AMAR ENTRE REINOS [02]

By ValuAbigail

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BILOGÍA AMAR: Libro 2. Hace siglos, dos reinos se aliaron para encerrar a los demonios en el inframundo, del... More

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62: Deuda ancestral
63: Destrucción y redención

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By ValuAbigail

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Aitanay Scarlett.

Sophia no ha dejado de mirar la puerta una y otra vez con lágrimas en los ojos, con la esperanza de ver al hijo de puta entrar por esa puerta. No le ha bastado ni el tiempo ni las palabras hirientes que le dijo, para seguir adelante. Y yo ya no sé qué más decirle para animarla o siquiera sacarle una sonrisa.

Hace unos días vi a Poseidón en un café cercano a la casa de Soph, él me citó para aclarar y definir unos puntos con respecto al día señalado para quitarle las almas a mis sobrinos.

— Necesito que la lleves al océano, mejor aún si la llevas a la isla del tratado. Estará cerca del palacio y su gente.

— Poseidón, conoce como es Sophia. Está demasiado arraigada a este lugar por Theo.

— ¿No lo entiendes? ¿O acaso la resurrección te dejó corta de entendimiento? — respiré hondo, para no mandarlo directo al Olimpo —. Necesito que Sophia esté en su estado natural cuando venga por las almas. Es un procedimiento muy peligroso para su frágil existencia.

— Pero, joder... Si ella muere por mis sobrinos, haga con ella lo mismo que me hizo a mí. Es un Dios después de todo, ¿no? — sus ojos verdes se quedaron prendidos de los míos.

— Sophia no puede morir de ninguna manera. Ella no puede perder sus dones, aún no.

— ¡Claro! Ella no puede perder sus dones, pero yo sí. ¡Menuda justicia la del Olimpo!

— Cuida tus modales, que no se te olvide con quién hablas, mortal. Que con un simple chasquido te doy el último respiro en este mundo — sellé mis labios. Después de morir, ¿quién no queda con fobia a la muerte? Exacto. Nadie.

El encuentro con el Dios no fue tan agradable, al contrario, me recordó mi mortalidad y lo poco importante que era mi vida para él. En definitiva, la compañía de Hades era más agradable que la de su hermano menor.

Salí a la cochera de la casa de mi hermana con las maletas que llevaríamos al viaje para acomodarlas en el auto de Alexander, mientras que Maia cuidaba a Sophia en la sala de la casa. El viaje será largo según Baker, llevará horas en el avión hasta llegar a un punto neutro de la selva del Amazonas, luego caminaremos sin descanso hasta encontrar la ciudad escondida de elfos. Por ello, alisté ropa adecuada para la misión y armas para protegernos en caso sea necesario.

— ¡Qué bonita vista, niña caprichosa! — Me erguí de inmediato cuando escuché la irritante voz de Baker. Volteé a verlo «Me veía el trasero». Estaba fumando un puro de lo más tranquilo y relajado, apoyado en una columna.

— ¡Qué monada! Mi hermana allá dentro muriéndose de miedo y tristeza, y tú acá fumando de lo más relajado — me quejé. Él alejó un poco su puro y meneó la cabeza.

— Para ser exacto, es un habano cubano. Deberías probarlo, eh. Es buenísimo para los nervios y ataques maniacos.

Me reí sin ganas. No volverá a agotar mi paciencia, o bueno, no notará el efecto que tiene en mí. Y sin decir nada, comencé a andar directo a la entrada de la sala.

— Me ayuda a concentrarme — declaró. Me detuve a escucharlo—. No me gustan los hechizos de transportación, demandan mucho esfuerzo mental y poder — me explicó.

— Lo sé. Por eso te encomendé a mi hermana — respondí seria.

Lo sabía, sabía el gran desgaste de poder que depende este hechizo, solo un brujo de linaje de Mammón puede hacerlo, y ese brujo era él. Es pariente del mestizo inmortal y probablemente ni siquiera él lo sabe, aunque el parentesco que comparten aún es un misterio para Poseidón y para mí.

"El único brujo capaz de dirigir a su facción es Robinson Baker. Tiene la sangre de Mammón y eso lo hace más poderoso que cualquier otro de su clase"

Las palabras de Poseidón resonaban en mi cabeza a cada nada. Baker es una pieza fundamental para ganar esta guerra, y yo debo mantenerlo a raya a como dé lugar.

— No lo hago por ti, Aitanay — soltó. Lo divisé de reojo.

