SOULMATES ━Harry J. Potter

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SOULMATES | Cuando dos almas se tienen que encontrar, los mundos se juntan, la distancia se borra y deja de e... More

SOULMATES
GRAPHICS
volume one; the prisoner of azkaban
01. the leaky cauldron
02. the dementor
03. new classes
04. the boggart
05. flight of the fat lady
06. werewolves
07. the defeat
08. best friends
09. christmas
10. face to face
11. the final
12. the truth, part I
13. the truth, part II
14. the truth, part III
15. freedom
volume two; the goblet of fire
16. growing up
17. the burrow
18. bagman and crouch
19. the quidditch world cup
20. the dark mark
21. return to hogwarts
22. the triwizard tournament
23. mad-eye moody
24. the unforgivable curses
25. durmstrang and beauxbatons
26. the goblet of fire
27. the insult to snape
28. first date
29. the first task
30. invitations
31. the dance
32. rita skeeter
33. a family of two
34. the second task
35. hogsmeade
36. the strange girl
37, the last task
volume three; the order of phoenix
38, number 12 of grimmauld place
39, harry's anger
40, gray eyes
41, better person
42, the new professor
43, dolores umbridge
44, hermione's birthday
45, percy's letter
46, hogwarts high inquisitor
47, hog's head
48, dumbledore's army
49, victory and defeat
50, hagrid's return
51, the dream
52, the artist
53, the visit to San Mungo
54, night talks
55, the class of muggle music
56, daily prophet
57, double date
58, talks in the kitchen
59, the dismissal of trelawney
60, the centaur and the lion
61, father
62, fred, george and an apology
63, the o.w.l.s and the enemy of ron
64, red-handed
65, right to save prongs
66, department of mysteries
68, through the veil
69, soulmates
70, lord voldemort
71, the birthday letter
72, R.A.B
volume four; the half blood prince
73, talking to the moon
74, TIMOS
75, grandparents
76, weasley's wizard wheezes
77, the slug club
78, in an uncomfortable bed, again
79, the cat
80, the first class of snape like professor of DADA
81, harry reaches aries
82, the quidditch try-out
83, guilty
84, katie flies
85, between ron and hermione
86, invitation to the slughorn party
87, the christmas party
88, hugs
89, caught in action
90, the apparition class
91, love potion
92, the truth
93, parties, kisses and pacts
94, little talks
95, the apparition test
96, sectumsempra
97, the recognition
98, death knocking on the door
99, the man who helped her
100, the funeral
volume five; the deathly hallows
101, dreams
AVISO
102, the dursleys farewell
103, the seven harrys
104, bad feeling
105, the ring
106, harry's brithday
107, the wedding
108, sweet home
109, the founders

67, department of mysteries, part II

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67, DEPARTAMENTO DE MISTERIOS, PARTE DOS


Los rodearon unas siluetas negras salidas de la nada, que les cerraron el paso a derecha e izquierda; varios pares de ojos brillaban detrás de las rendijas de unas máscaras, y una docena de varitas encendidas les apuntaban directamente al corazón; Ginny soltó un grito de horror.

—Dame eso, Potter —repitió la voz de Lucius Malfoy, que había estirado un brazo con la palma de la mano hacia arriba. Aries notó un espantoso vacío en el estómago. Estaban atrapados, y los doblaban en número—. Dame eso —dijo Malfoy una vez más.

—¿Dónde está mi padre? —preguntó Harry.

Varios mortífagos rieron; una áspera voz de mujer surgió de entre las oscuras figuras, hacia la izquierda de Aries, y sentenció con tono triunfante:

—¡El Señor Tenebroso nunca se equivoca!

—No, nunca —apostilló Malfoy con voz queda—. Y ahora, entrégame la profecía, Potter.

—¡Quiero saber dónde está mi padre!

—«¡Quiero saber dónde está mi padre!» —se burló la mujer que estaba a su izquierda. Ella y el resto de los mortífagos se habían acercado más a Aries y a sus amigos, de los que ahora sólo los separaban unos palmos, y la luz de sus varitas deslumbraba a Aries.

—Sé que lo han capturado —afirmó Harry—. Está aquí. Sé que está aquí.

—El bebé se ha despertado asustado y ha confundido el sueño con la realidad —dijo la mujer imitando la voz de un niño pequeño. Aries apretó su varita con fuerza al tener sospechas sobre quién era aquella mujer, y levantó el brazo con lentitud.

—No hagas nada —murmuró Harry—. Todavía no…

La mujer que lo había imitado soltó una ruidosa carcajada.

—¿Lo han oído? ¿Lo han oído? ¡Está dando instrucciones a los otros niños, como si pensara atacarnos! —la mujer largó otra carcajada y luego soltó un jadeo de sorpresa— ¡Pero si es mi querida sobrina! Un gusto conocerte querida, pero no deberías estar con este chico Potter.

—¡Ah, tú no conoces a Potter tan bien como yo, Bellatrix! —exclamó Malfoy quedamente—. Tiene complejo de héroe; el Señor Tenebroso ya lo sabe. Y ahora dame la profecía, Potter.

—Sé que mi padre está aquí —insistió Harry—. ¡Sé que lo han capturado!

Unos cuantos mortífagos volvieron a reír, aunque la mujer fue la que rió más fuerte.

—Ya va siendo hora de que aprendas a distinguir la vida de los sueños, Potter —
dijo Malfoy—. Dame la profecía inmediatamente, o empezaremos a usar las varitas.

—Adelante —lo retó Harry, y levantó su varita mágica hasta la altura del pecho.

En cuanto lo hizo, las ocho varitas de Ron, Hermione, Zeus, Neville, Doe, Aries, Ginny y Luna se alzaron a su alrededor. El nudo que Aries notaba en el estómago se apretó aún más. Si de verdad James no estaba allí, Harry los habría conducido a la muerte para nada… Pero los mortífagos no atacaron.

—Entrégame la profecía y nadie sufrirá ningún daño —aseguró Malfoy fríamente.

Ahora le tocaba reír a Harry.

—¡Sí, claro! —exclamó—. Yo le doy esta... profecía, ¿no? Y ustedes nos dejan irnos a casa, ¿verdad?

Tan pronto como Harry terminó la frase, la mortífaga chilló:

—¡Accio prof…! —Pero Aries estaba preparada, y gritó: «¡Protego!» antes de que ella hubiera terminado de pronunciar su hechizo; la esfera de cristal le resbaló a Harry hasta las yemas de los dedos, aunque consiguió sujetarla—. ¡Vaya, mi pequeña sobrina sabe jugar! —dijo la mortífaga fulminando a Aries con la mirada tras las rendijas de su máscara—. Muy bien, pues entonces…

—¡TE HE DICHO QUE NO! —le gritó Lucius Malfoy a la mujer—. ¡Si la rompes…!

La mujer dio un paso hacia delante, separándose de sus compañeros, y se quitó la máscara. Azkaban había dejado su huella en el rostro de Bellatrix Lestrange, demacrado y marchito como una calavera, aunque lo avivaba un resplandor fanático y febril.

—¿Vamos a tener que aplicarte nuestros métodos de persuasión? —preguntó mientras su tórax ascendía y descendía rápidamente—. Como quieras. Cojan a una de las más pequeñas —ordenó a los mortífagos que tenía detrás—. Que vea cómo torturamos a su amiguita. Ya me encargo yo.

Todos se apretujaron contra Doe y Ginny, y Harry se puso delante de ellos.

—Si quiere atacar a alguno de nosotros tendrá que romper esto —le advirtió— No creo que su amo se ponga muy contento si la ve regresar sin ella, ¿no? —La mujer no se movió; se limitó a mirar fijamente a Harry mientras se pasaba la punta de la lengua por los delgados labios—. Por cierto —continuó Harry—, ¿qué profecía es ésa?

El brazo de Neville se apretaba contra el suyo, y Aries lo notaba temblar; también percibía la acelerada respiración de otro de sus amigos en la nuca. Confiaba en que todos estuvieran esforzándose por encontrar una manera de salir de aquel apuro, porque ella tenía la mente en blanco.

—¿Que qué profecía es ésa? —repitió Bellatrix, y la sonrisa burlona se borró de sus labios—. ¿Bromeas, Potter?

—No, no bromeo —respondió Harry—. ¿Para qué la quiere Voldemort?

Varios mortífagos soltaron débiles bufidos.

—¿Te atreves a pronunciar su nombre? —susurró Bellatrix.

—Sí —contestó Harry—. Sí, no tengo ningún problema en decir Vol…

—¡Cierra el pico! —le ordenó Bellatrix—. Cómo te atreves a pronunciar su nombre con tus indignos labios, cómo te atreves a mancillarlo con tu lengua de sangre mestiza, cómo te atreves…

—¿Sabía usted que él también es un sangre mestiza? —preguntó Harry con temeridad. Hermione soltó un débil gemido—. Me refiero a Voldemort. Sí, su madre era bruja, pero su padre era muggle. ¿Acaso les ha contado que es un sangre pura?

—¡DESMA..!

—¡NO!

Un haz de luz roja había salido del extremo de la varita mágica de Bellatrix Lestrange, pero Malfoy lo había desviado; el hechizo de Malfoy hizo que el de Bellatrix diera contra un estante, a un palmo hacia la izquierda de donde estaba Harry, y varias esferas de cristal se rompieron.

Dos figuras, nacaradas como fantasmas y fluidas como el humo, se desplegaron entre los trozos de cristal roto que habían caído al suelo, y ambas empezaron a hablar; sus voces se sobreponían una a otra, de modo que entre los gritos de Malfoy y Bellatrix sólo se oían fragmentos de la profecía.

—… el día en que las almas se encuentren llegará un nuevo… —decía la figura de un anciano con barba.

—¡NO LO ATAQUES! ¡NECESITAMOS LA PROFECÍA!

—Se ha atrevido…, se atreve —chilló Bellatrix con incoherencia—. Este repugnante sangre mestiza… Míralo, ahí plantado…

—¡ESPERA HASTA QUE TENGAMOS LA PROFECÍA! —bramó Malfoy.

—… y después nadie podrá vencerlos… —dijo la figura de una mujer joven.

