Capítulo 6

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 —¿Me explicas por qué estás tan nerviosa? —le pregunté a mi mamá cuando llegamos a la casa de su amiga, con nuestra tarta recién hecha y mi lista de canciones organizada y planeada para ignorar las charlas agotadoras sobre el pasado.

—No lo entenderías, tú no eres una persona emocional.

—Gracias a Dios —le respondí mientras tocaba el timbre para por fin dejar de estar paradas en el pórtico, arropadas por su nerviosismo.

Cuando la puerta se abrió, de ella salió una señora con una dulce sonrisa y un cabello hermoso, mi mamá me presento y de inmediato me sentí cómoda, lo que usualmente no suele pasarme, en fin, estaba feliz de estar en esa casa con el olor de la cena calentándose en el horno.

Por alguna razón la amiga de mi mamá me recordaba a Cara, tal vez era la amabilidad exagerada o esa expresión atenta, había algo de ella que me hacía recordarla, hasta que de la puerta de la cocina salió su hermosa hija con un delantal sobre su mini vestido... floreado... con medias altas... y... era Cara, con la misma expresión de sorpresa que yo pero mejor disimulada.


—Cara, ven a saludar —le dijo su mamá y ella de inmediato nos dio la bienvenida, con la misma hipocresía con la que se manejaba en el instituto, pero antes de que pudiéramos ir al comedor para continuar con la plática, una niña pequeña apareció por las escaleras, para segundos después salir corriendo asustada.

—Es mi hermana —nos dijo Cara dejando el plato que llevaba sobre la mesa—: Es un poco tímida, así que, es mejor que vaya a verla —añadió para luego irse detrás de su hermana.

Estuvimos en silencio un rato, pero luego la mamá de Cara dirigió la conversación en otra dirección, tratando de ocultar el asunto de su hija, supongo que debe ser difícil que una de tus hijas no entre en el molde perfecto de la otra.

Le entregamos la tarta y le ayudamos a servir la mesa, pero durante todo ese tiempo, ninguna de las hermanas bajó para hablar con nosotras.


—No quiero que pienses que mis hijas son descorteses —nos dijo la mamá de Cara antes de que termináramos de cenar—: Es solo que me cuesta explicarles a las personas que mi hija sufre de fobia social. Creo que la mayoría supone que es cuestión de resolver y enfrentar su timidez, pero no es así.

—¿La fobia social, es como la agorafobia? —le pregunté sin pensar que eso podría ser incómodo para ella, lo que hizo que mi mamá me golpeara por debajo de la mesa.

—Las dos son parecidas, pero no son lo mismo —comenzó a explicarnos—: La verdad fue difícil entender lo que le pasaba, porque con el tiempo los síntomas se fueron agravando y cambiando.

—¿Cómo comenzó? —seguí preguntando.

—Comenzó con la muerte de mi esposo, yo tenía que ser fuerte por las tres, pero no lo logré, es más, no podía ni salir de la cama, así que fue Cara quien se hizo cargo. Cuando logré recuperarme, me di cuenta de que mi pequeña estaba muy afectada y de que Cara no podía seguir haciéndose cargo de todo.

—Lo siento mucho Jade, Becca es muy impertinente —le dijo mi mamá dándome otro golpe.

—Nosotras entendemos lo que se siente perder a alguien importante —le dije sobándome el golpe de mi mamá—: Mi papá murió cuando yo tenía ocho y fue difícil de sobrellevar por un par de años, pero por suerte conocimos a Louis, él había perdido a su familia en un accidente, y creo que de alguna manera los tres encontramos una forma de consolarnos y convertirnos en una familia.

—Siempre hay un roto para un descosido —añadió mi mamá sirviendo otra copa de vino—: Becca, no creas que porque te dejamos tomar una copa, significa que seguirás bebiendo con nosotras —me dijo indicando la jarra de jugo. Al final las dos terminaron emborrachándose lentamente con la ayuda de sus anécdotas.


Cara bajó justo a tiempo para cambiar la tercera botella por jugo de mora, al parecer había esperado que algo así sucediera, después se limitó a preparar un par de platos y subir de nuevo con su hermana, sin siquiera dirigirme la palabra.

—Es mejor que se queden aquí esta noche —dijo Jade sirviéndose otra copa de jugo—: Becca, ¿puedes pedirle a Cara que te deje dormir con ella?, yo me ocuparé de tu mamá.

—¡Pijamada! —gritó mi mamá riéndose, y aunque no tenía ganas de quedarme a dormir en una casa que no era la mía, esa parecía ser la opción más razonable, además había una pequeña parte de mí, a la que escuchar eso, le agrado, así que sin quejarme mucho subí en busca de Cara.


—¿Qué estás haciendo aquí? —me preguntó mientras cerraba la puerta de la habitación de su hermana y me indicaba que debía hablar bajo.

—Mi mamá está muy borracha y tu mamá me dijo que me podía quedar a dormir contigo —le contesté con la mayor gentileza y educación que mi capacidad comunicativa podía, pero ni mi intento por ser buena fue suficiente para que ella me dejara de ver con esos ojos tan inexpresivos.

—Mi habitación está justo a tus espaldas —me dijo pasándome de largo.

—Puedo dormir en la sala si esto te molesta tanto —le dije al notar que su actitud se tornó aún más fría de lo que ya estaba.

—La verdad no me importa donde quieras dormir —me respondió mientras se quitaba el vestido y abría la cama para meterse—: Incluso puedes acostarte en el suelo si eso te apetece.

—No es que la idea de quedarme en tu casa me agrade mucho, pero ni yo me comportaría así, si tu estuvieras en mi lugar.

—Tienes razón, tú pedirías un taxi y me meterías en él con mi mamá borracha sin importarte un carajo la falta de consideración.

—¿Estás enojada por qué descubrí tu secreto?

—¿Qué secreto?

—El que tu hermana no puede salir de su casa sin tener un ataque y que tuvo que dejar de ir al instituto porque no es capaz de socializar con los demás a raíz de la muerte de tu padre. —Jamás vi a una persona tan enojada en mi vida, así que de inmediato supe que la había cagado.

—Primero dejame aclararte que no tienes ningún derecho a meterte en mi vida, segundo; mi hermana no tiene problemas de socialización, el problema es que esta sociedad de mierda terminó rompiéndola por completo, sus estúpidos compañeros la acosaron tanto que es un milagro que siga viva, y con respecto a mi papá deberías saber que fue un puto alivio que se muriera.

Se sintió con un balde de agua fría.

—Yo...

—Prefiero que sigas con tu actitud de mierda, antes de escuchar una disculpa —me dijo interrumpiendo mi disculpa.

—Lo que dije estuvo mal, pero...

—Hablemos mañana, hoy no estoy de ánimo como para soportar esto, ya tengo suficiente con no poder sacarte de mi cabeza.


Querido DiarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora