Capítulo 27

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Capítulo 27

Aiden:

Cada vez la veía más decaída, aunque en sus ojos estaba ese brillo de determinación que la hacía implacable. Lo poco que había coincido con ella en esas dos últimas semanas notaba lo cansada que estaba y saber que la culpable era la odiosa de Katrina Barrie me ponía enfermo. Tenía que hacer algo, lo que fuera, para sacarla de ese pozo sin fondo de sufrimiento.

Unos golpes en la puerta me distrajeron del libro sobre el sistema de acogida que estaba leyendo. Desde que había ido a aquel campamento estaba trabajando en un proyecto y quería estar lo más informado posible al respecto. Además, era un tema que me interesaba muchísimo, puesto que así podía comprender mejor la situación en la que se encontraba Wendy.

—Alteza, aquí tiene lo que ha pedido.

La voz de Wendy me llegó desde el pequeño recibidor y, al instante, sentí que mi día mejoraba, como siempre que pasaba cuando podíamos estar juntos aunque solo fueran unos segundos.

—Estoy en mi dormitorio —la llamé. Me había aposentado desde primera hora de la tarde y en ese momento sentía que se me partiría la espalda de la postura tan incómoda en la que había estado.

Escuché sus pasos suaves a mis espaldas. Dejó la taza de café bien cargado junto a mis apuntes y unas tostadas con aceite y tomate que si bien no se las había pedido se lo agradecí enormemente.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó. Me pasó las manos por los hombros y se asomó para leer lo que tenía sobre la mesa.

Me volví y le di un beso en el cuello. Tal y como estaba, me daba un acceso tentador y yo no me resistí a sus encantos. Un pequeño jadeo se escapó de sus labios. Sonreí antes de dejarle un reguero de besos.

—Es solo trabajo. Ven aquí. —La guié hasta situarla entre mis piernas. Me podría acostumbrar a esa sensación de tenerla entre mis brazos, acurrucada como estaba, enterrando el rostro en mi pecho. Nos quedamos en silencio, mis dedos acariciándola con mi mimo. Poco a poco sentí cómo su respiración se volvía constante y para cuando quise darme cuenta tenía a una Wendy dormida. Me pregunté alarmado a qué hora se habría acostado anoche.

Con mucho mimo la llevé hasta la cama y la arropé para que estuviera más cómoda. Era adorable cuando dormía y descubrí que me encantaría despertarme a su lado cada mañana. Dejé que descansara mientras yo seguía con lo mío echándole un vistazo de vez en cuando.

Se despertó una hora después. Hizo las sábanas a un lado y, frotándose los ojos, se acercó de nuevo a donde estaba trabajando. Parecía mucho más renovada y para nada cansada. Comprobé que las ojeras que tenía bajo los ojos ya no eran tan profundas y que su rostro lucía lleno de vitalidad y energía.

—¿Por qué no me has despertado? No debería haberme echado una siesta. —Y como si cayera en algo repentinamente, abrió los ojos de par en par y se llevó las manos a la cabeza—. ¡Mierda, mi jefa me va a matar! Se suponía que debía encargarme de que tus necesidades estuvieran completas y...

La callé con un beso.

—Todo está bien, no hace falta que te alarmes. Trabajas demasiado y eso no está bien. No me gusta ver cómo te destruyen, cómo intentan apagar tu luz poco a poco.

—Yo...

La volví a besar.

—Quiero que te tomes el resto de la tarde libre. He hablado con mamá y está de acuerdo en que mereces un poco de descanso. Ve a casa o a dar una vuelta, desconecta, dibuja... lo que sea con tal de que mañana tengas esa sonrisa radiante en los labios de nuevo, esa que tanto me gusta ver.

No es una historia de amor (Bilogía Alas II)Onde histórias criam vida. Descubra agora