Las dos figuras que habían salido de las esferas rotas se disolvieron en el aire. Lo único que quedaba de ellas y de sus antiguos receptáculos eran unos trozos de cristal en el suelo. Sin embargo, aquellas figuras le habían dado una idea a Aries. El
problema era cómo transmitírsela a los demás.

—No me han explicado ustedes todavía qué tiene de especial esta profecía que pretenden que les entregue —dijo Harry mientras Aries desplazaba lentamente
un pie hacia un lado, buscando el de alguno de sus compañeros.

—No te hagas el listo con nosotros, Potter —le previno Malfoy.

—No me hago el listo —replicó. Y entonces Aries encontró un pie y lo pisó. Una brusca inhalación a sus espaldas le indicó que se trataba del de Hermione.

—¿Qué? —susurró ella.

—¿Dumbledore nunca te ha contado que el motivo por el que tienes esa cicatriz estaba escondido en las entrañas del Departamento de Misterios? —inquirió Malfoy con sorna.

—¿Cómo? —se extrañó Harry—. ¿Qué
dice de mi cicatriz?

—Las estanterías —le susurró a Hermione con impaciencia.

—¿Cómo puede ser? —continuó Malfoy regodeándose maliciosamente; los
mortífagos volvieron a reír, y Aries aprovechó el momento para susurrarle en la nuca a Harry:

—Hay que destrozar las estanterías.

—¿Dumbledore nunca te lo ha contado? —repitió Malfoy—. Claro, eso explica por qué no viniste antes, Potter, el Señor Tenebroso se preguntaba por qué…

—… cuando diga «ya»…

—… no viniste corriendo cuando él te mostró en tus sueños el lugar donde estaba escondida. Creyó que te vencería la curiosidad y que querrías escuchar las palabras exactas…

—¿Ah, sí? —dijo Harry. Entonces Aries oyó, o más bien notó, cómo detrás de ella Hermione pasaba el mensaje a los demás, y Harry siguió hablando para distraer a los mortífagos—.Y quería que viniera a buscarla, ¿verdad? ¿Por qué?

—¿Por qué? —repitió Malfoy, incrédulo y admirado—. Porque las únicas personas a las que se les permite retirar una profecía del Departamento de Misterios, Potter, son aquellas a las que se refiere la profecía, como descubrió el Señor Tenebroso cuando envió a otros a robarla.

—¿Y por qué quería robar una profecía que hablaba de mí?

—De los dos, Potter, hablaba de los dos… ¿Nunca te has preguntado por qué el Señor Tenebroso intentó matarte cuando eras un crío?

Aries miró fijamente las rendijas detrás de las que brillaban los grises ojos de
Malfoy. ¿Aquella inscripción decía su nombre?

—¿Que alguien hizo una profecía sobre Voldemort y sobre mí? —preguntó Harry con un hilo de voz mirando a Lucius Malfoy,—. ¿Y me ha hecho venir a buscarla para él? ¿Por qué no venía y la cogía él mismo?

—¿Cogerla él mismo? —chilló Bellatrix mezclando las palabras con una sonora carcajada—. ¿Cómo iba a entrar el Señor Tenebroso en el Ministerio de Magia, precisamente ahora que no quieren admitir que ha regresado? ¿Cómo iba a mostrarse el Señor Tenebroso ante los aurores, ahora que pierden tan generosamente el tiempo buscando al traidor de Pettigrew?

—Ya, y les obliga a hacer a ustedes el trabajo sucio, ¿no? —se burló Harry—. Del mismo modo que envió a Sturgis a robarla, y a Bode, ¿verdad?

—Muy bien, Potter, muy bien… —dijo Malfoy lentamente—. Pero el Señor Tenebroso sabe que no eres ton…

—¡YA! —gritó entonces Aries.

—¡REDUCTO! —gritaron seis voces distintas detrás de Aries y una delante de ella.

Nueve maldiciones salieron volando en nueve direcciones distintas, y las estanterías que tenían enfrente recibieron los impactos; la enorme estructura se tambaleó al tiempo que estallaban cientos de esferas de cristal y las figuras de blanco nacarado se desplegaban en el aire y se quedaban flotando; sus voces resonaban, procedentes de un misterioso y remoto pasado, entre el torrente de cristales rotos y madera astillada que caía al suelo.

—¡CORRAN! —gritó Harry mientras las estanterías oscilaban peligrosamente y
seguían cayendo esferas de cristal.

Harry agarró a Aries por la túnica y tiró de ella hacia delante, a la vez que Aries se cubría la cabeza con un brazo para protegerse de los trozos de madera y cristal que se les echaban encima. Un mortífago arremetió contra ellos en medio de la nube de polvo, y Harry le dio un fuerte codazo en la enmascarada cara; todos chillaban, se oían gritos de dolor y un fuerte estruendo, y las estanterías se derrumbaron en medio del eco de los fragmentos de profecías liberadas de las esferas.

Aries se dio cuenta de que tenían espacio libre para salir y vio que los demás pasaban corriendo a su lado con los brazos sobre la cabeza; una cosa dura le golpeó en la mejilla, pero Aries agachó la cabeza y echó a correr. Una mano la agarró por el hombro; entonces oyó a Harry gritar: «¡Desmaius!», y la mano la soltó inmediatamente. Estaban al final del pasillo número noventa y siete; Aries torció a la derecha y salió corriendo a toda velocidad mientras oía pasos a su espalda y la voz de Harry, que apremiaba a Doe y a Neville. Delante de Aries, la puerta por la que habían entrado estaba entreabierta, y ella veía la centelleante luz de la campana de cristal. Pasó disparado por el umbral y esperó a que sus compañeros también lo cruzaran antes de cerrar.

—¡Fermaportus! —gritó Aries casi sin aliento, y la puerta se selló y produjo un extraño ruido de succión.

—¿Dónde… dónde están los demás? —preguntó Harry jadeando.

Aries creía que Ron, Hermione, Zeus, Luna y Ginny iban delante de ellos, y que estarían esperándolos en aquella habitación, pero allí no había nadie.

—¡Deben de haberse equivocado de camino! —susurró Dor con el terror reflejado en la cara.

—¡Escuchen! —exclamó Neville.

Detrás de la puerta que acababan de sellar se oían gritos y pasos; Aries pegó una oreja para escuchar, y oyó que Lucius Malfoy gritaba:

—Dejen a Nott, ¡he dicho que lo dejen! Sus heridas no serán nada para el Señor Tenebroso comparadas con perder esa profecía. ¡Jugson, ven aquí, tenemos que organizamos! Iremos por parejas y haremos un registro, y no lo olvidéis: no hagan daño a Potter hasta que tengamos la profecía, pero a los demás pueen matarlos si es necesario. ¡Bellatrix, Rodolphus, vayan por la izquierda! ¡Crabbe, Rabastan, por la derecha! ¡Jugson, Dolohov, por esa puerta de ahí enfrente! ¡Macnair y Avery, por
aquí! ¡Rookwood, por allí! ¡Mulciber, ven conmigo!

—¿Qué hacemos? —le preguntó Aries a Harry temblando de pies a cabeza.

—Bueno, lo que no vamos a hacer es quedarnos aquí plantados esperando a que nos encuentren —contestó Harry—. Alejémonos de esta puerta.

Corrieron procurando no hacer ruido, pasaron junto a la brillante campana de cristal que contenía el pequeño huevo que se abría y se volvía a cerrar, y se dirigieron hacia la puerta del fondo que conducía a la sala circular. Cuando casi habían llegado, Aries oyó que algo grande y pesado chocaba contra la puerta que había sellado mediante un encantamiento.

—¡Aparta! —dijo una áspera voz—. ¡Alohomora!

La puerta se abrió y Harry, Aries, Doe y Neville se escondieron debajo de unas
mesas. Enseguida vieron acercarse el dobladillo de las túnicas de dos mortífagos que caminaban deprisa.

—Quizá hayan salido al vestíbulo —dijo la voz áspera.

—Mira debajo de las mesas —sugirió otra voz.

Aries observó que los mortífagos doblaban las rodillas, así que sacó la varita de
debajo de la mesa y gritó:

—¡DESMAIUS!

Un haz de luz roja dio contra el mortífago que tenía más cerca; éste cayó hacia atrás, chocó contra un reloj de pie y lo derribó. El segundo mortífago, sin embargo, se había apartado de un salto para esquivar el hechizo de Aries y apuntaba con su varita
a Doe, que salía arrastrándose de debajo de la mesa para poder apuntar mejor.

—¡Avada…!

Entonces Harry se lanzó por el suelo y agarró por las rodillas al mortífago, que
perdió el equilibrio y no pudo apuntar a Doe. Neville volcó una mesa con las prisas por ayudar, y Aries, apuntando con furia al mortífago que forcejeaba con Harry, gritó:

—¡EXPELLIARMUS!

La varita de Harry y la del mortífago saltaron de sus manos y fueron volando hacia la entrada de la Sala de las Profecías; Harry y su oponente se pusieron en pie y corrieron tras ellas; el mortífago iba delante, pero Harry le pisaba los talones, y Aries y Neville iban detrás.

—¡Apártate, Harry! —gritó Neville. Harry se lanzó hacia un lado y su amigo volvió a apuntar y gritó:

—¡DESMAIUS!

El haz de luz roja pasó justo por encima del hombro del mortífago y fue a parar contra una vitrina que había en la pared, llena de relojes de arena de diferentes formas; la vitrina cayó al suelo y se reventó, y trozos de cristal saltaron por los aires; luego se levantó, como accionada por un resorte, y se pegó de nuevo a la pared, perfectamente reparada; pero a continuación cayó de nuevo y se hizo añicos.

El mortífago, mientras tanto, había cogido su varita, que estaba en el suelo junto a la brillante campana de cristal. Cuando el individuo se dio la vuelta, Aries se escondió detrás de otra mesa, y como al mortífago se le había movido la máscara y no veía nada, se la quitó con la mano que tenía libre y gritó:

—¡DES…!

—¡DESMAIUS! —bramó entonces Doe, que los había alcanzado.

