Capítulo 25

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En honor al 25 de noviembre, por todas las que ya no están y las que siguen luchando día a día por salir de un infierno no muy distinto al que ha estado viviendo la protagonista.

Dasha

Mi padre siempre me había dicho que una mujer con los labios de rojo era una mujer poderosa. Una de las cosas en la que los hombres se fijan primero es en los labios, les encanta que los llevemos pintados de colores intensos y brillantes. Después de tantos años tratando con ellos sabía perfectamente que el color que más les hechizaba era el rojo. ¿Por qué? Bueno, el rojo simboliza el fuego, lo caliente, las brasas, la pasión, provoca sensaciones estimulantes y actúa siempre provocando excitación. La mente de los hombres es más sencilla que la de las mujeres, lo único que necesitas para poder tenerlos comiendo de la palma de tu mano es un pintalabios rojo y un susurro detrás de la oreja, eso siempre funciona. Sin excepción.

—Estás preciosa— me dijo con admiración cuando entré en el comedor. Le sonreí y dejé que me besara la mano en un falso intento de ser caballeroso. Ambos sabíamos lo que quería.

La mesa estaba perfectamente acomodada, como todas las noches, pero esta vez había un plato de más. Tras mi falsa enfermedad había logrado convencer a Mason para que Damien estuviera arriba, pero con algunas condiciones y siempre recordándole que lo odiaba, que tan solo lo hacía para fastidiarlo.

Aquello solo daría pie a cumplir el último paso de mi plan, si todo salía bien esa noche tendríamos nuestra libertad.

Nuestra salida debía ser cuanto antes. Solo esperaba que Damien no se dejara guiar por lo que estuviera apunto de ver, porque esa debía de ser una de las mejores actuaciones de mi vida.

Una cena. Tres comensales. Dos engaños.

— Toma asiento.— Me abrió la silla y después de que yo me sentara él hizo lo mismo.

—Esto va a ser divertido— le dije, aunque por dentro estaba muy inquieta, debía de convencerlo, debía de creérselo porque así me ganaría su completa confianza y eso era justamente lo que necesitábamos para escapar.

Me dedicó media sonrisa para después coger el móvil y hacer una llamada.

—Que entre— dijo y colgó.

Unos segundos más tarde los mismos guardias que me sujetaron mientras veía morir a mi madre pasaron con él. Lo sentaron en el otro extremo de la mesa quedando justo enfrente de Mason y le quitaron la venda negra que llevaba en los ojos. Su mirada recorrió toda la habitación algo desorientada hasta posarse en mí, sus ojos marrones me observaron con duda y desconcierto pero no pude hacer nada al respecto, Mason me observaba.

—Bienvenido— le dijo Mason abriendo los brazos, uno de sus gestos favoritos.

—¿Qué hago aquí?—dijo con un tono de voz calmado. Sabía que se estaba controlando porque se dirigía a mí con esa falsa tranquilidad cuando lo desobedecía, es decir, siempre.

—A Dasha y a mí nos ha parecido buena idea que subieses a cenar.— Los ojos de Damien pasaron de Mason a mí, volví a ver la duda reflejada en ellos. Aparté mi atención de él para coger la mano de Mason y entrelazarla con la mía, la parte que me pedía a gritos que me apartara de él y que saliera corriendo había sido callada por otra en la que los sentimientos ya no existían y que ansiaba la libertad ante cualquier coste.

Pude ver perfectamente como la expresión de Mason pasaba a ser orgullosa y triunfante porque por fin me había conseguido, por fin me tenía a sus pies y se lo estaba demostrando a Damien que había comenzado a resoplar como un animal enfurecido.

La Rusalka RojaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin