El FuckingBlue (Capítulo 17)

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-          ¡Miguel! – llamó su padre.

-          Voy. – murmuró.

Comenzaron a temblarle las piernas en el auto, camino al gimnasio, y por poco le fallan mientras baja los escalones. Casi se desmaya al verlo caminar de un lado a otro por el pequeño cuarto, con pasos vacilantes y una mirada que piensa en algo más.

Estuvo cerca del infarto cuando Rubén alzó la mirada y posó sus ojos en él, y próximo a la muerte cuando le sonrió.

-          Hola. – saludó él.

Miguel, le decía la parte racional de su cerebro. Miguel. Dí algo. Joder, actúa natural.

-          Ho-hola. – balbuceó.

-          ¿Listo para correr otros treinta minutos?

-          Esto... - reacciona, mierda. - ¿no eran doce?

Rubén pareció pensarlo.

-          ¿Te parecen veinte?

-          Hum... sí... vale.

Rubius pareció algo desconcertado por un momento, como si le pareciera extraño que Mangel hubiera cedido tan fácilmente. Pero luego se recuperó y ambos subieron las escaleras.

El cerebro de Mangel daba vueltas en el carrusel de la confusión. No entendía su papel en todo aquello. ¿Se supone que...? Esto... ¿lo de ayer en verdad pasó? Esa duda se le implantó a Mangel en el pecho. Se supone que cuando tú besas a alguien, las cosas cambian, ¿verdad? Tratas diferente a esa persona, ¿o no? Quizá me lo he imaginado...

No. No me lo he imaginado. Fue real. Tiene que haber sido real.

Recordó las manos que lo tomaron por los hombros, los dedos que acariciaban su rostro. Los labios que besaban los suyos, definitivamente reales.

No pudo dejar de pensar en eso en ningún momento y, cada vez que Rubén lo miraba, a Mangel le daba un miedo irracional a que le hubiera leído el pensamiento, de alguna forma. Él lo sabe. Puedo ver en sus ojos que lo sabe.

En el ring, durante el intento de pelea, sucedió algo.

Con una mezcla de triunfo y culpabilidad, por fin pudo pegarle a Rubén.

Una sola vez, pero pudo hacerlo.

Fue espontáneo, imprevisto. Rubius, como siempre, esquivaba los golpes torpes que Mangel lanzaba y le corregía.

-          Ponte más derecho. Estando encorvado dejas tu cara más vulnerable. Protégela.

Miguel asentía. Sus músculos le gritaban que parase, que fuese a tomarse una ducha fría y que se tire en una cama. Pero no quería ni pensar en ello. Si pensaba demasiado, estaba perdido. Un lince. Con la mente en el juego.

Lanzó un gancho inservible, que Rubén esquivó fácilmente.

-          Vamos, Mangel. Puedes hacerlo mejor.

¿Ah, sí?, no pudo evitar pensar. ¿Sabes qué puedes hacer tú? ¡Puedes demostrar sentimientos!

Dio un golpe, algo más animado, hacia su cuello. Rubius puso el brazo para frenarlo.

-          Eso es. – le dijo.

¡Puedes demostrar que te importó!

Arrojó rápidamente otro golpe hacia su mentón, con lo que Rubén estaba usando las dos manos para protegerse. Pareció algo sorprendido.

Son solo tres Palabras (Rubelangel)Where stories live. Discover now