Esa vez el haz de luz roja golpeó en medio del pecho al mortífago, que se quedó
paralizado con los brazos en alto; entonces la varita se le cayó al suelo y él se derrumbó hacia atrás sobre la campana de cristal. Aries creyó que oiría un fuerte
¡CLONC! cuando el mortífago chocara contra el sólido cristal de la campana y resbalara por ella hasta desplomarse en el suelo, pero, en lugar de eso, la cabeza del hombre atravesó la superficie de la campana como si ésta fuera una pompa de jabón, y quedó tirado boca arriba sobre la mesa con la cabeza dentro de la campana llena de aquella relumbrante corriente de aire.

—¡Accio varita! —gritó Aries, y la varita de Harry salió volando de un oscuro rincón y fue a parar a la mano de la chica, que se la lanzó a su amigo.

—Gracias —dijo él—. Bueno, hemos de salir de…

—¡Cuidado! —exclamó Neville, horrorizado. Miraba la cabeza del mortífago, que seguía en el interior de la campana de cristal.

Los cuatro volvieron a levantar sus varitas, pero ninguno atacó: se quedaron contemplando, boquiabiertos y aterrados, lo que le ocurría a la cabeza de aquel hombre: se encogía muy deprisa y se estaba quedando calva; el negro cabello y la barba rala se replegaban hacia el interior del cráneo; las mejillas se volvían lisas, y el
cráneo, redondeado, y se cubría de una pelusilla como de piel de melocotón… En aquel momento, el grueso y musculoso cuello del mortífago sostenía una cabeza de recién nacido, y el hombre intentaba levantarse; pero mientras los chicos lo observaban, estupefactos, la cabeza volvió a aumentar de tamaño y empezó a crecerle pelo en el cuero cabelludo y en la barbilla…

—Es el Tiempo —dijo Aries, atemorizada—. El Tiempo…

El mortífago volvió a mover la fea cabeza intentando despejarse, pero antes de que pudiera levantarse, se le empezó a encoger otra vez hasta adoptar de nuevo la forma de la de un recién nacido…

Entonces oyeron gritar a alguien en una habitación cercana; luego, un estrépito y un chillido.

—¿RON? —gritó Harry—. ¿HERMIONE? ¿GINNY? ¿LUNA? ¿ZEUS?

—¡Harry! —gritó Aries.

El mortífago había sacado la cabeza de la campana de cristal. Ofrecía un aspecto grotesco, pues su diminuta cabeza de bebé berreaba escandalosamente mientras agitaba los gruesos brazos en todas direcciones, y estuvo a punto de darle un golpe a Harry, que se agachó justo a tiempo. Aries levantó su varita mágica, pero para su sorpresa Doe le sujetó el brazo.

—¡No puedes hacer daño a un bebé!

No había tiempo para discutir; Aries volvía a oír pasos, cada vez más fuertes, provenientes de la Sala de las Profecías.

—¡Vamos! —dijo Harry.

Dejaron al mortífago con cabeza de bebé tambaleándose detrás de ellos, y salieron por la puerta que estaba abierta en el otro extremo de la habitación, y que conducía a la sala circular negra. Cuando habían recorrido la mitad de la habitación, a través de la puerta abierta Aries vio a otros dos mortífagos que entraban corriendo por la puerta negra e iban hacia ellos; entonces giraron hacia la izquierda, entraron precipitadamente en un despacho pequeño, oscuro y abarrotado.

—¡Ferma…! —empezó a decir Aries, pero antes de que pudiera terminar el hechizo, la puerta se abrió de par en par y los dos mortífagos irrumpieron en el despacho.

Ambos gritaron triunfantes:

—¡IMPEDIMENTA!

Harry, Aries, Doe y Neville cayeron hacia atrás; Neville se derrumbó sobre una mesa y desapareció de la vista; Doe cayó sobre una estantería y recibió una cascada de gruesos libros encima; Harry y Aries se golpearon la parte posterior de la cabeza contra la pared de piedra que tenían detrás: unas luces diminutas aparecieron ante sus ojos y por un momento se quedó demasiado aturdida y mareada para reaccionar.

—¡YA LOS TENEMOS! —gritó el mortífago que estaba más cerca de ella—. ¡ESTÁN EN
UN DESPACHO QUE HAY EN…!

—¡Silencius! —gritó Doe, y el hombre se quedó sin voz. Siguió moviendo los labios detrás del agujero de la máscara que tenía sobre la boca, pero no emitió ningún sonido. El otro mortífago lo apartó bruscamente.

—¡Petrificus totalus! —gritó Harry cuando el segundo mortífago levantaba su varita. Los brazos y las piernas del hombre se pegaron y cayó de bruces sobre la alfombra que Aries tenía a sus pies, rígido como una tabla e incapaz de moverse.

—Bien hecho, Ha…

Pero el mortífago al que Hermione acababa de dejar mudo dio un repentino latigazo con la varita y un haz de llamas de color morado atravesó el pecho de Doe. La chica soltó un débil: «¡Oh!» de sorpresa, se le doblaron las rodillas y se derrumbó.

—¡DOE!

Harry y Aries se arrodillaron a su lado mientras Neville salía de debajo de la mesa y sea arrastraba rápidamente hacia ella, con la varita en ristre. El mortífago lanzó una patada hacia la cabeza de Neville en cuanto éste se asomó, rompiendo por la mitad la varita del chico y acertándole en la cara. Neville soltó un aullido de dolor y retrocedió tapándose la boca y la nariz con ambas manos. Aries se volvió con la varita en alto y vio que el mortífago se había quitado la máscara y la apuntaba; Harry reconoció la larga, pálida y contrahecha cara que había visto en El Profeta: era Antonin Dolohov, el mago que había matado a los Prewett.

Dolohov sonrió burlonamente. Con la mano que tenía libre, apuntó a la profecía que Harry seguía apretando en la mano.

—¡Como si no nos fueran a matar de todos modos en cuanto les entregue esto! —exclamó Harry.

Aries percibía un silbido de pánico en el cerebro que le impedía pensar; tenía una
mano sobre el hombro de Doe, que todavía estaba caliente, aunque no se atrevía a mirarla a la cara.

—¡Haz lo que sea, Harry —urgió Neville con fiereza desde debajo de la mesa, y se quitó las manos del rostro, dejando al descubierto la nariz rota y la sangre que le chorreaba por la boca y la barbilla—, pero no se la des!

Entonces se oyó un estrépito detrás de la puerta y Dolohov giró la cabeza: el mortífago con cara de bebé había aparecido berreando en el umbral y seguía agitando desesperadamente los enormes puños mientras golpeaba todo lo que encontraba a su paso. Aries y Harry no desperdiciaron aquella oportunidad.

—¡PETRIFICUS TOTALUS! —gritaron. El hechizo golpeó a Dolohov antes de que éste pudiera neutralizarlo, y cayó hacia delante sobre su compañero, ambos rígidos como tablas e incapaces de moverse ni un milímetro.

—Doe —dijo Harry entonces, zarandeándola, mientras el mortífago con cabeza de recién nacido se alejaba de nuevo dando tumbos—. Despierta, Doe…

—¿Qué le ha hecho? —preguntó Neville; salió arrastrándose de debajo de la
mesa y se arrodilló al otro lado de Doe. Al chico le chorreaba sangre por la nariz, que se hinchaba por momentos.

—No lo sé…

Neville cogió una de las muñecas de Hermione.

—Todavía tiene pulso, estoy seguro.

Aries sintió una oleada de alivio, tan intensa que al principio se mareó.

—¿Está viva?

—Sí, creo que sí.

Se callaron un momento; Aries aguzó el oído por si se oían más pasos, pero sólo percibió los gemidos y los topetazos del mortífago con cabeza de bebé en la habitación de al lado.

—Neville, no estamos muy lejos de la salida —dijo Harry en un susurro—, estamos justo al lado de la sala circular… Si consiguieras llegar hasta allí y encontrar la puerta de salida antes de que lleguen más mortífagos, podrías llevar a Doe por el pasillo hasta el ascensor… Y entonces podrías buscar a alguien…, dar la alarma…

—¿Y qué van a hacer ustedes? —preguntó Neville secándose la sangrante nariz con la manga y mirándolos ceñudo.

—Tenemos que encontrar a los otros —contestó Aries.

—Quiero ayudar a buscarlos —dijo Neville con firmeza.

—Pero Doe…

—Podemos llevarla con nosotros —propuso Neville sin vacilar—. Puedo llevarla yo, ustedes son más hábiles con la varita…

Se incorporó y agarró a Doe por un brazo, sin dejar de mirar con fiereza a Harry y a Aries, que todavía dudaban; entonces Harry la agarró por el otro brazo y ayudó a Neville a colgarse el cuerpo inerte de Doe sobre los hombros.

—Espera —dijo Harry recuperando del suelo la varita de Hermione y poniéndosela a Neville en la mano—, será mejor que cojas esto.

Neville apartó de una patada los trozos de su varita y echaron a andar despacio hacia la puerta.

—Mi abuela me matará —afirmó Neville con voz pastosa escupiendo sangre al hablar—; ésa era la varita de mi padre.

Aries asomó cautelosamente la cabeza por la puerta y echó un vistazo alrededor. El mortífago con cabeza de bebé chillaba y se daba golpes contra todo, derribaba relojes de pie y volcaba mesas; se desgañitaba y parecía confuso, mientras la vitrina seguía cayendo, destrozándose y reparándose por sí sola una y otra vez, por lo que Aries dedujo que debía de contener giratiempos.

—No nos verá —susurró Aries—. Vamos, péguense a mí…

Salieron con sigilo del despacho y fueron hacia la puerta que conducía a la sala circular negra, que parecía completamente desierta. Avanzaron unos pasos; Neville se tambaleaba un poco a causa del peso de Hermione. La puerta de la Estancia del Tiempo se cerró tras ellos y la pared empezó a rotar otra vez. Aries  estaba un poco mareada del golpe que se había dado en la cabeza, así que entornó los ojos y notó que oscilaba ligeramente, hasta que la pared dejó de moverse. Entonces vio que las equis luminosas que Hermione había trazado en las puertas habían desaparecido, y se le cayó el alma a los pies.

—¿Ustedes por dónde creen que…?

Pero antes de que pudieran decidir por qué puerta iban a intentar salir, se abrió de par en par una que había a la derecha y por ella entraron cinco personas dando traspiés.