— Lo haces por mi madre. Lo tengo claro, Baker. Mi madre siempre será tu amor imposible — dije, antes de irme a ver a Sophia.

Entré con cierta molestia a ver a mi hermana. Conversar con Baker siempre me dejaba así, con un mal sabor de boca y un humor pésimo.

Soph estaba con la mirada perdida en el vacío; ella vestía un vestido holgado y blanco, con el cabello suelto. Se veía tan indefensa, ahí sentada; le contemplé el pronunciado vientre en donde mis pequeños sobrinos crecían, este subía y bajaba por la respiración de mi hermana, y ella no dejaba de acariciarlo.

— Hasta ahora no me dices de qué sexo son — comenté curiosa. Una sonrisa adolorida apareció en su rostro.

— Son dos niñas — respondió dejándome patidifusa. «Gemelas Scarlett, gemelas Darren...» —. Los genes de las Darren son fuertes.

— Ellas no serán como... — me callé al sentir el ventarrón detrás de mí. «Qué manera tan sutil de hacer su entrada» —. Bienvenido, Poseidón — saludé sin siquiera voltear, estaba segura de que era él.

— No, cariño. Me ofende muchísimo que me confundas con mi pequeño hermano — dijo paralizándome en nanosegundos. Esa voz, esa maldita voz, capaz de erizar a los guerreros más audaces y valientes de la historia, aquella que con solo alzar la mano tiene a un perro gigante de tres cabezas en su regazo.

— Ha-des — titubeé al verlo con mis propios ojos en la superficie.

Sophia se levantó de golpe, colocándose a la defensiva al igual que Maia, la pequeña licántropa transformó sus uñas en garras y dientes en colmillos, y mi hermana no dejaba de detallar al Dios del inframundo.

El rey de las tinieblas llevaba una camisa negra abotonada hasta la mitad, unos pantalones negros ceñidos a sus poderosas piernas, y su cabello largo y blanco como la melena de un león albino. Todo en él desprendía poder y superioridad.

— Tranquilicen a su mascota — dijo en son de burla por la pequeña Maia. Ella gruñó en respuesta —. ¿Quiere un bozal acaso? No tiene rabia, ¿verdad?

El sarcasmo de Hades era uno de lo más letales en toda la historia y entre los dioses del Olimpo.

— ¿Qué hace aquí? — preguntó Sophia sin perder los estribos. Hades la examinó detenidamente.

— Por fin nos conocemos cara a cara. Bueno, al menos en tu caso, es la primera vez. Un gusto conocerla, señorita Scarlett — Hades se acercó a ella para besarle el torso de la mano.

— Señora Kim — corrigió mi hermana. Rodé los ojos.

Hades rio, pero asintió aceptando la corrección.

— Venía de visita, "señora Kim" — hizo un ademán para sentarse. Mi hermana accedió.

— Lo lamento, pero en cualquier momento llegará a Poseidón. Y estaremos ocupados.

Hades no quitaba los ojos del vientre de mi hermana, activando cada vez más mis alertas y sentido de protección.

— ¡Felicidades por las dos niñas, señora Kim! — felicitó Hades, un ser tan enigmático, del cual que no podía descifrar lo que escondían sus palabras. Mi hermana arqueó las cejas —. Segunda generación de las gemelas Darren. Esperemos que esta versión no tenga ninguna hermana celosa y lunática como Adele Darren.

— Le pido por favor, que no mencione ese nombre en mi hogar — exigió Sophia con diplomacia.

¿De cuándo acá recordó las lecciones de su institutriz de etiqueta?

— Entiendo. No se habla de la tía loca de la familia.

— ¿Qué hace aquí? — esta vez pregunté yo. Él me contempló con una sonrisa picaresca.

— Mi alumna estrella en el arte del sexo. ¡Qué deleite volverte a ver! — me saludó de manera peculiar. Mi hermana apartó la vista algo avergonzada. Lo miré expectante por su respuesta — Vale, vale. Esperan mi respuesta — se giró a dirección de mi hermana y le dijo—. Vine a ofrecerte mi ayuda en esta guerra, pequeña. Al fin y al cabo, yo soy el creador de la raza que creó al mestizo que intentas atrapar — el gesto de mi hermana se endureció —. No, no, no. No me malentiendas, pequeña. Que sea su creador, no quiere decir que vaya a justificar las aberraciones que cometieron.

— Si me quiere ayudar, deme el nombre del mestizo inmortal. O al menos una descripción o foto — pidió Soph.

Hades sonrió, admirado por el temple de mi hermana menor.

— Solo sé que se llama "Declan". Fotos suyas no tengo, ni siquiera conozco su cara.

"Declan", su nombre era un buen comienzo. Pero eso no era suficiente información, necesitábamos más para dar con su paradero. A pesar de que aún no tengo un plan fijo de como asesinar a un mestizo "inmortal". ¿Cómo carajos matas a un ser inmortal?

— Bueno, eso es todo lo que quería decir. Nos veremos pronto, pequeña. Prefiero evitar un enfrentamiento con mi hermano, así que me voy — este se levantó con una gran sonrisa de oreja a oreja.

El Dios del inframundo tal como vino se fue, en un abrir y cerrar de ojos. Él conocía la casa de Sophia, nos había estado siguiendo el rastro. Y todo ello me lleva a las preguntas: ¿Por qué? ¿Para decirnos el nombre del mestizo? ¿Siquiera era el real?

Maia no dejaba de gruñir a la nada, mientras que Sophia intentaba calmarla diciéndole que todo ya había pasado y que nadie entraría o aparecería de la nada. Pese a que, Baker entró a la casa asustado y furioso, como alma que lleva el demonio. Estaba despeinado y desarreglado.

— ¿Qué te pasó? — pregunté asustada al verlo con un moretón en el ojo derecho.

— ¡Fueron demonios! ¡Fueron demonios! — exclamó furioso —. Eran humanos a simple vista, pero sus rostros... ¡Esos malditos! No me dejaron entrar a la casa, ¿están bien?

Sophia corrió hacia la cocina para traer hielo de la nevera. Prácticamente no demoro nada, y en cuanto llegó me lo tendió para ponérselo en el ojo de Baker.

— Siéntate — ordené.

— No es necesario — intentó apartarse.

— ¿Te sientas o te siento? — Él a regañadientes me hizo caso y se sentó.

Coloque el hielo sobre su ojo con cuidado para bajar el moretón en su ojo.

— Los demonios fueron encarcelados en el tártaro, Robinson — dijo Sophia. Él negó con la cabeza.

— Se encerraron a los príncipes del inframundo. No a los lacayos de Hades.

— ¡Lo que faltaba! — espeté molesta. Sophia arrugó las cejas, sin dejar de andar en círculos, mordiendo su dedo índice.

— No podemos seguir aquí. Necesitamos irnos cuanto antes. Aitanay, invoca a Poseidón de una vez.

Torcí el gesto, incómoda y nerviosa. Me levanté para acercarme a mi hermana, dejándole a Baker con el hielo en el ojo.

— Sophia, lo sabes. Poseidón no estará de acuerdo con esto — señalé la casa con ambas manos —. Debes estar en tu estado natural.

La castaña testaruda bufó con impaciencia.

— Te dije que de aquí no me muevo hasta que termine el ritual — reafirmó. Exhale exageradamente. «Menuda terca» —. Además, Robinson estará con nosotras y me llevará al océano.

— Mientras tanto perderás mucha sangre en el proceso. Tu cuerpo debe estar en su estado natural para que se regenere, ¿cómo no lo entiendes?

— La que no entiende eres tú. ¡Maldición!

— Okey, okey. Lo haremos a tu modo, "querida princesa" — hice hincapié y realicé una leve reverencia. Ella apartó la vista, molesta.

Robinson se levantó de su asiento, dejó el hielo y comenzó su proceso de concentración para el hechizo que realizaría.

No podía dejar de observar a mis sobrinas con pesar, ellas se merecían algo mejor como su madre, y si entre mis posibilidades está hacerlas felices, lo haría sin dudar. Sin embargo, ahora era la única solución para mantenerlas a salvo, porque ellas son inocentes y no pueden sufrir las consecuencias por ser descendientes de las familias del tratado.

— Sophia... — la vi directamente a los ojos, mientras me acercaba a ella.

Me puse en cuclillas para estar a la altura de su vientre. Me acerqué a ellas lentamente antes de depositar un casto beso sobre el vientre. Era el primer beso que les daba y probablemente también sea el último.

— Maia trae el agua de mar — le pedí a la niña. Ella obedeció sin protestar.

— Pero... ¿Qué haces? Aléjate que es peligroso para ti — se apresuró a decir.

— Lo sé, Soph. Por ello, deberás invocarlo tú misma.

Me paré del suelo, convencida de lo que iba a hacer sin importar las consecuencias que me acarrearía.

