48. Te quiero

6.6K 904 797
                                    

Dedicado a ZelaBrambille
Descansa en paz, ángel ❤️

AZARIAH
EDÉN: 5 - AVERNO: 26

Corro a través del campo de fútbol, hacia la parte trasera del escenario. Howard me matará por llegar tarde.

—¡¿Se puede saber dónde estabas?! —El chico abre los brazos con una pila de tarjetas aferradas a una mano—. Estaba a dos segundos de la emesis.

—¿De la qué? —Freno con la respiración acelerada.

Rueda los ojos y deja caer los brazos a los lados.

—Que estaba por vomitar, es un término médi... —Sacude la cabeza para no irse por las ramas—. ¿Por qué llegaste tarde? Somos los siguientes. Creí que habíamos superado tu amor por la impuntualidad.

—Pasé a visitar a mamá en el cementerio.

Su ceño se suaviza.

—Perdón, yo... ¿Estabas nerviosa? ¿Por eso fuiste? ¿Todavía lo estás? ¿Quieres desahogarte con algo de emesis? ¿Prefieres...?

Lo tomo por los hombros para sacudirlo un poco. El pánico es suyo, no mío.

—Relájate antes de vomitar al público, Saint.

Asiente e inhala hondo. Al hacerlo, el moño que se puso le roza la barbilla. Como era de esperarse, se arregló desde la cabeza peinada con exceso de gel hasta los pies. Sus zapatos lustrados brillan más que mi futuro. Su suéter de abuelo con olor a alguna flor a la que probablemente es alérgico se opone a mi camiseta negra de los Looney Tunes cuyo olor a tabaco todavía la lavadora no pudo quitarle por más que haya dejado de fumar. Sus caquis planchados contrastan con mis jeans rasgados e incluso su forma de pararse es diferente a la mía.

Nos vemos como lo hacíamos antes de ser emparejados en filosofía: opuestos totales. Es extraño que por fuera podamos vernos de la misma forma y por dentro seamos personas tan distintas en comparación a las que solíamos ser.

Supongo que lo que llevamos en el interior siempre es lo que cuenta.

—Empecé a ir al cementerio luego de enterarme que ibas a morir. —Bajo la voz y tiro de él lejos de un profesor que monitoriza el tras bambalinas—. Creí que tendría que acostumbrarme otra vez, no lo sé, pero fue muy terapéutico hablar con el espeluznante fantasma de mi madre —aseguro y logro sacarle una sonrisa que me regaña por bromear con eso—. Sé que es estúpido, pero quería que fuera la primera en oír la presentación. Siento que hubiera estado orgullosa de todo esto. —Hago un ademán al escenario.

—Querrás decir esto. —Traza un círculo imaginario para enmarcar mi cara—. Me hubieras dicho. Podríamos haber ido juntos. Así la señora Jenkins me conocía y yo cronometraba el tiempo para que no llegáramos tarde.

Aparto sus dedos de un manotazo.

—No le hubieras caído bien.

Enarca una ceja y se señala a sí mismo con sus tarjetas de memoria.

—¿Por qué? Soy encantador.

—Encantadoramente fastidioso. El resto de esas pobres almas se hubieran alzado de sus tumbas y escapado con solo oírte decir cosas como emesis.

—En mi defensa... —comienza, pero Genevive lo interrumpe al aparecer entre nosotros con un portapapeles mientras nos apunta con una lapicera.

—Saint, Jenkins, ya les toca. Síganme.

Howard se acomoda el moño mientras la acompañamos hasta el lateral del escenario, donde el grupo anterior está por terminar de exponer.

—Recuerden: nada de vocabulario ofensivo, como mínimo deben sonreír una vez para que los padres crean que se están divirtiendo y está prohibido bajarse los pantalones y mostrarle el trasero al público —advierte.

Éticamente hablando, te quieroWhere stories live. Discover now