Porque Estoy Contigo (Capítulo 30)

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Para mi corazón basta tu pecho

para tu libertad bastan mis alas.

- Pablo Neruda, Poema XII

  ∞  

- ¡Vamos, Mangel! ¡No es tan difícil! – le animó Rubén.

- ¡No puedo hacer esto! – gritó Mangel.

- ¡Sí que puedes!

- ¡No, no puedo!

- ¡Que sí! ¡Venga, inténtalo una vez más!

Mangel tragó saliva y luego hizo una mueca de asco. Había tragado tanta agua de mar que no quería volver a probar la sal jamás; había tenido suficiente para una vida.

Luchó a duras penas contra la corriente de olas que se amontonaban unas con otras, desesperadas por llegar a la orilla. El día estaba nublado y lluvioso, pero Rubén había insistido en que era el día perfecto para hacer surf, porque el mar estaba más turbio de lo normal (lo que implicaba, al parecer, más olas).

Mangel estaba completamente en desacuerdo. No era el día perfecto para hacer surf, y no lo sería nunca.

Arrastró la gran tabla consigo. Había intentado ya ocho veces pararse y surfear una ola, pero todas ellas habían terminado en fracaso. Ni siquiera era mediodía y ya había descubierto ocho formas distintas de caer al agua, todas ellas ridículas y vergonzosas.

- Deja que te ayude – se ofreció Jorge, el amigo de Rubén. Se lo veía muy cómodo ahí, flotando en el agua, con la misma naturalidad con la que lo haría un pez.

Debe ser fácil para él, refunfuñó Mangel para sus adentros. Vivió aquí toda su vida. Prácticamente nació sobre una tabla de surf.

A Mangel se le vino, momentáneamente, la imagen de una mujer dando a luz sobre una tabla de surf. Hizo un esfuerzo para sacarse eso de la cabeza.

Jorge acomodó la tabla de surf de Mangel, de manera que esta quedó apuntando hacia la orilla.

- Venga, cuando te diga ya, te subes – dijo él. El pelo rubio se le había oscurecido al estar mojado y se le pegaba al cuello y a los hombros –. Recuerda subirte a la mitad. Ni muy adelante ni muy atrás. Si no, perderás el equilibrio. Cuando te levantes, hazlo despacio. Pero no demasiado. Y separa bien los pies. Pero no demasiado.

- Eso es un poco impreciso, ¿no cree-

- ¡AHORA! ¡YA, YA, YA!

Mangel se apresuró a subirse. La tabla se tambaleó bajo su peso y el impulso de las olas. Casi pierde el equilibrio a la primera.

- ¡MÁS ATRÁS! ¡PONTE MÁS ATRÁS! ¡NO, TANTO NO!

Miguel intentó mirar hacia atrás para colocarse mejor, pero le entró agua en los ojos y no pudo ver nada. Pestañeó con fuerza para quitársela, pero ardía. De todas formas, se fue levantando poco a poco. Primero se dio impulso con las manos, luego separó los pies (la tabla estaba mojada y resbaladiza), después levantó una rodilla, luego la otra y, finalmente, se puso en pie.

- ¡ESO ES! – le gritó Jorge.

Entre el ruido del mar al estrellar con la orilla, Mangel oyó a Rubius soltar una carcajada.

- ¡TE DIJE QUE PODÍAS! – vociferó Rubén. El traje de neopreno se adhería con fuerza a su figura. Sacudió la cabeza como un perro y el cabello le cayó sobre los ojos.

Son solo tres Palabras (Rubelangel)Where stories live. Discover now