Capítulo 23

1.1K 68 11
                                    




Dasha


  El tiempo había pasado lentamente dándome ventaja. Había formado un plano mental donde había localizado cada habitación y pasillo, excepto un lugar, una puerta en la que debido a la negativa de Mason y la presencia de más guardias de lo normal suponía que estaba la salida.

Tantas horas sola dan para mucho y cada minuto de ellas me lo había pasado planeando la huida. Tenía fichadas cada una de las drogas que Mijaíl llevaba en el maletín y sabía el efecto que tenían cada una sobre el cuerpo porque las había catado todas.

Mi plan era sencillo pero arriesgado: Robar Rophypnol, más bien conocido como la droga de las violaciones debido a que es lo suficientemente fuerte como para dejarte dormida y no recordar los hechos, cosa que todavía me tenía en una inmensa incertidumbre porque no sabía lo que había estado pasando las veces que me lo habían dado, aunque lo intuía con terror...

Para que el plan saliera bien, debía tener a Damien a mi lado, solo con él conseguiría burlar a los guardías y salir de aquel lugar. No sabía como pero debía convencer a Mason de que lo dejase subir al comedor y asi, una vez dormido podríamos escapar de aquel maldito lugar.

Cuando el mismo guardia que me había retenido el día en el que Mason mató a mi madre aparecío por la puerta supe que la cena se aproximaba porque siempre llegaba unos minutos antes con el conjunto que Mason me había escogido. Esa noche se había decantado por un vestido blanco que se pegaba a mi cuerpo como una segunda piel, le encantaban los vestidos. Me lo puse y subí al comedor rodeada de los mismos guardias de siempre. 

Estaba nerviosa, si quería salir de allí tenía que comenzar a poner en marcha el plan y había decidido que aquella era la noche en la que lo haría.

Cuando entré se levantó de su silla para recibirme con los caballerosos gestos que habían comenzado a surgir de la nada. Llevaba unos pantalones de traje negro y en la parte superior solo se había acomodado una camisa blanca dejando los primeros botones desabrochados. 

Su pelo tenía un toque desordenado que, sinceramente, lo hacían verse más guapo de lo que ya era.

Los dos sabíamos que por mucho que se arreglara nunca cambiaría el hecho de que había matada a mi progenitora delante de mí.

Me cogió la mano con delicadeza y me guío hasta la silla en la que me sentaba todas las noches.

—Sobra decir que hoy estás preciosa.

Le dediqué una sonrisa forzada y me centré en el plato que la cocinera acababa de traer. Cogí mis cubiertos y los apreté con fuerza imaginando que se los clavaba en la yugular, deseo que cada vez me costaba más reprimir. Lo tenía al lado, completamente expuesto, podía matarlo si quería, pero sabía que no me podía ir de allí sin Damien, no podía dejar a nadie más atrás, lo había prometido.

Como cada día, él se dedicó a hablar de su fortuna y negocio mientras yo finjía escucharlo en silencio, mi mente estaba en todos lados menos en aquel salón. 

Esperé a que se volviera a formar el silencio, no le gustaba que lo interrumpieran.

—Mason.—Me removí incómoda en la silla—. No me encuentro bien.

Frunció su ceño y me miró dubitativo.

—Creo que la cena no me ha sentado bien.—Y aquí comenzaba mi espectáculo. Me lleve las manos a la barriga y comencé a estremecerme con falsos quejidos de dolor.

—¿Por qué te iría a sentar mal? Hemos comido lo mismo.

—Siento que me va a estallar la cabeza y la barriga me da vueltas.

La Rusalka RojaWhere stories live. Discover now