Capítulo 4

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Dasha

Tras haberlo amenazado con aquello no lo había visto durante el resto del día y esperaba seguir así porque me avergonzaba de mí misma al haberlo chantajeado con eso. Sabía que en la hora de la cena lo vería, apenas podía imaginarme lo incómodo que aquello iba a ser, pero rezaba porque no le hubiese dicho nada a mi padre. La que lo besó fui yo, al principio con intención de tomar el control de la pelea, pero al final me di cuenta de que me había gustado y que en el baño había tenido que contenerme mucho para no haberlo vuelto a besar.

Para la cena me puse unos vaqueros negros y un top blanco de punto, me dejé el pelo suelto y esa vez me pinté los labios de rosa. Bajé a cenar al comedor donde ya estaban todos esperando por mí, como siempre. Damien se había puesto una camisa blanca y unos vaqueros negros que le quedaban demasiado bien, al sentarme en la mesa saludé a todos y apenas pude mirar a Damien a la cara, pero en ocasiones notaba el peso de su mirada.

Nos pasamos la cena hablando sobre la nueva obra de teatro que mi hermana iba a realizar en su instituto, en la mesa nunca hablábamos de trabajo, nunca. Cuando nuestras miradas se cruzaban yo desviaba la mía inmediatamente, me avergonzaba lo que había hecho y estaba intranquila por si Damien se atrevía a mencionarle lo de la herida a mi padre.

Al terminar cada uno nos despedimos y todos subieron a sus habitaciones, yo ese día no tenía mucho sueño así que volví a bajar a la primera planta para dar un paseo por el jardín.

Eran las doce de la noche y sola me adentré en el jardín hasta llegar al lago.

La luna estaba en su máximo esplendor dejando su reflejo sobre el agua del lago, los peces ya no se dejaban ver y solo se oía el canto de los grillos. Aquella noche hacía un frío increíble y aún llevando un abrigo bien gordo sentía como partes de mi cuerpo se congelaban.

Me acerqué al lago y me quedé embelesada mirando los nenúfares, de pronto algo en el agua se movió, supuse que era algún pez y me acerqué para verlo, no me di cuenta del barro que rodeaba la orilla y lo pise resbalándome. Antes de caer unas manos me sujetaron por detrás haciendo que me apartase de allí.

Cuando me taparon la boca comencé a alarmarme pero me sujetaban bien fuerte y la pierna todavía me escocía bastante.

—Que sea la última vez que me chantajeas de esa forma—la voz de Damien me susurró al oído. En parte me tranquilicé porque mi mente ya había comenzado a desvariar y a imaginarse cosas imposibles.

Con un movimiento me tiró al suelo y se colocó encima de mí.

—¡Suéltame!—grité—. ¡Cuando tenga la pierna curada te vas a enterar!

—Nadie nos puede oír y lo sabes, estamos muy apartados.—Me sujetó las manos con fuerza y apoyó su cuerpo de manera que impedía el movimiento del mío.

Mierda.

Miré a mi alrededor, con mucha fuerza conseguí soltarme de su agarre y arranqué varias hojas que había en un arbusto restregándoselas por la cara y aprovechando para dar la vuelta y colocarme encima de él. Un escozor se apoderó de mi pierna pero lo dejé pasar.

—Esto me suena—dije recordando la escena de la mañana y esbozando una pequeña sonrisa de triunfo.

Damien me dedicó aquella mirada fría que me ponía de los nervios.

—No pienso abortar la negociación—dije mirándolo directamente, iba completamente en serio.

—Si vas así y las cosas se tuercen vas a acabar muerta.—Algo en mi interior se removió, "muerta", sabía que era una de las posibilidades que nunca acabarían por descartarse, pero nunca la había tenido tan cerca.

—Entonces enséñame.—Sus cejas se arrugaron—. Has estado en la Spetsnaz ¿no? Enséñame.

Sus manos me cogieron de la cintura haciendo levantarme de un empujón, después se levantó él.

—¿Quieres que lo hagamos a mi manera?—preguntó acercándose desafiante.

—Sí.—Acerqué mis labios con la intención de besarlo pero él se separó. 

Mis sentimientos hacia él eran raros, por una parte lo odiaba con todo mi ser y quería derrotarlo con todas mis ganas, pero por otra la atracción que sentía era algo demasiado fuerte como para seguir conteniéndome.

—Va a ser duro—dijo cruzándose de brazos, la camiseta blanca que llevaba se estiró haciendo que sus músculos se notaran aún más.

—Podré soportarte.

—Entonces prepárate para las próximas dos semanas porque se te van a hacer eternas.

—Entonces prepárate para las próximas dos semanas porque se te van a hacer eternas

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