Como tener un gato (Capítulo 10)

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-No podemos llevarlo a mi casa – decía Gwen –. Mi madre no me lo permitiría.

-A la mía tampoco – comentó Al –. Mamá entraría en pánico y llamaría a la policía.

-No creo poder llevarlo a casa – dedujo Mangel –. Mi madre no me dejaría salir por el resto de mi vida. Y papá encontraría una forma de culparme de todo.

-Y no podemos llevarlo a su casa. No sabemos dónde vive – razonó Gwen.

-Joder, menudo lío – maldijo Al por lo bajo.

Habían acostado a Rubén en el asiento trasero del auto, con su cabeza en el regazo de Mangel. Gwen echaba miradas nerviosas al inconsciente desde el puesto de copiloto, mientras que Al observaba fugazmente por el retrovisor. 

Miguel no podía despegar la mirada del rostro pálido de Rubius, dormido sobre sus piernas, rendido, indefenso, maltrecho. Casi parecía pedirle ayuda, incluso estando inconsciente.

Piensa, joder, piensa, se decía.

Y entonces, una bombilla se encendió en el cerebro de Mangel.

Tocaron el timbre con insistencia. Era casi medianoche. Los tres rezaron para que aún estuviera despierta.

-¿Quién es? – se escuchó desde adentro.

Al y Gwen miraron a Mangel con intención.

-Hum... ¿Ángela? Soy Mangel.

-¿Qué?

Se abrió la puerta y Ángela los miró a todos, pasando del rostro de Mangel al de Gwen, de Gwen a Al, y de Al a Rubén, que era sostenido en brazos de Al.

Ángela sin dudas había estado durmiendo. Llevaba una remera de los Rolling Stones negra desgastada y unos pantalones cortos de algodón rojos. Sus rizos estaban sueltos y descontrolados, las gafas torcidas sobre su nariz.

-¿Qué significa esto?

-Hum... - piensa, Miguel piensa – Necesito un favor.

-Ya veo. ¿Qué le pasó? – señaló con la cabeza a Rubén.

-¿Podemos hablarlo dentro? Es que... - suspiró – Por favor. En serio necesito que nos dejes pasar.

Ángela lo pensó un momento. Su rostro indicaba que iba a negarse, pero finalmente puso los ojos en blanco y dejó espacio para que entren.

-Pónganlo en el sofá.

La casa de Ángela era pequeña, pero cómoda. En el living había un televisor sobre una mesada, una enorme estantería llena de discos y libros y un largo sofá. Al colocó a Rubén sobre este con cuidado.

-¿Qué sucedió? – preguntó Ángela, observando con detenimiento a Rubén.

-Lo encontramos a mitad de una pelea callejera – respondió Gwen –. En realidad, Mangel lo encontró. Pudo salvarlo antes de que esa mole lo hiciera mierda.

-Él se salvó solo – dijo Mangel.

-No es cierto – contradijo Gwen –. Si no fuera por ti, quién sabe lo que le hubiera pasado ahí.

-Escuché que decían que había ganado otras once peleas – comentó Al –. Es normal que esté tan cansado, pero, vamos, ¿quién es? ¿Hulk? Nadie puede aguantar tanto. Debería haberse retirado.

-Estaba ebrio – lo defendió Mangel de manera instintiva.

-Pues no lo parecía – razonó Gwen.

Son solo tres Palabras (Rubelangel)Where stories live. Discover now