Capítulo 50

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Dasha

Estábamos reunidos en la sala negra a la que en un principio Yashira me había llevado para explicármelo todo el primer día.

Estaba confusa, habían pasado tantas cosas que todavía seguía procesándolo.

Hasan y Damien se encontraban manteniendo una conversación sobre la fuga de Adelaida Romanova y quien era realmente.

Kamal entró en la sala con un ordenador entre sus manos.

—No mentía—dijo entonces, mirando a la pantalla—. Adelaida y Melanka Romanova fueron hermanas. Por lo que consta aquí nacieron en el seno de una familia acomodada, eran bastante conocidas pero a partir de 1997 ya no hay rastro de ninguna de las dos.

—Es mi tía—dije anonadada, con la mirada perdida en aquel ordenador, sin poder creérmelo todavía.

Él asintió.

—Según su palabra y esto, sí.

—No, no entiendo ¿Por qué mis padres me habían ocultado aquello? ¿Por qué no sabía que tenía una tía?

—Por lo que ha pasado hoy—respondió Damien con el ceño fruncido—, porque ella quería haceros daño y decidieron mantenerse lo más alejados posible.

Mi supuesta tía había intentado matarme y había declarado el inmenso odio que nos tenía a los Volkóv. Algo muy grave había tenido que ocurrir en el pasado para que fuera así.

—Había dicho algo de una traición—murmuré todavía sumida en mis pensamientos.

Aquello solo se arreglaría de una forma: preguntando a mi padre.

Hasan, junto con nuestros agentes y los suyos, habían revisado el perímetro y no habían encontrado rastro de Adelaida.

Al menos Mason ya estaba muerto, aunque jamás me había imaginado que aquello acabaría ocurriendo así, tenía más la imagen de yo misma clavándole aquella bala en la cabeza y no como verdaderamente había pasado.

Entré en mi habitación sin darme cuenta siquiera que Damien iba detrás de mí.

—Dasha—me llamó sacándome de mis pensamientos.

Me di la vuelta. Sus manos demandaron mi barbilla y comenzaron a acariciármela. Las mías viajaron hasta su pecho para jugar con la pajarita negra que había en su cuello.

—Me ha salvado la vida—murmuré.

Sus manos elevaron mi rostro, obligándome a mirarlo.

—Se puso en medio para recibir la bala—dije frunciendo el ceño, aquello era algo que todavía no podía creer.

—A veces la gente nos sorprende—me dijo—, pero eso no quita que estuviera obsesionado contigo, Dasha. Lo estaba hasta tal punto que llegó a dar su vida por ti después de que fuera él el que te hiciese pasar esos meses de tortura. No confundas esto con amor, porque no lo es.

Su rostro, lo demacrado que estaba tras aquellos meses después de mi fuga, las vendas y la sangre no podían dejar de repetirse en mi cabeza.

—Bésame, Damien—demandé—. Haz que me evada de todo por unos momentos.

Y estampó sus labios sobre los míos.








Como era de esperar en algún momento tendría que volverme a reunir con mi padre.

Habían pasado dos días tras todo lo ocasionado en el club de Yashira. Al parecer aquella operación de venir a por mí al hotel tras enterarse la había llevado Damien, solo, mi padre no había sabido nada hasta aquel mismo día cuando lo llamé por teléfono a petición de Damien.

La Rusalka RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora