Capítulo 28

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Capítulo 28

Wendy:

Es sorprendente cómo la vida puede dar un giro inesperado de la noche a la mañana. Un día todo va bien y crees tenerlo todo controlado y al siguiente, ¡boom!, todo en lo creías conocer se desvanece entre tus manos como el humo. Hasta entonces me había empezado a sentir muy segura con lo que sentía por Aiden, por lo que sentíamos y esos momentos a escondidas me daban tal subidón de adrenalina que no los hubiese cambiado por nada de nada.

Sin embargo, todo se fue a la porra aquella noche de mediados de noviembre. Había llegado puntual y me había asegurado que el encuentro con Aiden no hubiese dejado marcas visibles, como el chupetón que me dejó en el cuello que tuve que esconder durante unos días. Estaba siendo más cuidadosa que nunca y, por unos instantes, creía de verdad que Katrina jamás se enteraría.

Pobre ilusa.

Llegaba agotada tras un día intenso tras no parar y me estaba muriendo por tomar un plato caliente de lo que fuera. Tremenda sorpresa me llevé al encontrarme a mi madrastra allí, sentada en la silla del pequeño escritorio que tenía como si fuera la dueña de todo. Tenía mi cuaderno de dibujo en las manos. Tragué saliva con fuerza, sabiendo de antemano que estaba en problemas.

—¿Sabes? Agatha lleva un tiempo sospechando que estabas ocultando algo y he llegado a pensar que solo eran imaginaciones suyas. Creía que habías empezado a salir con un chico, pero tú serías incapaz de ocultarnos algo así, ¿verdad?

La mirada gélida que me lanzó me hizo querer desaparecer de allí.

—Simplemente pensaba que, ya que te dejo vivir bajo mi techo, serías capaz de contarme algo así —continuó ante mi mutismo.

—No estoy... —Carraspeé—. No estoy saliendo con nadie.

Sus ojos fríos como el témpano de hielo se clavaron en mí. Tiró al suelo mi cuaderno abierto en una página en la que había dibujado a un Aiden relajado, tumbado sobre el pasto del prado en el que estuvimos sentados aquella vez que me llevó a aquel rincón secreto del lago.

—¿Ah, no? Entonces, ¿cómo explicas esto?

Miré aquel dibujo en blanco y negro intentando darle una explicación. Pero, ¿cómo explicar algo así? ¿Qué podría decirle, que éramos solo amigos? No se lo tragaría, no cuando estaba segura de que habría revisado cada hoja del cuaderno y habría visto aquella en la que aparecíamos ambos de espaldas tomados de la mano o mirándonos como dos enamorados.

Estaba con el agua al cuello y Katrina era una bomba de relojería a punto de estallar.

—No es lo que piensas —me excusé, aunque sabía que dijera lo que dijera no conseguiría nada. Katrina me había pillado.

Alzó una ceja. Se puso en pie y caminó hasta que quedamos cara a cara. Se había cruzado de brazos y en su rostro cubierto aún de maquillaje y retocado por las incontables operaciones que sabía que se había hecho con el dinero de mi padre se dibujó aquella expresión de enfado. Pese al miedo que empecé a sentir —porque Katrina me daba pavor, más cuando se ponía de malas conmigo, más del ochenta por ciento de las veces— intenté que no lo notara. No quería darle el gusto. Así que pese al gran nudo que sentía en la boca del estómago, el corazón descontrolado latiendo frenéticamente en el pecho y las terribles ganas de salir huyendo, me mantuve en pie, con la cabeza bien alto.

—Estás saliendo con el príncipe Aiden —escupió con todo su asco. No era una pregunta; era una afirmación. No moví ni un solo músculo, a la espera de su golpe bajo—. ¿Desde cuándo te has convertido en toda una zorra, Gwendolyn Barrie?

No es una historia de amor (Bilogía Alas II)Where stories live. Discover now