Capítulo 20

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Dasha

Pérdida.

Un vacío se apodera de ti, principalmente en el pecho, te deja ese agujero profundo que nunca pensaste que tendrías, que ni siquiera imaginaste que sería capaz de existir en ti. Sientes que ya nada tiene sentido y te preguntas ¿Por qué? ¿Por qué ella y no yo? ¿Por qué el destino me ha dado esta oportunidad cuando yo no la merezco? ¿Por qué me toca vivir a mí?

Te das cuenta de que las cartas del destino siempre juegan aleatoriamente, que son indescifrables y que hay veces en las que no estás preparada para la siguiente jugada, pero debes seguir, debes acabar con la partida.

No me importaba mi estado, lo único que aparecía en mi cabeza eran las últimas imágenes que tenía de mi madre, las lágrimas ya no salían porque me había quedado seca y aunque lo intentara mi jardín seguía marchitándose, la sequía había regresado y el agua tardaría en llegar, incluso pensaba que ya no volvería. 

Los siguientes recuerdos a aquel día apenas ocupaban espacio en mí, solo sabía que volvía a estar en aquella habitación en la que había estado encerrada durante tanto tiempo, que ya no sentía y que los latidos de mi corazón eran transmitidos por una máquina.

No se cuanto tiempo estuve así, mi cuerpo no me respondía cuando intentaba volver, mi cerebro me atormentaba constantemente cuando cerraba los ojos y aquello era peor que cualquier tortura o dolor físico que hubiera sentido.

Un día regresé, un día pude volver a levantarme, pude volver a sentir y aunque el dolor de mi cuerpo casi había desaparecido el dolor emocional seguía allí. Pasaron los días y únicamente recibía visitas de Mijaíl que pasaba para revisar mi estado. Poco a poco volví a reconstruirme pero ya no era la misma, quizás mi apariencia seguía intacta pero mi antiguo yo me había abandonado hace mucho convirtiéndose en el pasado, dando paso a alguien nuevo, alguien que había dejado de sentir y lo único que había en su interior era rencor, rabia y deseo,  deseo de venganza, deseo de verlo sufrir tanto como yo había estado haciéndolo, tanto como ella lo había hecho.

Mason ni siquiera se había atrevido a pasar durante todo ese tiempo, no había vuelto a entrar en la habitación y aún así yo seguía soñando con sus ojos y su sonrisa que me perseguían cada maldita noche. 

La soledad había vuelto y era peor de lo que había podido pensar. Me dejaba descubierta, sola ante mis pensamientos y recuerdos que por más que gritara, por más que me tapara los oídos o los ojos era imposible hacerlos desaparecer. Era algo que estaba comenzando a formar parte de mí y me aterrorizaba saber que viviría con aquello dentro, que nunca se marcharía, que estaría ahí para aparecer en el momento más inoportuno y volver a hacerme caer.

Me medicaban.

Cada día me daban tres pastillas y Mijaíl me hacía creer que me estaba volviendo loca. Yo sabía que la oscuridad se había apoderado de mí formando parte de la nueva persona que era y la verdad, a veces agradecía su presencia porque gracias a ella ya no sentía dolor.

¿Por qué narices me dejaba vivir?¿Por qué no me mataba como hizo con mi madre?

La respuesta a mis preguntas llegó cuando al fin Mason entró en la habitación. Me habían encadenado los pies y él se colocó a una distancia prudente para que no lo pudiera alcanzar, porque sabía que si lo hacía lo mataría.

—Eres más valiosa—contestó al porque del asesinato de mi madre—. Eres la gallina de los huevos de oro de tu padre, no te puedo matar, pero si hacerte sufrir y siendo sinceros esto último me divierte más.

Me moví, intenté soltarme de las cadenas pero me fue imposible.

Comenzó a visitarme todos y cada uno de los días y siempre que lo hacía me encadenaban.

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