Capítulo 24

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Damien

Obedecer.

Había tenido que acatar infinitas reglas y órdenes para llegar hasta donde había llegado, las cosas luego se torcieron y acabé trabajando para Ivan Volkóv... En la Spetsnaz yo era uno de los jefes, uno de los superiores que daba órdenes y mis soldados debían cumplirlas, claro que, antes de eso yo también había tenido que pasar por los puestos más bajos...

Una cosa era obedecer a los jefes y otra muy distinta obedecer a un psicópata que me tenía encerrado y disfrutaba dándome palizas. Le había hecho caso a Dasha y quizás si que estaba funcionando pero cada vez lo veía más cansado de mí.

— Si un animal no se resiste, ¿qué sentido tiene domarlo?— me dijo—. Entonces, nunca habrá espectáculo.

Sabía que pasaría cuando se hartase de mí, sabía que no dudaría en matarme, pero estaba confiando en Dasha, había puesto nuestro futuro en sus manos aunque ni siquiera sabía lo que tenía pensado hacer.

Había conseguido que me desencadenara los pies-que por lo menos ya era un avance- aunque las manos las seguía teniendo esposadas contra la pared, si las cosas llegaban a ponerse feas con los pies libres podría defenderme.

Llevaba demasiado tiempo sin ver a Dasha desde su visita y sus golpes. Estaba planeando algo, estaba seguro de ello, pero tanto tiempo encerrado estaba comenzando a pasarme factura, mental y física. 

La puerta se abrió y uno de los guardias pasó con una bolsa en la mano. ¿Otra vez? ¿Pensaban volver a ahogarme con una bolsa en la cabeza?

Otro de los guardias entró y comenzó a desencadenarme hasta dejar mis manos libres. Después de tanto tiempo, al fin pude mover mis articulaciones. Las tenía entumecidas, doloridas y las marcas del hierro que me sujetaba se habían grabado en mi piel.

— Vístete.— El guardia de pelo rizado y tez morena tiró la bolsa que llevaba en las manos al suelo. 

No dije nada. En ese mismo instante los podría haber dejado tumbados en el suelo y haber podido escapar por los pasillos y puertas que había memorizado, pero no podía, no sin Dasha. Abrí la bolsa y lo último que esperaba encontrarme estaba dentro. El traje que llevaba puesto el día que nos secuestró. ¿Qué cojones tenía planeado hacer?

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La Rusalka RojaWhere stories live. Discover now