su voz resonó por la enorme y tenebrosa habitación. La piel de Aries se erizó y estaba a dos pasos de su padre cuando Bellatrix lanzó el segundo chorro de luz.
Aries sintió terror al ver que su padre se había distraído, así que hizo un esfuerzo y saltó delante de él, recibiendo el impacto.
—¡NOOO!
Sintió que algo le abrazaba la espalda y la tiraban con suavidad hacia atrás. Se sentía demasiado tranquila y cómoda con los brazos que la rodeaban, estaría bien. Pero los rostros aterrorizados de su padre y de Remus, que la miraban desde cerca, le indicaron que algo muy malo estaba pasando. Pero Aries no tuvo tiempo para pensar, su cabeza quedó en blanco y sus ojos se cerraron.
No me maten, por favor.
Es un capítulo corto pero a mi me duele cada palabra.