Capítulo 22

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Dasha


Me dolió más de lo que había pensado al golpearlo. El odio que en un principio había sentido por él ya no estaba, quizás porque en las peores situaciones nos toca tragarnos nuestro orgullo y comportamiento defensivo para poder confiar. Él era lo único que tenía allí, mi único aliado para poder escapar. Y aunque no me gustara, él me importaba porque sentía algo hacia él que por más que hubiese intentado esconder, durante mi encerramiento había estado creciendo.

A lo mejor porque mi cerebro estaba sacando todo lo que tenía dentro, porque el estar sola contigo misma durante tanto tiempo puede ser una tortura. Mi propia mente me jugaba malas pasadas, reviviendo recuerdos muy dolorosos y haciéndome imaginar situaciones muy desagradables.

Solo podía confiar en que Damien hiciese lo que le había dicho porque esa era la única manera de poder vernos, aunque debíamos aparentar que nos odiábamos a muerte y que ambos nos queríamos matar. Solo así podíamos convencer a Mason de que no se nos ocurriría escapar los dos juntos.

Seguían pasando los días y las semanas y cada vez Mason me dejaba más libertad. Todas las noches podía salir del sótano que, por lo que me había contado, aquella era una casa en la que durante la Guerra Fría había sido utilizada por el Ejército Rojo para realizar interrogatorios y torturas, algo no muy distinto a lo que él había estado haciendo con nosotros. Se encontraba en medio de un bosque muy grande y profundo en el que ni los cazadores del pueblo más cercano se atrevían a entrar.

No había vuelto a ver a Damien y cada noche tenía la esperanza de que apareciera. Mason no me hablaba de él y yo tampoco hacía alusión al tema porque se suponía que lo quería muerto.

Aquella noche me hizo ponerme un vestido rosa pastel que se pegaba a la parte superior de mi cuerpo y se ensanchaba en la inferior. Mi cara ya casi estaba limpia del todo, solo quedaba alguna que otra marca que en poco tiempo desaparecería. No podía decir lo mismo de mi cuerpo que todavía seguía magullado y tenía algunas cicatrices que se quedarían de por vida, al menos daba gracias de que estaba viva.

Subí acompañada por dos guardias que siempre que salía iban conmigo. Mason me esperaba en la mesa del comedor como cada noche.

—Buenas noches—lo saludé y me senté a su izquierda, el sitio en el que me había obligado a permanecer hasta que diera por concluida la cena.

—Estás preciosa.—Se levantó y me besó la mano.

Tan pronto como pude me percaté de que todo eso que él me había estado haciendo había sido para tenerme a mí. Como él había dicho no pararía hasta "domarme", porque lo que él quería era tenerme tranquilita y obediente a su lado y yo se lo había dado por pura supervivencia. Cada noche me dejaba más claras sus intenciones, siempre me repetía que había un montón de hombres dispuestos a darlo todo por tenerme, que era la mujer más deseada de toda Rusia y que ahora que él me tenía no me dejaría marchar. Todo ese espectáculo del robo de la ruta había sido con doble intención y me hizo saber que lo que tanto había querido y buscado más que el dinero o el poder era yo.

¿Mi padre sabía algo de eso? 

Me daba la sensación de que ya había abandonado y que no regresaría por mí.

—¿Qué tal Damien?—me atreví a preguntar en uno de los silencios. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que lo vi y estaba preocupada.

Dejó los cubiertos sobre su plato y juntó las manos para después mirarme.

—Desde tu visita ha cambiado.

Alcé las cejas e hice notar mi falsa sorpresa. Que me hubiese hecho caso y hubiese cambiado ya era un paso.

—Ya no intenta escapar, es más, su actitud ha dado un cambio radical.

La Rusalka RojaWhere stories live. Discover now