Capítulo 9

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Dasha

Habíamos viajado en nuestro avión privado a San Petesburgo, este año celebraríamos la fiesta en el palacio de Konstantínovski y aprovechando que las fechas estaban cerca nos quedaríamos hasta la reunión en el teatro Mariinski. Habíamos contratado más seguridad de la normal a parte de los hombres de Nicolay, no nos podíamos fiar de la tregua porque sabíamos que Mason era capaz de romperla.

Irina se había quedado en Moscú en casa de unos amigos de la familia con la seguridad suficiente para estar a salvo ya que era más peligroso traerla con nosotros. No había podido dejar de pensar en mi madre, pero estaba segura de que la rescataría, aunque me costase la vida.

Cada uno nos habíamos alojado en distintas habitaciones lo más posible apartadas del salón donde se realizaría la fiesta. Como no, mi padre había asignado las habitaciones de manera que tenía a Damien y a otros dos agentes de seguridad rodeando la mía.

Habíamos quedado en una de las entradas a las once y media para dar la bienvenida a todos los invitados. Para aquella noche me había puesto un vestido rojo largo que dejaba al descubierto mi espalda y mi pierna derecha, unos tacones negros de aguja y me había recogido el pelo en un moño alto rodeado por pequeñas trenzas. Tras darme la última pincelada roja en los labios salí de mi habitación. Justamente en la puerta Nicolay me esperaba muy serio y concentrado.

—Buenas noches, señorita Volkóva.—Se detuvo un tiempo de más en mirarme.

—Buenas noches—contesté y después de asentirle los dos comenzamos a andar en dirección al salón. Nicolay iba vestido de traje, como siempre, y llevaba un pinganillo en la oreja derecha, aunque apenas se le notaba, había que fijarse muy bien para hacerlo.

Mi padre, Damien y dos hombres más esperaban en una de las entradas que habíamos sellado para ser los únicos en pasar por allí.

—Hija, estás preciosa.—Mi padre me miró orgulloso cogiéndome de los hombros con una sonrisa enorme en la cara, la cual le devolví.

Mis ojos se desviaron a Damien que llevaba un traje completamente blanco del que resaltaba la corbata de color rojo que se había puesto. Se había peinado el pelo hacia atrás con gomina pero dejando unos cuantos mechones rubios caer por su frente. Vi como su mirada me recorría de arriba abajo hasta llegar a mis ojos, no pude evitar erizarme al sentir su atención, le aguante la mirada, fue algo raro, como una mezcla de odio y deseo surcando la distancia que nos separaba.

—¿Preparados?—nos preguntó mi padre devolviéndome a la realidad. Había decidido que Damien también participaría como anfitrión ya que, según él trabajaba con nosotros, lo que me hizo preguntarme: ¿Por qué mi padre le tenía tanta confianza? La confianza de mi padre no era fácil ganársela, al contrario, a mí me había costado años de esfuerzo y perseverancia, pero a veces sentía que faltaba algo más, que no tenía su confianza del todo.

—Sí, señor—dijo Damien y yo asentí con la cabeza.

Mi padre me extendió el brazo y yo enrollé mi antebrazo alrededor de su codo. Me dedicó una mirada de complicidad y orgullo, le asintió con la cabeza a Nicolay y este abrió las puertas para dejarnos entrar en el salón. Salí con mi mejor sonrisa, al igual que mi padre y Damien. Esa y la vez del hospital fueron una de las pocas veces que lo vi sonreír y una parte de mí se sintió decepcionada porque ninguna de esas veces su sonrisa había sido para mí. Aparté ese sentimiento de inmediato.

El salón era enorme, varias lámparas de araña colgaban del techo con numerosas luces dándole un toque amarillento. Las paredes estaban compuestas por ventanas gigantes y columnas amarillas que parecían de oro y antes de llegar al techo se extendía un largo balcón que dejaba ver toda la sala y el exterior por ventanas más pequeñas que las de abajo. En esos balcones estaban nuestros hombres, vestidos de traje y prestando atención a cada detalle.

La Rusalka RojaWhere stories live. Discover now