La Sonrisa más Dolorosa (Capítulo 23)

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El olor a café y a algo horneándose lo fueron trayendo hacia la realidad. En partes.

Primero, fue un pensamiento vago.

Escribirlo en el cuaderno..

Segundo, la frase fue cobrando forma.

Quiero escribir esto en el cuaderno.

Luego le entró la duda.

¿De veras pasó? Es decir... estoy en la casa de Ángela y no me he despertado aún. Quizá fue un sueño. Sí. Fue un sueño. Una pesadilla.

La contradicción.

No puede ser un sueño. Duele.

Un poco más.

Los sueños a veces duelen. En especial las pesadillas.

Y entonces abrió los ojos. Rubén estaba en ese estado en el que tienes los párpados abiertos, lo sabes, pero no ves nada. No lo procesas. Ni lo asimilas.

Así que, cuando sus ojos por fin se enfocaron en lo que tenían justo encima de su cara, a pocos centímetros de su nariz, dio un respingo, con lo que se chocaron frente con frente.

-          Auch. – soltó Red, apartándose un poco, frotándose la frente.

-          ¿Pero qué mierda...? – masculló Rubén, restregándose el golpe de la frente también. Al hablar le dolió toda la parte izquierda de la cara.

-          Así me agradeces. – se quejó Red.

-          ¿Qué?

Y recién entonces, todo lo ocurrido la noche anterior le vino a la cabeza.

Una llamada. Está abierto. En la parte de atrás. Un callejón. Golpes. Golpes. Golpes. Los golpes no acababan. Y un arma. No, dos. Dos armas. La cara de Red flotando en la oscuridad.

-          ¡Joder! – dio otro respingo, y volvieron a golpearse la cabeza.

-          ¡Auch! – chilló Red.

-          ¡Mierda! ¿¡Quieres correrte ya!? – exigió.

Red se apartó, frustrado.

-          Vale, - dijo. – pero no te sientes, porque-

Rubén intentó sentarse. Sintió un fuerte dolor recorrerlo por todo el abdomen, como una cuchilla desgarrándole la piel, caliente.

-          ¡Agh! ¡Mierda! – aulló, acostándose otra vez.

Red suspiró.

-          Te he dicho que no-

Rubén se llevó las manos al rostro para restregarse los ojos. Pero en cuanto lo hizo, sintió otra cuchilla clavársele en el pómulo izquierdo, y algo (¿como un tenedor?) rasgándole el ojo derecho.

-          ¡Agh! ¡Joder, ¿pero qué-

-          ¿Quieres estarte quieto un segundo? – inquirió Red, regañándolo. Como si le importara.

Como si le hubiese salvado la vida.

Rubén cerró los ojos. No quería pensar en eso. No aún.

-          ¡Fer! – gritó Red. El sonido resonó en las orejas de Rubius, provocándole un dolor intenso. Hizo una mueca de sufrimiento. – Oh, lo siento. – se disculpó Red. Y volvió a gritar. - ¡Fer! ¡Ya despertó!

Son solo tres Palabras (Rubelangel)On viuen les histories. Descobreix ara