Maia vino con una cerámica griega que tenía pintado a Poseidón en sus dominios, en ella traía agua de mar. Esta se movía al compás de los pasos del licántropo, despertando nuevamente mi miedo a morir... «Con tan solo una gota regresó al inframundo».

— La daga Scarlett, Sophia. La tienes contigo, ¿verdad? Tráela.

Ella movió su cabeza en señal de asentimiento, y fue a su habitación. Minutos más tarde, la trajo envuelta en seda.

— Padre dijo que siempre la llevara conmigo — se excusó sin sentido.

— Escúchame bien, Sophia. En esa cerámica debes verter tu sangre mientras recitas la oración al Dios — ella miró la daga, sacando sus propias conclusiones —. El corte debe ser lento, debe avanzar conforme la oración.

— ¿Qué oración?

— Repite después de mí.

Ella tomó la daga entre su palma, dudosa por lo que debía hacer. Sus manos quedaron sobre la cerámica griega, pero estas se mantuvieron en su sitio y no cayeron como sus lágrimas.

— Ποσειδώνας, θεός των θαλασσών και των ωκεανών, ηγεμόνας της βασιλείας των νερών και δημιουργός σεισμών. ¡Σήμερα θνητός με πραγματικό αίμα από τη Μελουσίνα, είναι αυτός που ζητά την παρουσία σας, στο Βασίλειο του Δία!

Recite la oración despacio para que Sophia pueda repetir cada palabra después de mí. Ella cortó su palma tal como le indiqué, la sangre no tardó en emerger y caer gota a gota sobre el agua de mar. Esta se oscureció en cuestión de segundos, moviéndose como si el líquido se hubiera embravecido, y por ese movimiento tan agitado salpicaron varias gotas en la vestimenta de mi hermana. Y como si el agua hubiera cobrado vida poco a poco fue materializándose el cuerpo del imponente Dios Poseidón.

El Dios de los mares observó el entorno con un gesto duro, y sin atisbo de comprensión volteó bruscamente en busca de mi presencia. Sus ojos verdes se oscurecieron de la ira, dándole un aspecto tenebroso.

— ¡¿Qué fue lo que te dije?! — su torso de la mano se movió hacia mi dirección llevando consigo el líquido salado restante que guardaba la cerámica.

Mi líquido mortal estaba a escasos centímetros de distancia de mi cuello. Un movimiento en falso y mi cuerpo se hacía polvo. Mi respiración estaba demasiado agitada por el terror que ahora me causaba aquel líquido que antes amaba.

— Poseidón, escuchadme, por favor. Yo fui la que no quiso ir — habló mi desesperada hermana menor. El dios volteó a verla con los ojos cargados de impotencia.

— ¿No comprendes el peligro que corres? — cuestionó el enfurecido Dios.

— Quiero que se haga aquí — dictaminó mi hermana, dejándome perpleja por su nivel de estupidez.

— Puedes morir, Sophia Scarlett. Y es una muerte sin regreso, porque sin tus dones no me sirves — espetó con crudeza.

— No moriré, Poseidón. Robinson Baker me trasladará en segundos al mar.

El Dios tronó su cuello, mientras caminaba dentro de la casa. Mis ojos no dejaban de seguirlo conforme se movía, para lograr hacer contacto visual con él y así recuerde que me dejó con agua a centímetros de mi cuello.

— Te lo advertí, Sophia. Suficiente estoy haciendo protegiendo a tus hijos. Pero eso sí, recuerda que es un trato entre los dos. Yo cuido las almas de tus hijas a cambio de que me traigas la cabeza del mestizo inmortal; y si tú no cumples tu parte, yo tampoco lo haré, ¿está claro?

— Sí. Entiendo que, si yo muero, el reino quedará en peligro sin mis dones — contestó afligida

Poseidón al oírla sonrió con suficiencia.

— ¿Quién lo dice? — preguntó —. Si mueres, tus dones y los Aitanay pasarán a Noah Scarlett. Y su corta edad tendrá que asumir la responsabilidad de traer la cabeza del mestizo inmortal.

— ¡Tiene solo 13 años! — protesté. Poseidón se giró sobre sus talones en mi dirección.

— Entonces no mueran en el proceso — respondió con simpleza, antes de cerrar su puño y atraer el agua que me amenazaba, hacia él.

Poseidón le ordenó a mi hermana que se pusiera de pie al frente de él, ella obedeció. Entretanto, Maia se quedó sola en el umbral, observando cada movimiento del dios del mar.

En los últimos días que he pasado junto a ella, me percaté del cariño que le había tomado Maia Lake a Sophia, la cuidaba incluso mejor que el guardián melusino que mandó mi padre. Todo se debía a la lealtad y agradecimiento de la pequeña huérfana.

No puedo negar la admiración que me transmite Maia, desde muy niña tuvo que afrontar situaciones difíciles y asquerosas por culpa de un ser repugnante. Al cual, no solo le bastó ultrajarla cada que le apetecía saciar sus bajos instintos, sino también la obligó a ser parte del "mundo sobrenatural".

— Estamos aquí para protegerla — le susurré a Maia cuando me acerqué. Ella asintió vehementemente.

— Te dolerá como si parieras, es inevitable. Sus almas se desprenderán de sus cuerpos y de tu alma, en cuanto los tenga me iré con ellas — le informó. Vi a mi hermana temblar al oír a Poseidón.

Sin más explicaciones, el dios levantó sus manos y brazos, provocando que el cuerpo de mi hermana levitara.

— Quítate la ropa interior — exigió. Sophia se las sacó con miedo por la distancia de su cuerpo con el suelo. Estas cayeron en la alfombra.

Poseidón comenzó emitir sonidos inaudibles con los ojos cerrados, los gritos de mi hermana no tardaron en resonar en la casa, su espalda se arqueaba una y otra vez por el dolor. La sangre comenzó a derramarse entre sus piernas como un riachuelo que en poco tiempo la hemorragia aumentó debido a que todo el tejido del embarazo estaba por salir del útero.

— ¡Me dueleeeeee! — gritaba mi pequeña castaña. Mi vista estaba nublada por las lágrimas al verla retorcerse de dolor.

«Mil veces maldito, Theo Kim. Ojalá tú estuvieras en lugar de mi hermana y sientas ese dolor magnificado»

— ¡Sophia debes pujar! — la alentaba Maia llena de preocupación.

—¡No puedo! — sollozaba —. Ayúdenme, por favor — suplicaba.

La impotencia que sentía me consumía el alma, no poder ayudarla o calmar su dolor me hacía sentir inútil.

— ¡Tienes que luchar, Sophia! Poseidón entró en trance, ¡sus ojos están azules por completo! — alertó Maia. Me moví de mi sitio para ver al dios, y efectivamente, sus cavidades oculares estaban azules.

— Hermana, solo falta un poco más — le dije, aunque no estaba segura de mis palabras.

Ella meneó su cabeza en señal de aceptación, y volvió a pujar con fuerza sin importarle que se estaba desgarrando por dentro, a ella solo le importaba poner a salvo a sus hijas.

Una luz azul me cegó por su intensidad, durante varios minutos intenté aclarar mi vista, hasta que por fin lo logré, el cuerpo de mi hermana yacía en el suelo ensangrentado, al igual que su placenta sin los restos de mis sobrinas.

— ¡Baker ahora! — grité. Él y Maia estaba igual de sorprendidos por lo que veían sus ojos.

Sus palmas comenzaron a dar vueltas en círculos para que pueda concentrar su poder en el hechizo, creando así una esfera de magia que tiró hacia el cuerpo moribundo de mi hermana, él me miró por última vez antes de abrazar el cuerpo de mi hermana y desaparecer con ella.

Maia corrió hacia el auto de Alexander, yo me quedé por unos segundos reparando toda la sala ensangrentada como si fuera una escena de un crimen. Salí corriendo de la casa, dispuesta a subirme a ese auto con Maia, hasta que vi al maldito humano corriendo en dirección de la entrada de la casa.

«Hijo de puta».

Mi vista se nubló, pero esta vez de ira pura y ardiente, capaz de destrozar al mejor guerrero de mi antigua nación. Furiosa, corrí hacia él y le asesté un derechazo en toda la nariz que provocó que la sangre emergiera de sus fosas nasales.

— Maldito hijo de puta — le tiré otro puñetazo, pero esta vez en el estómago, dejándolo sin aire por unos varios segundos —. Maldigo la hora en que mi hermana te salvó. Maldito, mil veces maldito — grité.

Él intentó zafarse para correr a la casa. Lo tomé de cuello para escupirle en la cara.

— ¡¿Qué?! ¿No te sabes defender?

— Aitanay, déjame. Quiero ver a Sophia y a mis hijos — pidió a duras penas por la sangre.

— ¡Tuviste más de 7 días para venir a verlas, hijo de puta! — tiré otro puñetazo.

— ¿Verlas? — tuvo el descaro de preguntarme, el gilipollas. Me le burlé en la cara.

— ¿No lo sabías? ¡Eran niñas, maldito! — le asesté un rodillazo en sus testículos. Él se retorció de dolor — ¿Te duele? — tiré una patada a su abdomen — Este dolor multiplícalo por mil, eso es poco de lo que sintió Sophia cuando le arrebataron las almas de vuestras hijas. ¡Se desgarró por dentro!

Él al oírme sacó fuerzas no sé de dónde y se incorporó para correr hacia la casa, entró con desespero, y lo seguí solo para presenciar su dolor. Sus piernas se vencieron en cuanto vio el piso, alfombra y los muebles ensangrentados. Un grito ensordecedor salió de su garganta, sus lágrimas caían y caían, empapando su rostro. Y cuando divisó la placenta gateo hacia ella.

— Ellas murieron — mentí sin culpa alguna —, ninguna resistió el ritual de Poseidón.

Volteó a verme con los ojos rojos por el llanto y el rostro ensangrentado. Negó con la cabeza frenéticamente.

— No, no, no. ¡Mientes! — exclamó.

— Claro, miéntete a ti mismo, quizás así no te sientas tan mierda y repugnante.

Tenía que irme al océano a ver a Sophia, y debía llegar cuanto antes, que mis palabras corrían peligro de convertirse en realidad.

— Yo-o... Perdón — le suplicó a la sangre como si hablara con mi hermana —. Pescadito, no me vuelvas a dejar. Lo prometiste — le decía inútilmente.

— Ella nunca te dejó, tú fuiste quién la dejó primero — dije antes de salir de la casa y subirme al auto.

Maia estaba inquieta y con el pulgar entre sus dientes por el nerviosismo.

— El señor Theo si llegó a ver a Sophia — soltó Maia. Me giré a verla con el ceño fruncido.

— Él nunca llegó a verla. Grábatelo, porque eso será lo que dirás hasta el día de tu muerte — amenacé con sutileza. La admiraba, era cierto, pero no iba a permitir que ese hombre vuelva a lastimar a mi pequeña Sophie.

Ella ahora crecerá y madurará como debió, sin matrimonios o embarazos prematuros, y así cumpliría con la misión encomendada para recuperar a sus hijas. Sin estúpidos humanos que corrompan o lastimen.

— Júralo, Maia.

La pequeña licántropa estaba dudosa y callada, mientras conducía al océano.

— ¿Acaso no viste que todos los hombres dañan? ¿Quieres que a Sophia la vuelvan a lastimar? — ella negó —. Entonces, haz lo que te digo.

Si mis padres no pudieron protegerla, lo haré yo. La vida me dio una segunda oportunidad para enmendar y hacer todo lo que faltó, y esta vez no la desaprovecharé.

── ── ── ── • ✦ • ── ── ── ──

Traducción:

Ποσειδώνας, θεός των θαλασσών και των ωκεανών, ηγεμόνας της βασιλείας των νερών και δημιουργός σεισμών. ¡Σήμερα θνητός με πραγματικό αίμα από τη Μελουσίνα, είναι αυτός που ζητά την παρουσία σας, στο Βασίλειο του Δία!: 

«Poseidón, dios de los mares y los océanos, regente del reino de las aguas y creador de terremotos. Hoy un mortal con sangre real de Melusina, es quien solicita tu presencia, ¡en el Reino de Zeus!» 

¡Hola, copito!

Hoy hubo capítulo largo como disculpas por mi ausencia y demora <3. Espero les agrade tanto como a mí.

No te olvides de dejar tu VOTO Y COMENTARIOS.

¿Qué te pareció el capítulo de hoy?

¿Qué opinas de las acciones de los personajes?

¿Theo se acostó con otra mujer?

¿Aitanay actuó bien? Tú, ¿qué harías en su lugar, si Sophia fuera tu hermana?

¿Hades en la superficie? ¿Poseidón lo sabía?

¿Baker tiene sangre de Mammón? ¿Él lo sabe?

¿QUIÉN CARAJOS ES DECLAN?

Si Theo piensa que su esposa e hijas están muertas, ¿qué pasará con el tratado?

¡¿Son niñas?! ¿Gemelas Kim?

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hola gente esta es mi primera historia espero les guste tratare de hacer lo mejor que pueda y tratare de actualizarla constantemente