Capítulo 36

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Dasha

Damien me sacó de allí a la fuerza ya que mis piernas habían decidido no responder. Una vez dentro del coche Nicolay arrancó y aceleró a la vez que mi padre me reprochaba entre gritos lo que acababa de hacer, los había puesto a todos en peligro.

Cuando estuvimos lo suficientemente lejos y con el resto de los siete coches resguardándonos sobre la carretera Damien le contó a mi padre lo sucedido.

Sin quererlo mi cerebro desconectó, oía lo que pasaba a mi alrededor igual que si hubiese estado metida dentro de un bote. Para cuando me quise dar cuenta de todo lo que había sucedido ya estábamos en uno de los mejores hoteles de Moscú con nuestros agentes de seguridad por todos lados.

Después de asignarnos las habitaciones, mi padre estaba demasiado ocupado hablando y concretando cosas con Nicolay como para prestarme atención, así que, decidí subir a la suite que compartía con Irina con la promesa de mi padre de que pronto podríamos hablar a solas.

Me metí en el ascensor junto con Irina y Damien y los tres subimos hasta el último piso en un gran silencio.

Cuando entramos en la suite un amplio salón se extendió a nuestro alrededor. Las paredes estaban pintadas completamente de blanco con detalles dorados en las esquinas y del techo colgaba una lámpara de araña formada por pequeñas piezas de cristal semejantes a numerosas gotas que estaban obligadas a ser suspendidas en el aire durante toda la eternidad. La estancia estaba decorada con varios sofás de cuero blanco, una gran mesa marrón en cuyo centro había un jarrón con rosas frescas y una gran televisión pegada a la pared.

En el lado izquierdo se encontraban unas puertas corredizas en las que dentro estaba la habitación principal: dentro de ella había una cama gigantesca cubierta por numerosos cojines y sábanas de franela y un armario de pared que casi parecía ser otra habitación.

En la pared contraria del salón estaba la habitación en la que dormiría Damien, está era un poco más pequeña, aunque la cama era bastante grande y apenas dejaba espacio para algún mueble más, excepto por un pequeño armario.

Suspiré a la vez que me dejaba caer en el sofá y permitía que mi mirada se perdiera en la representación del cuadro "La creación de Adán" que habían hecho sobre el techo.

Irina se tumbó a mi lado mientras pequeñas lágrimas caían de sus ojos.

Seguía vivo.

Sabía que, mientras él continuase respirando nunca estaría a salvo.

Una parte de mí había creído o me había intentado convencer de su muerte. Ver como había destruido mi casa, como ardía en llamas delante de mis propios ojos el único lugar que me quedaba había sido como un golpe directo.

En aquellos momentos solo sentía dos cosas: dolor y rabia.

Debí de haberlo matado cuando tuve la oportunidad, debí de haberle incrustado esa bala en el cráneo...Pero no lo hice, y ahora mi familia también estaba pagando por ello.

Unos minutos después una mujer del servicio subió con un carrito lleno de comida y varias bolsas llenas de ropa que mi padre había mandado comprar.

Damien y mi hermana insistieron en que comiera ya que llevaba horas sin probar bocado pero mi apetito había desaparecido por completo y sentía que mi estómago rechazaría cualquier tipo de alimento.

Una hora después Irina me pidió que me fuera a la cama con ella, eso hice. Me pasé lo que quedaba de noche con los ojos abiertos porque sabía que si los cerraba él aparecería otra vez y mi cuerpo no podría soportar volver a ver su cara, no quería que me diera un ataque delante de Irina, bastante estaba sufriendo ya.

La Rusalka RojaWhere stories live. Discover now