13. Greg, el taxista

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AZARIAH
EDÉN: 4 - AVERNO: 26

¿Irás a la fiesta de Shiro?

                                                                                  ¡Hola, chica que ignora mis mensajes!
                                                                                   ¿No era que borrarías mi número?


Te dije que borraras el mío y dejaras de hablarme, no que yo borraría el tuyo y dejaría de fastidiarte. ¿Sí o no a lo de la fiesta?

                        No es una fiesta si no está Greg para animarla, ¿necesitas un aventón?


Sí.

                                                                      ¿Ni siquiera me dirás por favor y gracias?


Puede agradecerte de una forma más divertida. Serás tú el que pida por favor.

En otras palabras, le haré calzón chino por hablar de sí mismo en tercera persona y suplicará que me detenga, pero lo dejo creer que los mensajes son de carácter sexual. Las hormonas hacen a los adolescentes más veloces a la hora de hacer cosas:
                                                                                    En cinco minutos estoy ahí, princesa

—Creo que voy a vomitar. —Lanzo el teléfono al otro extremo del sofá.

Kyla intercepta el móvil con la destreza de un receptor de fútbol americano. Se nutre del chisme, así que no es sorpresa que quiera leer la conversación. Al mismo tiempo, papá deja de intentar sin éxito anudarse la corbata. Me mira preocupado.

—¿Qué sucedió, Az?

—Dice que se siente mal porque no pudo agradecerle adecuadamente un favor a su amigo Greg —contesta mi hermana por mí, con picardía en la mirada que me otorga.

Dalton Jenkins retoma la labor de anudar su corbata al ver que no habrá alfombras arruinadas por intoxicaciones estomacales.

—Eso es muy dulce, Azariah. Es importante dar las gracias tantas veces como sea necesario, a todos los Greg que las ayuden. Eso me recuerda que deberíamos ir en familia a la iglesia uno de estos domingos. Ya saben, para agradecer de rodillas, como es apropiado. —Nos guiña un inocente ojo—. Fuera de eso, voy a inflar un poco mi ego al decir que ser agradecidas es una señal de que están bien criadas. Tienen valores que las llevarán lejos en la vida.

Su ingenuidad me roba una sonrisa y Kyla intenta mantener una expresión seria. Si mi padre supiera que acaba de insinuar que nos educó para practicarle repetidas veces sexo oral de rodillas a todos los chicos que nos hagan un favor, y que eso nos llevará a triunfar en el futuro, caería muerto justo aquí.

—Me voy antes de que me hagas llorar, papá —miente Ky con los ojos cristalizados de la risa.

—Ay, cariño. ¿Lo ves? —Le da un rápido beso en la coronilla cuando pasa por su lado, disparada hacia su habitación—. Demasiado buenas. Espero que las personas también sepan agradecerles adecuadamente. Lo merecen.

—Amén a eso —contesto de inmediato, recordando agradecimientos poco... Agradecidos.

Kyla asoma el rostro por su puerta y gesticula la súplica: «Ya basta, en serio, me haré pis encima», antes de cerrarla. De las dos, es ella la que suele poner un límite respecto a burlarnos en la cara de papá.

Éticamente hablando, te quieroWhere stories live. Discover now