Capítulo 4

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Desperté tarde, pisé un charco de agua sucia que terminó empapando mis tenis nuevos, los cuales obviamente eran blancos, me resbale entrando al instituto, me rompí una uña mientras abría mi casillero, y para empeorarlo todo debía cruzar casi todo el edificio hasta la sala de profesores para entregar mi trabajo de sociales antes de que la sirena sonora, así que mi día en resumen estaba yendo del carajo, por lo que cuando tropecé con alguien y mis hojas volaron fuera de mi carpeta, estaba lista para desquitar mi mala suerte en la desdichada víctima que decidió cruzarse en mi camino, lo malo era que la elegida no era otra que la agradable ex novia de mi amigo.

—Déjame ayudarte —me dijo Cara apresurandose a recoger todas las hojas, pero mientras lo hacía su rodilla terminó sobre uno de mis bolígrafos, rompiéndose en pedazos.

—Mas te vale que ninguna hoja esté manchada con tu sangre —le dije mirando su herida, y tomando las hojas que había recogido—: La próxima vez fíjate por...

Ella no me dejo terminar de hablar, solo se alejo empujándome a un lado, al parecer no era la única con mal humor.

(Ocho)

Querido diario, ¿Alguna vez has querido gritar con todas tus fuerzas "al carajo todos"?, me refiero a que a veces no quiero ser gentil, a veces no quiero sonreír mientras los demás hablan sobre cosas que no me importan, ¿Eso me hace hipócrita?

Da igual, lo cierto es que prefiero enfocarme en la señora de las magdalenas, ¿quieres saber por qué?, pues, ¿qué tal si te digo que muchos de los ingredientes que usa posiblemente tocaron partes de su cuerpo que no son precisamente sus manos?

Trataré de resumirlo, porque no tengo mucho tiempo, así que respira hondo y prepárate para no volver a comerlas en tu vida.

Todo comenzó con un pequeño gatito perdido en el parque, sabía que tenía un hogar porque llevaba un collar con una medalla, así que trate de tomarlo para entregárselo a sus dueños, pero no lo logre y terminó huyendo por debajo de la cerca del parque, directo al límite del bosque que no puede ser demolido por el plan de conservación ambiental del alcalde, en fin, lo perseguí por casi una hora, hasta que a centímetros de alcanzarlo, se metió por un matorral lleno de tablas y cosas viejas.

Al principio me asuste porque no tenía idea de donde carajos estaba, hasta que me di cuenta que me encontraba en el patio trasero de la casa de la señora de las magdalenas, en donde solía jugar cuando era pequeña, el punto es que decidí entrar y curiosear un poco, de todos modos tenía la excusa del gatito y una buena capacidad para mentir.

Fue así como terminé viendo por la ventana como ella se cogía a su ayudante de panadería en el espacioso mesón de su cocina, con el delantal puesto y cubierta de harina, mientras sus magdalenas esperaban a ser horneadas.

Ella no me vio, pero el sudoroso hombre que la tenía extasiada estuvo a punto de hacerlo, si no fuera porque me agaché a tiempo.

Lo que más me sorprende es que todos dicen que sus magdalenas son las más exquisitas del pueblo y creo que se debe a su "toque especial", en fin, creo que debo buscar un nuevo lugar donde comprar postres. 


—Becca, ¿Estás bien? —me pregunto Eli, mientras yo regurgitaba la magdalena que me había comido.

—Necesito una menta —le respondí después de incorporarme del retrete

—¿Debería ir por uno de esos folletos anti bulimia o espero a que sea habitual? —me dijo burlándose de mí—: ¿Qué fue lo que comiste?, jamás te he visto correr tan rápido.

—No volveré a comer nada que prepare la señora de las magdalenas —le dije tirando lo que quedaba de la mía y de paso la de ella—: Y tu tampoco.

—Pero...

Eli estaba a punto de pedirme una explicación lógica, cuando Cara entró al baño con un botiquín en su mano.

—No fue para tanto, no necesito tu ayuda —le dije pensando que tal vez al verme salir corriendo del club, estaba allí por mi, pero no, ella solo me ignoró y procedió a sentarse en el lavadero.

—¿Qué le pasó a tu rodilla? —le pregunto Eli, ignorando mi embarazoso comentario.

—No es nada, solo quiero desinfectar la herida que ya paro de sangrar —le respondió bajando su media hasta dejar descubierta su rodilla.

—¿Quieres que te ayude? —le pregunto Eli acercándose más a ella—: Deberías tener más cuidado, podría dejarte una cicatriz.

—No es tan profunda —le respondió Cara acomodando el cabello de Eli detrás de su oreja haciéndola sonrojarse... pero, ¡¿qué diablos estaba pasando?!

—Tenemos cosas que hacer —le dije a Eli tomándola del brazo para que se alejara de Cara—: Ella puede hacerlo sola.

—Puedes adelantarte si quieres —me respondió Eli, dejándome sin otra opción que marcharme mientras las escuchaba disfrutar de su tiempo juntas.

Querido DiarioWhere stories live. Discover now