Capítulo 22

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Capítulo 22

Wendy:

—¡Feliz cumpleaños, ratoncita! ¿Qué deseo vas a pedir? Recuerda que debes quererlo con muchas ganas para que se cumpla —le dijo su padre poniéndole un gran pastel de cumpleaños delante.

La pequeña acababa de levantarse y aún seguía frotándose los ojos con aire somnoliento, aunque aquel dulce con glaseado rosa había captado toda su atención. La niña cumplía cinco años y cada vez se parecía más a su madre. Su padre la veía reflejada en ella, sobre todo en el brillo tan lleno de vida de sus ojos color púrpura, iguales a los de esta.

—¡No puedo decírtelo, papi! Es un secreto. No se va a cumplir si te lo digo.

El hombre le dio un sonoro beso en la mejilla y le revolvió el pelo con cariño.

—¡Anda, es verdad! Pues cierra los ojos y pide lo que más quieras, ¿entendido?

La pequeña asintió y le hizo caso: cerro los ojitos y pensó y pensó hasta que al final se le ocurrió un deseo. Abrió los ojos y, antes de soplar las cinco velas, miró su padre con amor y, mientras las soplaba pidió su deseo: <<Quiero tener una mamá que quiera mucho a mi papá>>.

La niña no sabía que unos meses después su padre conocería a una mujer que haría que su mundo diera un giro de ciento ochenta grados.

—Vamos, pequeña, o si no llegarás tarde al colegio. No querrás que la maestra te riña en tu cumpleaños, ¿verdad?

—La señorita Andy jamás lo haría.

Eso era cierto y su padre lo sabía. Su hija era una niña ejemplar y nunca se metía en líos ni en peleas.

La cría terminó de comer su trozo de pastel rosa y, cuando acabó, se lavó los dientes, se puso su mochila llena de brillos a la espalda y siguió a su padre hacia la calle. El día se le pasó volando y fue la estrella de la clase. Su profesora le había hecho una corona de cartulina decorada con pegatinas en la que se leía en grande su nombre, le habían cantado el cumpleaños feliz y, además, habían tenido una merendola con sus compañeros.

Pero lo mejor vino a la tarde. Su padre la llevó a casa de su mejor amigo y allí celebraron su cumpleaños con una barbacoa y un baño en la piscina. Era principios de junio y hacía un día caluroso. Aiden y ella se pasaron toda la tarde metidos en ella, nadando y salpicándose mutuamente. Aquel niño era su mejor amigo, aunque a veces le diera por chincharla o se pasara de serio.

—¡Eres muy lenta, Gwenny! —se burló el crío de ocho años, aunque pronto tuvo que tragarse sus palabras. Con una sonrisa triunfal, la pequeña logró alcanzarlo y sin que lo viera le hizo una ahogadilla.

Mientras ellos jugaban, sus padres los vigilaban no muy lejos de ahí sonriendo. El día no podía haber salido mejor y cuando aquella niñita por fin cayó rendida entre los brazos protectores de su padre, no podía sentirse más afortunada.

. . .

Abrí los ojos y me incorporé en la cama sobresaltada. En mi mente seguían proyectándose las imágenes del sueño: la felicidad de mi yo de cinco años, mi fiesta de cumpleaños y el rostro lleno de alegría de papá. Otra vez había tenido un recuerdo en forma de sueño. Cada vez se estaban haciendo más frecuentes desde que mi memoria de una parte de mi infancia fueron desbloqueados.

Me froté las sienes con los dedos en un intento por calmar el dolor de cabeza que estaba empezando a martirizarme con más fuerza... hasta que escuché la voz chillona e insistente de mi madrastra por el megáfono:

No es una historia de amor (Bilogía Alas II)Where stories live. Discover now