Capítulo 27

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Hay algo de tristeza dentro de cada esperanza, la posibilidad de que todo sea en vano es una constante, la única constante, pero aunque utilice esto como excusa no puedo negar que vi el final antes de empezar, sabía que algo malo sucedería, creo que hasta lo estaba buscando, ¿fue mi culpa o un capricho del destino?, tal vez ella tenía razón y el amor no era suficiente.


—Aunque Cara esté de regreso, no significa que se vaya a quedar, ¿lo sabes, no? —me dijo Eli mientras me ayudaba a buscar un regalo de bienvenida.

—Lo sé —le respondí sin darle importancia.

—¿Y estás consciente de que después de que termine su curso es probable que escoja una universidad cerca a ese lugar? —siguió insistiendo—: Y aunque decidiera escoger una universidad cerca de ti, ¿si sabes que le será imposible verte, no?

—Podemos salir a distancia —le respondí molesta—: Además yo creo que ese es el motivo por el que regresó, tal vez quiere proponerme una relación a distancia, tal vez el tiempo separadas le hizo darse cuenta que no puede vivir sin mi.

—Becca, usa la lógica —me regaño—: Ella no te escribió en meses, no te llamó, y tiene sus cuentas en privado, ¿en serio crees que pasó todo este tiempo reflexionando sobre su relación contigo?, ¿no es acaso más probable que ya esté con alguien más?

—Ella dijo que me amaba —le respondí molesta, pero la duda ya estaba dentro de mi.


Camine hasta mi casa, procesando lo que Eli me dijo, era como mantener una grabadora en bucle, sus palabras se repetían una y otra vez, así que cuando recibí el mensaje de Cara para vernos en el parque, tuve miedo de ir.

Tal vez esa fue la cosa más cobarde que pude haber hecho, pero no quería arriesgarme a que me lastimara, solo apague el celular y me recosté a mirar el techo, mientras los minutos, se convertían en horas, y el clima empeoraba.

—Becca, ¿sabías qué Cara ya regresó? —me dijo mi mamá entrando de sorpresa a mi habitación—: Su mamá me llamó y nos invitó a cenar, ¿vienes?

—Estoy un poco enferma —le respondí cubriendome con una manta.

—¿Qué tienes? —me pregunto acercándose para tocar mi frente—: No pareces tener fiebre, ¿segura estás enferma?.

—Me duele el estómago —le respondió pidiéndole que se retirara de mi cuarto.

—¿Entonces, no vendrás conmigo? —preguntó por segunda vez y tras obtener mi respuesta, cerró la puerta y se fue.

Seguí acostada sin atreverme a encender mi celular, hasta que por fin pude quedarme dormida.

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