Epílogo

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CARTON

Por mucho tiempo fui el ingenuo que creyó que moderar el Sistema era más un premio que un castigo por los delitos que cometí en mi pasado. Algunas veces podía ser repetitivo o aburrido, pero cualquier opción sonaba mejor que las atrocidades que la sociedad podía llegar a hacerle a un criminal como yo. Sin embargo, el encuentro de un aparente niño religioso y conservador con una señorita completamente opuesta a sus valores y creencias, tuvo el efecto explosivo y revolucionario que nadie se atrevió a imaginar.

Moderar la vida de Howard Saint empezó como un juego de tantos: palomitas, números y puntajes, pero al seguir cada uno de sus pasos y presenciar cómo con el correr de los días su mente se rehacía con la ayuda de su nuevo entorno estimulante, hizo cambiar algo dentro de mí. 

El nuevo Carton dejó de reírse de la desgracia ajena y sepultó su escepticismo con la esperanza de que quizás la sociedad se equivocó en condenarlo con un trabajo deshumanizante. Quizás podría hallarse a sí mismo y valorarse, tal como Howie probó en sus meses de renacimiento personal. 

El viejo yo fue muriendo con el viejo Howard, dando paso a una versión de mí que estaría eternamente agradecida con Saint, pues con su fuerza de voluntad, su carisma y su corazón, salvó mi alma condenada sin siquiera percatarse. Eso es lo que hacen las personas que brillan por sí mismas: caminan y emanan la luz que al resto le falta, caminan y generan el impulso que los otros aguardan. 

Es por eso que cuando me llamó en medio de su crisis, no pude evitar contener mi emoción. Es por eso que casi no fui capaz de ocultarle lo que le esperaba en su cumpleaños. Es por eso que me arriesgué a ser llevado a un calabozo para que me ejecuten vilmente. ¿Cómo podía hacerme pasar por muerto cuando sabía que el chico que me hizo ver el mundo con un lente diferente corría peligro? Mi única respuesta siempre fue salvarlo, caiga quien caiga, cueste lo que cueste.

Para evitar que la muerte viniera a buscarlo, hice mi último acto heroico entre las cuatro paredes del Sistema en el cual me habían encerrado. Iba a escapar, pero no sin salvar a la ovejita antes. Camuflé el chip de la oveja y lo reemplacé por uno que el Sistema creyera que seguía activo, haciéndoles creer que su mundo de Edén y Averno continuaba igual que siempre. 

Lo liberé de las cadenas del prejuicio que nos atormentan a todos. Esas que nos dicen cómo pensar, cómo actuar, cómo creer y cómo amar. Howie no merecía ser la rata de laboratorio de un gobierno controlador, ni él ni nadie. 

Cuando logré escapar al usar la violencia una última vez, me propuse hacer algo más que reinventarme. Y, con la ayuda voluntaria de una oveja iluminada y una loba única, quizás avanzar con mis planes sería más fácil de lo esperado.

—Son veinte dólares —dice el taxista cuando estaciona frente a un granero en el medio de la nada. 

—Quédese con el cambio, buen hombre. Brille en este día y no se olvide de consumir mucho líquido —contesto con una sonrisa al darle el dinero.

El taxista me observa extrañado y sonrío con más intensidad. Trato de reflejar la amabilidad que en estos meses Howie me enseñó a propagar. 

Entro al granero, el punto de encuentro, con los nervios que no había tenido nunca. Voy a conocer a mi ídolo en carne y hueso. Le pediré un abrazo. ¿Y si no le caigo bien? ¿Y si Azariah se da cuenta de que guardo un oscuro pasado en mi interior? ¿Y si no cree que cambié? ¿Y si tiemblo mucho y no les puedo explicar mis planes?

—Howie... Az... ¿están aquí? —pregunto a un espacio vacío y silencioso que me da escalofríos.

No hay apariciones estelares ni sonidos que indiquen que Saint y Jenkins piensan asistir a nuestra reunión. Miro el reloj. 3:58 pm. Me quedo un minuto entero observando a la nada y pienso en lo traicionado que me sentiré si no aparece nadie a recibirme. Pero, en contra de todo pronóstico, cuando el viejo yo asoma a salir a la superficie, se siente un galope poderoso que va en aumento. 

