—Bienvenida al rincón secreto de la familia Rosenzberg. Nadie a parte de nosotros lo conoce. Aquí pasamos ese tiempo muerto en el que no queremos ser el centro de atención. Cuando los días son calurosos solemos escaparnos del palacio de verano de mis abuelos para bañarnos en el lago y hacer un pequeño picnic.

—Es maravilloso —murmuré con los ojos puestos en cada rincón. Aproveché esa distracción para deshacerme de su agarre y curiosear. Fui de un lado para el otro, acercándome incluso al lago—. Es precioso, Aiden. Me encanta.

Una gran sonrisa se dibujó en sus rasgos masculinos que hizo que mi corazón se acelerara.

—No sabes cuánto me alivia escuchar eso. En el fondo temía que te parecía toda una chorrada y perdiera ese encanto que sé que te vuelve loca.

Reí.

—Y que no se te olvide la vanidad.

—Eso y lo guapo que soy.

Le di una toba cariñosa al llegar a su lado.

—Cómo olvidarlo. —Puse los ojos en blanco provocando que se riera de mí.

Se acercó un par de pasos hasta que quedamos a escasos centímetros, entrelazó nuestras manos y, allí, en medio de aquel páramo desierto, me besó con tanta intensidad que creí que mis piernas dejarían de sostenerme de no agarrarme a él.

—No sabes lo guapa que eres —me susurró con la voz ronca y los ojos dilatados.

Me puse de puntillas y le besé la punta de la nariz.

—Lo sé.

Nos envolvió con sus alas cuando nos vimos envueltos por un fuerte vendaval. Me acurruqué contra su pecho. Hacía mucho frío; de verdad, no había sido un acierto haber ido hasta allí con aquel aire cortante.

—Mira todo lo que he preparado para ti —dijo guiándome, aún envueltos el uno en el otro, hasta la cestita.

De ella sacó un montón de platos que me moría por probar.

—¿En serio los has preparado tú?

Asintió enérgicamente con la cabeza.

—Ya sabes que uno de mis hobbies es cocinar. No entiendo por qué te sorprendes tanto.

—Pero has preparado para un arsenal. No tenías por qué hacerlo.

Me miró largo y tendido, de una manera significativa, intensa.

—Tenía ganas de tener una cita como Dios manda. Ya sabes que estos últimos días he estado muy ocupado y apenas hemos podido vernos. No sé, quería mimarte. ¿Tan malo es eso?

Por supuesto que no lo era. Aiden era la persona más maravillosa que había tenido el honor de conocer. No era, ni de lejos, un chico del montón y no por que fuera el futuro soberano o hubiera nacido dentro de una de las familias más influyentes de Europa; lo que hacía que le quisiera tanto era su forma de ser, esa personalidad que me había seducido desde el primer momento en el que pudimos hablar.

Le acaricié el mentón con las yemas de los dedos, fascinada con su tacto. Me dejé perder por esa tormenta gris que se estaba desatando en sus irises.

—Me encanta. ¿Qué me ha preparado mi chef personal?

Sonrió y atrapé esa sonrisa con los dedos antes de que tirara de mi y se sentara a mi lado. Destapó los tupers y fue sirviendo todo lo que había en los platos de cartón. Me dio a probar cada manjar. Todo estaba delicioso y no sabría deciros cuál me gustó más, si el salmón ahumado —cosa que jamás había probado—, el buey de mar, la copa de nachos o el sushi. Madre del amor hermoso, todo estaba estupendo. Jamás había probado algo tan bueno.

No es una historia de amor (Bilogía Alas II)Where stories live. Discover now