Donde Ashley Routledge se ve envuelta, junto a su hermano y a sus amigos, los Pogues, en aquello por lo que padre perdió la vida: la búsqueda del oro del Royal Merchant.
Durante lo que ellos pensaban que iba a ser el mejor verano de sus vidas, un e...
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A LO MEJOR ERA POR LA ADRENALINA DEL MOMENTO, pero Lee podría jurar que estaba comenzando a sentir que la esperanza estaba volviendo a ella. Solo tenía que mirar a su alrededor para sentirse muchísimo mejor; todos sus amigos estaban allí, con sonrisas enormes plasmadas en sus caras, discutiendo animadamente sobre cuál sería el mejor lugar para esconderse una vez hubieran recuperado lo que era suyo y fueran asquerosamente millonarios.
Lee escuchó, en silencio, todas y cada una de las propuestas que aportaban sus amigos, que iban desde Sudáfrica hasta Noruega, imaginando cómo sería empezar de cero en cualquiera de esos lugares, lejos de Outer Banks y lejos de todos los malos recuerdos que querían dejar atrás. Tenía la mirada clavada en JJ, quien se encontraba bastante concentrado en toquetear un paquete repleto de balas para su pistola.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Lee, que frunció un poco el ceño, confusa. No sabía de dónde había sacado JJ un paquete de balas, ¿lo habría encontrado en su casa porque Luke Maybank tenía armas? Si era así, ¿cuándo las había cogido? Y si no, ¿cómo coño había conseguido tantas balas? Y, sobretodo, ¿pensaba utilizarlas?
Sacudió un poco la cabeza y volvió a centrarse en la conversación, intentando apartar todas esas dudas de su cabeza, todavía mirando al rubio. Abrió la boca para comentar algo, pero un codazo de Pope la hizo abrir los ojos de golpe y soltar un quejido, mientras llevaba su mano a su pierna para frotarse donde había recibido el golpe. Giró la cabeza para mirar a su amigo, haciendo una mueca.
—¿Se puede saber a qué... —empezó a preguntar Lee.
—Para de mirar, es un poco siniestro —susurró él, antes de que ella acabase su pregunta, como si fuera evidente. Lee rodó los ojos.
—¿Sabes lo que sí es siniestro? —preguntó, todavía frotándose la pierna. Con su otra mano, señaló el paquete de balas —. Eso.
—Estaba esperando a que tú le dijeras algo —se defendió el moreno. Lee alzó las cejas y se señaló a sí misma.
—¿Yo? —Lee habló en voz tan alta que todos los demás se giraron para mirarla. Pope asintió con la cabeza y se encogió de hombros.
—¿Qué pasa? —preguntó Kie. JJ se apoyó en la pared de la caravana y echó la cabeza hacia atrás, pero con la mirada fija en Lee.
—Que Lee no paraba de mi... —empezó Pope. Esta vez, la que le dio un codazo a él, fue Lee. El resto cambiaron las muecas de confusión, por muecas de diversión.
—Vaya —comentó John B, asintiendo con la cabeza.
—¿Por qué no hay nadie quejándose de que JJ vaya cargado de balas? —Lee hizo una mueca. JJ se encogió de hombros y abrió la boca para responder.
