25. Alpinistas de chocolate

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AZARIAH
EDÉN: 5 - AVERNO: 26

—¡¿Qué parte de que somos del mismo rebaño de Dios no entendiste?! —grita desesperado, saltando el tronco de un árbol caído antes de seguir corriendo—. ¡Amigos, no comida! ¡No te comes a tus amigos, maldita sea la...!

Howard brilla como Edward Cullen y tiembla como un terremoto escala 5 cuando una corriente de electricidad es disparada a través de su sistema nervioso. No tiene el nivel necesario de Averno para maldecir, así que se lleva una electrocución por parte del Edén.

Esta noche ganará puntos en el lado oscuro del tablero.

Al contrario de lo que se espera, el animal parece incluso más interesado en acercarse ahora, por lo que saco mi teléfono para tomar una foto. Me cuesta no sonreír, porque todo lo que involucra a un sugestionado Howard estresándose por cosas tontas es gracioso, sobre todo si tenemos en cuenta que la oveja lo persigue con intenciones amistosas, ya que los abuelos las crían para que sean dulces con las personas.

—Exagerado e idiota, ¿no podías conseguirte un primer amigo normal, Azariah? —La abuela pone los brazos en jarra y observa con desaprobación la escena de persecución.

Las ovejas son más dulces que Niria Jenkins, eso está claro. Les enseña lo que ella no predica.

—A mí me parece un jovencito encantador —interviene el abuelo, que lo señala con su bastón y luego deposita un beso en mi frente tras darle uno a Kyla—. ¡Mira lo rápido que corre! ¡Está en buena forma! ¡Podría ser un atleta!

—En realidad, señor, mi hermano solo corre cuando siente que su vida peligra —interviene Britney, cubriéndose los ojos del sol con la mano antes de meditarlo por un segundo—: Ahora que lo pienso, eso pasa a menudo: perros, ovejas, llegar tarde a misa, el carrito de helados con TACC, gaviotas, nuestra madre, todas las especies de insectos y Oklahoma... Corre bastante.

La abuela se echa a reír.

—Sí, definitivamente no es mi amigo —aclaro antes de entrelazar su brazo con el mío y tirar de ella en dirección a la casa—. Se congelará el infierno por lo que voy a decir, pero te extrañé.

—Se congelará el infierno por lo que voy a decir, pero también los extrañé —repite.

—¿En plural? —Enarco una ceja, dudosa.

—Bueno, solo a ti. La última vez que los vi, Kyla estaba obsesionada con ese Antonio y tu padre seguía siendo bueno hasta el aburrimiento. —Pone los ojos en blanco—. ¿Sabes que hasta de bebé era así? Me divertía más mirando crecer un hongo que a él.

No le digo que la tableta de chocolate es marca Antonie, mucho menos comento acerca de la sorpresa que nos llevamos al visitar la fábrica y ver que la marca de chocolate blanco con fresas llamada Greg se había fusionado con Antonio.

Mi hermana ya la pondrá al día con las cuestiones gastronómicas de chocolates marmolados.

—¿Y tú cómo estás, cielo? —pregunta con tono burlesco en el apodo.

No estoy ni cerca de merecer un sobrenombre tan angelical, pero ella menos. La abuela está en el Escalón 136 del Averno. Puede literalmente asfixiar a alguien con una almohada mientras duerme y ni siquiera sentiría las cosquillas de la descarga eléctrica que acaba de recibir Howard por decir una mala palabra.

El abuelo, en cambio, es como la oveja en versión pasa de uva. Está en el Escalón 99 del Edén, y cuando llegue el 100 lo celebraremos con una fiesta para la que Niria ya contrató strippers.

Son agua de manantial y aceite de Burger King. Llevan discutiendo cincuenta y tres años, desde que se casaron. En realidad, ni siquiera se pusieron de acuerdo para elegir un lugar donde cenar en su primera cita. Pasaron tres horas con el coche estacionado frente a la casa de la abuela. Según ella, mis bisabuelos espiaron por la ventana durante diez minutos para ver cuál era el problema. Luego se fueron a dormir porque sabían que esos dos discutirían para siempre, y no se equivocaron.

Éticamente hablando, te quieroWhere stories live. Discover now