—¡Ron! —exclamó Aries, y corrió hacia ellos—. Hermione… ¿Están todos…?

—Harry —dijo Ron con una risita; se abalanzó sobre él, lo agarró por la túnica y lo miró como si no pudiera enfocar bien su cara—, estás aquí. ¡Ji, ji, ji! ¡Qué raro estás, Harry, vas muy despeinado!

Ron estaba muy pálido y le goteaba una sustancia oscura por una comisura de la boca. Entonces se le doblaron las rodillas, y al estar todavía agarrado a la túnica de Harry, éste se inclinó por la cintura como si hiciera una reverencia. Aries soltó un jadeo cuando observó que Zeus estaba inconsciente en los brazos de Luna.

—Hermione —dijo Harry con temor—. ¿Qué ha pasado?

Ginny se resbaló por la pared hasta quedar sentada en el suelo, al tiempo que jadeaba y se sujetaba un tobillo.

—Creo que se ha roto el tobillo; he oído un crujido —susurró Luna, que se había
agachado a su lado; era la única que parecía ilesa—. Siete mortífagos nos han perseguido hasta una habitación oscura llena de planetas; era un sitio muy raro, a veces nos quedábamos flotando en la oscuridad.

—¡Hemos visto Urano de cerca, Harry! —exclamó Ron, que seguía riendo débilmente—. ¿Me has oído, Harry? Hemos visto Urano. ¡Ji, ji, ji!

Una burbuja de sangre se infló en la comisura de la boca de Ron, por donde le goteaba aquella sustancia oscura, y explotó poco después.

—Uno de los mortífagos ha agarrado a Ginny por el tobillo —prosiguió Hermione—; he utilizado la maldición reductora y le he lanzado Plutón a la cara, pero…

Luna señaló a Ginny, que respiraba entrecortadamente y mantenía los ojos
cerrados.

—¿Y a Ron y a Zeus qué les ha pasado? —preguntó Aries atemorizada; su amigo seguía riendo tontamente, colgado de la túnica de Harry.

—No sé qué le han hecho a Ron —respondió Luna con tristeza—, pero se comporta de una forma muy extraña; me ha costado lo mío traerlo hasta aquí. Y a Zeus lo han desmayado.

—Harry —continuó Ron sin parar de reír, y tiró de él hacia abajo hasta que la oreja de éste le quedó a la altura de la boca—, ¿sabes quién es ésta, Harry? Es Lunática, Lunática Lovegood, ¡ji, ji, ji!

—Tenemos que salir de aquí como sea —dijo Harry con firmeza—. Luna, ¿puedes ayudar a Ginny?

—Sí —contestó la chica, y se colocó la varita mágica detrás de una oreja. A continuación, rodeó a Ginny por la cintura y la levantó del suelo.

—¡Sólo me duele un poco el tobillo, puedo levantarme yo sola! —protestó Ginny, pero al cabo de un momento se cayó hacia un lado y tuvo que sujetarse a Luna.

Aries caminó hacia una puerta, y estaba sólo a unos palmos de alcanzarla cuando otra se abrió de repente en el lado opuesto de la sala y por ella entraron tres mortífagos. Bellatrix Lestrange iba en cabeza.

—¡Están aquí! —gritó la mortífaga.

Los mortífagos lanzaron varios hechizos aturdidores; Aries ayudó a Harry y entraron apresuradamente por la puerta que tenían enfrente, se liberarom sin miramientos de Ron y volvieron sobre sus pasos para ayudar a Neville a que entrara a Doe. Cruzaron todos el umbral justo a tiempo para cerrarle la puerta en las narices a Bellatrix.

—¡Fermaportus! —gritó Aries, y oyó cómo tres cuerpos, al otro lado, chocaban contra la puerta.

—¡No importa! —exclamó una voz de hombre—. ¡Hay otras entradas! ¡LOS TENEMOS, ESTÁN AQUÍ!

Aries se dio la vuelta; volvían a estar en la Estancia de los Cerebros, y efectivamente, también allí había varias puertas. Enseguida oyó pasos en la sala circular: otros mortífagos llegaban para sumarse a los primeros.

—¡Harry, Luna, Neville, ayúdenme!

Los cuatro recorrieron la habitación y sellaron una a una las puertas; Aries chocó contra una mesa y rodó por encima de ella con las prisas por llegar a la siguiente puerta.

—¡Fermaportus!

Se oían pasos que corrían por detrás de las puertas, y de vez en cuando algún cuerpo se lanzaba con fuerza contra una de ellas y la hacía crujir y temblar; Luna y Neville, mientras tanto, encantaban las puertas de la pared de enfrente. Entonces, cuando Harry y Aries llegaron al final de la habitación, oyeron que Luna gritaba:

—¡Ferma… aaaaaaah!

Aries se volvió y la vio saltar por los aires mientras cinco mortífagos entraban en la
habitación por la puerta que ella no había logrado cerrar a tiempo. Luna chocó contra una mesa, resbaló por su superficie y cayó al suelo por el otro lado, donde se quedó
desmadejada, tan quieta como Doe.

—¡Atrapen a Potter! —chilló Bellatrix, y corrió hacia él; Harry la esquivó y salió disparado hacia el otro extremo de la habitación; estaría a salvo mientras los mortífagos temieran destrozar la profecía.

—¡Eh! —gritó Ron, que se había puesto en pie y avanzaba dando tumbos hacia Harry, sin parar de reír—. ¡Eh, Harry, ahí hay cerebros, ji, ji, ji! Qué raro, ¿verdad, Harry?

—Quítate de en medio, Ron, agáchate…

Pero Ron apuntaba al tanque con su varita.

—En serio, Harry, son cerebros. Mira, ¡accio cerebro!

La escena se detuvo momentáneamente. Aries, Hermione, Harry, Ginny, Neville y los mortífagos se dieron la vuelta instintivamente para observar el tanque, y vieron que un cerebro salía como un pez volador del líquido verde: en un primer momento se quedó suspendido en el aire, pero a continuación se dirigió volando hacia Ron, mientras giraba sobre sí mismo, y unas cintas de algo que parecían imágenes en movimiento salieron despedidas de él, desenrollándose como rollos de película.

—¡Ji, ji, ji! Mira, Harry —dijo Ron contemplando cómo el cerebro desparramaba sus llamativas tripas por el aire—. Ven a tocarlo, Harry, seguro que tiene un tacto genial…

—¡NO, RON!

Aries ignoraba qué podía pasar si Ron tocaba los tentáculos de pensamiento que
volaban detrás del cerebro, pero estaba convencida de que no podía ser nada bueno. Corrió enseguida hacia donde se encontraba su amigo, pero éste ya había atrapado el cerebro con ambas manos. En cuanto entraron en contacto con su piel, los tentáculos empezaron a enroscarse
en los brazos de Ron como si fueran cuerdas.

—Harry, mira lo que está pasan… No… no… no me gusta… No… basta… ¡Basta!

Las delgadas cintas se enrollaron alrededor del tórax de Ron, que tiraba de ellas, pero sin lograr impedir que el cerebro se aferrara a él como un pulpo.

—¡Diffindo! —gritó Harry tratando en vano de cortar los tentáculos que se enrollaban con fuerza alrededor del cuerpo de Ron ante sus ojos. Éste cayó al suelo e intentó librarse de sus ataduras.

—¡Lo va a asfixiar, Harry! —gritó Ginny, que seguía teniendo a Zeus. Entonces un haz de luz roja salió de la varita de uno de los mortífagos y le dio de lleno en la cara. Hermione se desplomó hacia un lado y quedó inconsciente.

—¡DESMAIUS! —gritó Neville mientras agitaba la varita de Doe hacia los mortífagos que se aproximaban—. ¡DESMAIUS, DESMAIUS!

Pero no pasó nada.

Otro mortífago lanzó un hechizo aturdidor a Neville y le dió en el pecho. En ese momento, Harry y Aries eran los únicos que seguían luchando contra cinco mortífagos, dos de los cuales les lanzaban haces de luz plateada como flechas que no
daban en el blanco, pero dejaban cráteres en la pared, detrás de los chicos. Bellatrix Lestrange echó a correr hacia Harry, que salió disparado levantando la mano con la que sujetaba la profecía y se dirigió hacia el otro extremo de la habitación. Aries se batía con dos mortífagos a la vez, era muy difícil y estaba aterrada, porque ellos no tenían usar las maldiciones imperdonables. Incluso un chorro de luz verde le pasó rozando la cabeza, pero se había movido justo a tiempo.

No tardó mucho tiempo en deshacerse de los dos mortífagos y corrió hacia donde Harry se había ido, seguido por los demás mortífagos. Era la sala con el arco y el velo. Aries se frenó y se quedó en la oscuridad, pensando en la ventaja que tendría al no ser descubierta. Pero uno de los mortífagos la vió y la atraparon.

—Traiganla aquí con su tía —dijo Bellatrix. Los mortífagos obedecieron y le quitaron la varita antes de dejarla junto a la mujer—. Si no entregas esa profecía Potter —dijo, caminando para quedar detrás de Aries. La tomó del cabello y la obligó a arrodillarse— tu noviecita muere.

—No lo hagas, Harry —le dijo Aries. Sintió que Bellatrix la tomaba con más fuerza y le apoyaba su varita en la frente— ¡No se las des!

Harry estiró el brazo y les tendió la profecía, que se había calentado con el calor de sus manos. Lucius Malfoy se adelantó para cogerla. Pero entonces, de repente, en la parte más elevada de la sala se abrieron dos puertas y siete personas entraron corriendo en la sala: Sirius, James, Remus, Phoebe, Moody, Tonks y Kingsley.

—¡Suelta a mi hija si no quieres morir, maldita bastarda!

Malfoy se volvió y levantó la varita, pero Tonks ya le había lanzado un hechizo aturdidor. Sirius le lanzó un hechizo a Bellatrix y esta soltó a Aries, quién tomó la distracción del mortífago que tenía su varita como ventaja, y se apresuró para robarla.. Los mortífagos estaban completamente distraídos con la aparición de los miembros de la Orden, que los acribillaban a hechizos desde arriba mientras descendían por las gradas hacia el foso.

Ok ni yo estoy preparada para lo que sigue, pero bueno ya verán.

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