Salgo corriendo. Sonrisa decidida. Ilusiones intactas. El caballo en el que vienen montados levanta un polvo que no permite verlos con claridad, por lo que aguardo expectante a que las dos confusas figuras se abran paso hasta mí. 

—¡Colega, moderador, salvador de vidas! Por San Pedro, ¡no puedo creer que lo hayas logrado! —grita Howie con un sombrero vaquero que se le cae cuando corre a darme un abrazo.

Y ni siquiera tuve que preguntarle. Siempre tan especial. 

—Vamos, idiotas. El Sistema no se va a derribar solo. 

Az tiene razón. Es hora de comenzar la revolución.

CARLA

—Hay tres cosas que una chica debe saber para sobrevivir en el mundo. Toma nota porque no lo repetiré.

Abro una bolsa de patatas fritas y me impulso hacia atrás. Giro en la silla de escritorio hasta detenerme frente a los seis monitores de mi puesto de trabajo.

—Uno: todos los hombres son una escoria asquerosa. Te endulzan el oído porque saben que esa es la forma de hacer que te abras de piernas y... —Me lanzo una patata a la boca, decepcionada pero no sorprendida. No hay pene que lo valga en este mundo—. Bueno, digamos que huyen tal correcaminos en cuanto las cierras otra vez. Así que, bajo ninguna circunstancia, confíes en uno. No eres un juguete para que te usen a su antojo cuando se sientan miserables, ¿entendido?

Subo los pies a la mesa y examino el esmaltado rojo de las uñas de mis pies. Combina con los tacones. Soy la única reclusa con privilegios en este lugar.

Beneficios de tirarse al gobernador, claro.

—Dos: la que avisa no traiciona, así que no soy una arpía.

Maldito cerdo. Ese granero en el que está debe sentirse como su hogar.

Fuimos novios por años antes de que fuera a prisión. Me enseñó todo lo que sé de computación y puedo decir que el alumno superó al maestro, porque nadie en todo este edificio sabe cómo hackear el chip de su persona a cargo como yo. Cuando el sistema nervioso es conectado a la tecnología artificial, cosas magníficas pueden suceder si te atreves a experimentar...

Claro que para eso necesitas un sujeto de prueba.

Me como otra patata mientras observo a Howard y al bastardo a través de los ojos de Azariah. Esa chica era mi hija soñada, pero se ablandó y me quitó el remordimiento de apretar algo que le frite el cerebro.

Ahora pienso qué haré primero: manipular sus niveles para que sea una ciudadana correcta y entregue a sus amigos en una bella traición, hacerla subir hasta el último Escalón del Averno y que mate a alguien, darle tantas descargas eléctricas hasta dejarla en el hospital, resetear su chip y que no recuerde nada de lo que pasó en los últimos meses...

Es un mundo de posibilidades.

Luego de ensuciarme las manos y seguir los pasos de Carton para estar con él aquí adentro, le advertí que se alejara de Howard porque ponía en peligro nuestra relación. Debía dejarlo morir, no intervenir como si fuera Dios.

En fin, la basura se fugó y tuve que revisar como si fuera una puta forense su oficina. Averigüé lo que hizo con Howie y, con Saint fuera del Sistema, solo me quedó chupársela otra vez —me costó no vomitar y fingir que lo estaba disfrutando— al gobernador para que desplazara a la antigua moderadora de la loba y me pusiera en su lugar. Pasé dos días enteros navegando entre los recuerdos de Jenkins.

Espero poder deshacer toda esa mierda de evolución personal que le hicieron creer.

Pero no se preocupen, el pequeño secreto de Howard está a salvo conmigo. Si les dijera, los del gobierno intervendrían y me quitarían toda la diversión que la venganza conlleva.

—Tres: entre chicas nos ayudamos. —Bajo la vista a mi barriga. Siete meses de embarazo y el pulgoso padre sinvergüenza de Carton se largó por una puta epifanía de redención, bendito hijo de la gran María—. ¿Verdad, cariño? —Lanzo la bolsa a un lado y acaricio el lugar donde sentí la patada.

Suspiro y observo la pantalla.

—Si Carton tiene a Howard, nosotras tenemos a Azariah.

¿Quieren guerra? La tendrán, pero no será entre el gobierno y ellos.

Será entre dos mejores amigos.

FIN

Éticamente hablando, te quieroWhere stories live. Discover now