Capítulo 40

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El viaje de Cara terminó extendiéndose más de lo programado, por lo que al mudarme, me encontré sola con todo ese espacio, el cual obviamente me apure a inspeccionar.

Era un lugar muy grande para una sola persona, tenía tres habitaciones, contando con el estudio, la cocina era amplia, casi de tamaño familiar, con un mesón central (el cual no utilice porque se veía demasiado limpio como para tocarlo), de hecho su cocina estaba tan brillante que parecía jamás haber sido usada.

El ambiente era casi una representación de ella, todo perfectamente acomodado para sentirse agradable, lo cual irónicamente lo hacía incómodo. Tenía varias plantas, un mueble acogedor, un ventanal amplio con una vista privilegiada (estábamos en el último piso), pero aun con todo eso, lo único que parecía haber sido tocado por ella, eran esas botellas de vino que coleccionaba junto al cenicero.

Al poco tiempo de instalarme me encontré a mi misma esperando su regreso. Entraba cautelosamente al departamente, me despedida poniendo las cosas en su lugar, y dormía con el nerviosismo de alguien que al día siguiente tiene algo muy importante que hacer, al final, terminó llegando cuando menos la esperaba, despertandome con el olor a pan tostado y café recién hecho.


—¿Dormiste bien? —me pregunto Cara, al verme salir de la habitación.

Llevaba ropa deportiva y el cabello recogido, parecía alegre pero distante, como si lo que sea que estuviera sucediendo dentro de su celular, fuera más importante que nuestro encuentro, lo cual tenía bastante sentido tomando en cuenta que ahora tenía una vida en la que yo no estaba incluida—: Llegué pasado la medianoche, así que no quise molestarte —añadió al darse cuenta que yo seguia inmovil ante la sorpresa de verla.

—No deberías haberte despertado tan temprano si llegaste a esa hora —respondí finalmente, mientras trataba de actuar tan natural como mi nerviosismo me lo permitiera.

—Me hubiera encantado dormir hasta tarde, pero tengo muchas cosas que hacer —me respondió empezando a lavar la vajilla—: Cuando termines de comer, puedes dejar tu plato en el fregadero, lo lavaré por ti cuando salga de ducharme.

—¿No vas a desayunar? —pregunte acercándome a la encimera.

—Ya lo hice —contestó tomando distancia—: Por cierto, hoy tengo algo que hacer en la noche, así que, creo que tendrás el apartamento solo otra vez.

—¿No vendrás a dormir? —pregunte en automático.

—No lo sé —me respondió incómoda, para después tratar de cambiar de tema y así poder irse a su habitación.

La pregunta se me había escapado de la boca, era obvio que al regresar de su viaje iría directo a ver a su novia, y también era obvio que no me lo diría de forma directa por miedo a lastimarme y sin embargo, no pude evitar preguntar algo tan estúpido como eso. El resto de la mañana la pasé tratando de sacarla de mi cabeza.


—¿Qué tal el desayuno con mi hermana?, ¿fue muy incómodo? —me pregunto Rosie, apenas nos encontramos.

—Me dijo entre líneas que pasaría la noche con su novia, ¿Tú qué crees? —le respondí cansada.

—Creo que hoy deberíamos aprovechar la promoción de dos por uno en el bar retro, tal vez eso te ayude.

—Las cosas no sé solucionan bebiendo —respondí pensando en mi cuenta bancaria con saldo insuficiente para una noche de cócteles.

—Pero hoy me acaban de pagar por unas tutorías —me dijo tentándome, lo cual lamentablemente funcionó.

Querido DiarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora