Capítulo 5

1.9K 122 3
                                    


Dasha

A la mañana siguiente un fuerte pitido me despertó haciendo que me levantará de la cama, miré a mi alrededor, Damien tenía una bocina entre sus manos y el sol apenas había asomado algún rayo.

Puse los ojos en blanco y volví a echarme en la cama.

—Dasha, despierta—dijo con voz dura.

Mi primera reacción fue sacarle el dedo corazón y seguir durmiendo. Unos minutos después el agua fría cayó sobre mi cabeza y parte superior de mi cuerpo haciéndome saltar y enfureciéndome a la vez.

—¡¿Qué coño haces?!—grité incrédula.

—En el gimnasio en diez minutos.—Después salió de mi habitación como si nada.

Mi cama estaba empapada, miré mi reloj y apenas eran las cinco de la mañana. Me acordé de nuestro encuentro hace unas horas «las próximas semanas se te van a hacer eternas».

—Ya veremos—dije al recordar sus palabras.

Me vestí con unos leggins y un top furiosa con él al haberme despertado de esa manera. Bajé al gimnasio, donde me esperaba apoyado en una de las paredes con los brazos cruzados.

—Son las cinco de la mañana—le reproché.

—La mejor hora para entrenar.—A diferencia de mí él estaba fresco como una rosa, ni siquiera tenía ojeras y parecía lleno de energía.

—¿Qué vamos a hacer?—Me crucé de brazos y él se acercó con un par de pasos.

—Practicar tu fuerza.

Mi entrenamiento estaba más centrado en emplear la astucia y la agilidad, tenía fuerza, pero no tanta como él, quizás por eso había podido conmigo, claro que por muy poco...

Asentí.

Él cogió un par de mancuernas  y me las preparó para que pudiera utilizarlas. Apenas entrenaba mi fuerza, aquello me puso nerviosa y temía que la herida se me volviera a abrir, claro que no dije nada y me acerqué a coger las pesas como si fuera la cosa más fácil del mundo.

Me costó un poco pero las pude levantar correctamente, él asintió satisfecho.

—Quiero que hagas treinta repeticiones con cada brazo.—Sin decir nada comencé a hacerlo, un par de mancuernas no iban a poder conmigo, aunque me costaba, pero le callaría la boca.





Tras dos horas seguidas haciendo ejercicios de fuerza por fin me dejó descansar. Me pasé todos los ejercicios maldiciendo e insultándolo interiormente, por lo menos así tenía una motivación.

Él también había hecho algún que otro ejercicio pero siempre pendiente de mí y recriminándome si lo estaba haciendo mal.

Me dedicó una mirada.

—Pasad—dijo y seis hombres muy grandes y altos comenzaron a entrar, todos iban vestidos con traje.

—¿Qué es esto?—pregunté incorporándome.

—Debes acabar con ellos.—Se sentó en uno de los bancos para presenciar el espectáculo. Sonreí porque estaba segura de poder ganar a aquellos gorilas que lo único que sabrían utilizar sería su fuerza, y eso jugaba en mi ventaja. Me levanté y me coloqué en un extremo de la colchoneta, ellos me rodearon en un círculo, si la herida no se me había abierto haciendo los ejercicios de fuerza que Damien me había puesto, no se me abriría con lo que estaba a punto de hacer.

—Cuando queráis—dije colocándome para recibirlos.

El de mi extremo derecho vino hacia mí con intención de pegarme un puñetazo, lo esquivé, cogí su puño y utilizando su propia fuerza lo tumbé en el suelo con una llave rápida, los dos que estaban enfrente de mí vinieron con la intención de cogerme por los dos lados. Me subí encima del que había dejado tirado en el suelo y de un impulso salté abriendo las piernas y dándoles a los dos en la cara con mis pies.

La Rusalka RojaWhere stories live. Discover now