Donde Ashley Routledge se ve envuelta, junto a su hermano y a sus amigos, los Pogues, en aquello por lo que padre perdió la vida: la búsqueda del oro del Royal Merchant.
Durante lo que ellos pensaban que iba a ser el mejor verano de sus vidas, un e...
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EN CONDICIONES NORMALES, LEE SE HABRÍA PERMITIDO UNA DUCHA LARGA CON AGUA CALIENTE, pero gracias a Agatha, eso no era más que otro lujo que los habitantes de la zona sur de la isla no tendrían en un tiempo. Tuvo que conformarse con un hilo de agua helada.
Aunque había tenido que discutir con JJ, consiguió convencer a sus dos amigos para que la dejaran quedarse sola en el Château por si su hermano decidía pasarse por allí antes de ir a buscar a los demás.
Lee quería, además, tener un rato para sí misma y asimilar lo que había pasado a lo largo del día. John B y JJ habían ido a casa de la señora Lana a preguntarle por la brújula y, para su sorpresa, los hombres que los habían perseguido el día anterior, estaban allí y no parecían precisamente amigables. Habían encontrado la palabra Redfield escrita con la letra de Big John en el compartimento del que siempre hablaba y, los mismos hombres, habían entrado a su casa, destrozando todo a su paso y llevándose todo en lo que su padre había trabajado los últimos veinte años.
Si ya de por sí, a veces le era imposible controlar sus ataques de pánico, la situación no ayudaba mucho.
Al salir del baño, fue directa de vuelta al salón, dónde se paró para echar un vistazo a su alrededor. Todo estaba fuera de su sitio, cristales esparcidos por el suelo, los muebles movidos, los cajones abiertos y todo desordenado.
Lee comenzó a recoger, caminando de un lado a otro, dehaciéndose poco a poco de los trastos innecesarios y basura que había tirada en el suelo, dejando la habitación un poco más limpia.
Sintió un pinchazo tan fuerte en el estómago al ver los marcos de las fotos que tenían colgados en la pared, tirados también el suelo, que tuvo que apoyarse en la mesa para evitar perder el equilibrio. Cerró los ojos con fuerza, intentando silenciar sus propios pensamientos y centrándose en controlar el ritmo de su respiración. Podía sentir su corazón latir con fuerza ante la falta de oxígeno, causándole una pequeña molestia en el pecho y la necesidad de respirar con mayor fuerza. A pesar de sus intentos de retenerlas, las lágrimas se resbalaron por sus mejillas sin control alguno.
No podía sacarse de su cabeza la idea de que su padre pudiera estar vivo en algún lugar y estuviera intentando comunicarse con ellos. Nunca había querido darse esperanzas de algo tan improbable, pero su padre era la persona más inteligente que había conocido nunca, así que, ¿quién sabe?
Tal vez su hermano estuviera en lo cierto y hubiera posibilidades de volver a ser una familia de normal, dentro de lo que cabe.
Tardó casi diez minutos en ser capaz de controlar su respiración, que poco a poco fue suavizándose y aliviando la presión que se había instalado en su pecho y el nudo que se había formado en su garganta. No estaba tranquila ni de lejos, pero por lo menos podía respirar bien, así que sonrió de lado, orgullosa de sí misma por haber sido capaz de controlarse a sí misma.
