22. Con las manos en la masa

5.3K 1K 1.2K
                                    


HOWARD
EDÉN: 19 - AVERNO: 1


Tengo que reconocer que extrañaba mi almohada. La gelatina estaba muy bien y la televisión también, pero nada se compara con la comodidad de mis sábanas hechas a medida y mi dormitorio en perfecta sincronía.

Es como un dos por uno. No solo no tengo ninguna enfermedad de riesgos colosales, sino que también pude volver a mi hogar. Bueno, tres por uno si contamos que mamá dejó de gritarle hasta a la mosca que pasaba volando por miedo a que me hiciera algún tipo de daño... O cuatro por uno si consideramos que ya los de seguridad no tendrán que arrastrar a Oklahoma lejos del hospital en sus intentos por conseguir todo el chocolate de la máquina expendedora.

Lo importante es que estoy bien. El médico dijo que fue un pico de estrés y no tengo manera de contradecirlo. Al final, la experiencia fue positiva por donde la mire: fui capaz de confrontar a Mery, subí dos niveles en el Edén y solo quedé a un paso de eliminar una de mis adicciones. Además, permití que Az sacara todo ese dolor contenido, ¡e incluso me convertí en su latte!

Eso suena mejor que un puñetazo en mi cara, así que hasta la barba inexistente de San Expedito está contenta por el resultado.

—Una oveja, dos ovejas, tres ovejas, cuatro ovejas, cinco ovejas... —recito por lo bajo al no poder ignorar las voces provenientes de algún lugar de la casa que no me dejan conciliar el sueño. 

No logro descifrar de quién se trata ni qué es lo que están haciendo, pero tampoco tengo las fuerzas para alejarme del placer de mi camita acogedora. La intriga puede esperar. Además, contar ovejas ya se ha convertido en mi pasión tranquilizadora de todas las noches. 

Debo recordar agradecerle a Az por...

* * *

—¡Howie, despiértate! 

¿Ah? ¿Estoy en el cielo? ¿Será que comí mucha gelatina?

—¡Despiértate de una vez que ya no estás en el hospital, mocoso! —grita... alguien.

¿Un sueño lúcido? Siempre quise tener uno... y así poder sentir por fin la barba de San Clemente de Alejandría, que tanto habló sobre el vello facial y la marca que deja en un hombre... Espero que sea él, aunque su voz suene como la de una adolescente con ganas de arrancar cabezas.

Abriré un ojo a ver qué pasa.

—¡Que te despiertes, dije! —exclama justo antes de que un vaso de agua caiga sobre mi carita recién levantada.

Definitivamente no es San Clemente de Alejandría. Tampoco es un sueño lúcido. Ni siquiera me fui al cielo por comer muchas gelatinas.

—¿Britney? ¿Kyla? ¿Qué se les ofrece? —consulto con mis mejores modales al mismo tiempo que intento secar mi rostro empapado.

La rubia de mi hermana se mueve frenéticamente por la habitación mientras aletea las manos y pronuncia frases inentendibles por su velocidad. Me refriego los ojos y noto como ambas tienen el rostro de un zombie hambriento. Tienen las pupilas como si estuvieran a punto de estallar y un olor a café y sudor que se les debe haber impregnado en la ropa. Incluso sus siempre prolijos y acomodados cabellos se muestran descontrolados ante lo que sea que han estado haciendo toda la noche.

Supongo que no habrá misión detectivesca para descubrir quién estaba detrás de las voces y los cuchicheos.

—Tienes que acompañarnos ahora mismo. Necesitamos apoyo masculino para la próxima parte de nuestro plan, y Greg no contesta los mensajes. 

Éticamente hablando, te quieroWhere stories live. Discover now