Capítulo 23

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Capítulo 23

Aiden:

Estuve reunido todo el día y para cuando salí lo único que quería era verla, aunque solo fuera un instante. Para mi mala suerte, no estaba en su puesto habitual. No tenía ni idea qué harían las doncellas durante el día, aunque supuse que mucho más labores que simplemente atender a la familia real.

Poco antes de las cinco me encontré a mamá en el pasillo. Llevaba unos pantalones de yoga y una camiseta vieja que había tenido días mejores. Su cabello lleno de tirabuzones estaba recogido en una larga trenza. En cuanto me vio, una gran sonrisa se extendió por todo su rostro y se acercó.

—Cariño, ¿ya habéis terminado con esa terrible reunión?

Asentí con la cabeza destensando los hombros. Había sido un día muy intenso y me había pasado toda la mañana y un buen rato de la tarde encerrado en la sala de reuniones con mi padre, los ministros y los consejeros reales. Necesitaba despejarme.

—¿Algún día me acostumbraré a estas reuniones? No sé cómo papá las soporta.

Ella me puso una mano sobre los hombros y me miró con todo el amor de una madre.

—Cuando tenía tu edad tampoco podía con ellas y cuando empezó a gobernar fue aún peor. Se convirtió en el centro, en la persona a la que todo el mundo quería impresionar. No te frustres si no consigues que te salgan bien las cosas siempre. No somos perfectos, aunque todo el reino lo piense; somos humanos, personas de carne y hueso que también sienten y desean cosas.

—Lo sé, mamá, pero parece que la gente no lo entiende.

—Me recuerdas tanto a tu padre. Él siempre ha luchado por las injusticias y supo ver lo bueno que había en mí cuando nadie más lo veía.

Su historia, el cómo se conocieron y cómo acabaron enamorándose el uno del otro, me parecía todo un cuento de hadas: la chica menos agraciada acaba llamando la atención del chico guapo que, además, es un príncipe. Desde pequeño había visto cuánto se querían, cómo cada vez que papá estaba fuera ella lo añoraba y cómo a su vuelta preparaba un postre especial mientras él le daba un regalo sacado del corazón. Estaban hechos el uno para el otro y yo cada vez sentía que Wendy era mi otra mitad.

—No entiendo cómo los demás chicos pudieron hacerte la vida imposible. ¿Estaban ciegos? ¡Si eres la mujer más guapa del reino!

Chasqueó la lengua.

—Eres igual de zalamero que tu padre.

Solté una gran carcajada.

—Hijo suyo soy, ¿no? —comenté esbozando una amplia sonrisa.

Mamá aprovechó que nadie nos veía para darme un beso en la frente con cariño. Antes de separarse, se aseguró que todo en mi atuendo estuviera en orden.

—¿Vas a cocinar? —pregunté al reparar de nuevo en su vestimenta. Solo se ponía ropa cómoda cuando bajaba a las cocinas.

—Sí, he tenido unos día estresantes y quiero desconectar un poco de todo. Ya sabes lo que me ayuda a despejarme.

La entendía muy bien. Yo me sentía igual cada vez que lo hacía. Recuerdo que de pequeño pasaba horas allí con ella y que había aprendido de la mejor a hornear los mejores dulces. Me acuerdo de la vez en la que quise sorprender a mis padres con un pastel en su aniversario o cuando hice mi primer mousse de limón casero. Si bien al principio cometí tremendos errores, con el tiempo había aprendido a mejorar.

—¿Puedo acompañarte? Me apetece mucho pasar tiempo contigo.

—Por supuesto que puedes. Voy a hacer una de mis especialidades, receta de mi abuela Dorothy.

No es una historia de amor (Bilogía Alas II)Where stories live. Discover now