Donde Ashley Routledge se ve envuelta, junto a su hermano y a sus amigos, los Pogues, en aquello por lo que padre perdió la vida: la búsqueda del oro del Royal Merchant.
Durante lo que ellos pensaban que iba a ser el mejor verano de sus vidas, un e...
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SINTIENDO UNA PEQUEÑA PRESIÓN EN EL PECHO, Lee tuvo que volver a apoyarse en el muro. El nudo que se había instalado en su garganta era tan grande que ni siquiera se veía capaz de tragar saliva porque, cada vez que lo intentaba, sentía sus ojos humedecerse un poco más. El corazón le latía con fuerza, causando un poco de dolor cada vez que lo hacía.
Cerró los ojos, dejando caer varias lágrimas, y antes de poder evitarlo, se le escapó un sollozo. Se llevó la mano a la boca, en un intento de no hacer mucho ruido y no llamar la atención, si es que había alguien por allí rondando. Apoyó los codos sobre sus rodillas y se tapó la cara con las manos, empapándolas con sus propias lágrimas.
No fue hasta que sintió unas manos apoyarse también en sus rodillas y escuchó un suspiro que reconoció en seguida, cuando se destapó la cara y miró a su mejor amiga, que se había agachado justo delante de ella y la estaba mirando con media sonrisa triste.
—¿Cómo estás? —preguntó Kie, apoyando los antebrazos en las piernas de Lee. La pecosa soltó una carcajada que acabó por mezclarse con un sollozo y se encogió de hombros.
—Bien —dijo, secándose las lágrimas —, ¿por qué lo preguntas?
Kie soltó una carcajada silenciosa y negó con la cabeza. Tras rodar los ojos y coger aire, la de pelo rizado se puso de pie para, después, sentarse junto a su mejor amiga y pasar un brazo alrededor de sus hombros, haciendo que Lee apoyase la cabeza en su hombro.
—Creo que me odia —susurró Lee, antes de que Kie pudiera preguntar nada más. Su mejor amiga frunció un poco el ceño y la miró. Al ver que Lee tenía la mirada puesta en el coche, cogió aire, de nuevo, y negó con la cabeza —. Y si no lo hace todavía, poco le queda.
—No sé qué os acaba de pasar, pero lo dudo —respondió Kie.
—Anoche le dije que no... —Lee tragó saliva, teniendo que cerrar los ojos ante el esfuerzo que tuvo que hacer por culpa del nudo en su garganta —. Anoche le dije que no podía.
—Si te sirve de consuelo, yo creo que has hecho lo mejor. —Kie le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja e hizo un amago de sonrisa.
—Ya, pero lo acabo de besar —soltó Lee. Kie abrió los ojos como platos ante la sorpresa —. Bueno, técnicamente, ha sido él, pero yo no me he apartado.
—Lee, sabéis que sentís cosas el uno por el otro —dijo Kie, mordiéndose el labio —. Esto os va a pasar más de una vez.
—Pero...
—Ya, lo sé. No deberíais, pero sois JJ y tú —susurró, señalándola con el dedo índice —, ¿cuándo hacéis lo que debéis?
Lee soltó una carcajada triste, negando con la cabeza. Volvió a pasarse las manos por la cara, intentando eliminar el rastro húmedo que habían dejado las lágrimas al caer, y miró a su mejor amiga, con el labio inferior temblando. Kie cogió aire.
